Poderes Más Antiguos que el Tiempo
https://youtu.be/zhMt7kvgzRM
—Estoy sorprendido, Zhora —dice el Rey Demonio, aplaudiendo, una vez me presento ante él.
Saco Yserd Foges, apoyo su punta en el suelo y con un zapatazo quiebro su hoja.
—Ya no será usada para matar a ningún inocente más.
—Si no fuera porque sé que me dirás que no, te pediría que te quedaras en el bosque. Eres un ser muy interesante.
—¿Qué pasará con los fassi que escaparon de la ciudad sin convertirse? —pregunto, ignorando la oferta.
—¿Se conoce a alguien que escapara de Togash con vida? —pregunta, y esa sempiterna y lavosiana sonrisa se acentúa mucho más.
Como mi abuelo me había contado, durante la Itam Nemur perecieron todos los habitantes de Daudëki —el antiguo asentamiento que daría lugar a la ciudad fantasma de Togash y a la posterior Dëkifass. Al parecer Themegherö Qinand ha reeditado esa noche.
—Si yo no hubiera aceptado tu propuesta...
—No habría cambiado nada. Estaríais todos muertos igual. —Su sinceridad es apabullante, aunque se la agradezco. Algo alivia la carga sobre mis hombros—. Este es el mejor resultado que tu gente podría obtener: tu hija y tú vivas, sin algún deseo de volver por estas tierras o recordar de ellas.
—Ahora te toca a ti cumplir con tu parte y no volverás a verme en este lugar en tu vida —espeto, con una sinceridad un tanto peligrosa.
—Tu destino no está escrito en piedra. Es posible que nos encontremos alguna vez más.
—Espero que me invites a una cerveza de trigo entonces.
—Creo que arrastras la insolencia de los eremaven, por suerte te voy a liberar de esa carga por fin. —Themegherö Qinand hace un gesto con su cabeza y Efast Gherö desaparece—. Me tomé el atrevimiento de traer a Ricca de Kaenpolus. Tenía ganas de visitar la ciudad de mis padres.
—¿Tus padres? —pregunto, totalmente desorientada.
—Hace milenios habría sido un insulto esa pregunta. Entiendo, no obstante, que el conocimiento de los orígenes de estas tierras y sus moradores haya sido desterrado de vuestra educación. Son los vestigios de un saber que sólo puede poner en peligro a vuestros pastores. Sois un rebaño que se deja llevar mansamente al matadero sin preguntarse el porqué de nada. Mientras que nosotros nos hemos convertido en mitología y leyendas para vuestro entretenimiento e inspiración para vuestros artistas.
»Cuando adorabais a Thelos, a Nâtar y temíais a Lavos, vuestros caminos tenían un destino, un sentido y una preparación. Ahora vais no más hacia la autodestrucción de forma indolente e ignorante. Llegará el día en que Henyêr deje de ser y todo lo que aquí hubo será olvidado. Por eso, trato de conservar Efast Droth tal cual fue.
—Un lugar de muerte. No te me vengas a hacer ahora el filántropo.
El Rey Demonio sacude su cabeza y suspira.
—Esa nunca fue la intención de mi padre, de mi madre sí, pero ya no están ninguno aquí para ver en lo que os habéis convertido.
—Deja de hacerte el misterioso. ¿Quiénes eran?
—Eres fantástica. ¿Seguro no te gustaría quedarte aquí? Hasta podría hacerte mi compañera al trono.
—Zhora Themegherö Qinlise... No suena mal, pero pasaré.
—Antes de que Nâtar se desposara con Thelos, tuvo un... escarceo amoroso con Lavos.
—Creo que leí algo de eso hace tiempo, pero como historias apóstatas. Es una blasfemia siquiera plantear eso. Ya hay muchos de entre los creyentes de la Arthelos que consideran la relación entre Thelos y Nâtar un sacrilegio —indico—. Lo que leí de eso era que Lavos había hechizado a Nâtar. De ahí que la llevara a su hogar en Efast Droth y concibiera un hijo allí. Vamos, una locura. De esa unión, al parecer, descienden los eremaven.
—Bastante aproximado. Nâtar quiso creer que mi padre iba a cambiar, reformar sus caminos y dejaría el bosque para trasladarse a Hidria con ella y reinar juntos desde su palacio de verano. El enfrentamiento con Thelos hizo que mi padre perdiera el norte y quisiera subyugar a sus hijos de todas las formas posibles. Bueno, esa parte ya la conoces. En fin, mi madre se hartó de él y se fue. Más tarde se uniría a Thelos, de ahí surgieron las grandes familias de Selmek primero y de Tie-Galam después. Eber Galam era el hijo de un saegor, los sabios que, como imagino que sabes, eran creaciones de Thelos.
—¿Es verdad todo?
—Casi todo. Sólo hay una diferencia. Los eremaven son hijos míos y una saegor, Haelys Ferielé. He de reconocer que la alejé de los caminos de Thelos, pero eso es una historia para otro día.
—Por eso puedes deshacer la conversión.
—¡Esa es mi Zhora!
En ese momento, Efast Gherö apareció cargando en sus enraizadas manos el diminuto cuerpo de Ri-ri, comparado con su envergadura.
—Ahora entiendo porque el espíritu del bosque te sirve y no gobierna él.
—Hace tiempo estos eran sus dominios, hasta que fue necesario que trasladase mi residencia a este lugar. Pero no te confundas. No le impongo nada. La voluntad del bosque es la mía y viceversa. Somos una dualidad. No en vano él es una parte de mi alma.
Me sentí muy pequeña e insignificante ante estos seres tan antiguos como el propio Henyêr. Para ellos yo no sería muy distinto a mi hija. Apenas estoy dando pasos en un planeta que no entiendo —y que posiblemente nunca comprenderé en su totalidad.
Efast Gherö deja a Ricca sobre el trono del Rey Demonio. Me alegra ver que su rostro, todavía húmedo por las aguas de la fuente, muestra una expresión neutra. Era todavía más doloroso verla aterrorizada. Me acerqué a ella y acaricié sus cabellos mojados, apartándolos de su cara. Rompo a llorar al pensar todo lo que he sacrificado por ella. Una ciudad y todos los que vivían en ella.
—Aunque ahora te sientas mal, con el tiempo verás que era la única solución en la que, al menos, habría dos almas que pudieran contarlo. La alternativa... bueno, no tiene sentido repetirla. Elegiste sabiamente.
—¿Me lo podrá perdonar ella? —pregunto, como si él tuviera alguna respuesta.
Existe el dicho: «sabes tanto como Lavos». Si bien él forma parte de esa trinidad de deidades de Henyêr, siempre se le consideró el más astuto de entre los tres —Nâtar y Thelos tenían sus habilidades, claro. No quiero sonar más sacrílega de lo que ya puedo ser. Ahora, recurro a su vástago para que me regale de esa sabiduría que sólo un ser milenario como él puede tener.
—Los hijos no entendemos muchas cosas cuando somos jóvenes. La experiencia y los años, pueden llevarla por el camino de la comprensión. Lo mismo te pasa a ti con todo lo sucedido en Dëkifass. Antes para ti era un misterio, ahora sabes qué ha motivado cada una de las decisiones, incluidas las tuyas, que han llevado a su destrucción, espero que definitiva —Hace una pausa en la que se aleja un paso del trono—. No quieres que te cuente mis batallas.
Sonrío amargamente. Themegherö Qinand me pide que me coloque a su diestra. Entonces pone una mano entre mis pechos y siento una presión en mi tórax, que pienso que va a reventar.
—Resiste. Esto puede doler —avisa.
Sujeto su muñeca con fuerza, apretando tanto que siento que siento como se endurecen todos mis músculos y mis huesos se astillan. Un repentino calor se reparte por cada célula de mi cuerpo, brotando desde el corazón. Es un dolor tan parecido a cuando parí a Ricca, tan intenso, que me fuerza a una resistencia agotadora.
No puedo aguantar más y empiezo a gritar. La presión del Rey Demonio no cesa, sino que aumenta.
Pone su mano libre sobre mi cabeza. Parece estar ardiendo también. No puedo más. No sé cuánto tiempo podré resistir. Quiero soltarme, desvanecerme y morir.
De reojo veo a Ricca. Por mi memoria pasean todos los momentos que viví junto a ella: los primeros días del embarazo; cuando mi vientre parecía a punto de explotar; el parto; la primera vez que la tuve sobre mis brazos y le di el pecho; sus ojitos mirándome y reconociendo a su madre; sus primeros balbuceos; su llanto que se calma cuando la sujeto entre mis brazos; la primera vez que me dice mamá; sus primeros pasos; las charlas con ella y sus canciones... Todo ha sido por ella. Todo lo bueno y lo malo que hice, fue, es y será por ella.
—Refelé-vö!
Mi cuerpo es envuelto en llamas y cuando pienso que he sido engañada de nuevo, se consumen junto con un último alarido de sufrimiento.
Themegherö Qinand me libera y caigo sobre mis rodillas, exhausta, respirando como si hubiera estado todo el día entrenando sin descanso. Levanto mi cabeza y veo al Rey Demonio. Me parece más terrorífico que nunca. ¿Acaso mi recuperada existencia galame me hizo comprender su naturaleza superior y mi insignificancia?
—Ahora es el turno de tu hija.
Un escalofrío recorre mi cuerpo y, aunque trato de ponerme en pie, mis piernas me fallan.
—No luches. Una criatura como tú nunca podría estar en pie ante mí.
Comprendo ahora que, por mucho que lo intentara Meur Glarfeld, estaba condenado al fracaso. No creo que ni con todos los ejércitos de Tie-Galam ni de los eremaven pudieran derrotarlo. Una cosa eran los espíritus del bosque; otra muy distinta era un dios. Podremos destruir o herir a estos primeros, pero Themegherö Qinand está más allá de nuestras capacidades.
—Birenté fûr, Efast Gherö.
El Espíritu del Bosque camina hacia un árbol joven. Su tronco es muy fino, sus ramas verdes y de ella sólo cuelga una fruta desconocida, ovalada y de color morado. El espíritu la recoge con delicadeza y se la ofrece al Rey Demonio, que se la come. Se vuelve a Ricca, abre su boca y sopla dentro de ella. La cierra, pone su mano izquierda sobre ella y la derecha sobre su corazón.
—Gaeveré saulm-tö. Tad veilö-tö enoe in enirue en enferö-tö.
Un repentino viento golpea el castillo y forma un remolino alrededor de Ricca. Su cuerpo empieza a convulsionar.
—¡Ricca! —exclamo. No llego a hacer el intento de levantarme que siento la fuerte mano de Efast Gherö evitarlo.
—Unorloé —me ordena, pero me siento incapaz de esperar—. Aul ilerut veros.
No puedo más que confiar en las palabras del espíritu. Y, como si fuera la recompensa a mi fe, el cuerpo de Ricca deja de sacudirse y la escucho exhalar, toser y empezar a llorar. El Rey Demonio la agarra en sus brazos y me la deja sobre mi regazo.
—Ma-madu... —dice. Aquellas palabras humedecen mis ojos y no puedo resistir más y rompo a llorar—. ¿Podqué llodaz, madu?
La abrazo muy fuerte, pero con mucho cuidado. ¡No puedo creer que la vuelva a tener entre mis brazos! Que sus ojitos me miren, que de su boquita manen esas preguntitas curiosas, de su naricita que se arruga con la duda.
—Porque estoy muy feliz de verte de nuevo —respondo.
Me mira extrañada. Yo, sin embargo, no paro de darle besos en toda la cara, acariciar sus cabellos, su rostro y sus brazos. Me fundo en otro abrazo profundo, tan feliz, tan aliviada, que tengo miedo de que esto sea una ilusión de Benfers.
¡Está viva! ¡Ricca está viva!
Esto, por fin, se terminó.
Lavosiana: Sonrisa maléfica.
¡Llegó el momento! Tras tantos capítulos de sufrimiento, Zhora se reúne con Ricca. El Rey Demonio le devolvió a su hija tal y como prometió.
En este capi, entre tantas cosas, he decidido recorrer un poco la mitología de este mundo nuevo. Espero que os resulte tan interesante como a mí, caminar por esas veredas antiguas del conocimiento.
Te voy a robar unos minutos más: sigue leyendo.
Te espera el epílogo y el fin de esta aventura.
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