La Niña
https://youtu.be/wVrH_IUx74s
La niña que encuentro en su interior no es Ricca. La desilusión me hace caer de rodillas y llorar. Tengo tanto miedo que no puedo ni mover un músculo. Podría venir un dios ahora mismo y matarme sin que yo levantara ni un dedo para defenderme.
—Mamá de Dicca.
Celenis Ielden se pone en pie, camina hacia mí y me abraza. Ese gesto me rompe mucho más. ¿Quién le está haciendo esto a nuestros hijos? ¿Qué clase de maldad vive entre nosotros para llevar a estos niños a Efasthereth?
—Ce-Celenis, ¿qué haces aquí? —pregunto, mientras me seco las lágrimas.
—Etaba jugando con papá. Me dijo epeda aquí.
—¿T-tu padre te dejó aquí? —Celenis asiente—. ¿Viste a Ri-ri? ¿Iba con vosotros?
—¿Ezta aquí? ¡Quiedo jugad con eda! —exclama feliz.
¡No entiendo nada! ¿P-por qué Hurin llevaría a su hija al bosque y la abandonaría? ¿Para sacrificarla? No puedo creer que Emerys pueda permitir algo así. Me cuesta mucho entender que un padre quiera hacer daño a su hija —y no puedo aceptar que busque su muerte—; no obstante, una madre... ¡Tu hija ha sido parte de ti durante nueve meses! ¡La sentiste antes que nadie! ¡Sufriste con gozo y satisfacción durante su parto, porque estabas dando a luz una vida nueva! ¡¿Qué clase de monstruos pueden hacer algo así?!
En eso que entra Erenz y enarca una ceja cuando nos ve a las dos.
—¿Es tu hija? —Sacudo la cabeza—. ¡Vaya! Parece que tendremos compañía...
—¡De eso nada! Vas a llevar a Celenis a la linde del bosque con Dëkifass.
—¿Lo dices en serio? Dejarte sola puede ser una mala idea.
—No pienso llevarla conmigo para ponerla en peligro. No sé en qué diablos pensaba su padre, pero su madre estará muy preocupada.
—O no... Hay gente que sacrificaría a sus hijos por poder.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Para qué sirven estos sacrificios?
—Ya te dije lo que sé: para perpetuar el pacto de paz entre hombres y dioses. Aunque, no me extrañaría que entre vosotros tuviera otro significado. Alguna que otra vez se han adentrado más de dos al bosque.
—O sea, me estás diciendo que, después de trescientos años viviendo en este maldito lugar, no tienes ni puta idea de qué sentido puede tener que nosotros, los fassi, traigamos a nuestros hijos aquí. ¿Ni una pequeña sospecha?
—Entiendo tu enfado, Zhora. Te reitero que no soy yo la persona a la que tienes que dirigirlo, sino a tu señor esposo —espetó, visiblemente molesto.
—¿Orph? —pregunto, sorprendida por el reclamo—. ¿Fue Orph quien trajo a mi hija?
—Si esta pequeña fue traída por su padre, ¿por qué no Ricca?
La lógica de Erenz es aplastante y tan sólo pensarlo a él, llevando a Ricca de la mano por el bosque es más de lo que puedo asimilar en un día. Tantos ocultamientos de Orph... Su pasividad a la hora de ir a buscarla...
Sacudo la cabeza en un vacuo intento por apartar esa triste posibilidad de mi cabeza. Me muerdo el labio, casi al punto de arrancármelo, porque me entran ganas de agarrarlo del cuello y pedirle explicaciones de la forma más violenta, ¡torturarlo si es necesario para que me diga cómo pudo hacerle a Ricca algo así! ¡Acaso se volvió loco!
—Por favor, indícame cómo llegar a Kaenpolus y lleva a Celenis a Dëkifass.
—¿Darías tu vida por ella?
—¿Qué tanto te cuesta entender que no voy a sacrificar su vida por la de nadie?
—¿Ni por la de Ricca?
—Ni por la de mi hija. N-no puedo hacerle eso a otra madre y, mucho menos a Celenis. ¡Es una niña! Por eso todos vosotros sois criaturas de las tinieblas: ¡no sabéis dónde están los límites!
—¿Habrías preferido que tu ciudad no existiera?
—Por supuesto. Las vidas de las personas no están atadas a la existencia de una ciudad o un país. Si no es en Dëkifass habrían nacido en Valehn o Hidria. Estas tierras fueron malditas desde los inicios.
—No tienes ni idea entonces de por qué todos pretenden esta zona.
—Es un asentamiento como cualquier otro.
—¿Tanto os han ocultado de la historia de Daudëki? —pregunta resistiendo apenas la risa—. Claro, ya no creéis como antes en Thelos ni en Lavos, ni siquiera en Nâtar, la diosa de tus ancestros hédrerin. Tampoco habláis el galame. Os han robado todo.
—¿Vas a dejar de hacerte el misterioso?
—Los Hubborns destruyeron Daudëki porque es el punto medio entre Tempros, lugar de culto a Thelos, y Kaenpolus que, si bien se convirtió en morada eremaven, fue el lugar donde se manifestó Lavos por primera vez. El poder que tienen esos lugares es indiscutible y entre Efasthereth y Haramonth, las montañas blancas, está el valle Daemath Leineth, que viene a significar Planicies Sagradas. Perdona la clase de historia y de geografía. Ese lugar fue antiguamente un nexo donde grandes poderes despertaron y los galameth os sentís muy atraídos por su fuerza y tendéis a venir aquí. Dicen que quien se haga con el control de esos tres lugares, dominará Henyêr. Vosotros tenéis dos de ellos. Ser dueños de Dëkifass hace más sencillo planear una invasión al bosque y conquistar Kaenpolus. ¿Tiene sentido ahora?
No soy capaz de procesar tantos misticismos en este momento. Es posible que lo que dice Erenz sea correcto y todo no sea más que una maldita búsqueda de poder. Me siento tan pequeña que no puedo más que plantearme salvar a Ricca y llevar a Celenis de vuelta a su casa. Las ambiciones de los fassi es el menor de mis problemas en este momento.
—Por favor, lleva a la niña de vuelta a su casa —insisto. Erenz asiente.
—La dejaré sana y salva, y volveré. Recuerda que estarás sola durante un buen rato. Tienes los medios para defenderte, aunque te recomendaría que evitaras cualquier enfrentamiento con los dioses u otros moradores del bosque. Si bien no estamos yendo al centro de Efasthereth, estarás en una zona con seres más poderosos.
—Te agradezco la preocupación.
—Nada más salgas de la cabaña, tienes que ir a tu izquierda y no te desvíes. Ve recto. Yo te encontraré antes de que llegues a Kaenpolus. —Asiento y Erenz insiste—. Hazme caso, podrías terminar en un lugar que preferirás no conocer.
—¿Acaso es otro lugar místico lleno de dioses?
—Te basta con saber que no saldrías viva. No sólo viven los espíritus del bosque en Efasthereth.
El aviso vuelve a sumar otro grano de arroz en la balanza del miedo y de la incertidumbre —que ya estaban colmadas y rebasando. Me agacho de nuevo frente a Celenis, quien mira con curiosidad a Erenz.
—Mi amigo te va a llevar cerca de tu casa. Nada más salgas del bosque, corre con todas tus fuerzas y no mires atrás. No vuelvas nunca más a este lugar. Es muy peligroso —aviso, a la vez que acaricio sus mejillas sucias.
—Tengo hambe, mamá de Dicca.
—Yo también. —Sonrío ante la inocencia de la niña, ignorante de los peligros que la rodean—. Tu mamá te tendrá preparada seguro que una buena comida.
—¡Ziiii! ¡Quedo zu tadta de quezo!
Asiento a Erenz quien da un paso. Lo freno agarrándolo del brazo y le aviso:
—Ni se te ocurra beber de la niña.
—No puedo. Todavía aprecio mi existencia —replica, mientras se encoge de hombros.
Se agacha e invita a Celenis subirse a su espalda.
—Agárrate fuerte. Voy a ir muy, muy rápido.
—¿Como un cabado? ¿O como un pajado?
—Más rápido que esos autos que tenéis.
—¡Qué bien!
Me guiña un ojo, sale por la puerta de la casa en ruinas y desaparece.
No pasan ni unos segundos que me derrumbo sobre el suelo asqueroso, lleno de polvo, hojas, ramitas de los árboles en derredor de la casa y excrementos de animales.
Mi devenir en este viaje no me hace más que perder la fe en todo lo que creía. Ha dado vuelta a mis suposiciones de lo que era la sociedad y la gente que me rodeaba. Cuando pienso que nada me puede decepcionar más, algo aparece para rebatir mi estúpida presunción. ¡Ya no puedo más!
—¡Thelos, dame un respiro!
Hubborns: Bestias homínidas que invadieron Tie-Galam en los primeros años de su descubrimiento por Eber Galam.
Estamos en una serie de capis cortos, con mucha información, que serán útiles para los que vienen.
Si comparáis esta Zhora con la del inicio de la novela, ya estaréis viendo las diferencias. Su paso por el bosque la está cambiando (y no es para menos).
Contadme vuestras teorías. Quiero saber qué se os pasa por la cabeza con tantas pistas que voy dejando.
¡Gracias por leerme!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top