El Fin del Olvido
https://youtu.be/PZGi3Iz0e-s
—¿Queda mucho para encontrar a la bruja? —pregunto impaciente.
Llevamos demasiado tiempo caminando y no hemos parado para apenas nada. Tengo hambre, sed y otras necesidades que suplir. Esta travesía por Efasthereth se está haciendo insoportable. No me detengo para no perder tiempo. Si mi hija estuviera aquí y, si mis recuerdos lo confirmaran, cada segundo malgastado podría ser fatal para ella.
—Hemos recorrido dos tercios del camino —indica. Me mira y hace el intento de decir algo y se frena. Finalmente se decide—. Deberías hacer un alto en el camino y prepararte. Para enfrentar a Benfer Romtheris, la bruja, tienes que estar lo mejor posible.
—¿Voy a tener que luchar contra ella?
—Así es. Benfer es una diosa. Si quieres ser digna de sus servicios, debes de vencerla. Está a la altura de los dioses con los que luchaste. Aunque sus habilidades...
—¡Vamos! ¡Suéltalo!
—Ella tiene acceso a tus recuerdos y los va a usar contra ti. El que quiera. No en vano su nombre significa: mil caras. Ya con eso... Lo primordial es que te alimentes, descanses unos minutos o te destrozará. Te recomiendo que no la menosprecies.
—¿Qué podría comer aquí que no reviente mis entrañas?
—Yo podría cazar algo para ti, pero deberías cocinarlo muy bien para poder consumirlo sin que te haga mal. Todo lo que hay aquí está creado para destruir a los forasteros.
—¿Cómo sobrevives aquí entonces?
—Yo puedo alimentarme sin problema. No es lo mismo beber la sangre de estos animales que la de los humanos, pero aquí me ves.
—¿Cuál era vuestro trato con Meur? Me cuesta entender la razón por la que os aliaríais con vuestra fuente principal de alimento.
—Esperaba esa pregunta.
—Antes se me pasó. Estuve pensando en ello durante el camino y, si alguien es capaz de entregar a su hijo por las ruinas de Togash, no me extrañaría que os ofreciera la vida de sus enemigos, aunque se esté cavando su propia tumba. Un trato con los eremaven es como pactar con Lavos: no puede suponer nada bueno.
—Como siempre incisiva, mi querida Zhora. Si ganábamos la guerra contra los dioses, íbamos a atacar Valehn y llevarnos a todos los descendientes de Galam para usarlos como nuestro ganado particular.
Parece que vivo en un bucle: pregunto algo que me intriga y la respuesta es tan desoladora que destruye otro pilar en el que se asentaba el conjunto de mis creencias. ¿Sabría Orph del trato de su ancestro? ¿Corre por sus venas ese mismo deseo de sacrificarlo todo con tal de obtener más poder?
El apellido Glarfeld es una maldición y una bendición a partes iguales. La historia tras él da cuenta de los momentos más nefastos y, también, los más emotivos de la corta historia de Tie-Galam. Me da miedo pensar que yo pueda estar atada a otro suceso calamitoso.
Cuando conocí a Orph, no sabía ni quién era. Yo me enamoré de la persona, no del apellido. Soy de todo menos ambiciosa. Odio esas luchas de poder y el juego sucio empleado a tal fin. Es lo que hizo que me pensara —y mucho— establecer una relación con él. Que hayamos tenido una hija me confirma que, en estos años perdidos, no he visto nada que me hubiera hecho dudar de su inocencia. Por eso no puedo creer que él pudiera estar involucrado en la desaparición de Ricca. Habrá sido sin duda cosa de sus padres.
Sumenon, mi supuesto suegro, sí es el claro ejemplo de hombre inflexible y sin escrúpulos. Su fama en Dëkifass —y en Galam en general— lo precede. Yo no he sufrido, hasta lo que recuerdo, de sus malos modos, pero sí de su escrutinio a la hora de ser la pareja de Orph. Y, si finalmente pude salir con él, sin tener que escondernos, fue por mi apellido. La familia Lumbard es también de las más grandes en Dëkifass.
—¿Sabes si en ese pacto entre tu padre y Meur y en la final capitulación con los dioses hubo alguien de mi familia?
—Leinel Lumbard. Otro tipo que habría estado dispuesto a ofrecer a su primogénito por un poco más de poder.
—Por un momento deseé que no lo nombraras —comenté desanimada.
Si no hubiera perdido mis recuerdos, ¿habría reaccionado así? ¿Son nuestras familias, con el beneplácito de Orph, los patrocinadores del secuestro de nuestra hija? Por más errores que él haya cometido, no puedo ni pensar en algo así. La Zhora que he olvidado, ¿rechazaría las palabras de Erenz o las refrendaría? Me siento tan perdida que de momento no hay lugar para la decepción.
—Los galameth sois bastante ambiciosos. Buscáis la forma de disfrazar vuestra hambre de poder. En ti no he visto ese rasgo, hasta el momento. Si me lo permites, eres el ser más puro que he conocido entre tu pueblo. Y, te puedo asegurar que he conocido a muchos en mis trescientos seis años de vida.
»Antes de la batalla, cuando era libre de ir a dónde quisiera, solía visitar las ciudades más cercanas a Efasthereth. Valehn era mi favorita. Era como un mercado de gente en el que podía elegir el tipo de sangre y sabor que más me gustara. Tengo que reconocerte que tenía debilidad por las vírgenes. Es cierto lo que dicen: tienen un sabor especial.
—Tengo suerte de no serlo.
—Tu inocencia te hace más apetecible; pero, antes de que pienses en atravesar mi corazón con una estaca, te reitero que no está entre mis intereses convertirte ni alimentarme de ti.
—De momento...
Erenz se carcajea y miro alrededor asustada. Creo que hasta en Dëkifass lo habrán oído.
—¡Estás loco! No puedes hacer tanto ruido.
—Estoy disfrutando mucho de tu compañía, Zhora. Nos hemos cruzado con, al menos, veinte dioses desde que dejamos la cabaña. Te dije que, mientras estuvieras conmigo, estarías a salvo, una parte del camino. Llegar a la casa de Benfers Romtheris no requerirá ningún esfuerzo por tu parte; en cambio, alcanzar Kaenpolus sí puede ser un desafío.
Este maldito eremav tiene la habilidad de sorprenderme y burlarse de mí. Pensé que la ausencia de dioses significaba que estamos yendo por un camino seguro. Estaba muy equivocada. Él ha sido capaz de encontrar al menos a una veintena, mientras yo ni pude percibir uno —cierto es que no estuve enfocada en la tarea...
Esto me lleva a darme cuenta de que no estoy concentrada en la búsqueda de mi hija. Me he relajado teniendo a Erenz a mi lado y eso no me conviene. Él me la puede jugar en cualquier momento y estaría totalmente expuesta al ataque de los dioses. ¿Hasta qué punto estoy segura con él?
Todavía no me dijo qué espera de mí. Y creo que corresponde que tengamos esa conversación. Necesito prepararme para mi parte del trato. Y algo me dice que no va a ser sencillo.
—¿Qué tengo que hacer para ti? —pregunto, directa.
—No es el momento de hablarlo. No estamos solos y decírtelo jugaría bastante en nuestra contra.
—Y ¿conspirar conmigo no lo hace? Es más, cuando me enfrente a un dios, contigo a mi lado, aunque no intervengas, eso no te convertirá en el habitante del año en Efasthereth.
—Tú eres libre de hacer lo que te dé la gana. Yo no soy el guardián del bosque y me importa poco que des paseos aquí —dice tan seguro que me sorprende—. No eres la primera persona con la que hablo. Sí la que ha llegado más lejos, lo que es un mérito.
—Según tú me libraste de morir trinchada por un árbol.
—En el caso del que te hablaba, yo vagaba cerca de la linde con Dëkifass y me encontré con un...imprudente adentrándose. Estuve un rato hablando con él. Le aconsejé que se diera la vuelta, pero no lo hizo.
—Y no te alimentaste de él. ¿Estás perdiendo el gusto por nosotros?
—Dos razones por las que no lo hice: primera, este imprudente estaba borracho como una cuba y beber la sangre de alguien así me puede afectar; segunda, recuerda que me lo tienen terminante prohibido. Y, aunque lo hubiera querido hacer, el infortunio quiso que se encontrara con un dios que lo convirtió en una mancha en el suelo. A lo que vamos: que hable contigo o que impida que te maten, en la medida de lo posible, ni mejora ni empeora mi situación.
—Sí, muy bonito todo, pero a él no lo salvaste como a mí.
—Mi ganancia con él era bastante inferior a la que tendré de ti.
—Tu sinceridad es apabulladora. —Erenz se encoge de hombros—. Está claro que tuve suerte. Yo te sirvo y ese otro desgraciado no. Me da mucho miedo lo que me puedas pedir.
—Quédate con el lado positivo: eres alguien que será capaz de hacer lo que muy pocas personas podrían.
—Y da la casualidad de que estoy lo bastante desesperada como para aceptar cualquier trato que me propusieras con tal de encontrar a mi hija —reprocho.
—No soy un filántropo, Zhora. Pero tú tampoco. Si no fuera porque te soy útil, ni te pensarías en ayudarme. Esto es un acuerdo de negocios.
—No juegues con las palabras. En esta negociación tú eras quien tenía la ventaja. Negarme era morir.
—Tú marcaste los límites también: no podría pedirte que matara a nadie que amaras. Si yo hubiera querido que asesinaras a Orph, posiblemente no estaríamos teniendo esta conversación.
Tengo que abrir los ojos. Yo soy una herramienta para él. Por mucho que su apariencia sea de la de una persona normal y corriente, sigue siendo un eremav con todos sus defectos y virtudes. Él no es nadie como para preocuparse por mí, más que para ayudarme a cumplir con mi parte del trato. Una vez esté consumado, bien podría beber hasta la última gota de mi sangre. No puedo ser tan ilusa o me va a terminar costando la vida.
—Ni te molestas en mentirme. Otro en tu posición habría ocultado sus intenciones y habría tratado de ganarse mi confianza.
—Es posible que este sea mi método. Al ser directo contigo, crees que todo lo que diga a continuación también será fidedigno.
Lo miro tan extrañada que Erenz no puede contener la risa.
—Me divierto mucho contigo, Zhora.
—Al parecer me convertí en tu bufona.
Erenz pone su mano sobre mi hombro frenándome. Su expresión ha cambiado de una distendida a una depredadora. Estamos en una zona peligrosa. A lo tonto nos enrollamos con la charla y ni paramos.
—Hemos llegado a los dominios de Benfers.
—¿No era que nos faltaba un tercio del camino?
—Las distancias contigo se hacen cortas —responde, con su permanente ocurrencia—. Te diría que tuvieras cuidado con...
No termina de hablar que veo a una niña correr a unos pocos metros delante de mí. Sus cabellos castaños y lacios, mecidos por el viento, disparan un recuerdo en el que estoy en el jardín de mi casa y estoy persiguiendo a... Ricca. Boyr Thelos! ¡Es real! ¡Tengo una hija!
—¡Ricca! —exclamo y salgo corriendo tras ella.
¿Es posible que pueda encontrarla tan pronto? No todo tiene que ser tan complicado. No tengo que llegar hasta en Kaenpolus. ¡Puedo estar en casa con ella en unas cuantas horas!
Un torrente de recuerdos se dispara, junto con un sinfín de sensaciones y sucesos que me abruman y me obligan a frenar.
—¡No! ¡Ricca, vuelve! —exclamo, mientras la veo perderse entre los árboles.
Erenz no mueve un músculo. Un rictus muy serio viste su rostro. Sus ojos se abren de par en par y cuando giro la cabeza...
—¡Ah! —exclamo dolorida, al sentir un fuerte golpe en mi espalda que me tira de bruces al suelo.
Me incorporo como un resorte al sentir aquella tierra abrasadora. Miro a mi alrededor y no veo nada. No sé de dónde vino ese ataque.
Erenz se acerca y me ayuda a ponerme en pie. En otro fugaz movimiento me da un puñetazo en el vientre, que me hace doblar del dolor y las náuseas me llevan a vomitar.
—¡Q-qué haces!
No termino de hablar que me propina una patada en la cabeza que me lleva de vuelta al suelo.
De nuevo me pongo en pie, atontada por el golpe. El mundo me da vueltas y me tambaleo hacia un árbol para afirmarme.
—¡Mami! —exclama Ricca a mi espalda—. ¡Tengo miedo! ¡Ayúdame!
—¡Ricca!
Lágrimas de impotencia caen al suelo y se evaporan al contacto.
Avanzo torpemente al origen del clamor. Me indigna estar desarmada. Ese malnacido de Erenz me hizo ir sin más protección que mi ropa. Y, ahora, es cuando estoy viendo sus verdaderas intenciones. Pero ¿por qué esperar hasta este momento? ¿Por qué jugó conmigo para después agredirme de esta forma?
El atontamiento se desvanece y empiezo a correr mientras llamo a mi hija. Escucho su voz a lo lejos responderme. La sigo mientras me introduzco en lo más profundo del bosque. No sé ni por dónde camino, ni hacia dónde voy. Mi brújula es la voz de Ricca.
Cuando salgo a un claro, la veo en el centro esperándome, sentada en el suelo y agarrándose de las rodillas mientras lloraba asustada.
—¡Mamá, ayúdame! ¡Hay algo que me está persiguiendo!
Su voz es tan clara y con tanto sentimiento que me duele. Está totalmente aterrorizada.
Me dispongo a correr cuando una fuerte mano me agarra y evita que dé un paso más.
—¡Qué demonios haces! —exclamo cuando reconozco a Erenz.
Me trato de revolver para pegarle, pero hace una finta en la que se pone a mi espalda y me sujeta con una presa de la que no me puedo librar.
—¡Por qué me atacas! ¡Déjame ir a mi hija!
—¡Abre los ojos, Zhora! —me pide.
Parpadeo varias veces y la escena cambia de repente. No estoy en un claro sino a pocos centímetros de caer por un precipicio. N-no entiendo qué está pasando. ¿Dónde está Ricca? ¡Dónde está mi hija!
—Benfers Romtheris usa tus recuerdos en tu contra. Tu hija, parajes por los que has caminado, situaciones o personas que conoces. —Lo miro confundida y dolorida—. Yo no he visto a Ricca, pero sí he visto a la bruja correr delante de ti y atacarte.
—¿T-tú no me pegaste?
—En ese caso te habría dejado despeñarte —responde, indignado.
—¿Y cómo puedo vencerla?
—Abriendo los ojos, Zhora.
Los ojos y nuestros recuerdos nos engañan y Zhora no lo tiene fácil.
El jueves o viernes subiré otro capi, que viene con más acción y el enfrentamiento con la bruja Benfers Romtheris.
Ya sabéis que tenéis los comentarios abiertos para vuestras sensaciones y comentarios que me encantan leer.
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