Efasthereth


https://youtu.be/hkDGGsuVKVo

Llevo un par de minutos parada frente a la linde del bosque. No puedo ver más de un par de metros por delante. Es como si algún poder ocultara todo lo que hay en su interior. Nada revolotea, corre entre la hierba, grazna o ronronea. Sólo percibo una sensación de insignificancia y un creciente temor. Mi corazón se encoge y mi alma se aferra a mi carne. Jamás sentí nada igual en la vida.

—Instructora Lumbardis —esa voz...

Me giro y me hallo con el capitán Dames Caahn junto con sus hombres. Los veo armados hasta los dientes, seguros y sin una pizca de temor. Es evidente que ellos tienen la experiencia que a mí me falta.

—Capitán Caahn. ¿Qué haces aquí?

—No esperarás meterte en Efasthereth.

No entiendo si aquello es una amenaza —que bien lo parece— o una pregunta inocente —¡qué ilusa soy!

—Lo voy a hacer, capitán. ¿Te han mandado a detenerme?

—Así es. Tomeus y el gobernador Simenon me han ordenado tu detención inmediata.

—Haced lo que tengáis que hacer. No importa si tengo que ir al reino de Lavos, nada me frenará.

Dames da un paso al frente mientras el resto de sus hombres permanece impasible, esperando tan sólo una orden para abrir fuego o que yo actúe de forma amenazante y neutralizarme.

—No voy a detenerte, Lumbardis. En mi informe constará que no logré encontrarte. Tampoco puedo acompañarte sin poner en riesgo a mis hombres, pero, si estuviera en tu situación, le prendería fuego a todo el bosque si fuera necesario.

—Gracias, capitán Caahn. No preciso nada más.

—Pocas personas he visto más valientes que tú. Por si no nos volvemos a ver, fue un honor ser instruido por ti.

Dames se acerca y extiende su mano. Le correspondo y sellamos nuestro encuentro con un apretón de manos. Seguidamente, agarra su fúsil —un modelo moderno cuyos proyectiles pueden penetrar todo tipo de objetos blindados— y me lo tiende.

—Por favor, llévatelo. Cualquier ayuda que te pueda ofrecer será poco para lo que te espera —asiento y lo sujeto. Es una pieza metálica, ligera a la par que resistente. Debido a su precio y a que es un arma de guerra, yo jamás podría adquirirla. Ese gesto me ayuda mucho más de lo que piensa—. Sabes que he combatido en muchos lugares de Tie-Galam e incluso Selmek y me he encontrado con todo tipo de seres. En Efasthereth te aguardan espíritus muy antiguos y poderosos, pero todos pueden ser derrotados.

Asiento, no tan reconfortada como me habría gustado. Me dispongo a voltear, pero Dames me agarra del brazo y me mira preocupado.

—Este bosque guarda muchos secretos que tal vez prefieras no descubrir.

Dicho eso se volteó y, sin más, se fue, dejándome más intranquila, si es posible. ¿De qué tipo de secretos habla? ¿Familiares? ¿De la creación de Dëkifass? ¿De la historia de Galam?

Sean cuales sean, poco importa ya. Hace varias horas que Ricca desapareció y estas dudas no hacen más que frenarme. Nada importa si no la tengo a ella.

No quiero arriesgarme a que Tomeus venga a buscarme personalmente. Siento que él sí sería capaz de usar la fuerza para detenerme. Sin pensarlo más, me adentro en Efasthereth.

Nada más avanzo —esquivando árboles, arbustos y raíces que escapan de una tierra jamás horadada por ningún galame— siento como una extraña presión se posa sobre mis hombros. No sé bien si es la falta de aire y de luz, el odio inconmensurable por las criaturas que viven aquí o simplemente mi aprehensión. La mente es capaz de obrar milagros y nos han dicho de todo sobre este lugar.

Giro sobre mi eje y no logro ver más que árboles de troncos oscuros de copas casi negras, una alfombra de pasto de cenizo color y cuya tierra es de un color como de sangre. No sabría decirte exactamente si vine de una dirección u otra. ¿Cómo es posible algo así? ¿Qué clase de magia, de poder infecta este lugar?

Necesito hacer un esfuerzo para evitar un ataque de pánico. Cierro los ojos y respiro profundamente a intervalos regulares. Cuando los abro me vuelvo a encontrar con ese paisaje tan perturbador y silencioso. Tengo que aceptar que no voy a ser capaz de vencer ese malestar. Efasthereth existe para eso mismo, para sembrar miedo y turbación. Este no es un lugar al que querrías ir, el parque arbolado de la ciudad o el jardín botánico de turno. Es una porción del inpher'i en donde cometí la imprudencia de meterme... ¡No! No imprudencia. Tuve la necesidad de introducirme en este maldito sitio. Los dioses me obligaron y, por eso, no deberían de...

El suelo tiembla. Un repentino golpe de viento me da de lleno y me empuja al suelo. Las palmas me arden al contacto con la tierra y me pongo en pie al instante. No entiendo muy bien qué es lo que está pasando. Un rugido ensordecedor, más cercano de lo que querría, me avisa de que no estoy sola.

Mi corazón se acelera. Algo se está acercando. No logro acertar de dónde viene. Los rugidos de la bestia parecen rodearme. El temblor de la tierra va en crescendo. Las copas de los árboles se agitan y sus ramas crujen. Aunque me introduje de día, parece de noche. La luz no se filtra en este nivel. Es tan desorientador...

El ser puede aparecer en cualquier momento. Viene a por mí. Me sintió y no me va a ignorar. Una invasora en Efasthereth, después de mucho tiempo. Alguien a quien cazar.

A lo lejos distingo dos fuegos equidistantes que flotan a casi tres metros del suelo y cada vez son más grandes. ¿S-son los ojos del dios?

Cuando se nos hablaba de los dioses, jamás se nos daba una imagen clara de ellos. ¿Cómo podrían hacerlo si nadie los vio, salvo el propio Meur Glarfeld? No existe literatura o imagen de ningún ser de Efasthereth. Ese tipo de arte está prohibido. Cuando preguntas por qué, te dan una vaga excusa como que eso es un insulto para ellos. Darles forma es un delito que puede costarte varios años de prisión. Por eso, cuando aparece ese monstruoso y corpulento ser bípedo de unos tres metros de altura, supe que nunca podría haber imaginado nada igual.

Su cabeza —de la que emanan varias ramas como si fueran cuernos y de cuya faz no se ve nada más que su tétrica sonrisa de dientes afilados y esos candentes ojos— y sus hombros están cubiertos por un manto de hojas negras. Parece más un árbol que un monstruo. Sus extremidades poderosas terminan en garras afiladas que dejan un surco en el suelo y rasga los troncos en los que se apoya.

Estoy completamente inmóvil. No soy capaz de dar ni un paso a pesar de que sé que eso me va a costar la vida. Soy incapaz de pensar en otra cosa que en Ricca. S-si ella pasó por aquí...

Siento mis dedos apretar el fusil que me dio Dames. Mi mente está ordenando a mi cuerpo reaccionar. Este parece haberse rebelado contra el instinto de supervivencia. ¿Es esto parte del poder de este monstruo? O, ¿simplemente es que me dejé llevar por mis impulsos y no fui capaz de mesurar a lo que me estoy enfrentando? No tenía muchas alternativas. Ricca está aquí dentro y cada minuto que me demore, es un minuto menos para encontrarla.

Cuando está a apenas unos pocos pasos, acierto a moverme en el momento en el que el espíritu del bosque realiza un zarpazo. Aunque ni me roza, la violencia de su golpe hace que se cree una onda expansiva que provoca tres rasgaduras paralelas en el costado derecho de mi uniforme, como si fuera de papel. El inmediato dolor me avisa de que no es necesario que me toque para herirme. Voy a tener que mantener una distancia mayor o no voy a durar mucho.

Doy varios pasos hacia atrás y abro fuego. Las balas impactan en el tórax del dios y crean unos agujeros de consideración, no obstante, su avance no se frena lo más mínimo. Es como si nada hubiera pasado. Si, como aparenta, es un árbol, no tiene órganos, da lo mismo que le dispare a un lado u otro que no sufrirá un daño vital.

En mi indecisión otro zarpazo, acompañado de un rugido, me tira volando por los aires. El violento golpe me ha dado de lleno, con lo que sería su palma, y siento como mi brazo izquierdo se quiebra. De suerte que estaba muy cerca para que sus garras me cortaran en dos.

No puedo sujetar el fusil así y lo dejo caer. El dolor es insoportable y tengo que morderme la lengua para no gritar. Mis lágrimas nublan mis ojos y empiezo a correr, tratando de escapar del dios. Si el bosque está lleno de ellos no creo que pueda evitarlos a...

No sé cómo ocurre, pero me encuentro corriendo ¡directa al dios! ¡Estaba yendo en sentido contrario! ¿Qué clase de poder tienen estos seres para manipular así el espacio y el tiempo? O ¿es que se puede teletransportar a placer? Estoy tan confundida que otro impacto directo al estómago me deja sin respiración y tirada en el suelo esperando el golpe de gracia.

La imagen de Ricca aparece en mi cabeza. No estoy haciendo esto por mí. Ni por Dëkifass. Ni por Tie-Galam. Todos pueden irse bien al infierno. Lo hago por mi hija. Rendirme no es opción. Sólo hay un resultado posible: vencer.

Ruedo a un lado en el momento que el puño del dios se estrella en el suelo, haciéndolo estremecer. Desde ahí, extraigo mi pistola y le disparo a la cara. Uno de los proyectiles le acierta en el ojo izquierdo y el otro en sus fauces. La bestia profiere un alarido tanto de dolor como de furia que me hiela el alma. En vez de sangre, mana lava que quema las briznas de hierba sobre las que cae que adquieren un color grisáceo con vetas rojas y amarillas. Es algo tan atractivo como perturbador.

Antes de que pueda reaccionar, vacío el cargador en el otro ojo y el cuerpo de madera del dios empieza a encenderse como si fuera un leño en una hoguera. El intenso rugido se consume al igual que su ser, hasta que no quedan más que cenizas.

Me quedo un par de minutos esperando a ver si aquello fue algún tipo de trampa, pero no vuelve. ¡He-he matado a uno de ellos! Lo vencí contra todo pronóstico. La primera batalla fue mía.

No sé cuánto me queda por delante, ni dónde está mi hija, ni si tendré tiempo para recuperarme hasta el siguiente encuentro. Efasthereth ya sabe que estoy aquí. Las noticias de que un dios ha muerto se extenderán como el fuego azuzado por el viento. Estarán preparados para el siguiente combate y no creo que sea tan fácil como este.

Notas del autor:

Galame: Gentilicio de los habitantes de Tie-Galam.

Inpher'i: Infierno en la mitología galame.

¡La primera de batalla de Zhora llegó antes de lo que ella esperaba! No fue fácil pero logró vencerlo, no sin consecuencias. ¡Los dioses ya saben que ella está en Efasthereth!

¿Qué te parece el bosque? Para un día de campo entretenido, ¿no? ¿Y el dios? La ilustración (no de mi autoría) sería una aproximación a su apariencia. Se llamaba Qarneth Nromther, Thelos lo tenga en su gloria, ja.

¿Acompañarías a Zhora? Yo sí lo haría, aunque duraría menos que un caramelo en la puerta de un colegio. En el bosque no sólo hay dioses, hay más sorpresas que iréis descubriendo en los siguientes capis.

Gracias por leerme y por comentarme. 

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