Despierta

https://youtu.be/gGboRYknykA

¡He esperado tanto este momento! Ricca está en el altar. Después de todo este esfuerzo, de este sufrimiento, de sangrar, de perder mis recuerdos, mis dedos y mi inocencia, por fin la estoy abrazando. Estoy abrazando a mi chiquita. A mi pequeña luz. Lo más grande que jamás tendré.

—¡Ricca! ¡Despierta! —ruego, mientras acaricio sus frías y lívidas mejillas—. Mamá ya está aquí. Por favor. ¡Despierta!

Mis lágrimas caen sobre sus ojos abiertos en una expresión de terror con sus pupilas totalmente dilatadas. De sus pequeños y finos labios sale un pequeño reguero de sangre que se confunde con su ropa de noche del mismo color. Pongo una mano en su pecho y no noto su corazón latir, ni su tórax expandirse. ¿Por qué no reacciona a mi voz y a mi amor? ¿Por qué no puedo hacer lo mismo que Erenz hizo conmigo?

Levanto la mano y se encuentra pegajosa por un extraño fluido que mana de una herida que cruza su pecho y dibuja la runa lehn. Me la llevo a la cara y no logro comprender qué es lo que veo.

—Zhora, ¿qué haces?

No entiendo la pregunta de Erenz.

—¿Qué te parece? Despertarla. Le habrán dado algo muy fuerte y está atrapada en un sueño muy profundo. ¿Tienes algo? Vosotros los eremaven tenéis todo tipo de pociones y brebajes para esto, ¿no? —Me vuelvo a mi pequeña traviesa—. ¡Vamos, Ricca! Te quiero presentar a Erenz. ¡Él me ayudó a llegar a ti!

—Por favor, Zhora. No me hagas decirte esto.

—¡Decirme qué! Ella está durmiendo o muy débil y no logra despertar. Puede ser que la pérdida de sangre le esté impidiendo... Porque ella no puede... No, no. Es muy pequeña, Erenz. ¡Es una niña! ¡Es mi hija! Orph no lo hizo... Está claro que la han envenenado y ha... y ha entrado en un estado narcoléptico o algo así. ¡No lo entiendes!

—Zhora, está muerta.

No puedo más que reaccionar con un puñetazo directo a su cara, que Erenz no se digna en frenar. Sigo con otro en su vientre y otro y otro y otro hasta que él agarra mis manos, pero no me hace daño. Sacude su cabeza y tengo que apartar la mirada y recuperar el cuerpo de Ricca que se me ha deslizado. La vuelvo a levantar del suelo como una muñeca de trapo sin vi...

—¡Ricca, no! ¡No! ¡No! ¡Nooooo! ¡Despierta! ¡Despierta de una maldita vez! ¡Tú no puedes...! ¡Tú no, entre todos estos monstruos! ¡Eres la única que no debe ni puede hacerlo!

Miro de nuevo sus ojitos, su carita mortalmente pálida, toda señal de vida... ¿Por qué me mira así? ¿Por qué sus facciones están demudadas en una mueca de terror? ¿Por qué Orph le hizo algo así? ¡Cómo pudo!

El corazón empieza a latirme tan rápido que pienso que voy a colapsar. Me duele el pecho, la cabeza... No puedo retirar la mirada de Ricca. No puedo dejarla, no puedo creerlo. ¡Ella no es Ricca! No puede ser. Es otra de las ilusiones de este bosque. No tengo la máscara de Benfers para descubrir la mentira. ¡Erenz me está manipulando!

—¡Dónde está Ricca! —exclamo, mientras dejo el cuerpo de la falsa niña en el suelo.

—Zhora —dice, mordiéndose el labio—. No hagas que pierda la paciencia contigo. Acepta la realidad. No son ilusiones, no son mentiras. Tu marido mató a Ricca por la paz de Dëkifass.

—¡Lo estás justificando!

Me lanzo de nuevo y lo agarro por el cuello de su larga chaqueta. Me veo reflejada en sus ojos violetas y veo a una mujer sin cordura, con los ojos abiertos de par en par, dientes apretados —que podrían quebrarse por la presión— buscando otras respuestas. Esa mujer no puede aceptar las que tiene.

Lo suelto tan rápido como lo agarré. No es esa la imagen que tenía de mí. ¿Tanto he cambiado? ¡No! Yo no he sido la que ha cambiado. Ha sido este jureki bosque que se ha llevado todo de mí: mis creencias, mi fortaleza, mi historia y ahora... ¡a mi Ri-ri!

—¡Dime por qué! —grito, mientras recupero su cuerpecito inerte.

¡Era una niña que tenía todo por delante! Tan amorosa con su familia, con sus amigos...

No puede ser cierto. Esto tiene ser una pesadilla. ¡O la maldita sangre de los ruostandeth que está destruyendo mi cordura y me está volviendo loca —como a esa guarnición maldita!

—¡El agua de Lavos! —exclamo—. Eso puede salvarla. ¡Por favor! Dime que es posible...

Erenz aparta la mirada de mí. No es un gesto que me agrade.

—¡Responde!

—Es demasiado tarde para eso, Zhora. Debería de haber sido en el mismo instante —sentencia, destruyendo todas mis esperanzas—. Nunca se probó el agua con un sacrificio al bosque. Aquí son otros poderes los que actúan. Dudo que Themegherö deje ir ni una sola alma entregada a él.

—¡Aaaaaaaah!

Siento mi garganta rasgarse y dolerme como si hubiera tragado cristales rotos.

Necesito pegarle a algo, destruir algo...

Me levanto y corro hacia el altar que empiezo a patear, a golpear con mis manos desnudas, sintiendo como cada hueso se quiebra y viendo como mi sangre se mezcla con la coagulada de Ricca.

¡No puedo aceptarlo! ¡Ella no puede morir!

—¡Dime qué puedo hacer para resucitarla! —mi voz suena más grave, rasgada. Ignoro el dolor e insisto—. ¡Algo podré hacer! Lavos puede quedarse mi alma si lo requiere, pero ¡que me devuelva a mi hija!

Erenz no responde, sino que me mira con lástima. ¡Con lástima! Como si no hubiera otra posibilidad... ¿No hay otra? Tiene que haberla, jurek! Seguro que hay algún conjuro oscuro, prohibido o maldito que le devolverá la vida. Es posible, ¿no? O ¿eso atenta contra sus propósitos?

—He leído miles de historias parecidas. ¡No puede ser que ahora sean todas mentiras! Si la conviertes en eremav, ¡no importa! ¡Ayúdala!

—No puedo transformar a nadie en Efasthereth, Zhora. Antes de que la pudiera convertir, sería fulminado por los dioses. De nuevo: es tarde para eso. Y, en el dudoso caso que pudiera hacerlo, se convertiría en una thememandis y no quieres ver a tu hija convertida en algo así.

—¿Ya está? ¿Un pacto con Lavos, con los dioses...? ¡E-está...!

—Dilo, Zhora.

Lo miro contrariada. ¿Por qué quiere que lo diga? ¿Es necesario que me tenga que hacer tanto daño?

—Cuando antes lo digas, antes podrás vengarte, que es lo único que te queda.

El dolor se transforma en un fuego que empieza a arder dentro de mí. El odio invade cada una de mis células. Asiento. Quiero vengarme... ¡No! ¡Exijo la venganza!

—Ri-Ricca... Ricca está... —Cierro los ojos. Siento un escalofrío recorrerme de arriba abajo. Aprieto los dientes y lo digo—. Ricca está muerta. ¡Ricca está muerta! ¡Ricca está muerta! ¡Está mueeerrtaaaaa!

Mis alaridos resuenan en el altar de Kaenpolus. Esta vez ya no hay desolación, sino furia. Es un clamor de venganza que esconde todo tipo de maldiciones hacia todos los responsables. Esto no va a quedar así. ¡Lo juro por todos los dioses, los espíritus y por mi vida que la venganza va a ser terrible!

—¡Todos van a pagar por lo que le han hecho a Ricca!

Erenz asiente y sus ojos brillan al mismo tiempo que una sonrisa ominosa viste sus labios.

—Lo harán, Zhora. Por Lavos, que lo harán.

Runa Lehn: ᛚ. Equivalente a la letra L.

Thememandis: Espectro, hija de las tinieblas.

No hay muchas palabras después de este capi. Es triste y desgarrador, pero se podía esperar después de todos los sucesos previos y las mentiras que involucraban a Efasthereth y Dëkifass.

La aventura sigue, no obstante. Esta es sólo una parte y queda mucho por ocurrir.

¡Gracias a todos por leerme!

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