Desaparecida


Los primeros rayos del muir me despiertan. Me duele el cuerpo de dormir en el sofá que, por muy cómodo que parezca, es un poco pequeño y tuve que hacerlo encogida. Aun así, el sueño fue muy profundo. Me siento como si saliera de un pozo cenagoso, pesada y atontada. Me desperezo y, tras un sonoro bostezo, me pongo en pie, extrañada de que Ricca no esté saltando sobre mí, emocionada por su muñeca nueva y queriendo revivir las aventuras de la Rosa Negra. Anoche estaba tan excitada que le costó dormir.

Avanzo hasta el baño y termino de despertarme con un buen baño de agua fría. El día está pesado y siento que va a estar caluroso. Si bien Dëkifass suele ser un lugar de clima seco —y mayormente fresco—, hoy se despertó con una humedad insoportable. Las estimaciones indican que llegaremos a los treinta y cuatro grados de sensación térmica.

Mientras me seco, me miro al espejo. Parece que voy a cumplir cincuenta, en vez de veinticuatro, en apenas tres meses. Tengo unas ojeras terribles y mi expresión es muy triste. Sólo recuerdo haber estado así cuando tuve una decepción amorosa, de la que Orph no sabe nada. De lo contrario se habría vuelto loco de los celos —la persona en cuestión es una rival directa de su familia.

Mi yo más malvado, me obliga a soltarle ese secreto a mi maridito para hacerlo sufrir tanto como yo. Pero sé que me arrepentiría más tarde. Yo no soy esa clase de persona rencorosa y vengativa —y, tal vez, por eso es por lo que todos terminan riéndose en mi cara. El día en el que me transforme en otra mujer...

Subo los escalones hasta la planta superior, donde se encuentran los dormitorios. Tengo ganas de abrazar a mi Ri-ri. Ella es la única que me hace feliz y me hace sentir especial. Necesito más de ella para saber que tengo, al menos, un propósito digno.

Cuando llego a la puerta de su habitación me sorprende verla abierta. Acostumbro a cerrarla por las noches. Como tenemos un comunicador, no tengo miedo de no escucharla si tiene una pesadilla o pasa algo.

Me introduzco en la habitación y como esperaba no se encuentra en la cama revuelta —más de lo habitual. Estará tan emocionada que se habrá levantado hecha un remolino. Tal vez se habrá ido a jugar con Orph.

Regreso al pasillo mientras suspiro un poco triste. Quería verla a ella sola. No tengo ganas de fingir que está todo bien con su padre.

La puerta de mi dormitorio sí se encuentra cerrada. La abro y veo a Orph dormir tan tranquilo que me enfurece. Durará poco, no obstante. Ricca no está allí. ¿Dónde diablos se habrá metido?

Giro sobre la punta de mis pies y empiezo a buscarla en las demás habitaciones de la casa y el jardín, pero no la encuentro. Los latidos de mi corazón se aceleran. Esto no me gusta. Ricca jamás jugó a las escondidas con nosotros ni se escaparía. Boyr Thelos! ¡Dónde estás!

—¡Ricca! —empiezo a llamar mientras la busco frenética, por todos los posibles escondrijos.

Ni una respuesta. Ni un sonido que me indique que está jugando conmigo y que no es consciente del susto que me está haciendo pasar.

Miro dentro de los muebles, debajo del sofá, de la cama, tras las puertas, detrás de los árboles del jardín, al otro lado de la valla que separa nuestra casa de la del vecino, ojeo en la copa de los árboles, subo corriendo hasta el ático y me asomo por las claraboyas esperando encontrarla allí, acurrucada y mirando los rayos del muir. ¡Pero nada! ¡No está en ningún lado! ¡Ya no sé por dónde buscar!

—¡Ricca! —exclamo entre lágrimas.

¡Esto no puede estar pasando! Regreso a mi dormitorio y sacudo a Orph mientras lo llamo y espero que pueda decirme si sabe dónde está nuestra hija. Lo mismo se la llevó con mis padres o mis suegros para que podamos hablar tranquilos hoy. Sería inaudito que no los hubiera escuchado marcharse. No hay ruido que me pase inadvertido. Desde que soy madre, soy más consciente de todo lo que me rodea. Mis sentidos se han agudizado. Yo pensaba que aquello era la típica historia que contaban todas las mujeres, pero resultó ser cierto. Sin el comunicador escuchaba a mi hija sollozar, o veía que su tez estaba un poco más pálida de lo normal y la llevaba al médico.

—¿Qué pasa, Zhora? —pregunta desorientado Orph.

—¿Te llevaste a Ricca a algún lado?

—¿De qué estás hablando? No, en absoluto. ¿No está en su habitación?

—¡No la encuentro, Orph! ¡No está en casa!

Orph se levanta como un resorte de la cama y corre al dormitorio. Toda la confusión ha desaparecido. Limpio mis lágrimas y lo sigo. Espero que por arte de magia Ricca haya aparecido, pero cuando veo a Orph salir e introducirse en otra de las habitaciones, sé que mi esperanza era vana.

—¡Ricca! ¡Oh, Thelos, no! —exclama y sigue recorriendo cada espacio de la casa y del exterior.

Cuando salgo al jardín y lo vio tirado en el suelo, desconsolado. No sé qué ha pasado o quién ha sido, pero ella no está aquí. Mi hija ha desaparecido. Alguien se la llevó.

—Ve a casa de tus padres y yo voy a la de los míos —sugiere—. Lo mismo quiso ir a enseñarles la muñeca...

—O-Orph, Ricca no sabe abrir las puertas cerradas todavía.

—¡Por favor, Zhora! N-no puede haber...

Asiento y salgo corriendo. La calle está vacía. Las casas que dejo atrás no muestran señal de actividad. Están todos descansando o desayunando o disfrutando del hermoso día festivo que, para mí, se va llenando de nubes negras.

Golpeo de forma continuada la puerta de la casa de mis padres hasta que finalmente se abre y la figura de mi padre somnoliento y alarmado aparece tras ella.

Boyr Thelos, Zhora! ¿Qué diablos pasa?

—Ri-Ricca desapareció, papá —sollozo y me tiro a sus brazos—. Por favor, dime que está aquí.

Los ojos de mi padre se abren de par en par y su rostro se torna ceniciento.

—No. No está con nosotros, hija. ¿Ha-habéis buscado en la plaza? ¿En el parque?

Sacudo la cabeza. Y, por mucho que puedan parecer lugares lógicos, sé que mi hija no dejó la casa por sus propios medios. Alguien se la llevó.

—Papá, se llevaron a mi hija. E-ella no sabe cómo quitar los cierres. Ella...

Caigo sobre mis rodillas y no me importa hacerme daño porque es mi alma la que está quebrada por el miedo que tengo por mi hija. En Dëkifass no suelen desaparecer personas y cuando eso ocurre está relacionado siempre con Efasthereth.

—L-los dioses... —susurro como ida—. Ellos se la llevaron.

Levanto mis ojos rojos por el llanto y me encuentro con la mirada de mi padre que no es capaz de negar mi sospecha.

—¿Qué pasa, Zhora?

Mi madre aparece tras mi padre, seguida de Welorys. Las dos están preocupadas por verme derrumbada.

—Ricca desapareció —responde mi padre.

Mi madre abre la boca como para decir algo, pero la voz no surge. Se mira con mi hermana y ambas empiezan a llorar. Se tiran todos al suelo y me abrazan.

Orph aparece en ese momento, todavía asustado y sacude la cabeza. Empiezo a llorar con más fuerza, desconsolada y termino gritando, tratando de expulsar todo miedo y frustración que siento.

Esto no puede estar pasándole en el día de su cumple. No es justo. ¡No es más que una niña inocente! ¿Por qué los dioses se la han llevado? ¡Ella ni se ha acercado a los límites en su vida! No...

—Tenemos que ir a buscarla —digo de inmediato.

—Zhora, no lo hagas. Nadie que haya entrado en el bosque vuelve —dice mi madre asustada.

—¿Pretendes que la dé por perdida? ¡Es mi hija! Si tengo que morir por recuperarla, lo haré. ¡No abandonaré a Ricca!

—N-no... Pero, podrías buscar ayuda... Algo... No sé hija, no sé.

—¿Quién me va ayudar? Desde pequeños se nos inspira a temer al bosque, a no traspasar sus fronteras a costa de nuestra vida. Nadie se va a jugar el cuello para rescatar a mi hija.

Tenemos que pensar esto bien —indica Orph—. Todavía puede ser que ella se haya escapado y ande perdida por Dëkifass o por los alrededores.

Esa continua negación me exaspera. Me pongo en pie y regreso a toda prisa a casa. Subo los escalones a saltos y empiezo a investigar el dormitorio de Ricca. Quiero buscar esas pruebas que certifiquen que ella no se escapó, sino que se la llevaron.

Revuelvo su cama, levantando las coberturas, los almohadones, por debajo de los muebles o en sus depósitos. Nada. No veo nada que me dé una pista de quién se la llevó.

Cuando salgo del dormitorio algo me llama la atención. Es como una rama oculta de la vista por una viga que sobresale de la pared. Era fácil no fijarse en ella, dado que se confunde con el suelo del mismo color. Me pongo en cuclillas y la levanto. La examino a conciencia y concluyo que, por su textura, por su flexibilidad y su color, no pertenece a la flora de la ciudad. Nadie puede discutirme que esto es un claro ataque de los dioses. Han venido a por Ricca. No sé por qué, pero ¡no me pienso quedar inmóvil!

La puerta de casa se abre y escucho a Orph hablando con mis padres y también reconozco la voz de Tomeus, el jefe de seguridad de Dëkifass.

Retorno a la planta baja y Tomeus me abraza.

—Siento mucho lo de Ricca, Zhora. Vamos a hacer todo lo que esté en nuestro alcance para recuperarla.

—¿Vais a organizar una partida al bosque?

La cara de Tomeus se viste con un rictus de terror. Tengo que morderme la lengua para no decirle que es un maldito cobarde como el resto de los habitantes de este maldito lugar.

—Ella está en el bosque —sentencio mientras levanto la rama y se la muestro—. ¿Qué más pruebas necesitáis?

—Zhora, por favor. N-no puedes hablar en serio. Efasthereth es la muerte de todo el que entra —ruega Orph.

—Jamás pensé que pudieras ser tan cobarde. ¡Tu hija te necesita y quieres darla por perdida! ¡Qué diablos os pasa a todos!

—Es prudencia, hija —indica mi padre—. No puedes entrar al bosque de esa manera. No durarás ni un minuto.

—¿Pretendes que me quede aquí esperando? Si yo fuera quien estuviera en Efasthereth, ¿no vendrías a buscarme? —No le dejo que me responda. Tengo miedo de conocer su decisión—. Si queréis planear alguna partida de rescate, hacedlo, pero ¡yo no voy a perder ni un maldito minuto más!

Subo a los saltos los escalones en dirección a mi dormitorio. Pienso sacar todas las armas y equipamiento que tengo para ir al bosque. Se terminaron las palabras. Es tiempo de actuar. Mi hija me necesita.

Me visto con mi uniforme de combate del MEF. Es una prenda resistente y flexible que me protegerá de caídas y cortes. Aseguro un machete en mi pierna, una pistola y balas en su cartuchera y me cruzo un arco profesional y su correspondiente carcaj lleno de afiladas flechas. Más preparada que ahora no estaré en la vida. No obstante, me siento abrumada. Ni siquiera crucé su frontera y ya siento que esto me sobrepasada.

No negaré que no esté asustada. Desde niña te inundan con todo tipo de leyendas sobre Efasthereth para que ni se te ocurra poner un pie ahí. Invadir el bosque es poner en peligro el pacto entre dioses y galameth. Además, nadie en sus cabales piensa que podría resistir su poder. Tal vez es eso lo que pretenden: no cuestionar lo que se esconde tras esas altas copas y follaje oscuro para simplificar nuestra existencia.

No puedo parar de darle vueltas a la misma idea: si Meur Glarfeld pudo vencerlos hace doscientos cuarenta y tres años, ¿por qué no voy a poder hacerlo yo?

Vuelvo a descender y me encuentro con que Tomeus lleva su mano a su pistolera. Espero que no esté pretendiendo frenarme. Orph también me mira con culpa y como rogándome que me piense lo que voy a hacer. No hay mucho que recapacitar. Desde que Ricca desapareció, mi destino está escrito: encontrarla o morir en el intento. Y, quien trate de detenerme, se convertirá en mi enemigo.

—Si vas a dispararme, hazlo rápido. De lo contrario quítate del medio —aviso.

—Por favor, mi amor. N-no hagas esto. No os puedo perder a las dos —dice, visiblemente compungido.

—Ven conmigo, entonces. —Orph agacha la cabeza y mira al suelo. Camino hasta la puerta y nadie me detiene. La abro y antes de desaparecer por ella—: No quiero saber más nada de vosotros. Cuando regrese, mi hija y yo dejaremos esta ciudad de cobardes.

Cierro de un portazo. Respiro profundamente e inicio la marcha con más miedo que decisión.

¿Qué os está pareciendo hasta ahora?

Zhora tiene que tomar una decisión difícil, empujada por la inacción de su familia y de Orph. Todavía queda mucho por descubrir. 

Recordad: ¡esto no hizo más que empezar!

Gracias por leerme. =)

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