A Dos Pasos del Infierno


https://youtu.be/f7BqMsrfQF4

Erenz entra al círculo de luz y puedo ver sus facciones desencajadas. Está bañado en sudor y respira agitado. No sé si está preocupado por mí o si está protegiendo su inversión, pero vino a salvarme. No me importa si es conveniencia o no. ¡Verlo me hace tan feliz!

Los hombres se vuelven hacia él entre la sorpresa y el miedo. Es como si lo hubieran reconocido.

Erenz le rompe el cuello al más cercano y avanza hacia otro quebrando su rodilla. En el suelo, aprovecha para reventarle la cabeza, cuyos sesos se esparcen a su alrededor y manchan sus botas y pantalones.

Themeseth ruostandeth! Deriefal-vöth caserut veilö! —exclama enfurecido mientras lucha ágilmente contra todos los que lo enfrentan.

Jamás habría imaginado que pudiera moverse de esa forma. Una danza mortal, seductora y, al mismo tiempo, aterradora.

Creo que algo se ha roto en mí y no tiene remedio. Disfrutar tanto de esas muertes, desearlo más que seguir con vida, anhelar ser él y darla a todos los fassi, es un punto sin retorno. Quiero liberarme de este madero, quiero agarrar la espada que me dio Erenz y ser parte de este festival. Necesito devolverles todo el dolor, la desesperación y la vergüenza que me hicieron sentir.

El hombre que me cortó los dedos sabe que está sentenciado. No puede con el eremaven. Por eso se vuelve a mí, mira su cuchillo y pone el filo en mi cuello.

El movimiento es rápido. El dolor que siento es tan aterrador como extraño. No siento la sangre manar de mi cuello. La expresión frustrada me confirma que su filo romo no puede provocarme una herida mortal. Toma impulso y se prepara para atravesarme el corazón esta vez.

Son unos pocos centímetros los que separan la hoja de mi pecho, cuando veo dos manos de uñas largas y afiladas agarrar su hombro y su cabeza. El rostro transformado de Erenz aparece con sus fauces de dientes largos y afilados y se cierra sobre el cuello del ser. La dentellada le arranca carne y arterias y parte de su tráquea.

La sangre mana a borbotones y me baña. El ser tose y me la escupe en la cara. Sonrío al ver a la criatura caer a mis pies. Sus pupilas se dilatan y un escalofrío de placer recorre mi cuerpo, es casi como un orgasmo ver morir a una persona que tanto te ha hecho sufrir.

Erenz me libera y tan rápido como vino, se marchó, para seguir aniquilando a todas y cada una de estas bestias, que alguna vez habrían servido a los ancestros de Orph.

Caigo de rodillas sobrecogida por tanto poder, tanta muerte y tanta delicia al verlo convertido en un sanguinario monstruo al que nadie puede vencer. Me siento hipnotizada por sus movimientos estilizados. Hay que ver algo así para entender lo que estoy sintiendo.

Un sonido metálico tintinea a mi lado. Miro a mi izquierda y veo a Yserd Foges. La agarro y la clavo en el pecho de una de esas bestias que se abalanza sobre mí. La extraigo y lo decapito con un solo movimiento.

Me visto con las prendas de Aleis y me tiro sobre el hombre que tengo más cerca y lo mutilo sin pensarlo. No sé si es la furia por la vergüenza y la impotencia que he pasado o que quiero replicar todo lo que Erenz hace —o las dos cosas a la vez—, pero me siento más viva y capaz que nunca. ¡Casi siento que puedo volar!

Las bestias con las que Erenz y yo peleamos son ágiles y muy fuertes. Se mueven como deportistas urbanos usando sus tiendas y los árboles para impulsarse, esquivar, ganar altura y golpearnos.

La Zhora antes de entrar en el bosque habría sido asesinada por ellos —no en vano estuve a punto de morir devorada—; la de ahora... He perdido todos los filtros, todas las ataduras de la civilización que me impedían ser el animal liberado en el que me he convertido.

Jamás habría pensado que podría matar a una persona —los dioses, espíritus antropomorfos, son otra cosa, entran en otro concepto para mí. Estos caníbales parecen ser los soldados al servicio de los Glarfeld. También podrían ser aquellos se internaron en este bosque y nunca regresaron. Sea como sea, fueron galameth con sus sueños, sus familias y, que, de alguna forma, terminaron aquí. Y yo, ahora, no sólo los estoy matando, sino que estoy disfrutándolo.

Necesito desquitarme con ellos. Sé que esto no es más que tapar un problema con un parche. Si no libero esta furia, ella me va a envenenar hasta acabar conmigo. Veo imposible estar equilibrada para cuando llegue a Kaenpolus. Todos los padecimientos desde el primer día se acumulan junto con las mentiras, los desprecios, los miedos, las frustraciones y ahora le agrego el placer de matar.

Un puñetazo me levanta del suelo. Mis pensamientos me están distrayendo. Ya apenas quedan seis de estos homínidos. Tres me enfrentan a mí y otros tres a Erenz. Me levanto como si tuviera un resorte y espero a que ellos tomen la iniciativa. En inferioridad numérica tengo que confiar en su descoordinación para encontrar huecos en sus defensas y aprovecharlas.

Y así ocurre. Se abalanzan todos sobre mí, chocando y dejándome la oportunidad de trinchar la cabeza de uno. Cuando trataba de hacer lo mismo con otro, se alejó de mí rodando. Mientras tanto, el tercero se puso en pie y antes de que pusiera un dedo sobre mí le atravesé el cuello con Yserd Foges. Seguidamente, la lancé al último de ellos, que trataba de escapar, hundiéndose en su espalda.

—¡Bravo! —exclama Erenz, a quién miro indignada.

Esto no era un maldito juego como para que me aplauda. ¡Me faltan dos dedos, la herida del costado me sangra y siento un profundo dolor en el cuello que me impide hablar!

El bajón de adrenalina no se hace esperar. Caigo sobre mis rodillas sintiendo cada secuela de mi devenir en Efasthereth hasta ser insoportable. ¿Podrá el agua de Lavos lograr milagros como hacer que resurjan mis dedos amputados...?

Un súbito resplandor me ciega y siento el fuerte agarre de Erenz, evitando que me desplome en el suelo.

—Creo que a los dioses les gusta verte terminar en mis brazos —comenta, y ríe sonoramente.

Me encantaría matarlo, en serio. Soy un maldito chiste para él.

—Llévame a Kaenpolus —ruego—. No quiero morir sin encontrar a mi hija antes.

—¡No seas dramática! —Un crujido a su espalda redirige su atención a un par de bestias que se están moviendo, para mi sorpresa—. Dame un segundo. No le cortaste sus cabezas. Es la única forma de matar a estos bastardos.

Me deja en el suelo y camina tranquilo hacia esos hombres que parecían reanimarse. Al primero lo decapita con una violenta patada y al otro de una fuerte dentellada.

Si quisiera, podría hacerme trizas con la misma facilidad. Yo lo veo como un simpático y delicado personaje, pero estas situaciones me recuerdan que es un eremav y yo una simple galame.

—Mira, tómate esto —dice, mientras me ofrece la cabeza de uno de ellos.

—¿Qui-quieres que me coma su cabeza?

—Bébete su sangre. No tuve tiempo de explicarte que Kulmelehn, este lugar, que vendría a significar Tierra de Clamores en selmeke, es el lugar donde viven los Ruostandeth u hombres-bestia.

—Me habría venido bien...

—Me obligaste a salir corriendo con la cría. Tampoco pensé que tendrías un sentido de la orientación tan penoso. —Lo miro con una expresión entre el enfado y el cansancio. ¿Acaso tengo una brújula implantada en la cabeza?—. Bueno... Sigo con la historia. Estos desgraciados fueron parte del ejército de Meur Glarfeld, pero, a diferencia de los pocos supervivientes, no decidieron acatar las negociaciones de paz.

»Se internaron en Efasthereth, suponiendo que estaría desguarnecido y se encontraron rápidamente rodeados. Este lugar es casi tan antiguo como Henyêr y no conviene olvidar que aquí moran seres más antiguos que cualquier nación.

»Se decidió dar un castigo ejemplar con ellos. No se los mató, sino se les maldijo y se les convirtió en seres inmortales sin cordura, que vivirían como bestias, hasta el fin de los tiempos, o su muerte por decapitación, ya que estamos.

—Tuviste mucho tiempo para hablarme de ellos, así habría estado más atenta —reprocho.

—Si te tengo que hablar de toda la fauna y flora del bosque te puedes morir de vieja.

—¿Su sangre me puede sanar? —Erenz asiente—. A ver, ¿no será peligrosa para mí? ¿No me convertiré en...?

—No, descuida. No te crecerán los dedos tampoco, pero si curará todas tus heridas. Aunque, si te convirtiera sí podrías recuperar...

—¡Opción totalmente descartada!

—Igualmente, no era posible —replica, encogiéndose de hombros.

Tomo la cabeza del ruostand y tengo que hacer un esfuerzo para no vomitar. Su cuello seccionado mostraba una mezcla informe de huesos, carne y arterias, anegados en sangre.

—¡No puedo! —exclamo—. ¿No tienes algo que pueda servir de recipiente?

Erenz suspira y camina hacia un árbol, del que arranca una hoja de forma cóncava que bien podría servir de cáliz. Recupera la cabeza y la estruja para sacar toda la sangre posible, provocando que se le saltara un ojo, seguido de un húmedo crujido que disparó mi vómito.

—¿E-era necesario hacer eso? —reclamo, tras limpiarme la boca. Me siento asquerosa.

—Vamos, bebe. Sus propiedades curativas se van a perder si no.

Agarro la hoja y bebo sin pensar en nada más.

Jamás bebí sangre, ni la comí cocinada como es costumbre en Selmek. Su textura espesa, su sabor asqueroso —entre ferroso y salado— y su olor a muerte me vuelven a provocar unas nauseas que tengo que controlar. ¡Lo último que quiero es tener que beber más!

—Necesitas descansar —dice Erenz. Su mirada preocupada lo dice todo.

—No puedo. Tenemos que llegar a Kaenpolus. Ricca no tiene más tiempo.

Erenz suspira y me ofrece su mano.

—Yo te llevaré a caballito. —Abro los ojos de par en par y esbozando una triste sonrisa, a la que él me corresponde —. Jamás pensé que me iba a convertir en la montura de una galame.

—Recuerda que te conviene.

Me ayuda a levantarme, se agacha y me echo sobre su espalda. Sujeta mis piernas con firmeza y se pone en pie como si estuviera llevando a Celenis y no a alguien de tres veces ese peso.

—Descansa un poco. La sangre del ruostand puede tardar en hacer efecto y te conviene estar preparada.

Asiento, cierro los ojos y espero de corazónque, la próxima vez que los abra, pueda ver a mi hija.

Nuevo capítulo con una canción que incrementa su nivel de epicidad.

Zhora se está liberando poco a poco y, como reza el título, se acerca al infierno pasito a pasito. Bueno, podemos concluir que Efasthereth es lo más parecido.

También nosotros vamos a los capis más intensos. ¿Qué os está pareciendo la aventura?

¡Gracias por vuestra compañía!

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