Capítulo 8

Con el tiempo, Vesta se dio cuenta de que para lograr su objetivo, debía hacerlo sola, apartada de los demás demonios que la desconcentraban con su impaciencia.

Era obvio que el temor era su enemigo a vencer. Tenía más que claro lo que debía hacer; pero a la vez no quería.

Dejar que los demonios se encargaran de su entrenamiento no iba a resultar del todo bien. Ellos acabarían intentando convertirla en una de ellos; y Vesta estaba consciente de que no lo era. Ella no era un demonio; pero tampoco era una humana del todo. Debía de haber algún nombre para ella allí afuera, un nombre con el que los demás humanos se referían a criaturas iguales a ella. Criaturas como ella.

- Oye Borja... - dijo en medio de la noche - ¿Crees que existan otros como yo allá afuera? - Borja notó el tono de voz triste con el que Vesta hablaba; pero no sabía qué hacer en esos momentos. La compasión y la emptía eran sentimientos humanos que no comprendía muy bien. Lo poco y nada que sabía sobre el tema se debía a ella.

- Es posible... - respondió Borja - el mundo es muy grande.

- ¿Qué tanto...? - preguntó Vesta.

A sus 10 años de edad, Vesta parecía una criatura interesante ante los ojos de Borja. Distraída y alerta, alegre y triste, risueña y callada, cálida, pero nunca fría. La cueva se sentía diferente desde el primer momento en que ella había entrado.

La vida de Borja había cambiado desde la primera vez que ella sostuvo su garra con sus pequeñas manos. Se sentía extraño cada vez que volvía y ella lo recibía con un abrazo. Ahora se sentía extraño al ver que no era tan alegre como siempre.

- Mira... - Vesta extendió sus manos lentamente y cerró los ojos. Borja vio como una flama azul rodeaba sus palmas hasta convertirse en una llama amarilla y brillante - me di cuenta de que en realidad no podía usarlo, no porque le tuviera miedo al exterior... - Borja se mantuvo en silencio - con el tiempo descubrí que, era esto a lo que le temía. Siempre pude controlarlo a voluntad; pero también, siempre le tuve miedo.

- Y los demás... - dijo Borja.

- Aún no se los muestro. Eres el primero que lo ve. - respondió.

- ¿Eso es la razón de tu extraño comportamiento? - le preguntó. Vesta volteó la cabeza hacia Borja sin dejar de mirar su fuego.

- Tú no puedes verlo... - Borja se mostró confundido -...pero el fuego me muestra cosas... Cosas que no entiendo, cosas del pasado, otros lugares; y a veces...creo que cosas futuras.

- ¿Qué ves ahora? - preguntó Borja.

- Lo mismo que he estado viendo desde que lo descubrí. - una lágrima se deslizó por su mejilla - El día en que mi madre decidió traerme a este lugar... - apagó las llamas violentamente y ocultó sus manos bajo sus brazos.

Borja disminuyó su tamaño y caminó hasta ella como un lobo. Al llegar a su lado, se convirtió en licántropo y se sentó lo más cerca posible. Titubeó un momento sobre si colocar su mano sobre la cabeza de Vesta o no. Lo había visto antes; pero no sabía qué hacía realmente ese comportamiento. Cuando al fin lo hizo, Vesta, automáticamente, se giró hacia él y se aferró a su pelaje hundiendo la cara en su costado mientras sollozaba. Borja se quedó inmóvil, algo incómodo y con el brazo en el aire por un momento. Luego lo bajó con inseguridad hasta dejarlo reposado al rededor del estrecho y frágil cuerpo de Vesta.

Al sentir la mano de Borja sobre su cabeza, Vesta recordó inmediatamente que eso era algo que su madre solía hacer con ella.

El escaso contacto físico que tenía con Borja, era suficiente como para hacerla sentir mejor. Por esa razón, cuando comenzó a sentirse sola durante el día, decidió empezar a recibirlo con un breve abrazo. Como todo humano, necesitaba sentir el contacto de un ser querido para no hundirse en la soledad.

- Esto ha de ser incómodo para ti... - dijo Vesta una vez que se sintió mejor.

- Ah... Sí, de hecho sí. - dijo dándole torpes palmadas en la espalda. - los demonios no hacen esta clase de cosas. Es extraño. - Vesta exhaló una suave risa.

- Aún así se siente bien... - Borja la observó en silencio - nunca te lo dije... - esperó a que terminara de hablar -...gracias por darme un nuevo hogar... - murmuró antes de dormirse abrazada a él.

Durante toda la noche, Borja pensó en Vesta, en su vida, en él. ¿Qué iba a pasar si era ella quien lograra romper el muro? ¿Qué iba a pasar si no lo lograba? ¿Querrá irse cuando creciera un poco más? ¿Querría recorrer el mundo ahora que sabía que podía salir del bosque? ¿Qué iba a pasar con él sí Vesta decidía irse? ¿La detendría? ¿La dejaría ir? ¿Por qué le importaba todo eso? ¿Por qué sentía esos sentimientos tan humanos? Él no era prácticamente nada de ella. Él, al igual que todos los que habitaban en el bosque, era un demonio que lo único que conocía era el deseo de venganza, y ansiaba la muerte de todos los humanos. ¿Por qué junto a Vesta se sentía diferente? ¿Por qué después de más de 600 años, sentía afecto por una "humana especial"?



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