Capítulo 52
"Judas se esconde tras las líneas de aquellos que dicen ser fieles a ti"
—Ustedes no harán nada —siseó una persona detrás de nosotros, al parecer, cargaba con una profunda molestia—. Van a dejar a Ira Smith dónde está.
Elegí ignorar lo que ella había dicho. Sin dudarlo ni un segundo, le quité las intravenosas a la joven Smith, quién no apartaba su mirada de mí, de mi rostro y mi cuerpo. Aparentaba estar tranquila, pero por dentro era una cascada de emociones que pude avistar por las microexpresiones que permitió ver en su rostro.
El miedo, a través de sus ojos ligeramente más abiertos de lo normal y sus labios carentes de una sonrisa o una mueca altanera.
La traición y decepción, reveladas en sus cejas arrugadas, como si quisiera llorar y también en su mirada fija en el suelo o en mis pies.
El enojo, dibujado en las iris azules que decoran sus ojos y los vuelven tan peculiares a la vista. Son tan demostrativos de lo que ella siente en su interior, pero esconde de los demás como si eso fuese su mayor tesoro en esta vida.
O su gran debilidad.
Quizá eran ambas cosas al mismo tiempo.
—He dicho algo, Vania More —siseó la adolescente detrás de mí, percibí el cañón de un arma presionarse contra mi nuca—. No lo repetiré una segunda vez.
Inhalé profundo y solté a Ira, quién me dedicó una mirada aterrada, incluso diría que decepcionada. Comenzó a creer que todos la habíamos abandonado, pero le dediqué una sonrisa llena de complicidad para tranquilizarla.
Di media vuelta con las manos alzadas en señal de inocencia. El rostro de Ara Vega se contrajo en una expresión de asombro y a la vez seguridad, confianza en que ella cargaba con el poder en ese momento y podía manipular la situación a su antojo.
Imagino que se podría decir que cantó victoria antes de tiempo.
Le di un cabezazo que la apartó y la aturdió lo suficiente como para arrebatarle el arma. Ahora era yo la que poseía el poder de cambiar todo a su antojo, de presionarlos a todos hasta que realicen cosas que jamás harían, solo las personas que no quieren perder la vida o que ambicionan a algo más, pero intentan controlarse.
Los verdaderos Judas. Como Ara Vega.
—Una Judas —me burlé, mi mano dirigió el arma hasta su cabeza. Estaba en el suelo, su nariz goteaba un poco de sangre—. ¿No querías perder tu vida?
Un silencio profundo la invadió, apartó su mirada como si se sintiera avergonzada de su pasado. Es triste, los humanos hacen las cosas más viles por su vida o por amor, quizá hasta por salvar a otra persona.
Pero luego no tienen el valor para aceptar lo que hicieron, para reconocer que rompieron sus promesas personales o principios, incluso hasta su moral.
—Liberen a Smith —ordené mientras me alejaba de Ara sin dejar de apuntarla—. Y a ella, encadenenla.
—Vendrán por mí —murmuró segura.
—Que vengan, los estaremos esperando —sonreí entre satisfecha y burlesca, quizá hasta maquiavélica.
Visualicé como su garganta se movió de forma leve, era una señal de que había tragado saliva. Es un acto que las personas hacen para mantener la calma o porque sienten un temor inexplicable que es más fuerte que ellos mismos, y claro, no lo pueden controlar.
—Sé que mataste a Lila, Ara —me senté frente a ella con una parsimonia impresionante. Intentó zafarse del agarre de Adielt y Thelonius, pero el rubio fue más ágil al propinarle una patada en la rodilla para que se serenara—. Vega. ¿O prefieres que te llame Valls?¿Cuál de las dos opciones resulta más atractiva para ti?
—Mataste a mi hermana —masculló en respuesta y soltó un quejido al ser aprisionada por las cadenas que antes sostenían a Ira para que no cayera del techo—. ¡Para ya, por dios!
—¿Debería? —pregunté en voz alta, serena. Mi atención se dirigió a los demás—. ¿Qué opinas, Ira?
—Que muera —determinó la joven Smith, su piel pálida más que de costumbre me alarmó un poco, pero aparentaba poder mantenerse de pie—. ¡Mataste a Sidney, basura! ¿Todo por qué?¿Por no querer ser una cobarde para tus líderes?
—El señor y la señora Grehim —canturreé, los dedos de mi mano izquierda le quitaron el seguro al arma en mis manos—. ¿O debería decir los señores Bartoh, Ara?
Su semblante se convirtió en una estatua, la gelidez se presentó en ella como si se hubiera congelado en el tiempo. Alcé las cejas, a la espera de una respuesta suya, pero esa sensación de "me han descubierto" se reveló en su rostro y expresiones.
Sonreí.
—Si tenías problemas porque yo maté a tu hermanita, te metías conmigo, no con alguien inocente —espeté, con una notoria molestia y a la vez seguridad.
Por fin.
Por fin podía tener a la asesina de Lila entre mis manos.
Aún faltaban sus líderes, pero mi alma estaba tranquila. Iba a vengar la muerte de la única familia que me había quedado en esta vida.
¿Pero a qué precio?
—¡Yo no quería, Vania! Por dios, ¡Me escuchaste ese día! —gritó con cierto desespero.
Curioso. Todos siempre buscan salvarse en el último minuto, fingen arrepentimiento como si eso les aliviara y salvara para siempre de una muerte segura. De nada sirve, al final todo se paga en la historia de cada uno.
Y el desenlace en ocasiones es peor.
—Lo hiciste, no me valen tus excusas —disparé en su hombro izquierdo. Chilló de dolor—. Desearás que te asesine ahora mismo, pero tranquila, tu líder pronto vendrá y es justo lo que necesito: acabar con esta locura.
Acabar con todo por beneficio propio.
Volví a dirigir mi vista hacia Ira. Las marcas en sus brazos habían dejado de sangrar, pero aún se veía débil, porcelana a punto de quebrarse. Algo había cambiado en ella, al igual que aquella vez en que Daniel traicionó a su familia, Sidney desapareció y llegaron a extorsionarla con ella.
Una pregunta surgió en mi mente, ¿Qué habían hecho con Ira?
—Ahí vienen —masculló Leyla, tomó mi mano para transmitirse tranquilidad—. Es mejor irnos y que los demás se encarguen.
—Yo me llevo a Arita bella —sonrió satisfecha una Ira bastante demacrada—. La necesitaremos para después. Chicos, se encargan de ellos.
—Como gustes, I —afirmó Stacy antes de salir al pasillo junto con los demás.
...
Poco después y tras cruzar un par de pasillos para nada iluminados, llegamos a una sala de paredes grises y una mesa metálica en el centro. La puerta contaba con una infinidad de cerrojos y aparentaba ser de un material difícil de abollar.
Las cuatro paredes estaban pintadas de un tono grisáceo, el piso era blanco, pero se percibía la suciedad con solo pisarlo. La imagen de pulcritud que se intentaba dar con las primeras habitaciones del sótano, era muy distinta a estar en esa parte en la que nos encontrábamos en ese instante.
Era como si se hubiese caído la máscara límpida y pura, estábamos en la otra cara de la vida.
—Esto es la zona roja —murmuró Ara, con la respiración entrecortada. Ira se encargaba de mantenerla quieta al sostener su cuello.
—¿Y crees que no lo sé, Arita? —espetó la muchacha Smith, sus dedos se aferraron al cuello de la contraria—. Vania también lo sabe. Eres consciente de lo que me refiero.
Fruncí mis cejas al reconocer la mesa metálica en la que tiempo atrás había despertado. El hombre de traje me había hablado en ese momento, pero no lograba descifrar que dijo.
—Saruas ut. Ecnaifnoc sap siaf en —repetí en un murmullo, consternada por el recuerdo.
—Ne fais pas confiance. Tu sauras —habló de forma repentina la muchacha de ojos azulados. Hinqué mi mirada filosa en su semblante—. Es francés, Vania.
—Eso supuse —afirmé severa, mis ojos se entornaron en dirección a Ara—. Tú eres la que sabe francés, ¿No? Además de Ira.
—No confíes. Tú sabrás —replicó en español y yo alcé la mirada hacia el cielo, contuve un respiro frustrado.
Todo ese tiempo me estuvieron advirtiendo que no confiara en él, en el verdadero peligro dentro de nosotros, escondido como si fuese un murciélago que escapa de la luz. Uno de los Judas de esta historia.
Daniel Smith.
Leyla orientó sus iris verdosas hacia mí y mantuvo su vista quieta por varios minutos, al parecer estaba expectante sobre lo que yo haría, mi próximo paso. Pero yo no planeaba algo.
Nos quedamos en silencio por un buen rato, estaba muy concentrada en distinguir cualquier sonido distinto a nuestras respiraciones. Ya sea que fueran pasos, objetos que se pudieran caer, disparos, golpes, suspiros o incluso algún susurro, pero nada, nada se oía.
Mi respiración se volvió tan lenta que casi era inaudible para cualquiera que no fuese yo misma, tenía los sentidos más que agudizados como si hubiera consumido alguna sustancia de dudosa procedencia.
Ara Vega me provocaba recelo por su tranquilidad en todo esto. Si bien se resistió al principio, luego dejó que todo fluyera más de lo que yo había previsto. Sin duda, alguien la buscaría y ella lo sabía a la perfección.
Quien la buscaría sería su líder.
Una persona que yo ya había descifrado anteriormente, pero todavía no llegamos a esa parte de la historia.
La rejilla del conducto de ventilación ubicado en el techo, se abrió de la nada y con ella, dejó caer bastantes papeles con información escrita e impresa. Algunos más antiguos que otros por la coloración amarillenta de la hoja, otros más nuevos.
—Que maldita —masculló muestra rehén, su tonada fue de impotencia pura y rabia en efervescencia—. Te acaba de dar la clave de todo.
—¿Traicionada por tu propia líder, Ara? —se burló Leyla para que se callara de una vez la mencionada—. Parece que Ira sí que tenía razón contigo. No eres más que una cobarde que se esconde detrás de una líder que dice amarla.
Visualicé a Ira asentir con la cabeza y me agaché hasta quedar a la altura de las hojas. Con cuidado aparté las más viejas para interesarme en ellas. Los bordes estaban algo desgastados y rotos, casi que quemados. Aparentaban haber sobrevivido al incendio de la escuela.
Nombre: Leyla Isabel Van
Rango: Segunda del co-líder.
Número de muertes: 20
Nivel de peligrosidad: Mediano
Objetivo: Vania More
Nombre: Ira Kassia Alanna Smith
Apodo: Rosa negra
Rango: Co líder.
Número de muertes: Sin contar.
Nivel de peligrosidad: Muy alto.
Objetivo: Vania More
Nombre: Ara Valentina Valls
Apodo: Ascendida Ara
Rango: líder suplente
Número de muertes: sin contar
Nivel de peligrosidad: muy alto
Objetivo: Vania More e Ira Smith.
Valls se aprecia como una joven muy aplicada en lo que hace. Al parecer, está dispuesta a eliminar a la amenaza que representa nuestro objetivo. Estamos agradecidos de su colaboración en la causa que representa esto.
El IST se llevará a cabo con éxito. Prontamente tendremos los resultados que validen nuestras hipótesis.
El ser humano no es más que un ente en este plano, energía a la que se puede manipular con facilidad, algo sin valor cuando pierde lo más importante en esta vida: las ganas de vivir. Cuando miras a los ojos a un Sark, este entra en tu mente y no podrá salir de allí ni siquiera cuando tú hayas abierto las puertas de tu mente.
El ser humano es débil, los sentimientos lo fragilizan. El rencor, la venganza y la traición son los que más le afectan.
Vania More es el verdadero objetivo.
"Vania More conoce más de lo que creemos a nuestra líder, Yadire Bartoh.
Merece morir después de todos sus pecados en esta tierra. El primero fue querer librarse de una familia que solo necesitaba venganza.
La venganza es el comienzo de todo, Vania"
—¿También eran órdenes de ellos que me enamores? —pregunté sin querer levantar los ojos del papel, mi mundo se había detenido en ese momento.
"Objetivo: Vania More"
—¡Claro que no, Nia! —gritó Leyla, se oyó muy lejana—. Te amo, siempre te amé, joder. Jamás sería capaz de dañarte. Todo lo hice para protegerte.
Sentí que me congelé en el tiempo, mis extremidades se adormecieron hasta que solté el papel en mis manos sin intenciones de hacerlo. Mi respiración se había ralentizado hasta casi no existir, el entorno que me rodeaba se sentía tan ajeno a mí y tan distinto a lo que había visto instantes atrás.
Eso era apenas un poco de la sociedad de mentiras que me había rodeado todo ese tiempo.
—Siempre serás un objetivo para nosotros, Vania —aclaró aquella voz femenina que yo tanto adoraba por haber sido una compañera mía toda la vida—. Tarde o temprano serás atraída hacia nosotros. Una vez más.
—No lo creo, querida —respondí aquella vez, con el mentón en alto—. El día que vuelva, será para verte muerta. Si le tocas un solo cabello a Lila, pagarás de la misma forma.
—¿Estás segura?¿Tanto quieres a tu mejor amiga?
—No sabes cuánto, corazón.
Regresé a la realidad al escuchar unos tacones golpetear de forma lenta y pausada contra el piso de la habitación. Me paré en pocos segundos, con la misma seguridad que la del recuerdo que se había desbloqueado frente a mí.
—Sorpresa, Vania —sonrió ella, la líder. Me provocó tanto asco escucharla tan feliz—. Soy yo.
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