Capítulo 51

"Tarde o temprano, el rey cae. No puede ser protegido por siempre y las máscaras de quienes juraron lealtad hacia él, demuestran sus verdaderas naturalezas.

Que comience el baile de nunca acabar"

Terminé de acomodar mi chaqueta negra y suspiré. Observé mi aspecto en el espejo del baño. 

Una blusa negra con brillos dorados decoraba mi torso, en la parte inferior vestía unos pantalones ajustados símil cuero negro junto con unos botines en el mismo tono pero con detalles en plateado. El collar de Lila descansaba en mi cuello, dando un toque único a mi aspecto. 

Mi cabello estaba alisado y recogido en una elegante cola alta. Mis labios estaban tintados de un color pálido y ese día me había animado a utilizar un poco de rímel y delineador en la línea de agua, a pesar de mi alergia a los cosméticos. Las consecuencias nunca eran tan graves, solo un poco de comezón e hinchazón a la mañana siguiente. Lo único que importaba es que debía estar impecable para esa noche. 

Sería coronada como la noche en que todo acabó. 

Salí del pequeño cuarto de baño, percibí como una presencia densa y sombría estaba detrás de mí, pero no me inmuté. Con el tiempo aprendí a acostumbrarme a sentir otro tipo de cosas, para mí, era como un entendimiento del mundo más allá de lo humano y lo racional, lo normal. 

Mis ojos oscuros viajaron del suelo hasta la figura de Leyla. Pude apreciar como su cabello rojizo caía por su espalda con unas ondas en sus puntas, llevaba un marcado delineado tipo cat eye, un degradado de sombras verdes y labios tintados de un rojo cereza. Una blusa roja de escote de corazón y mangas cortas al estilo princesa, junto con un pantalón ajustado símil cuero, componían su atuendo. Ese día calzaba unos zapatos bajos en tono bordó. 

Esbocé una sonrisa embelesada a través de mis labios que, por lo general, se mantenían inexpresivos. 

—¿Cómo me veo? —se acercó a mí y apoyó sus manos en mis hombros. 

—Divina, como siempre —respondí, con mi rostro cerca del suyo. 

Leyla unió nuestros labios en un beso corto, pero delicado y amoroso. Podía sentir la energía de amor que ella emanaba, sin poder creer que en algún momento estuvo involucrada con el tema de los Sark. 

Parecía casi imposible. 

—¿Lista? —inquirí en un susurro, luego de deshacer el beso. Respiraba sobre sus labios. 

—Lista —afirmó segura, presionando de forma tenue su sonrisa. 

No me importó no haber visto a Ara en la habitación, en ese momento solo me interesaba la chica de cabello rojizo parada frente a mí. Con suma delicadeza, agarré una de sus manos y entrelacé nuestros dedos antes de conducirnos hacia la puerta que nos llevaría fuera del cuarto. Leyla no estaba nerviosa en lo absoluto. 

Al salir, nos llevamos la sorpresa de ver a Stacy mientras cerraba la puerta de su habitación. Parecía un tanto cabizbaja por la expresión de su rostro y la posición de su cuerpo, había perdido toda esa aura de chica arrogante que la caracterizaba siempre. 

Se había convertido en una persona rota. 

Como todos. 

Vislumbré que lucía un vestido rojo ese día. El torso estaba decorado con encaje, un escote en v y tirantes decoraban esa parte, la falda caía hasta el suelo en una tela brillante. Si caminaba, podías avistar unos zapatos de tacón blancos que destacaban en todo el atuendo como si no debieran estar ahí, pero al mismo tiempo crearan un ambiente de armonía. 

—¿Están listas, chicas? —nos preguntó en cuanto alzó la cabeza y se encontró con mi mirada inquisitiva—. Al menos yo lo estoy. 

—Vamos —fue lo único que respondí, en un tono firme y sin esperar a que ella replicara. 

...

La fiesta transcurría con naturalidad. Distintas parejas y grupos de alumnos bailaban a nuestro alrededor, otros se dedicaban a comer o sólo compartir un momento de risas y charlas, como si fuera el día más normal del mundo y nadie estuviese enterado de todo lo que sucedía cuando caía la noche en el instituto. 

—¿No puedo comer nada? —reclamó Leyla, su mirada verde estaba centrada en la mesa de dulces y demás aperitivos. 

—Bueno, está bien —suspiró Daniel, al parecer cansado de la insistencia de Ley—. Puedes comer, pero no mucho. Recuerden a lo que vinieron. 

—Lo mejor sería actuar con normalidad, ¿No crees, Daniel? —dibujé una sonrisa en mis labios mientras sostenía una copa de cristal en mi mano con un poco de refresco—. Estamos en la mira de todos, no lo olvides. 

—No lo olvido, Vania —murmuró cortante. 

Desde la revelación de Sidney, era más que obvio que estaba distante y en ocasiones no quería saber mucho de nuestras existencias. Él había vendido a Ira como si se tratara de un objeto que intercambias o regalas para que no te molesten más. Él quería quitarse a sus enemigos de encima, pero no supo prever que había generado nuevos y que eran cercanos a él. 

Una vez más demostraba que la inteligente era Ira y no él. 

Nuestro plan era creerle que él se arrepentía de lo que había hecho, pero planificamos desecharlo en el momento indicado. Los Sark odiaban las traiciones y el joven Smith los había traicionado en el instante en que había dejado que su pequeño secreto llegara a oídos míos. 

La música que se oía de fondo era After Dark de Mr.Kitty. Era una canción tan lenta, pero con un aura mágica, etérea. Las voces te guiaban a perderte bailando mientras sentías como si tu cabeza entrara en un viaje astral, en una experiencia única y divina. 

—¿Bailamos un poco? —extendió su mano Leyla—. Me gustaría relajarme un poco, si no te molesta, Nia. 

—No me molesta, Ley —acepté su mano, mis dedos se entrelazaron con los suyos de forma delicada—. Es una buena canción.

—Lo es. 

Su cuerpo se apegó al mío a la vez que sus manos viajaron hasta mi cuello para rodearlo. La diferencia de altura entre nosotras era un poco irónica, pero que nuestras miradas se conectaran en medio de la multitud hacía que cualquier pensamiento inseguro desapareciera. 

Éramos ella y yo. Su alma danzando junto a la mía en un baile eterno. 

Despegué mi vista de sus iris verdosas y recaí en dos personas que conocía a la perfección. Él, el chico que me acompañó a descubrir la verdad ese día y con mucho pesar tuvo que aceptar la realidad. Ella, la traidora que se dio a conocer de forma pública, que no le importaba caminar y respirar el mismo aire que yo así como tampoco dudaba en desafiarme frente a una multitud de alumnos que sospechaba tanto de nosotros. 

William Sevens. 

Ara Vega. 

En cuanto los ojos marrones de ella se cruzaron con los míos, me guiñó un ojo y luego fingió normalidad mientras acomodaba el tirante de su largo vestido negro. 

—Ya podemos comenzar —le susurré a la chica a mi lado al dirigirme otra vez a ella. 

Asintió en silencio. 

...

La salida del salón de baile debía ser silenciosa, se suponía que Alizée se encargó de apagar las cámaras y custodiar esa zona. Éramos menos, pero los suficientes como para detener la locura que se había desatado. 

La muchacha pelirroja que había encantado a mi corazón caminaba a mi lado con una seguridad digna de ser admirada, su mirada estaba clavada en el frente, pero cada cierto tiempo se dedicaba a observarme con adoración y disimulaba para que yo no me diera cuenta. Aun cuando ella sabía que la amaba, seguía con pequeños gestos como si no nos conociéramos, pero al mismo tiempo lo hacíamos. Nos conocíamos. 

—Vania —me nombró una figura que se acercaba a nosotras. Siempre reconocería esa voz suya. 

—Lucas —espeté un tanto cortante—. ¿Qué quieres? 

—Quiero mostrarte algo, ¿Puedes seguirme? —preguntó, apresurado. Arqueé mis cejas en respuesta—. Por favor. Por una vez en tu vida, confía en mí. Luego lo entenderás. 

—Bien —acepté luego de analizar la situación. No había muchas probabilidades de que esto fallara. 

Lucas nos condujo por los diferentes pasillos y habitaciones, sus pasos tan rápidos me provocaban cierto recelo, pero a la vez yo sentía que no debía desconfiar de él. Al menos no en ese momento, el presentimiento de que algo bueno saldría de eso, crecía con cada pisada que dábamos. 

El camino adquirió una tonalidad familiar al pasar por esa zona en la que los chicos y yo estuvimos con anterioridad. Finalmente, y para comprobar mis sospechas, nos detuvimos frente a una puerta conocida. 

La habitación de los espejos. 

—Por lo visto sí es importante —comentó Leyla por lo bajo. 

Lucas no opinó nada al respecto, solo cruzó por la puerta que ya se hallaba abierta y nosotras decidimos imitar su acción.

La pared de los espejos seguía igual que aquella vez. Resultaba intimidante para algunas personas verse reflejado entre tantos cristales y más aún cuando algunos deformaban ciertas partes de tu cuerpo o rostro por la posición en la que se encontraban colocados. 

—¿Nunca pensaste en la posibilidad de que hubiera una puerta secreta? —inquirió él, su cuerpo se acercó a los distintos espejos. 

Tocó los distintos marcos que rodeaban a algunos espejos. No necesitó que encendiera la luz, conocía ese lugar de memoria al parecer. Sus movimientos fueron como una contraseña, lo había descifrado al instante en que cambió la posición de su mano en el segundo espejo. 

La pared tardó un poco en ceder, pero al final terminó por moverse hacia atrás y luego hacia la derecha, aparentando ser una gran puerta de algún material complejo de romper. 

—Felicidades —murmuró él antes de que se oyeran unas palmadas. 

—¿Creíste que la fiesta iba a comenzar sin mí, Vania? 

Mechones de sedoso cabello rubio se podían divisar aun en la oscuridad, un par de penetrantes ojos avellana me dieron la bienvenida y aposté a que sonrió entusiasmado por verme. Su voz masculina era particular, jamás podría olvidarme de esa tonada. 

—Thelonius —pronunció una mujer detrás de mí, conmocionada. 

—Gracias por devolverme a la vida, Lucas —palmeó el hombro del mencionado antes de aproximarse hacia nosotras—. Un gusto, chicas. Hermanita, que placer verte. 

Oí un jadeo sorprendido por parte de Stacy. Dejé unos instantes para que se recompusieran antes de intervenir. No tenía tiempo para reencuentros, despedidas o palabras de alegría que resultaban inútiles en mi causa. No era momento para estar sensibles. 

—Hay que irnos —interrumpí seca—. No son necesarias las despedidas, nadie va a morir hoy. Daniel y Adielt nos deben estar esperando. 

—Yo me encargo de Daniel —aseguró Thelonius antes de darle un leve asentimiento a Lucas. Eso me reveló que él estuvo detrás nuestro todo este tiempo, pero prefirió traicionar a su gente por nosotros. 

Por el hermano de Stacy Aret. 

—¿Cómo estuviste ahí todo este tiempo? —interrogué mientras dirigía a los demás. Siempre un paso delante, siempre como la líder a la que todos debían seguir. 

Porque así debía ser. 

—Yadire Bartoh —se limitó a decir y eso fue más que suficiente para mí. 

...

Giré la manija de la puerta que anunciaba que estabas a punto de entrar en la oficina de la directa —o en la entrada hacia el infierno—. Empujé un poco para abrirla e ingresé al lugar. El adolescente Smith y Adielt nos esperaban de brazos cruzados con la escotilla, que conducía al sótano, abierta de par en par. 

—Tardaron demasiado —masculló Daniel, su rostro estaba contraído en una expresión de molestia pura. Las cejas fruncidas, la mandíbula apretada y la vena de su cuello sobresalía. 

No revelé nada, tan solo me moví a un costado para dejarle una entrada triunfal al rubio que, para cualquiera, sería un milagro viviente. El chico que regresó de la muerte para "contar su experiencia". 

O para acabar con cierta piedra en nuestro camino. 

—No vendrás con nosotros —decidí, despreocupada. Caminé orientada hacia la luz blanquecina que sobresalía de las escaleras que bajaban hasta tocar con el suelo claro del sótano—. Bienvenido al infierno, Smith. 

—Por romper la única ley que tenemos —tras esas palabras gélidas y determinantes, casi una sentencia, se oyó un crujido de huesos. Poco después, un peso cayó sobre la madera sin cuidado alguno. 

Ni me detuve a observar la obra de arte que creó Thelonius Aret con tanto esmero, me concentré en posicionar uno de mis pies sobre los escalones de reluciente mármol blanco y luego bajé en modo automático. Tanta claridad dispersaba mi mente un poco. 

Al tocar el suelo, la luz del ambiente ardía en mi vista. La estructura era la misma que en la parte de arriba, pero con otros colores y muebles. Resultaba tan extraño. Una copia de la planta baja del colegio, pero era la versión clara de esta. 

—Purificación de almas —masculló Leyla a mi lado—. El color es para demostrar que aquí no hay maldad. 

—Irónico —murmuré, enfocada en el escenario frente a mí. 

Portalámparas en tono dorado contenían focos de luz brillante y límpida, similares a las de un hospital. La iluminación era impresionante, no existía ni el más mínimo espacio donde se formaran sombras. Las únicas que podrían crearse serían las nuestras. 

El pasillo que nos recibía era amplio, con piso de mármol blanco y paredes decoradas por cuadros de marco en color bronce. Las pinturas eran también en tonos claros y cercanos al blanco, o en todo caso, colores cálidos. Distintos muebles dorados y plateados estaban colocados a cada lado del pasillo cada tantos metros. Algunos poseían plumas con tinta apoyadas encima, otros los cajones abiertos y sin nada en su interior, y uno solo poseía un cuchillo ensangrentado.

El cuchillo, de mango amaderado, parecía uno que utilizaría un carnicero. Me percaté que a lo largo de todo el filo, había suficiente sangre como para percibir que no provenía de una lastimadura normal ni nada que se le asemejara. 

Un grito de dolor resonó en todo el pasillo. 

Un grito femenino y delicado. 

De la voz dulce que todos conocíamos a la perfección, su dueña era aquella que tanto tiempo nos acompañó y no titubeó al decidir que la vida de otros eran prioridad por sobre la de ella. 

El grito de Ira Smith. 

—Síganme. Creo que sé de dónde vino —habló la chica de mi corazón, comenzaba a andar sin esperarnos y tuvimos que seguir sus pisadas. 

Tardamos un aproximado de diez minutos recorriendo las distintas habitaciones y pasillos de lo que aparentaba ser un sótano laberíntico. Una copia exacta del colegio que se imponía en la planta de arriba. 

Mi atención fue eclipsada por la peculiaridad de cada cuarto que cruzábamos. Todos eran blancos, suelo y paredes del mismo tono, vacíos en su totalidad, impolutos como si nunca alguien hubiera pisado esos lares. 

¿Por qué tener tantos lugares sin muebles? 

Por fin, encontramos la zona en dónde estaba Ira. El cambio radical de los colores me sorprendió. Del blanco límpido, un gris opaco se alzó ante nuestros ojos. Paredes de ese tono junto con el suelo y un poco descuidados. La iluminación fallaba, pues la bombilla que alumbraba poseía un micro apagón cada ciertos minutos, además de tintinear como si en algún momento fuera a caer. 

La sensación de reconocer en dónde estaba parada, me inundó ni bien posicioné un pie sobre esa habitación oscura. 

Pero sobre todo, una profunda calma también. Calma que aumentó en cuánto alcé la mirada para ver la escena. 

Un cuerpo era sostenido desde el techo con grilletes y cadenas en sus tobillos. La persona colgaba, casi inerte, con los brazos como peso muerto y la vista clavada en el suelo. Un pequeño tubo salía de cada uno de sus antebrazos, transportaba un líquido rojo hacia una máquina que no determiné cuál era. 

La persona me observó impasible, como casi siempre había hecho desde que nos conocimos hace meses. 

—Saquenme de aquí —fue lo único que espetó Ira, sin sucumbir a la desesperación. 

...

¿Qué onda, gente?¿Cómo andan?

Yo un poco desparecida, pero bastante inspirada para escribir.

Me salió un capítulo largo, pero es de los finales. Faltan menos de 4 capítulos para terminar esta historia :(

Lloro.

¿Qué creen que vaya a pasar?¿Quién es el Líder de los Sark?

Bienvenidos a lo que se viene, porque les va a volar la cabeza.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top