Capítulo 50

"Aun cuando crees que no puede ser peor, hay otra máscara que se cae ante tus ojos"

—Mira hacia el frente. Sigue todos los pasos de Ira, porque a partir de ahora, cualquier emoción puede sacarte del recuerdo —indicó Sidney, se mantenía indiferente a mi lado—. Sé objetiva. 

Esbocé una pequeña sonrisa en mi rostro, una mueca que denotaba seguridad en mí. 

No temía de lo que pudiera encontrarme en los recuerdos de Ira Smith. Por algún motivo, su mente no me asustaba, solo provocaba curiosidad de que era todo lo que la había llevado a pensar, actuar y ver la vida de la manera tan retorcida en la que la percibía. 

Conocí el origen de todo. El comienzo de la Ira Kassia Smith que todos conocían cuando llegué al colegio, pero, ¿conocía el verdadero origen? 

Dirigir mi vista hacia el frente fue como abrir los ojos después de un sueño profundo. Las luces del pasillo del colegio cegaban mis ojos, veía los colores de una manera tan brillante que me provocaba un cansancio indescriptible. Solo ansiaba apagar mi vista o mi mente un segundo. 

Los pasos se tornaban muy tortuosos. Ira parecía pensar a detalle cada una de las decisiones que tomaba y los movimientos que ejecutaba. Al principio no comprendía su afán por estudiar todo y prever posibles fallas en sus planes, pero luego me encontré con que yo hacía lo mismo. 

Desde la perspectiva de la joven Smith, me detuve frente a la puerta de la oficina de la directora. El pasillo estaba decorado con una franja de madera de roble en la parte inferior de la pared y un turquesa apagado en la parte restante. Me recordaba a las habitaciones o paredes que aparecían en las películas de terror, esas por donde el o la protagonista camina hasta dirigirse a aquello que era el factor que provocaba miedo o sorpresa en el espectador. 

La puerta rezaba "Directora. Por favor, golpear antes de pasar". Poseía una ventana con un vidrio esmerilado que no dejaba casi nada a la vista, lo único que permitía era divisar las figuras que pudieran hallarse dentro de ese cuarto. 

—¿Qué haces aquí? Te dejé en claro que no quería verte por estos lares —se oyó la voz de la directora, fuerte y casi en un grito—. ¿Acaso eres lo suficiente estúpida como para venir a querer morir en mi colegio? Por favor, cada día me sorprendes más, niña idiota. 

Una voz siguió lo que esa mujer había dicho, pero no logré distinguir quién fue el o la que respondió a esa amenaza, si se le podía llamar de esa forma. Ira estaba muy concentrada en sus pensamientos, los cuales protegía con un muro vallado en cristales y hierro. 

Sin embargo, hubo algo que pude distinguir entre tanto bullicio y a la vez silencio, entre la desesperación que me carcomía porque el recuerdo transcurría con lentitud. 

Una voz. 

"Entra de una vez por todas. La ovejita está en peligro"

Era la voz que me atormentaba al inicio de mi estadía en el Blue College. 

De pronto, una fuerza descomunal abrió la puerta. Ira había perdido los estribos de un momento a otro y la ira flotaba a su alrededor, sería una ironía si ella no actuara como el significado de su nombre: el pecado capital más peligroso. 

En mi campo de visión apareció la figura de la directora. La señora se hallaba más joven, lo que me indicaba que esto había sucedido años atrás, tal vez tres o cuatro. Por alguna razón que desconozco, la chica que contenía sus ataques de ira, se lanzó sobre el cuerpo de aquella que se creía la dueña del Blue College. La había apartado de una persona. 

Mi ex suegra quiso asfixiar a alguien con sus propias manos. La vi aprisionando el cuello de una figura de espeso cabello oscuro y ropas negras con finos toques grises. 

Ira se había tomado el atrevimiento de salvar a una persona, cuando jamás demostró sentimientos por alguien que no sea Sidney, la querida S anónima. Al parecer, la armadura que recubría a Ira Smith se fragmentaba en pedazos. 

—¿Qué crees que haces? —el eco que generó la voz dulce expulsada de mi garganta, provocó cierto miedo en mí. No era el tono manipulador que escuché durante meses, era uno furioso y dispuesto a todo—. Primero te crees capaz de intentar asesinar a mis padres, a las personas más importantes de esta ciudad. ¿Y luego piensas que tienes el derecho de intentar matarla? 

Matarla. 

¿Quién era la figura femenina?

¿Quién? 

¿¡Quién!?

—Ella... Es igual que tú —susurró con la voz entrecortada la directora. Ira estaba por asfixiarla. 

—Lo sé —el tono satisfactorio de Smith fue como una patada de realidad en el rostro de la señora que poco después cayó al suelo. Dos manos negras se impregnaron en su cuello, unas marcas bastante peculiares. 

Acomodé mi cabello y dirigí mi rostro hacia la silueta que minutos atrás fue atacada por la directora, quién yacía muerta en el piso de madera oscura. 

La figura se alzaba frente a mí, sus ojos oscuros me observaban con una mezcla de atención, respeto y comprensión. El lunar debajo de su ojo izquierdo se encontraba igual que en todos estos años. Su cabello casi negro caía por sus hombros hasta llegar a su cintura, ondulado, como era de costumbre. Un conjunto de suéter ajustado y pantalones de simil cuero negro, adornaban su silueta femenina. 

Había algo distinto en ella, esa pizca de luz que eclipsaba la oscuridad a la que ella siempre estuvo destinada. Su alma no se había perdido ni roto todavía. 

—¿Estás bien? —inquirió Ira, sus orbes azules no dejaban de examinar a la adolescente frente a ella. No podía creer a la persona que se imponía a menos de medio metro de su cuerpo pálido.

—Sí —respiró hondo la chica—. Gracias. Yo...

—Haremos de cuenta que nada pasó —murmuró Ira, ya con su voz más melosa—. Te ayudaré con eso, puedes confiar en mí. No dudes, por favor. 

La chica era yo. Pero resultaba un hecho imposible, pues yo jamás me metí en el instituto antes, salvo para alguna vez que fui a acompañar a mi ex pareja o a pedirle disculpas a la persona que le arrebaté su hijo.

¿Cómo era posible que yo me vea en un recuerdo de Ira? 

Eso significaba que sabía quién era yo, incluso antes de presentarme ante ella y sus personas cercanas el día en que, yo creí, pisar por primera vez el recinto del colegio. 

—Estuviste aquí —mencionó Sidney a mi lado—. La cadena se repite. Y se volverá a repetir. Incluso hablaste conmigo antes de que ocurra todo esto conmigo. 

—Lamento que...

—Lo sé, Vania —su voz susurrante estaba cargada de pesadez—. Termina con lo que se desató de una vez por todas. 

Ira bajó su mirada hasta la madera oscura que adornaba el suelo. A pocos metros de ella, en frente de mí estaba una escotilla que parecía haber sido cerrada poco antes de que ella irrumpiera en la oficina.

La entrada al sótano. 

La atmósfera del recuerdo se desvaneció a los pocos segundos de sentir la voz de Sidney respirar en mi nuca. Regresé a la realidad, más pasmada que cuando me fui a ese viaje donde se abrieron ciertas puertas que estaban más que cerradas en mi mente. 

—Alizée, ni se te ocurra —advirtió Daniel Smith. Su tonada fue una clara amenaza. 

Alizée permanecía sentada, su postura relajada daba cierto temor porque resultaba impredecible su próximo movimiento. La vi arquear una ceja, desafiante y soberbia, pues ahora ella parecía tener el control del juego en el que yo estaba involucrada. 

Porque esto se había tornado en una historia retorcida. 

—Ay, Daniel Smith —canturreó, sus labios dibujaron una sonrisa macabra—. ¿Crees que siempre puedes quedar como el bueno de la película y los demás somos malos?¿Hasta cuándo vas a querer seguir dejando a tu hermana como la villana? Lo único que hizo fue proteger a la persona que todos buscan ahora mismo. Y tú fuiste el primero en querer traicionarla, de hecho, lo hiciste. Los traicionaste a todos e Ira estaba en lo correcto. 

—Braumand, cierra la...

—¿Qué tienes para decirme, Alizée? —lo interrumpí, seria. Los demás se hallaban en un silencio mortal. 

—Supongo que ya lo sabes todo —habló sin verme a los ojos, una actitud que me extrañó demasiado—. Debo agradecer al espíritu de Sidney por ayudarme. 

—Fui víctima de los Sark —recordé, la imagen de mí misma en el sótano de la escuela, en una silla metálica y con sangre brotando de uno de mis brazos, golpeó mi mente con dureza—. La directora quiso asesinarme e Ira se interpuso. 

—¿Qué te dijo Sidney, corazón? —indagó con curiosidad mientras se ponía de pie. 

—Que termine con lo que se desató de una vez por todas —pronuncié indiferente y a la vez pensativa. 

—Ira siempre quiso protegerte. El deseo de la directora por querer acabar con tu vida fue cada vez más fuerte —suspiró ella, observé cierto pesar en sus facciones delicadas—. Te condenó a la miseria humana, te destinó a tener lo peor, a ser una maldición para todos. Aunque tú ya lo eras desde antes, Vania. 

»Ira se enteró de que ella quiso asesinarte, Stacy se lo advirtió antes y ella pudo intervenir. Si tú hubieses muerto, todo sería diferente ahora. Eres pieza clave en esto, Vania More. Fuiste creada para acabar con un peligro que ataca desde hace décadas. Por ello eres importante, una salvación y destrucción al mismo tiempo. Tu toque es mortal. 

—No dejarán de buscarme hasta que yo me entregue —deduje, sin inmutarme por lo que la joven de ojos grises me decía—. O hasta que acabemos con ellos. 

—Exacto. Los Sark no se detendrán hasta cumplir su objetivo. Siempre han sido así. Lo que se esconde tras ellos, es inimaginable y catastrófico.

Durante todo este tiempo, tuvimos personas detrás de nosotros por culpa mía. A quien buscaban era a mí; a quien necesitaban era a mí. Y estaban tan cerca de lograrlo, pero algo me incitaba a no rendirme. 

Ese rencor que crecía en mi interior. Primero por Lila, luego por Leyla y en esos momentos por Sidney e Ira. 

—Así que te rendiste, ¿Eh? —me dirigí hacia Daniel. Él se mantuvo impasible ante mis palabras—. ¿Con qué derecho le dijiste a Ira que era una traidora, cuando el verdadero traidor eres tú? Tú nos vendiste a ellos. 

—Cada persona busca su paz, Vania —siseó venenoso—, pero no soy del todo un traidor. Si estoy con ustedes, es porque algo de remordimiento tengo. 

—¡Dejaste que se llevaran a mi amiga! —le reclamó Stacy. Sus orbes marrones centelleaban furia y rencor—. Morirá por tu mano, Daniel. Y a ti te pasará lo mismo. 

Nadie comentó nada sobre lo dicho, pero nuestras respiraciones eran más que una respuesta. Poco después, todos nos mantuvimos en absoluto silencio por minutos, varios minutos. 

Yo era el origen de todo. Sidney era el origen también. Una causante junto a otro, era obvio que nada saldría bien y que, como siempre, habría algo que se escaparía de nuestros planes, como el hecho de que Daniel era un traidor. O que Ira había decidido sacrificarse. 

—Lizzy Valls —nombró Alizée, quien de forma repentina me observó con fijeza—. ¿Te suena el nombre? 

—La primera persona que asesiné —respondí serena, impasible. Pude sentir el horror que tiñó a Leyla en cuestión de segundos tras pronunciar esa oración—. ¿Por qué? 

—Ara Vega es su hermana —explicó sin quitarme los ojos de encima. Parecía querer ahondar en lo más oscuro de mi alma—. Ara no es Vega, es Valls. El apellido de su madre. 

—Nuevamente tenemos más pruebas de que Vania es el objetivo y que siempre lo fue —murmuró Daniel, taciturno. 

—Los Valls son reconocidos por no detenerse hasta que ejecutan sus planes a la perfección. Siempre estuviste en la mira de Ara, Vania —soltó la chica castaña como si fuera lo más natural del mundo. 

—¿Qué sugieres? —pregunté a cambio, mi expresión fue indescifrable para el resto, pero para Braumand debía de resultar fácil de leer. 

—30 de agosto es mañana —nos recordó, a la vez que su cuerpo se dirigía hacia una de las paredes, parecía observar algo invisible, que no estaba al alcance del ojo humano—. Preparen sus mejores trajes, las máscaras caerán al comienzo de la medianoche. 

...

Se vienen muchas cosas JSJSJSJSJS

Estamos en los últimos capítulos :( Me da mucha pena tener que despedirme de esta hermosa historia, pero no significa que nunca más los veamos a los personajes. Recuerden que siempre hay crossovers en mis historias ;)
Así como Alizée (que apareció en Cuando el sol se apague) aparece aquí.






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