Capítulo 49

"Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti" - Friedrich Nietzsche.


Aquel hombre que había visto y que conocía bastante, aquel que me había considerado una hija para él y me protegió cada vez que pudo.

El padre de Lucas.

El hombre que alguna vez fue mi suegro.

El hombre al que yo le arrebaté su hijo sin pensarlo antes. 

Sin darme tiempo a responder o conjeturar algo, me adentré en otro recuerdo por obligación. Solo que esta vez, el ambiente fue más ligero, casi como si pudiera flotar en el aire y no existiera la gravedad de la Tierra.

Las paredes a mi alrededor se tiñeron de un celeste blanquecino, el piso era de madera oscura y refinada. Había mesas blancas y de roble, sillas de metal pintado de un tono crema, estanterías negras con bastantes libros de diferentes tamaños y aspectos.

Al parecer flotaba en lo que alguna vez fue la imagen brillante de la biblioteca del colegio.

Pero esa sensación de levitar se esfumó tan pronto apareció, caí en la realidad con una rudeza que atemorizaba a cualquiera. En consecuencia, volví a tomar el puesto que le correspondía a Ira Smith en ese recuerdo.

Su perspectiva, sus sentidos y la manera de pensar, cambiaba de forma completa.

Estaba en la biblioteca antes de que el colegio se incendiara.

—No lo olvides, hoy a las seis nos tenemos que reunir —susurró alguien a mi lado. Era la voz de una mujer.

—No lo olvido, Josephine —el sonido a través de mi garganta fue tan extraño, la voz de Ira resonaba muy distinta a la mía.

Además de su tono, el cual era más meloso y manipulador, diría que hasta persuasivo. Ella era la chica que haría que la escucharas, le dieras la razón y siguieras sus órdenes. Ella era el perfecto ejemplo de una persona manipuladora.

Mi mirada viajó hasta una figura que casi no reconocí, de no ser por sus penetrantes ojos cafés y sus labios rojos curvados en una sonrisa asesina. Ara Vega se imponía en el arco de la entrada de la biblioteca, con el cabello que bailaba sin llegar a sus hombros y sus ropas de cuero negro.

—Vega, no tiene permitida la entrada —masculló una persona que no supe reconocer, pero tal vez se trataba de la directora.

—Por favor, señora, no sea —se burló ella, sus pasos resonaron en todo el recinto, como un eco que estaba destinado a repetirse de forma infinita, perdido en el vacío—. Yo no he hecho nada —aseguró, el gesto en sus labios indicaba falsa inocencia—. Todavía.

Ira se había dedicado a evaluarla sin disimulo y en completo silencio, pudo observar que Ara tenía una actitud desafiante, un semblante inseguro, una voz falsa, tics que demostraban su nerviosismo: como el hecho de que mecía su cabello por medio de mover su cabeza con ligereza.

—Vega —se exasperó la mujer mayor.

—I —mencionó, en aires de superioridad y a la vez una peculiar amabilidad que jamás había percibido en ella, ni siquiera cuando me recibió el primer día de clases—. Vámonos, S nos espera.

—Arita, ¿Qué tal todo? —la tonada melosa resonó entre las cuatro paredes del lugar. Era la primera vez en tanto tiempo que la escuchaba hablar con esa característica suya, que al parecer no siempre estuvo presente.

—Bastante bien, I bonita —respondió lento, pausado, enfatizaba en cada palabra. Al parecer con intenciones de mofarse de forma indirecta—. ¿Ya has pensado la propuesta?

La acción de tragar saliva se sintió involuntaria y a la vez como un acto que denotaba nerviosismo, sentí cada músculo del cuello de Ira tensarse conforme Vega pronunciaba esas palabras que pareciera que estaban malditas.

—Ara, mi respuesta siempre será no —sentenció Ira, entre exasperada y llena de fiereza—. No intentes convencerme, porque ya te he dicho que no.

Mientras pronunciaba cada frase, el cuerpo se había acercado hasta donde estaba la adolescente de ojos cafés. Con suma delicadeza, el brazo que yo veía como mío, se extendió hasta llegar a tocar los mechones castaños de Ara.

—Si sigues insistiendo, tendré que tomar otro tipo de medidas —se oyó un susurro aterrador, intimidante—. No creo que te convenga, Arita.

Sabía a qué se referían: al IST. Por alguna razón, existía la posibilidad de que le hayan planteado a la melliza de Daniel el proyecto y su participación en este, pero ella se negó de manera rotunda.

Todavía no era creyente.

Pero a cada segundo se conformaba la versión de la mentira perfecta que era Ira Smith.

—Dijiste que S nos espera, ¿En dónde?

...

—Grehim requiere tu presencia, Ira —anunció una voz áspera y con cierto toque de malicia.

—Dile a Grégor Grehim que no aceptaré nada de lo que me proponga —espeté a través de Ira, sentía cada vello de mi piel erizarse. El corazón latía con furia—. No te esfuerces en convencerme, Josephine.

Se oyó un silencio. Levanté la vista del suelo y continué con mi andar por el pasillo de los casilleros, el lugar estaba desolado, denso, con una tensión palpable.

—Aceptaste ser parte de los Sark —señaló la voz suave de Ara, sus botas se escuchaban a cada paso que ella marcaba. Parecía un andar determinado, imponente—. No puedes romper el trato, ¿Quieres que tu hermano viva?¿Qué Sidney Yamakura esté bien? Entonces no huyas, no seas cobarde como todos creen que eres.

Las uñas de las manos de Ira se clavaron en sus palmas, era evidente que la tensión y la rabia recorrían todo su cuerpo. Era una bomba a punto de explotar y todo por la sencilla razón de reprimir el enojo que crecía dentro de ella a cada segundo.

Sin embargo, hubo algo que la detuvo de detonar. No entendí ni supe discernir que fue, pero en un efímero instante ella se había relajado como si nunca hubiese sentido nada. Se sintió como prender un interruptor para iniciar el modo automático.

—¿Quién es la cobarde, Vega? —una sonrisa de suficiencia se esbozó en los labios rojos de Ira—. ¿Yo o la que se esconde detrás de un líder que solo la utiliza a su antojo? Como sea, aceptaré sus términos si eso significa que me dejan tranquila. Mi paz es valiosa.

Percibí el brillo de satisfacción en las orbes cafés que decoraban el rostro de Ara Vega y enseñaban al mundo más de lo que ella quisiera. Dicen que las miradas gritan todo lo que hay en nuestro interior.

La de ella reflejaba más que su mundo interno.

—Arita, ¿Te han comido la lengua? —se mofó Ira. Cruzó sus brazos en un gesto de superioridad—. Ya que tanto has venido a buscarme, ¿Por qué no vamos con el señor Grehim?¿O es que prefiere ser llamado señor Bartoh?

Vamos —la interrumpió en seco, Ara, dando por finalizada la conversación.

Por la mente de Ira había pasado una frase, que se quedó grabada con tinta permanente incluso hasta en mi cabeza «Por los míos, lo que sea».

...

—El IST es un proyecto para aquellos privilegiados. Las personas que han sido seleccionadas para ser parte de el, son muy afortunadas —anunció el padre de Lucas en una de sus tantas reuniones con las demás personas que conformaban a los Sark.

A través de los ojos de Ira vislumbré a distintos rostros conocidos. Observé a Ley, quién se mordía las uñas con desespero; Josephine, mantenía una expresión serena y a la vez indescifrable; Ara, sonreía satisfecha de una forma tan genuina que atemorizaba; William, cruzado de brazos al lado de Vega; Eiden, Adielt y Sidney mantenían sus ojos en el suelo, como si fuera un signo de derrota, o de falsa sumisión ante un líder.

—Todos ustedes, mis queridos jóvenes, son el futuro —expresó la directora, mantenía su mano en el hombro de Lucas, en una actuada muestra de afecto—. Ser parte de nosotros es una experiencia única. No lo duden.

—Dar la vida por los nuestros —habló Grehim, áspero—. Es una falacia. Grábense eso. Nadie dará su vida por ustedes. No esperen que sean como lo son ustedes, nadie es como uno.

Tras pronunciar esas palabras, sus ojos destellaron de un verde casi irreal. Y ahí fue cuando comprendí que él los controlaba a todos, haciéndoles creer en una fantasía. Los motivaba a seguir con su proyecto, con sus planes.

¿Cuáles eran? Pues, la verdad, era algo bastante perverso.

—¿No habías dicho que nada te derrumbaría? —susurró una voz conocida, se sintió como si me hablaran al oído, pero debía recordar que lo hacían con Ira y no conmigo.

—Van, eres la menos indicada para preguntar —murmuró Ira con una parsimonia envidiable. Acomodó su cabello castaño ondulado mientras enfocaba su vista en el frente—. No creo que quieras que te recuerde que es lo que hiciste.

Leyla mantuvo su silencio, lo más probable es que esbozara una sonrisa burlona o tratara de mantener una actitud orgullosa, como era ella al sentirse vulnerable. Es una lástima que no pude saber, pues Ira jamás le dirigió la mirada y ni siquiera le giró el rostro.

—Hoy es un día especial —sonrió de forma amplia, la directora—. Ira Smith se une a nosotros tras superar todas las pruebas. Enhorabuena, Smith, eres nuestra mano derecha. Nuestra segunda líder.

Smith sabía que eso era una estrategia para que los demás le temieran y tal vez desconfiaran de ella cada vez que se acercase. Por la forma en la que sentí que se curvaron los labios y la respiración se tranquilizó hasta casi detenerse, supe que Ira ya había encontrado la forma de utilizar aquello a su favor.

Pero aún así, la rabia crecía en su interior. Y quizá con ella estaba el miedo a decepcionar a Daniel, a Stacy, a sus amigos.

...

—Daniel, no estoy para que me regañes ni me reclames —siseó la melliza que todos conocíamos—. Soy una adulta, mierda.

—¿Una adulta para quién, Kassia?¿Para Sidney? Obvio que lo eres —se mofó él, ocultando con ello sus intenciones de herir a su hermana—. Kassia, ¿Qué hiciste?

—Yo tomé una decisión, te duela o no. Estoy con ellos —espetó Ira, de forma melosa y soberbia—. No tienes ningún derecho a venir a hablarme y tratarme de esta manera, hermanito.

—¿Qué pensarían mamá y papá si se enteraran que su hija predilecta se unió a sus enemigos?¿Y que los está traicionando? Da igual las excusas que digas, firmaste la sentencia de muerte de muchos —atacó él, su mentón estaba inclinado hacia arriba, solo su mirada azul bajaba hasta la altura de su hermana. Era una clara postura de poder.

—¿Te has puesto a pensar que dirían si supieran que su hijo asesinó a todos sus ayudantes? —soltó con simpleza, percibí sus palabras llenas de dolor y a la vez decepción—. No eres tan diferente a mí, simplemente no quieres aceptar que somos iguales. Mataste a la gente de tus amados padres, ¿Cuál fue el motivo? Lo desconozco, pero dudo que tú tengas verdaderos motivos para cometer actos así. ¿Me dejas en paz, hermanito? No quiero ordenar algo de lo que pueda arrepentirme después, ¿O quizá no?

Dirigí mi vista hacia mi lado derecho, Sidney me miró, impasible. No era parte del recuerdo de Ira, pero si estaba allí era porque quería mostrarme algo.

—¿Lista para el último paso? —susurró, su tonada aterciopelada me invitaba a confiar en ella.

Después de todo lo que me mostró, ¿Había razón para desconfiar? Ella era una víctima más de la injusticia que rodeaba la sociedad.

Asentí sin reparar mucho en ello. Estaba acostumbrada a todo tipo de cosas, dudaba que existiera algo que pudiera espantarme. Había visto de todo a pesar de mi corta edad en ese momento.

...

¿Qué creen que es lo próximo que le mostrara Sidney a Vania?

Sé que estos capítulos pueden ser un poco aburridos, pero es todo que se esconde detrás de cada uno.

¿Qué les pareció?¿Se esperaban eso de Ira y de Daniel? Pronto sabremos más.

¿Creen que Ira es buena o mala?


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