Capítulo 47

"Mírame, como todos lo hacen. Con ese miedo porque al parecer yo soy el monstruo y ellos no.
Las mentiras no pueden ocultar por siempre"

Luego de aquellas palabras pronunciadas por Alizée, el aspecto de cada uno de los presentes cambió. La atmósfera adquirió una carga negativa impresionante, la energía que uno podía discernir era una tóxica, desagradable y nublosa.

La única que mantuvo su misma expresión fue la jovencita de ojos grisáceos, pero, ¿el resto? Todos cambiamos de una forma tan repentina.

Por parte mía y de Leyla, nos sorprendimos de que ella supiera de ese hecho. Hasta ese momento, pensaba que Ira no le había comunicado a nadie más que me dio ese valioso objeto, pero al parecer sí le avisó a Alizée.

—¿Cómo es eso posible? —cuestionó Daniel, la agresividad estaba tan presente en su tono de voz. Sus iris tan gélidas se tiñieron de ferocidad, al igual que su voz—. ¿Es eso cierto, Vania?

—Mírala, ¿Qué no la ves? ¡Claro que es cierto, mierda! —replicó Stacy, su fastidio era observable a simple vista. Llevaba las cejas fruncidas y los brazos cruzados—. ¿Y sabes de quién es la culpa? Sí, lo sabes, Daniel Smith.

—¡De tu maldita hermana, Daniel! —escupió Eiden, lleno de desdén y odio—. ¡Ira no sabe mantenerse callada ni un jodido momento! Todo por S, todo por esa maldita idiota, ¿No le habías enseña...?

—Cállate, Eiden —lo interrumpió William, con una seriedad que congeló el semblante de su grupo—. No es momento para discutir por tonterías. Si serán unos inmaduros, es mejor que se marchen de aquí.

—Ignorenlos, por favor —nos pidió Adielt en un susurro, sus palabras se oyeron amables—. Ustedes vayan tranquilas, ¿Si? No me importa lo que encuentren ahí, no quiero saberlo. Sólo vayan.

Me mantuve en silencio un par de minutos, imagino que ese lapso de tiempo fue una tortura para él. Pude divisar cierta desesperación que intentaba ocultar, pero sólo crecía más y más.

¿Qué había en el pendrive?

¿Por qué no quería saberlo?¿Por qué a los demás sí les importaba y a él no?

—Está bien —hablé por fin, soltó un suspiro aliviado—. No sabrás lo que hallamos, ¿De acuerdo?

—Gracias —murmuró, más tranquilo y ligero. Ya no existía preocupación alguna para él—. Vayan a la biblioteca, la última computadora les servirá.

Isabel y yo compartimos una mirada llena de complicidad, mientras nos retirábamos de esa habitación donde los chicos peleaban. Ambas nos preguntamos en ese momento que era lo que no querían que se sepa, sin saberlo, estábamos a un paso de soltar uno de los mayores secretos.

La razón para que se creara la mentira perfecta.

Todo en esta vida tiene un motivo para existir.

...

Cerré las puertas una vez ya estuvimos dentro del gran recinto cargado de estanterías, libros de todo tipo y algunas computadoras. Las ventanas estaban cerradas, pero aún así, una corriente helada soplaba en la estancia.

Podía divisar a través de los vidrios el cielo y las estrellas que habían en el, uno de los jardines del instituto y alguna sombra que generaba el movimiento de las hojas de los arbustos.

Me dispuse a orientar mis pasos hacia la zona de las computadoras, de las cuales no me había percatado su existencia hasta ese instante. Mi chica siguió mi andar, sin cuestionar lo que hacía.

—¿Lo tienes? —interrogó, sus palabras se atropellaron un poco. Quizá era por los nervios que podía visualizar en ella.

Introduje mi mano en el bolsillo de mi saco y retiré el objeto que Ira me había otorgado días atrás. El metal relumbró cuando la luz se cruzó en su camino, me giré a verla con una sonrisa.

—No lo iba a dejar a merced de Ara, tranquila —le dediqué una sonrisa serena. Respiró tranquila al escucharme.

Proseguí a sentarme en el ordenador que me había indicado Adielt minutos atrás, Leyla se trajo una silla para estar a mi lado y tras eso, sentí que apoyó su cabeza con delicadeza sobre mi hombro derecho.

Al ingresar en el sistema, introduje la contraseña que me había dicho Ira tiempo atrás. No lo expresó de forma explícita, pero eran los números de nuestras habitaciones más las siglas del IST.

Ni bien pude, coloqué el pendrive en el puerto USB y esperé a que la máquina lo leyera, la impaciencia carcomía mis entrañas y me empujaba a tensar mis músculos de pies a cabeza. Isabel también estaba de esa forma, éramos conscientes de que lo que podíamos encontrar, tenía la posibilidad de destruirnos o de darnos muchas respuestas.

En el instante en que el pendrive terminó de leerse, se desplegó un menú de carpetas con el contenido del mismo. Contuve el aliento al leer los títulos de los documentos y demás.

IST-9
IST-10
2i, IST-8
S. I.
Daniel Smith y Stacy Aret.
William Sevens.
Adielt Jonst. 3i
Eiden Wells. 2i
Biblioteca. 1i.
Blas Lasco. Culpable.
Basement.

Me detuve a pensar por unos segundos cuál abriría primero. Podía tardarme una eternidad allí, revisando archivos, grabaciones o lo que sea que contuvieran esas carpetas. ¿Cuál era la mejor elección?

¿Ver todo o ver un poco?

—Abre las primeras cuatro, luego vemos el resto —opinó Leyla, pareciera que pudo leer las dudas de mi mente.

Asentí, callada, mientras cliqueaba sobre esas carpetas que terminaron por mostrarme diferentes archivos de grabación, documentos word, audios y un vídeo que se titulaba "Paradero de S".

Decidí comenzar con la primera carpeta, la cual contenía cuatro vídeos, un audio y un documento word.

El primer vídeo enseñaba una biblioteca apagada, con pequeños destellos que parecieran ser chispas, antes de que las luces se encendieran de repente y pudiera verse escrito en la pared "Corre por tu vida, S".

El siguiente mostraba una habitación del sótano, de paredes grises y mala iluminación, con una persona sentada en una silla en el centro de ese lugar. Podían apreciarse charcos rojizos alrededor de esa silueta humana, además de que respiraba de una manera agitada, extraña, como si estuviera bajo los efectos del algún medicamento o sustancia.

Las próximas grabaciones no eran más que la explicación de porque se le mencionaba al proyecto como el IST-9, aparentaba ser la promesa del futuro, un suceso perfecto que ayudaría a muchos.

Entre ellos, los miembros del mismo: Ira Smith, S anónima y Thelonius Aret.

Proseguí a oír el audio, de una duración de 10 minutos.

La estática estaba presente en este, una voz susurraba a la lejanía hasta que en los dos últimos segundos gritó el nombre de Ira. Era un pedido de auxilio de una mujer, que podía ser S, ya que la voz no se parecía a alguna que yo conociera.

¿O quizá sí?

—¿Vemos el documento o es demasiado para ti? —masculló la pelirroja a mi lado, preocupada por mi estado.

—Lo vemos y luego pasamos al resto de carpetas, ¿De acuerdo? —susurré, un poco seria.

Todavía creo que esa fue una de las peores decisiones que pude tomar en mi vida.

Ese archivo word describía los objetivos del IST, los números correspondían a la cantidad de veces que se intentó ejecutar. Ya llevaban diez veces sin resultado alguno, porque nadie de los integrantes lograba pasar de pruebas o desaparecían en el intento.

Era un proyecto egoísta y placentero para un sádico, sólo querían probar hasta que punto era capaz de llegar una persona para salvar a otra, deseaban corromper a la sociedad de mentiras que era el círculo de alumnos del colegio.

—Está claro que desaparecieron a S, ¿Verdad? —escupí, con cierta rabia que no poseía idea alguna de donde emergió.

Por alguna razón, todo lo relacionado a esos proyectos y a los Sark me causaba repulsión, rencor, odio, como si yo quisiera ser una salvadora del mundo o una heroína.

Lo cierto fue que, lo que comenzó en una venganza, destapó más de un secreto. Y cada uno de ellos, fue la condena para más de uno.

...

—¿Y dónde está S, entonces? —inquirí, dubitativa. Mis manos soportaban el peso de mi rostro, mordí mi labio sin saber que hacer o decir.

Ver todo eso fue un gran golpe, no me dolió ni provocó asco o algo por el estilo, pero si me impactó un poco. ¿Qué buscaba Ira Smith al enseñarme todo aquello?

«Que la ayudes, ella necesita que la busques. Quiso que salvaras a S, lo sabes»

—¿Y aún confías en ellos, Vania? —cuestionó Leyla, desconcertada—. ¡Lo viste con tus propios ojos!¡Asesinaron a personas que no eran los Sark!

—No sabemos si eran cómplices de ellos o no —mascullé, severa—. Así como yo no sabía que Ara los apoyaba y que tú estuviste en el sótano.

—Tienes un buen punto —sentenció, suavizando su tono—. ¿Qué haremos?

—No lo sé, Isabel —murmuré, hastiada de tanto misterio, de tanta intriga—. S tiene mis respuestas, lo presiento.

—Bien, pero si no la encontramos, olvidamos eso. ¿De acuerdo? —musitó, un tanto angustiada. Acarició mis mejillas de forma suave—. No quisiera que algo te pasara.

—Vamos a estar bien, lo sé —le aseguré y deposité un corto beso en sus labios. Sonrió ante esa acción, un ligero rubor había comenzado a extenderse por su rostro.

—No asegures algo de lo que no sabes que pasará en un futuro —murmuró, una ligera tristeza era perceptible en la manera en que arrastraba las palabras.

Suspiré con cierta pesadez.

—Sé que vamos a estar bien y es importante que tú también creas lo mismo, Isabel —expuse, seria. Sus iris verdosas me observaron de forma atenta—. Fresita, vamos a estar bien. Ambas lo sabemos.

Un silencio se formó a nuestro alrededor tras aquellas palabras. Ella no dijo nada más, sumida en sus pensamientos, y yo preferí no interrumpir esa armonía que se había creado en un par de segundos. Parecía agradarle tanto.

—Ellos... Ellos fueron parte de los incendios que hubieron en este colegio —señaló, conmocionada—. ¿Por qué?

—Tal vez para evitar que algo más pasara —opiné, vacilante.

Lo cierto era que en esas carpetas señaladas con un "i" y un número, correspondían a las que contenían material que podía culpar a personas por los incendios sucedidos en el instituto años atrás.

Adielt Jonst y Eiden Wells habían sido unas de las personas que provocaron esos sucesos. El muchacho de cabellos negros se había encargado del comedor y algunas de las habitaciones, pero él no había sido la persona que vi en ese vídeo días antes.

Estaba segura de ello.

Era una certeza que tenía. Ni él, Eiden o alguno de los chicos había sido esa persona del primer incendio, pero, ¿Entonces quién fue?

—Blas Lasco, culpable —mencionó, estupefacta—. ¿Culpable de qué exactamente?

—No lo sé —suspiré, frustrada. Ella suavizó su expresión y casi articuló un "lo siento", negué con la cabeza—. No te disculpes. Ya vimos todo, vámonos.

Me dispuse a retirar el pendrive y guardarlo en uno de mis bolsillos, Leyla no apartó su mirada de mí ni un segundo. A veces deseaba saber que era lo que pasaba por esa cabeza de ideas lindas, pero me conformaba con suponer, deducir o preguntarle.

Mis ojos viajaron a otro lugar, más que nada por instinto y leve curiosidad, nunca me había sentado a analizar toda la biblioteca en sí. Cada vez que estaba en ese lugar, percibía una corriente gélida, una sensación de sentirme observada aun cuando no estaba nadie presente. Algo dentro de mí me susurraba que no estaba en el mejor lugar del colegio, que incluso la oficina de la directora era una zona más segura.

Detuve mi mirada en una de las tantas estanterías que estaban colocadas en la gran habitación, la repasé de forma lenta con mi mirada. Algo lograba captar mi atención, pero no llegaba a identificar que era.

Suspiré, observé a Leyla, quién asintió al ver la pregunta en mis orbes oscuras. Ambas nos levantamos y caminamos hacia aquella estantería.

Fue entonces cuando, al evaluarla desde el estante más alto hasta el último, me percaté de un libro de tapa negra que destacaba entre todos los demás. Estiré mi brazo para agarrarlo y fruncí un poco el ceño al apreciar la tapa en su totalidad.

Era de un color negruzco, las puntas parecían un poco desgastadas, llevaba unas decoraciones en color plata y una gran cruz invertida en medio, en tono amarronado.

Palpé ambas tapas, había bastante confusión en mi interior, pude notar como Leyla respiraba un poco agitada, al parecer preocupada por mí y porque no emitía palabra alguna.

—¿Nia? —susurró, suave. Su voz me hizo salir de mi trance.

Bajé la mirada hacia mis dedos para advertir que estos se aferraban con fuerza a una especie de collar y un papel blanco con los bordes amarillentos y un poco quemados.

Devolví el libro a su lugar con una rapidez como si me quemara. Mi corazón latía de una forma tan veloz, parecía que quería abandonar mi cuerpo, mi respiración se tornaba pesada. Se me dificultaba respirar, no comprendía el porqué, ¿Qué ocurría?

Mis ojos seguían fijos en aquella cadenita de metal que colgaba de mis dedos, un colgante de una cruz invertida se balanceaba con delicadeza. Y la carta que había a su lado, aquella que mis dedos arrugaban un poco por la fuerza que ejercía al sostenerla, una fuerza que resultaba involuntaria...

Ese papel traía escritos unos datos. El nombre Yadire Bartoh, era el que más resaltaba entre todas esas letras, su tipografía era de un estilo gótico y aparentaba tener un ligero relieve al tacto.

No sé que fue, a día de hoy no recuerdo bien el porqué, pero algo me impulsó a darle la vuelta al papel y así lo hice.

Mis sentidos se paralizaron al leer "S no corrió por su vida, ¿Tú lo harás?"

"¿Quién soy, Dafne Vantest?¿O debería decir Vania More?"

-Rochitus

Uy, uy, uy, ese finaaaaaal.

¿Qué piensan ustedes?

¿Quién es Yadire? 

Nos vemos en el próximo capítulo. Puede que tarde en actualizar ya que tengo un lío con el orden de los capítulos JAJAJAJAAJAJAJAAJAJA

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