Capítulo 4.

“Si es un Milagro, cualquier testimonio es suficiente, pero si es un Hecho, es necesario probarlo.”- Mark Twain.

Luego de ese escándalo en el comedor, el día siguió con normalidad hasta la noche.

Después de la cena, teníamos que limpiar todas las aulas. Lo que significaba desvelarnos.

—Ara, ¿Por qué ellos hicieron eso? —inquirí en un tono de confusión, con algo de temor también.

Ella dirigió su mirada castaña hacia mí y no respondió, siguió limpiando las mesas con limpiador y un trapo.

—¿Leyla? —entorné mi visión hacia ella, quién simplemente levantó sus hombros en señal de — o no saber, o no importarle— para luego seguir barriendo.

Me limité a tragar saliva y suavizar mi expresión a una más calmada, agarré el borrador y empecé a borrar lo escrito en el pizarrón.

No vi a los demás chicos, supuse que estaban limpiando otra aula.

Una vez terminé con el pizarrón, proseguí a limpiar el escritorio, armario y sillas.

Por último, cuando la pelirroja ya había terminado de barrer el piso, me dediqué a limpiarlo.

—¿Por qué hiciste eso? —soltó Ara, dejando de lado a la mesa.

—¿Hacer qué? —contesté concentrada en quitar una mancha del suelo, una mancha rojiza.

Eso —enfatizó y fruncí el ceño. No comprendía a que se refería.

—Si te refieres a golpear a ese chico, es porque las defendí a ustedes —dije al enjuagar el trapeador.

Escuché un suspiro frustrado por parte de alguna de ellas, pero no objeté nada. Terminé de limpiar el suelo y nos fuimos a otra aula.

Ese día, limpiamos varias aulas más entre el silencio de la noche. Ni un solo ruido había.

Eso me llenó de temor aún más, le tenía miedo a la oscuridad y al silencio. Me daba escalofríos.

—¡Esto es todo tu culpa!Nos van a descubrir y juro que te haré pedazos —gritó una voz femenina y chillona al final de pasillo.

—Cierra la boca, estúpida —regañó otro chico al que yo pude reconocer como Smith.

...

Estaba durmiendo plácidamente, envuelta con mantas que me producían calor, hasta que sentí a alguien golpetear mi mejilla de manera suave.

—Hay que ir a clases —anunció Leyla en un tono comprensivo.

—Quiero dormiiir —refunfuñé mientras me acomodaba mejor en la comodidad de aquella cama.

—Vamos, tenés que desayunar algo —me recordó en un tono cálido y se alejó de mí.

Bufé repetidas veces y me destapé para levantarme.

Me fui al baño a cambiarme, me daría una ducha más tarde. Al verme en el espejo, mis ojeras se hicieron presentes. Suspiré y ví la manera de que no se notaran tanto.

Recogí mi cabello en una coleta ni tan alta ni tan baja. Me enjuagué el rostro y salí.

Nos dirigimos a paso apresurado al comedor.

Al entrar en él, todas las miradas recayeron en nosotras. Algunas eran lastimeras, otras estaban llenas de temor.

Al parecer, la gente se asustaba mucho de ellos.

—Vamos —musitó Ara mientras se dirigía a buscar su desayuno. Yo y Leyla la seguimos.

Incluso un chico que estaba sentado solo en una mesa, tomó sus cosas y se cambió a otra más alejada.

Era tan raro todo en ese lugar.

«Mañana es sábado, iupiii, vas a poder visitar a Adrianne »

Eso era cierto, volvería a ver a Adrianne después de unos días que para mí fueron eternos. Bah, creo que fueron sólo dos, pero se me hizo como si hubiera pasado casi un mes.

—¿Por qué actúan todos así? —les susurré a ambas. Ellas ignoraron mi pregunta y fueron a sentarse.

Qué extraño.

Las seguí y me senté en unas de las tres sillas, me dispuse a comer mis pastelillos en silencio.

Sentí un pequeño pero punzante dolor en mi abdomen bajo. Me extrañé un poco. Creo que hace días no me venía el periodo, pero no estaba en época de tenerlo, por lo que supuse que eso no era.

El bullicio se hizo presente conforme seguía masticando.

¿Por qué se metió con ellos?

¿Qué hace con esas dos?

Dios mío, ella ya está muerta.

Aún no, todavía no.

Es peligrosa. Lo más probable es que lo sea.

¿De dónde viene que actúa así?

—Silencio —gritó una voz femenina, la misma que había escuchado el día del castigo.

Todos se callaron al instante, al parecer por temor. Seguí con mi mirada la dirección de donde provenía la voz, encontrándome con una chica bastante atractiva a mi parecer. Y con rasgos similares a Smith.

—Ella es Ira Smith, la melliza de Daniel —explicó Leyla al terminar su comida.

—¿Smith? —ella asintió lentamente y me hizo un gesto para que bajara la voz, me resultó extraño, pero lo hice.

—Dejen de hablar de eso —murmuró Ara en un tono frío.

—¿Por qué? —cuestioné curiosa.

—No preguntes, Dafne —me sugirió la pelirroja. Suspiré y dejé de preguntar.

Volví mi atención a Ira, parecía una reina, caminaba con una elegancia hacia la mesa donde estaban los demás. Pude notar como varios se alejaron de esa mesa, atemorizados.

No llegué nunca a hilar una teoría coherente en mi cabeza sobre el actuar de las demás personas. A mí se me hacía ridículo.

Y sobre ellos, suponía que eran unos jóvenes que se dedicaban a molestar a todos y por ende, les temían.

¿Quieren que les diga algo?Estuve siempre equivocada sobre ello, pero, aún no llegamos a esa parte de la historia.

Mercink~

¿Por qué creen que les tienen miedo?

Estos capítulos están siendo un poco cortos, pero luego se volverán más largos.

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