Capítulo 39

"Todas las preguntas son importantes y todo tiene una función específica"

Él me miró sin emoción alguna, sólo podía encontrar serenidad en su semblante. Sentí que mi corazón se paralizó al saber cuál era su nombre, que lo conocía y que ya había hablado con él en el pasado.

Ni siquiera pensé en la reacción de Ley y Ara, sólo pude centrarme en el chico que esperaba no volver a ver nunca más. O al menos no en esa vida.

—¿Qué haces aquí? —Ara rompió el silencio, adusta—. Tú no puedes estar aquí.

Quité mi visión del rostro de él y la fijé en las chicas. Ley se acomodaba el cabello con su mano izquierda, temblaba un poco; Ara estaba cruzada de brazos con una expresión seria y confundida, su cuerpo reflejaba tensión. No estaba a gusto con la presencia de él.

—Vine a visitar a mi madre —respondió el interrogado, sosegado—. ¿Por qué esa agresividad hacia mi persona? Yo no hice nada, Ara.

El viento comenzó a soplar más fuerte justo en ese momento. Los mechones de mi cabello volaban y se pegaban a mi cara, lo que desembocaba en una sensación un tanto incómoda, más que nada porque cubría mis ojos y me imposibilitaba ver de manera clara.

—Imposible, tú... tú e-estás —balbuceó Ara, confusa. Sus ojos se veían llorosos—. ¿Qué mierda estás haciendo aquí? —repitió, pero molesta.

El chico que todas conocíamos, elevó sus hombros en señal de que no le importaba si era posible que estuviese ahí o no, no le interesaban las preguntas de la castaña. Sonrió un poco, inexpresivo, como si sólo fuera un acto reflejo.

—Es posible, Ara —fue lo único que respondió, duro, antes de dirigirse hacia mí—. ¿Qué tal estás, Vania?¿Qué estás haciendo aquí? Hace bastante no hablamos, ¿Verdad?

Lo observé, sin saber que responder por unos segundos. Mi garganta parecía cerrada.

¿Era posible que Leyla y Ara lo conocieran? La curiosidad por querer saber porque ellas habían reaccionado así, me estaba matando por dentro. Parecía un veneno que no me iba a dejar en paz hasta saberlo. Estúpida curiosidad.

Cuando tuve la certeza para responder algo coherente, hablé:

—Estoy bien y...

—Ella estudia aquí —me interrumpió Ley, su mirada verde se veía un poco hostil y estaba dirigida a Lucas.

«¿Qué es lo que sucede entre ustedes?¿Tienes celos, Isabel?¿O es algo más?»

La cara desconcertada de Lucas provocó que no pudiera reprimir la sonrisa que quería escapar de mis labios ante la respuesta de Ley. Mis labios esbozaron una sonrisa bastante amplia y divertida.

—Sí, estudio aquí —confirmé indiferente ante ese detalle—. Llámame Dafne si estamos frente a otros alumnos que no sean ellas. Sé que no eres malo y eres un buen amigo, ¿De acuerdo?

Él asintió, sin poder ocultar su perplejidad. Debo admitir que me causó un poco de gracia, imagino que él nunca se esperó verme ahí, y menos como una alumna más.

Jamás espero volver a ver los ojos de su asesina.

Cuando éramos pareja, evadía siempre el tema del colegio o se mostraba reacio a que yo supiera más. También estaba a la defensiva cada vez que escuchaba los rumores que corrían por las calles de Grelim, debí intuir que el no los ignoraba. Que él siempre supo más de lo que demostraba.

Y pensar que esos rumores habían empezado por un alumno que había escapado del Blue College. Si soy sincera, su versión de los hechos no parecían tan descabellados ahora que estaba ahí dentro.

En el colegio al que todos temían y no querían estar ni siquiera a dos metros.

Cerré mi cuaderno de manera brusca y me paré con rapidez. Podía sentir los ojos de los presentes clavados en mí, pero no me importó en lo absoluto.

Suspiré. Se hacía tarde y no me sentía muy cómoda con Lucas ahí.

—Recuerda, querida —Ira se puso de pie y se acercó a mí hasta quedar demasiado cerca de mi oído. Tan cerca, que podía sentir su cálida respiración rozar contra parte de mi cara y cuello—. Es hoy.

Las palabras fueron musitadas, me sonrió con dulzura y peinó algunos mechones de mi cabello oscuro con sus manos, para después alejarse de nosotros con un andar sereno.

Cuando despegué mi vista de Ira Smith y la fijé otra vez en los chicos, pude apreciar el temor de Ara que se dibujaba en sus ojos cafés con tan sólo observar a mi ex novio.

Eso abrió una nueva interrogante en mis adentros: ¿A qué le temía tanto Ara y por qué observaba de esa manera tan escéptica a Lucas?

...

Al llegar la hora de la cena, miré mi plato con desgano. Mi estómago estaba cerrado y se negaba a probar un bocado de la comida. Solté el aire que llevaba conteniendo por un buen rato y agarré mi vaso de agua para beber un poco.

—¿Lucas no estaba...? —pensó en voz alta, Ara. Sus ojos cafés estaban perdidos viendo un punto fijo.

—Tuvo que ser una mentira lo que dijeron sobre su muerte, entonces —opinó Ley en voz baja, cortando un pedazo de tarta de verduras.

Por su cara, se notaba que no le gustaban mucho las verduras. Ella era más de lo dulce que lo salado, bastante opuesta a mí.

—No lo fue —me apresuré a responder antes de darle un sorbo a mi agua, seria.

Me arrepentí al instante, no debí haber dicho eso, pero bueno. Ya estaba hecho y no podía viajar a unos minutos antes para evitar abrir la boca.

—¿Por qué él y tú se hablaron con tanta naturalidad? —la pregunta y seriedad de Ara me desconcertaron un poco.

Era una chica seria, pero se la veía mucho más cuando hablaba sobre ese tema. Pareciera que la mención del hijo de la directora la incomodaba y a la vez, le daba miedo. ¿Por qué?

—¿Por qué la pregunta? —respondí con amargura.

Ella levantó la mirada de su plato para observarme con interés y detenimiento.

—Simple curiosidad —musitó, hosca.

Alcé una ceja, era más que evidente que no creía en ella. Y no le creería, no después de saber que estaba con los Sark y estuvo implicada en la muerte de mi hermanastra, sabía que iba a morir y no hizo nada. Sólo los apoyó.

¿Cómo podía estar a favor de que asesinen a un niño? Un alma inocente, maldita sea.

Leyla carraspeó, captando mi atención. La miré con una pequeña sonrisa, esperé a que hablara mientras me deleitaba de observar su rostro.

—¿Entonces fue cierta su muerte? —inquirió en un tono de voz algo elevado.

Su voz dulce atrajo las miradas del resto, ella se encogió un poco de hombros, arrepentida por hablar tan alto. Resoplé por lo chismosos que solían ser los alumnos que se encontraban en el comedor.

—Fue cierta —reafirmé con una sonrisa amplia.

Se quedó petrificada ante mi respuesta, sus ojos verdes no dejaban de evaluarme con minuciosidad y confusión ante mis palabras. No le diría que había asesinado a Lucas y que estaba hablando con un resucitado, porque eso suponía de él: lo habían revivido.

O tal vez era un hermano de él, del cual desconocíamos la existencia. ¿Quién sabe?

Me levanté de mi silla y me fui caminando hasta la puerta del comedor. Al pasar cerca de las otras mesas, los adolescentes aguantaban hasta la respiración, sumían al recinto en un silencio sepulcral.

Esa sensación de tener poder sobre el resto resultaba agradable. De alguna extraordinaria manera lo era.

Antes de llegar a la puerta, me di la vuelta para buscar la mesa de ellos con la mirada. Una vez la encontré, les sonreí de manera gélida y continué mi camino hacia mi habitación.

...

Pronto fueron las dos de la madrugada, hora en la que todos dormían en el internado y nosotros salíamos a hacer nuestras "investigaciones nocturnas", como me gustaba llamarlo.

Caminábamos con tranquilidad por los pasillos ya que Josephine se había quedado en la habitación de las cámaras, por lo que no había de que preocuparnos. Sentí un poco de pena porque se quedara sola, sé que no se encontraba bien después de la muerte de Lorey.

Que por cierto, eso aún seguía siendo un misterio. Uno que ya aclararíamos.

Iba al frente de los chicos, Ira estaba a mi lado. Mi andar era tosco y agresivo, el de ella suave y elegante. Los chicos atrás nuestro iban rectos y serios.

Mientras caminaba por el pasillo que parecía interminable, sentí una ventisca acariciar mi rostro tenso. Me permití observar a mi alrededor, manteniendo la compostura en todo momento.

Yo no era débil y nunca lo sería. La Vania que lloraba por la muerte de su hermanastra y se preocupaba por los demás, ya no existía más. La dejé enterrada en lo más profundo de mi alma, lo que permitía que mi parte fuerte y más decidida que nunca saliera a la luz.

En el momento que decidí escudriñar mi entorno, la pequeña ráfaga desapareció. Tragué saliva, supe el porqué de ese leve viento.

Alguien nos observaba.

Relajé mis hombros y apresuré mis pasos para llegar más rápido a la puerta de la secretaría. Cuando estuve ahí, intenté abrirla, pero no pude.

Estaba cerrada.

—Mierda —maldije en voz baja, molesta.

Miré a Ira, tal vez a ella se le ocurriría algo para abrir la maldita puerta, pero me observó sosegada sin darle mucha importancia al asunto. En ese instante, me pregunté como hacía para mantener su paz en todo momento.

Yo que ella, ya me hubiese hartado de todo y me hubiese ido al carajo.

—El secreto es mantener la tranquilidad, hermosa Vania —comentó susurrante. Sus ojos azules se clavaron en mi rostro, parecían querer asesinarme.

Lo usual si venía de ella.

Suspiré exasperada y me hice a un lado para dejarla abrir la puerta. No es secreto que la paciencia nunca fue ni será una de mis virtudes, ¿Verdad?

Ira sonrió con dulzura y serenidad, caminó a la puerta para abrirla. Supe en ese instante que planeaba forzar la cerradura de una manera que no se notara tanto que habíamos entrado.

Mientras ella intentaba burlar la cerradura, examiné mi alrededor con atención. La decoración elegante y vintage de la escuela, parecía aterradora cuando estaban las luces apagadas y caía la noche.

Algunas ramas chocaban contra las ventanas, que por cierto, abundaban un montón en la escuela. Siento que eran esas cosas las que le daban un aspecto más espeluznante al enorme y laberíntico edificio.

—Alguien viene. Apúrate, estúpida —bufó Stacy, cruzada de brazos.

Su mirada estaba puesta en el pasillo, orienté mi atención y audición al mismo sitio, y en efecto, alguien se acercaba. Los tacones de esa persona se escuchaban en el silencio de la noche.

—Ira, ¿Cuánto falta? —quise saber, sin apartar mis ojos del pasillo.

—Sean más pacientes, cariños —murmuró melosa—. Aquí nadie va a morir. Aún.

Rodé los ojos y no comenté nada más, sólo me fijaba en que los pasos no se acercaran. Me inquietaba un poco el asunto de que pudiesen estar a punto de descubrirnos.

Si nos encontraban cuando rompíamos las normas, podrían enviarnos al sótano. Probablemente crean que no suena mal esa idea, el problema es que no teníamos ni la más palida idea de que es lo que hacían ahí dentro. ¿Y si nos mataban?

—Hay que irnos —decidí inquieta.

Ira suspiró y se alejó de la puerta, nos miró sin decir nada. Tras eso, comencé a caminar con prisa hacia el pasillo contrario al que se escuchaban los pasos, buscando un lugar en el que podamos escondernos.

Maldito pasillo en el que sólo había ventanas grandes y oscuridad.

Cuando divisé una puerta, me aproximé a ella con rapidez y recé porque estuviese abierta. No lo estaba, pero bastaron unos empujones para que se abriera.

La diferencia entre esa puerta y la de secretaría, es que esa era de madera. La que Ira intentó abrir era de metal.

Nos adentramos en esa habitación, que a simple vista parecía pequeña. Daniel cerró la puerta con sigilo, mientras el resto observabámos el interior con escepticismo.

De pronto, a lo lejos, se pidieron escuchar los gritos enfurecidos de la directora, la secretaria y algunos guardias. Respiré aliviada al ver que no nos habían seguido ni encontrado.

Me alejé de la puerta al ver que había partes de la habitación que iluminaban por el brillo de la luna que entraba por la ventana. Busqué el interruptor de la luz entre las paredes, extrañada por no encontrarlo.

—¿Qué haces, Vania? —preguntó Adielt, confundido.

—Besa paredes —ironizó William—. ¿Tú qué crees? Busca la cosa esa de la luz, Adielt.

—Silencio, par de imbéciles —masculló Stacy, parecía bastante molesta y a la vez asustada.

—¿Le temes... a la oscuridad? —hablé entre pausas, distraída por la pared que estaba frente a mí.

Estaba llena de espejos de distintos tamaños, algunos escritos con marcadores, otros limpios por completo. Alcé una ceja por lo rara que se veía la escena.

Escudriñé la habitación completa en silencio bajo la atenta mirada de mis acompañantes. Fruncí el ceño, mientras que esa pared estaba llena de diversos espejos, otra estaba cargada de fotos diferentes.

—Así que tú eres Vania, un placer conocerte —habló una voz grave a mis espaldas.

Mercink~

Buenas, ¿Qué tal están? Lamento tardar en actualizar, he estado preparando este capítulo uwu.

¿Opiniones sobre Lucas?¿Qué hace ahí?

¿Quién es la persona que le habló Vania?

¿Teorías? 👀

Uwu, nos vemos en el próximo capítulo. Se viene potente ❤️

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