Capítulo 38
"Tu corazón sabe la respuesta, pero tu mente la oculta. Cuando sea el momento, la caja de Pandora será abierta"
Mi garganta se sintió seca de repente. Observé con atención a la rectora, ella seguía con esa expresión serena y despreocupada. ¿Lo peor? Yo me sentí acorralada y descubierta en ese momento, odiaba sentirme de esa manera.
Detestaba sentirme vulnerable ante alguien.
—¿C-cómo dijo? —titubeé sin querer.
Mordí mi lengua por vacilar, no debía mostrar signos de debilidad ante alguien más. Eso sólo le daría la razón a la mujer enfrente de mí.
—Vania More, la sobrina del asesino de mi hijo o... —fingió pensar un poco, llevó una de sus manos al mento—. ¿La asesina de mi hijo?¿Me estaría equivocando, Vania?¿Tú que dices?
Sí, es lo que leyeron. Yo soy la asesina de Lucas, el hijo de la directora de el Blue College. Una triste y larga historia.
Nunca fue mi tío, yo fui la asesina. Siempre he sido yo.
La sonrisa de mi ex suegra me quitaba el aliento, parecía asfixiarme sin tocarme ni un pelo. Suspiré, no tenía que importarme la muerte de alguien que ya había superado, no pertenecía más a mi vida.
¿Por qué me importaría?
—Aunque, bueno, él no fue el primero en morir por tus manos. Antes ya te habías manchado de sangre, ¿O me equivoco? —arrojó sin miedo, evaluando mi reacción—. ¿Te comieron la lengua?
Me quedé estoica en mi lugar. Mi mirada seguía fija en ella, pero cada vez se iba tornando más hostil y furiosa. No me gustaba que me recordaran mi pasado.
El pasado estaba pisado.
Si alguien lo traía a mi vida, esa persona pagaba las consecuencias.
Se cruzó de brazos con notorio interés mientras me veía. Mis ojos viajaron al resto de la habitación, no tenía intenciones de mirarla y tampoco quería. No después de saber que ella estaba con los Sark.
Con las personas que me estaban buscando para matarme o quizá algo peor, quién sabe.
—Cambia esa cara de haber visto al diablo, querida —sonrió tranquila y fijó su vista en la pantalla de su computadora—. No te echaré de aquí, ahora tengo a mi hijo y soy feliz.
Fruncí el ceño de una manera notable, mi rostro reflejaba un total "Khé?". Lucas estaba muerto, era imposible que lo tuviese con ella, a no ser que se refiriese a sus cenizas.
—Él me lo contó todo, absolutamente todo. Me dijo el como le clavaste un vidrio en el cuello, lo empujaste contra una puerta, lo viste morir y lloraste. No hiciste nada para ayudarlo —detalló sin tristeza. Su voz estaba carente de emociones.
Crucé mis brazos y tensé mis hombros. Ella no mentía, todo lo que salía de su boca, era malditamente cierto. Ni una gota de mentira había en esas palabras.
Cerré mis ojos un momento y me transporté a ese día donde murió. Desde hace unas semanas que venía sintiendo que algo malo le pasaría, pero jamás se me ocurrió pensar que podría ser por mi culpa.
—Vania, ¿Por qué no quieres hablarme?¿Hice algo? —preguntó, melancólico.
Pude ver como sus ojos azules destellaban inseguridad. Eso me partió el corazón, Lucas siempre había sido un chico inseguro, no era una mala persona.
Era una persona bondadosa, gentil, educada, de sentimientos nobles.
Él nunca mereció ese final.
—No hiciste nada malo, Lucas —afirmé con sinceridad—. Es... Es sólo que...
Las palabras no querían salir de mi boca, parecía como si hubiese olvidado la facultad de hablar. Había pasado una semana desde la muerte de mis padres y yo estaba más que destrozada. Me sentía rota por dentro, como si una pieza de mi alma faltara.
Existía un huevo en mi interior, un agujero que nada llenaba y sólo generaba la sensación de "vacío".
Los nervios me recorrían en ese momento, nadie sabía de la muerte de mis progenitores y prefería que no se enteraran. No quería miradas de lastima o pena del resto. No las necesitaba.
Nadie podía enterarse.
—¿Qué sucede, Vania? Sabes que puedes decirme, yo no te juzgaré —aseguró, acompañado de una sonrisa amable.
Negué con la cabeza. No quería hablar, la muerte de ellos me dolía y enfurecía, no pude despedirme antes de que murieran. La culpa carcomía mi alma, la impotencia por no poder impedir que murieran.
Y la rabia por la manera en la que me trataba mi madrastra.
¡Yo los amaba! Incluso cuando discutía con ellos a cada instante por desacuerdos entre nosotros. Una de las razones principales era la de que mi madre me dejó al cuidado de mi padre, sin importarle en lo más mínimo lo que pudiera sucederme.
—Vete, Lucas. Eres un excelente amigo y te amo, aún lo hago, pero no quiero lastimarte. Tampoco quiero hablar ahora —susurré sin mirarlo. Continué bebiendo de mi vaso de refresco de coca-cola.
En ese momento amaba a Lucas, habíamos sido novios y fuimos una linda pareja. Lamentablemente, nada es eterno en esta vida, comenzábamos a discutir y preferimos ser solo amigos.
Una relación tóxica no me venía bien.
—Vania...
—¡Dije que te vayas! —mascullé irritada y lancé el vaso de vidrio contra la mesa.
El objeto estalló en miles de pedazos, unos grandes, otros pequeños. Varios de ellos alcanzaron al chico enfrente mío, pero yo no me inmuté.
Lo miré, la rabia surcaba mis ojos, la hostilidad sobresalía de mí. Anhelaba que se alejara.
—¡Fuera! —pedí mientras lo levantaba de la mano y lo empujaba con delicadeza hacia la puerta.
No miento, fue con cuidado, no quería lastimarlo.
De él nunca me llegó una respuesta, sólo un simple balbuceo que pareció más un gemido ahogado que otra cosa. Eso me alarmó.
—¿Lucas? —lo llamé, pero no respondió.
Me acerqué a él y le di la vuelta, ya que se encontraba de espaldas. Su rostro estaba impasible, no hablaba, no se movía. Tardé unos segundos en darme cuenta lo que ocurría, me bastó con ver su cuello.
En ese lugar se hallaba clavado un vidrio, su tamaño era considerable y estaba hundido bastante profundo. La sangre empezó a brotar con lentitud.
Lo miré horrorizada.
—Lucas, yo... Y-yo... —intenté explicarme, pero sólo fueron balbuceos.
—Lo sé —fue lo único que dijo mientras me miraba y una lágrima se escapaba de uno de sus ojos azules. Rozó mis mejillas con mis dedos.
Él comprendió que no era mi intención herirlo. Lo supo desde el primer momento.
Jamás quise lastimarlo, mucho menos matarlo. En esos momentos tenía momentos de irritabilidad, donde lastimaba a los que quería. Trataba siempre de no herir a Lila o a su madre.
Lo ví caer al suelo, su mirada perdida, sus articulaciones tensas. Estaba muerto. Eso me paralizó el corazón.
Suspiré, intentando calmarme. Con la respiración agitada, los nervios y la culpa recorriendo mi cuerpo, salí corriendo hacia dentro de la casa que usábamos sólo en verano.
Observé las paredes, los cuadros en ellas, buscaba algo con lo que tranquilizarme. Nada me serenaba, nada en lo absoluto. Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos sin previo aviso.
Fue ahí cuando mi tío me vio, manchada con gotas de sangre y una expresión en shock, que entendió lo que ocurrió. No dijo nada, me ayudó, incluso cuando no debía.
Se llevó la culpa de un crimen que no cometió.
—Antes habías matado a Lizzie Valls —mencionó mi ex suegra—. Tampoco hiciste nada para ayudarla. ¿Te das cuenta? Cada persona que se acerca a ti muere.
No mentía, dos personas habían muerto por mis manos antes de aquella chica que empujé contra una mesa.
Y eso me daba mucho miedo.
No quería lastimar a Leyla. Isabel era mi vida entera, me alejaba de ella porque tenía miedo de herirla sin quererlo. Merecía seguridad.
El amor no es destrucción ni dolor. Es un sentimiento hermoso, donde abunda la felicidad, las personas se aceptan tal y como son, se cuidan, se quieren. Nunca debe ser dolor o tristeza. Debe haber seguridad, confianza, para poder ser considerado amor de verdad.
No quería eso para Isabel, merecía ser feliz y estar segura. No conseguiría eso a mi lado, al menos no en esos momentos.
Podía ser quien le traiga sus mayores desgracias.
—¿A qué quiere llegar con esto? —escupí impaciente. Sus vueltas me estaban aburriendo.
Una sonrisa satisfecha se dibujó en su rostro:
—Quería que sepas que sé quién eres. Tranquila, seguirás aquí, tu madrastra paga la colegiatura sin retrasarse —confesó seria—, pero compórtate.
Supongo que debo "agradecerle" por permitirme quedarme en el colegio y destapar todos sus secretos. Si algo les puedo decir de el Blue College, es que los secretos abundaban y las mentiras también.
...
Al día siguiente, en horas de la tarde, estaba dibujando en uno de mis cuadernos mientras oía el parloteo del resto de los alumnos. La brisa fresca que corría por los jardines del internado golpeaba mi cara sin delicadeza.
A pesar de que podía resultar incómodo, era bastante relajante. Mi cabello se movía con el viento.
Había terminado todas mis tareas del día, desaprobé el examen de matemáticas, pero no es como si no pudiera levantar esa calificación con el próximo examen. Un cinco no era tan grave. Al menos eso creía yo.
Mi mano se movía con delicadeza, pero mi cabeza estaba en otro lugar. No pensaba en lo que dibujaba, sólo podía concentrarse en lo que la directora había dicho el día anterior, en el sótano, los chicos y la secretaría.
No veía la hora de entrar al sótano y destruirlo. Todo caería por mis manos.
Cerré mis ojos un momento y al abrirlos, visualicé con confusión la hoja de papel donde antes estaba dibujando. Ésta estaba manchada con sangre y poseía otro dibujo distinto al que yo hacía, que era un rosal. Parpadeé y la sangre desapareció, pero el dibujo no.
Ese dibujo era como una sombra, detrás de ella se podía apreciar parte de unas escaleras y las paredes tenían unos cuadros extraños, con manchas y palabras borroneadas.
Entrecerré los ojos, hipnotizada. La sensación de familiaridad me invadió, estaba más que claro que yo había visto el lugar del dibujo mucho antes..
—¿Qué mier...? —balbuceé sin apartar la mirada del cuaderno apoyado en mis piernas, intrigada.
No sabía que era ese dibujo, no tenía ni idea de porque lo había dibujado, pero me causaba curiosidad. Me atraía de alguna extraña manera, quizá por lo raro que resultaba.
No tenía sentido, pero eso lo volvía interesante.
Estuve tan absorta observando el dibujo, que no me había dado cuenta que alguien se había sentado a mi lado. Mejor dicho, dos personas.
A la persona a mi derecha, la reconocí al instante. Su perfume dulce y elegante era inconfundible, además de que su cabello castaño bien cuidado me confirmaba de quién se trataba.
La otra persona, que se ubicaba a mi izquierda, no tenía idea alguna de quién era. Sólo pude percibir que era un hombre, pero más allá de eso, no supe si lo conocía o no.
—Hoy es el día, linda Vania —anunció ella, su mano izquierda se apoyó en mi hombro con sumo cuidado—. ¿Lista? No hay vuelta atrás, dulzura.
La respuesta estaba más que clara, pero sabía que ella quería escucharlo en voz alta para confirmarlo. Podía identificar si yo mentía o no.
Era tan jodidamente inteligente esa chica de aspecto angelical y alma de demonio. ¿Quieren saber algo? Ira Smith también ocultaba secretos.
Secretos que poco a poco salían de la jaula de cristal donde estuvieron ocultos por muchos años.
—Más que lista —confirmé, rígida. Mi voz fue cubierta por la dureza, en ningún momento dudé.
Percibí los suaves pasos de Leyla, tan inconfundibles y para mí reconocibles, aproximándose junto a Ara Vega. Levanté la mirada para cruzarme con ellas, la castaña se fijó en mí por unos segundos que parecieron eternos, para luego deslizar su vista hasta el dibujo. Sus labios rojos se presionaron con rabia, llevó una mano a su pecho para calmarse.
Isabel dirigió sus ojos verdes a mí, intentaba descifrar que es lo que pasaba por mi mente en ese instante, no entiendo porqué quiso hacer eso. Ella era consciente de que yo no era tan fácil de leer.
Poco a poco, su mirada bajó hasta el dibujo y pude apreciar a la perfección como sus iris verdes con gris se teñían de horror al ver los trazos del lápiz.
Ara quiso seguir caminando, pero el brazo de mi novia la detuvo. Confundida decidió analizar a la persona a mi lado, ese hombre joven que no conocía. Se quedó pasmada cuando, al parecer, lo reconoció. El chico a mi lado pareció girarse a verlas, con un semblante entre feliz y confuso.
Era extraño ver a Ara asombrada, no era una persona fácil de sorprender. De hecho, a veces me provocaba dudas sobre si ella sentía algo o no. La mayoría del tiempo estaba seria y con una expresión indescifrable, era una chica tan misteriosa.
Ira se mantenía serena a mi derecha. Yo fruncí el ceño, sin entender las reacciones de las chicas, pero toda esa incomprensión se esfumó al mirar parte del rostro del muchacho a mi izquierda.
Mi visión se tornó borrosa, la respiración se me aceleró al saber lo que se venía. Algo se aproximaba.
Y como si él leyera mis pensamientos que suplicaban porque se diera vuelta, volteó a verme. Su rostro portaba una expresión imperturbable, indiferente al asunto.
Tragué saliva al reconocerlo.
No podía ser posible.
Mercink~
¿Qué es lo que no puede ser posible? 👀
¿Quién creen que sea el chico?
¿Se esperaban lo del hijo de la directora y Vania?
¿Qué pasa con Ara y Leyla?¿Ira que sabe y que no?
Lamento tardar en actualizar, últimamente no tengo mucho tiempo, pero intento darles un capítulo lo más seguido posible para que no pierdan el hilo de la historia.
Quisiera aprovechar este momento para decirle gracias a las personas que leen la historia. Espero que la estén disfrutando, les mando un abrazo ❤️
Recuerden seguirme en mis redes sociales para no perderse algún adelanto o edit que haga uwu.
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