Capítulo 37

"Escondidos entre las sombras, los verás una vez más. ¿Lo podrás soportar?"

Guardé mis libros de historia y saqué los que correspondían a la materia de álgebra, di un pequeño bostezo antes de cerrar mi casillero.

La noche anterior no había dormido, entre la pesadilla de Leyla y lo que me había dicho Ara, no pude cerrar mis ojos ni un maldito segundo. ¿Qué es lo que quiso decir Ara?

¿Cómo era eso de "otra vez"?

"Te dije que no era buena idea que vayas al sótano". Eso significaba que Fresita había ido al lugar que quería investigar y descubrir su ubicación, pero, ¿Cómo era eso posible?

¿Qué podía haber hecho ahí?¿Qué hacían ahí? Muchas interrogantes y nulas respuestas.

Leyla no quiso hablar más del tema, pero con lo que había dicho, me resultaba suficiente para alimentar mi curiosidad y querer ir más allá para investigar.

«Ella puede ayudarme con lo que quiero saber, sólo debo encontrar la manera de que me cuente que pasó en el sótano» pensé mientras veía un punto fijo, perdida en mis pensamientos.

Pero pronto negué con la cabeza, no le haría revivir una experiencia desagradable para ella. Con ella no iba a ser una egoísta.

Una mano se apoyó en mi hombro y me contuve de sobresaltarme, dando un manotazo a esa mano para alejarla de mi cuerpo.

—¿Qué te pasa? —interrogué hostil.

—¿Qué te pasa a ti? —me respondió Daniel, imperturbable—. Sólo venía a avisarte que hoy investigaremos sobre el sótano.

Una sonrisa se dibujó en mis labios, eso era música para mis oídos. El día estaba llegando, pronto todos caerían y yo haría justicia por la muerte de una inocente.

Nada fallaría.

«¿Qué es lo que hacen en el sótano y por qué es tan importante para ellos?»

—Bien. Tenemos que ir a la oficina de la directora —opiné inexpresiva.

—Esos expedientes quedaron pendientes —recordó con frialdad—. ¿Qué crees que signifiquen?

Suspiré con exasperación.

—No lo sé, pero lo descubriré muy pronto —aseguré con una sonrisa satisfecha.

Daniel quiso decir algo más, pero fue interrumpido por la voz de la directora en los altavoces. Fruncí un poco el ceño, confundida, cuando hablaba por ahí no significaba nada bueno.

Resoplé al escuchar que requería de la presencia del alumnado en el comedor. Ya me veía venir que era lo que nos quería informar.

Compartí una efímera mirada molesta con Daniel, lo que sea que quería decirnos la directora, retrasaba nuestros planes. Nada bueno.

Mantuve los libros cerca de mi pecho y comencé a caminar hacia el comedor, mis pasos eran secos y cortos, quería llegar lo más rápido posible para no terminar en las últimas filas del tumulto de gente que se solía formar cada vez que la directora daba este tipo de anuncios.

Las paredes tintadas de un pálido azul me dieron el malhumor que me faltaba. Sí, estaba molesta ese día, pero eso ya era suficiente para enfadarme peor.

«Odio el maldito azul, ¿Por qué mierda me persigue a todas partes?¿Por qué entré a este puto colegio azul?»

Después de unos cuantos minutos andando, llegué al comedor. Como era de esperarse, este estaba rebosante de alumnos de todos los niveles académicos, secundaria básica y superior, y los de universidad también.

Me quedé parada entre un espacio que se había formado entre todos. A mis lados estaban los chicos, los demás estaban alejados de nosotros por obvios motivos.

Una multitud de idiotas eran.

—Bien, primero que nada, lamento molestarlos a esta hora —se disculpó la directora a través del micrófono.

Se quedó callada unos minutos más, pensando sus próximas palabras. Bufé por la impaciencia, quería salir de ahí, tenía cosas más importantes que hacer y en ese momento, hasta la clase de álgebra me parecía más interesante.

—Hoy en la mañana... —inhaló profundo antes de soltar la bomba—. Fue encontrado el cuerpo de la joven Lorey Blake. Se quitó la vida, lanzándose desde el cuarto piso de la escuela. Lamentamos mucho su pérdida. Nuestro mayor pésame a sus allegados.

El silencio se creó entre la multitud. Se miraban entre ellos, confundidos algunos, otros felices por ver caer a otros más de nosotros.

Mi vista nunca se despegó de la directora, mis ojos perforaban su cuerpo, ella no lo notaba, pero yo la observaba como si fuera a matarla y esperaba a que continuara con lo que decía.

—Lorey no se suicidó —susurró una segura Josephine—. Ella jamás haría algo así.

Su voz melancólica resonó en mi espalda, por lo que deduje que estaba detrás mío. No me inmuté ante su comentario, ya lo intuía.

Me esperaba de todo.

A esas alturas, eran pocos loa que tenían mi confianza.

—La mataron —afirmó Stacy—. Pero no podrán con nosotros. Nadie más caerá.

Ninguno de sus comentarios pudo distraerme de mi objetivo. La mujer a la que yo miraba, seguía callada, leyendo en silencio un papel que sostenía con sus manos. De refilón pude apreciar como los alumnos nos miraban a nosotros, quiénes estábamos alejados de ellos.

Y se alejaron aún más. Estoy segura que si en ese momento, ellos se podrían haber alejado aún más, lo habrían hecho. Malditos imbéciles que no se enteraban de nada y creían rumores estúpidos.

Es increíble como la sociedad puede ser muy imbécil.

—Ella dejó una carta donde expresaba que no podía más, que los extrañaría y esperaba que la perdonaran por tomar esa decisión —anunció la directora, fijando su vista en los chicos y en mí.

Tragué saliva. Me quedé perpleja unos segundos, ¿Eso era posible?

—¿Ustedes creen en eso? —dudé en un susurro, mirando de manera efímera a los chicos.

Todos negaron con disimulo y procedimos a prestar atención a lo que quería decir. Parecía que tocaría un tema más ligero y feliz que una muerte.

—Además de eso, también les traigo buenas noticias —mencionó un poco más animada—. Estaremos celebrando un baile para los chicos que se gradúan de la universidad. El 30 de agosto estaremos de fiesta.

Se oyeron ovaciones y aplausos tras esas palabras de la rectora. Mordí mi lengua, ella misma impulsaba las actitudes de los demás alumnos hacia nosotros.

No nos golpeaban, pero si generaban rumores, hablaban mal de nosotros. En resumen, nos lanzaban veneno en forma de palabras.

Una muerte de alguno de nosotros, los chicos, no significaba nada para el resto. Equivalía lo mismo que la muerte de una hormiga.

Y yo sé que eso le dolía a los cercanos a Lorey.

—El 30 de agosto... —resaltó Ira en un murmullo gélido.

—El 30 de agosto usarán el sótano —musité seria.

Joder, lo había olvidado. Esa fecha era un detalle importante y lo había pasado por alto hasta ese momento.

Cada vez estábamos más cerca de ese día, por lo que debíamos encontrar la ubicación del sótano. Debía destruirlos a ellos, además, ese lugar era uno de los misterios del colegio, ¿Verdad?.

Si encontraba ese lugar, sabría el resto de misterios. El mismo premio, pero menos esfuerzo, eso resultaba bueno para mí.

...

Cuando llegó el momento de la merienda, preferí no comer nada. No tenía apetito y tampoco quería encontrarme con el resto de alumnos, no me sentía bien para estar en una multitud.

Necesitaba estar sola y en paz, tenía que planificar como entraría a la secretaría. Los pasillos que te conducían a esa oficina estaban llenos de cámaras.

Había visto unas seis o siete cámaras la primera vez que fui, pero lo peor no estaba ahí. Dentro del despacho, habían unas tres cámaras en tres esquinas del cuarto, era imposible burlar la seguridad.

Tenía que buscar la forma, la había, pero no la veía.

—¿Nia? —me llamó alguien y yo alcé la mirada de mis libros para observar a esa persona.

Sus ojos verdes con algunas motas grises, me miraban con intriga. Su cabello rojizo caía por los costados de su cara, dándole un aspecto tierno.

Llevaba una blusa negra, abotonada, con un escote pronunciado, de mangas tres cuartos, y una corta falda roja. Debo admitir que ella tenía un buen gusto.

No pregunté dónde estaba su uniforme, asumí que se había cambiado de ropa para la cena y luego dormir.

«Tengo que darme un tiempo para hablar sobre ropa, a ella le gusta ese tema»

¿Sucede algo, Fresita? —cuestioné confundida, a la vez que cerraba mis cuadernos y libros.

La vi tomar aire, como si estuviese dándose fuerzas para decir lo que quería expresar.

—¿Tú en serio me quieres? —soltó dudosa. Lo supe por la forma en que se apretaban sus labios.

Había muchos gestos que podía identificar en ella. Si estaba nerviosa, acomodaba y peinaba su cabello con los dedos; si estaba dudosa o algo parecido, presionaba sus labios de una manera en particular. 

Suspiré al escuchar sus palabras.

—Claro que te quiero —me puse de pie—. Te quiero mucho.

—¿Y entonces?¿Por qué te desapareces por horas y luego apareces como si nada?¿Por qué casi ni me hablas últimamente? —preguntó velozmente, un brillo de inseguridad pasó por sus ojos—. ¿Soy insoportable?¿Tal vez Ara tiene razón?

Sonreí con cariño y coloqué mis manos sobre mis mejillas. Frunció sus cejas un poco confundida ante mi acción.

Me acerqué a su rostro y la observé a los ojos sin miedo ni timidez. Ella me miró en respuesta y fue cuando mi mirada bajó con calma hasta sus labios.

Su boca se entreabrió, podía escuchar lo agitada que se estaba volviendo su respiración. Me aproximé un poco más, permitiendo que nuestras frentes chocasen un poco, antes de tomar sus labios y saborearlos.

Tardó un poco en corresponder a mi beso, pero lo hizo y sin vergüenza alguna. Su lengua jugó con la mía por unos segundos, mientras, mis manos se dirigían a su cintura para atraerla a mí.

Al cabo de unos segundos, rompí el beso, dando unos pasos para alejarme. Ella frunció su expresión, en señal de que se había quedado con ganas de continuar. Sus mejillas teñidas de un ligero color rosado me lo terminaron de confirmar: ella quería otro beso.

No voy a negar que no tenía ganas de continuar, pero debía mantener el control. No quería asustarla y sus labios  resultaban demasiado adictivos para mi sistema, acabaría siendo mi perdición.

—No eres insoportable y Ara es una estúpida que no sabe nada —le aseguré sincera—. Sólo estoy ocupada estos días, nada más.

Por sus ojos surcó un destello de miedo ante mis palabras. Eso me extrañó más, ¿A qué le temía Leyla?

¿Qué me estaba ocultando?

—Estás con ellos, ¿Verdad? —vaciló, llevando una de sus manos a su cabello para acomodarlo.

Nervios entrando en acción.

—Isabel, preferiría que no te entrometas en este asunto. No quiero darte problemas —opiné firme mientras daba unos pasos hacia la puerta de la habitación.

Mis ojos recorrían las paredes vacías, excepto por la pared que se acercaba más a la cama de Leyla. Ésta tenía una pizarra de corcho con fotos y más cosas, se veía como un bonito detalle en la pared.

—Es peligroso, pero a mí no me importa. Ya no me importa nada —afirmó con una tristeza notable.

Sabía de dónde provenía esa tristeza, su hermano había muerto. Era entendible que le doliera, que llorara y se lamentara por lo que había ocurrido.

Yo hice lo mismo con la muerte de Lila en su momento.

—Podrías salir muerta —aclaré sin mirarla—. Así que es mejor que no te metas en esto, ¿Ok? No quiero que sufras por algo que no te corresponde.

Ella no acotó nada más y yo volví a soltar un suspiro. Pronto oí como en los altavoces se escuchó un carraspeo, era la señal que daba la directora cada vez que quería hablar por ellos.

Pasaron los minutos y ella solicitó mi presencia en su oficina. Cuando pronunció mi nombre, la oí titubear.

Entre Leyla y yo compartimos una mirada extrañada. ¿Qué pasaba?¿Qué necesitaba de mí?

—Y, señorita Vantest, que sea lo más rápido posible.

Rodé los ojos y le di una última mirada a Leyla, elevando las comisuras de mis labios hacia arriba, antes de salir del cuarto. Una vez fuera, comencé a caminar sin cuidado alguno, iba a pasos  cortos y veloces, bastante ruidosos para mi gusto.

Todos los alumnos que se encontraban en los pasillos, se corrían a un lado para dejarme pasar. Lo normal.

...

—¿Qué sucede, directora? —obvié los saludos. Cerré la puerta detrás de mí una vez estuve dentro de su despacho.

—Por favor, siéntese —sugirió amable, sus ojos estaban entornados hacia la ventana.

Evalué la situación y su posición, mi actitud y mirada escéptica escudriñaron toda la habitación. Al no encontrar nada raro, me senté en la silla frente a su escritorio.

Tantas veces había estado sentada en esa silla donde ella se encontraba. Ni enterada estaba de eso.

—Dafne Vantest, ¿No es así? —pronunció con una ligera nota de burla.

Fruncí el ceño y mordí mi lengua, por dentro, esperaba que sólo fuese unas preguntas de rutina o el informe de mis calificaciones.

—Así es —afirmé segura.

La mujer frente a mí continuó observando la ventana, pude apreciar como sus hombros se tensaron un poco. Nos mantuvimos calladas por los siguientes minutos.

Mi espalda fue recorrida por un escalofrío que casi me obligó a sacudirme. Me mantuve estoica lo más que pude.

—Ya no hace falta que mientas, sé quién eres —aseguró de manera repentina y yo tragué saliva—. Dafne Vantest está muerta, murió el día que nació.

—Eso es impos...

Su voz que quería aparentar ser intimidante me interrumpió:

—Eres Vania More, la sobrina del asesino de mi hijo —señaló y yo me quedé sin habla.

Maldición.

Mercink~

¿Qué opinan de la muerte de Lorey?

¿Llegarán al sótano?¿Se descubrirá lo que hay ahí?

¿Qué más se esperan que pase?

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