Capítulo 31
"La oscuridad es, a veces, lo único que nos queda"
Jamás me cansaré de recalcar lo intimidante que se veía el colegio en la noche. Y esa sensación de sentirte observado, que no la provocaban las cámaras, acechaba aún más conforme te adentrabas al "corazón" del edificio: la oficina de la directora.
A unos metros del despacho —que podía responder nuestras preguntas o generarme más dudas— un chirrido como el que hacen las zapatillas sobre un piso mojado, se escuchado a una pequeña distancia de la nuestra. Respiré hondo, alejando el miedo.
Podía ser yo o Ira sin darnos cuenta. Cabe destacar que no me había percatado hasta ese momento que el piso estaba bastante húmedo. Un detalle bastante peculiar.
—No te asustes, fue yo —indicó con tranquilidad, moviendo ligeramente sus caderas al caminar.
—No me asusté —aseguré indiferente y tranquila, manteniendo esa expresión insensible en mi rostro.
Ella rio por lo bajo, con una delicadeza propia de ella. Si no te controlabas, sus movimientos te embelesaban de una manera tan increíble. Ira sabía lo que provocaba en los demás.
No era la chica perfecta, pero sabía aprovechar las características que se destacaban en ella.
—Como digas —musitó con una sonrisa dulce y tensa—. ¿Estás lista?
Di una mirada a la puerta de la oficina, por unos momentos, dudé sobre si entrar o no, pero me decidí por la afirmación. Volví mis ojos a Ira y los clavé en sus azulados orbes antes de asentir con confianza.
Tenía la certeza de que encontraría una mínima respuesta a mis preguntas, aunque eso significara que mis dudas se expandirían.
Cuando entré a la habitación, los vi a todos, excepto Stacy. Deduje que se había quedado en su cuarto para llorar en silencio por la muerte de Blas, ellos eran cercanos.
Yo no sentí su muerte, no era cercano a mí y no podía sufrirla, una lástima.
—Revisen las estanterías y la computadora —ordené ni bien di dos pasos dentro de la habitación—. Vamos, chicos, ¿Acaso quieren ser los siguientes? Porque yo no.
Nadie cuestionó mis palabras, eran más que ciertas. ¿Qué estaban esperando?¿Ser los siguientes en la lista de muertos de los Sark?
Me acerqué a la estantería que Leyla había nombrado esa vez que nos descubrió husmeando en la computadora de la directora. Si no recordaba mal, estaban todos los expedientes de los alumnos en carpetas, pero podía existir la posibilidad de encontrar algo de información del sótano.
—¿Ustedes creen que haya un sótano? Nunca se habló de manera oficial sobre el, siempre fueron los mitos escolares los únicos que lo nombraron. Y ustedes saben que no creo esas pendejadas —cuestionó Eiden con una notable duda.
Le di una mirada rápida al rubio antes de continuar con lo que hacía.
—¿Qué dicen exactamente los rumores? —indagué con curiosidad, revisando las carpetas con impaciencia.
—Bueno, dicen que quiénes rompen las reglas van al sótano y no regresan. No se sabe que hacen con ellos —respondió a mi pregunta, con una tonada lejana, como si estuviera distraído.
Asentí en silencio, concentrada en las carpetas que tenía frente a mí. No me había percatado hasta unos minutos después, que la carpeta de Adielt volvía a estar en su lugar. O al menos donde supuse que se debía ubicar.
Si mi memoria no fallaba, Ira había mencionado que el expediente de Adielt no estaba, ¿Entonces?¿Quién lo colocó de vuelta?
Fruncí el ceño al notar que una de las esquinas estaba pintada con un marcador rojo, alejé las hojas envueltas por un papel más grueso de las demás, y lo dejé en el escritorio.
—Oye, Vania, aquí no hay na... —intentó hablar William, pero levanté mi mano en señal de que se detuviera.
Abrí la carpeta con cuidado, notando que la primera hoja tenía partes marcadas en rojo. No entendía el porqué, pero supuse que debía significar un detalle importante.
—Si no hay información, es porque la escondieron —dedujo Ira, sonriendo un poco engreída—. ¿Qué has encontrado, linda Vania?
Señalé el expediente de Adielt con mi dedo índice y volví a la estantería, para buscar más legajos de alumnos que tuvieran el mismo patrón.
—Vania, no toques eso. Por favor —solicitó Ira con una notoria incomodidad al notar su expediente en mis manos.
La esquivé cuando se acercó a mí y continué examinando las biografías, buscando algún patrón en común. Me estaba intentando guiar por la lógica y por las películas policiacas que había visto en algún momento.
La melliza de Daniel, se removía de la incomodidad a mi lado. Al parecer, esa emoción era una de las que no podía esconder. Y su hermano, se hallaba imperturbable, como si no le importara nada.
—Fuiste víctima de los Sark, ¿No es así? Adielt también lo fue, por eso las cicatrices en sus palmas —teoricé, esperando no equivocarme. Por el endurecimiento en los rasgos de Ira, supe que estaba en lo correcto.
—Eres una chica muy inteligente, no tengo dudas de ello —elogió en mi oído, colocando sus dedos cerca de mi cuello para acomodar mi cabello—. Ahora, por favor, evítanos un mal momento, ¿De acuerdo? No quiero que te sientas mal por posibles reacciones nuestras.
Era una clara advertencia del estilo "no digas información de más o alguien que quieres muere". Ella sabía cómo utilizar las palabras para llegar a un punto débil de ti, era una manipuladora profesional. Cero dudas de ello.
Dirigí mi mirada a ella, desafiante.
—Cariño, sé todo de ti. Y te aseguro que no creo que quieras dejarnos sin elección si llegas a decir algo de más. Continúa con lo que hacías —sonrió con dulzura y aparente calidez, que no era más que frialdad y ganas de asesinarme.
Dichas esas palabras, en mi cabeza cayó la idea de que las frases y palabras remarcadas de todos esos archivos, creaban una oración o palabra. Sin embargo, no lograba saber qué, tenía varias teorías de ello.
«¿Por qué mierda hay remarcados en negro? WTF?¿Cómo no lo vi antes?»
Mientras inspeccionaba más a fondo, me daba cuenta de que había subrayados en negro. Además del rojo de la primera página y la tapa, claro.
—¿Se puede saber que hacen aquí? —preguntó una voz y yo levanté la mirada sin temor.
...
Abrí los ojos con lentitud, sin comprender dónde estaba. Mi visión era más que borrosa y no podía mover ningún músculo de mi cuerpo por algún raro motivo.
Intenté mover mis dedos, pero fue un inútil intento. Me sentí tonta por no poder hacer esa simple acción. ¿Qué carajos me pasaba?¿Por qué no podía moverme?
Nada me ataba, sin embargo, yo sentía como que sí.
La puerta de la habitación donde me encontraba, se abrió de manera repentina y se volvió a cerrar al cabo de unos segundos. La iluminación era escasa, por lo que apenas podía divisar las siluetas de algunos muebles.
En un abrir y cerrar de ojos, percibí como alguien me observaba. Moví mis ojos, que era lo único que podía controlar hasta el momento, hacia quien sea que me miraba.
No me sorprendí de encontrarme una silueta oscura y tenebrosa. Tragué saliva, apenas pudiendo ver cómo su cuello brillaba en una zona.
—Hasta que al fin nos volvemos a ver, More —saludó cortés. Su voz era tan masculina e intimidante.
Quedaba claro que era un hombre quien me hablaba.
Traté de responderle, pero de mi garganta sólo escapó un quejido.
Y fue cuando comprendí que estaba frente a uno de mis mayores miedos: una parálisis de sueño.
Tenía dos teorías al respecto: o me habían drogado, o estaba sufriendo una parálisis del sueño. Mi mente estaba borroneada, por lo que no recordaba mucho, pero si tenía la certeza de haber estado con los chicos en la oficina de la directora.
Después de ese suceso, las siguientes acciones estaban en blanco. Como si hubieran sido borradas a propósito.
—Tú tranquila, nada malo pasará. Sólo una pequeña dosis de esto y... —golpeó suavemente con sus dedos una jeringa con un líquido rojo—. Supongo que ya lo sabes.
La puerta se volvió a abrir y otra silueta entró en la escena. Por alguna razón, el ambiente se tornó pesado ante su presencia. Dirigí mis ojos a otra parte.
Intenté moverme y esa vez si pude realizar un mínimo movimiento, por lo que me esperé a que el hombre desconocido se acercara para atacarlo.
Al notar que no lo haría, me levanté de un tirón y bajé de dónde estaba recostada. Era una camilla, junto a ella se encontraba una máquina que mostraba mis signos vitales. Me tambaleé un poco por la fuerza en la que me levanté.
A mi lado había un pequeña mesa metálica con distintos instrumentos de medicina. Tragué saliva, agarrando el más filoso que encontré.
—No hace falta llegar a esto, Vania. No te hemos hecho nada —habló la segunda silueta. Por la voz la reconocí como aquella chica a la que los chicos intentaron sacarle información sobre Adielt.
Ana Catmet.
Levanté el bisturí que había agarrado, apuntando hacia ellos.
—¿Esperas que te crea? Mataste, mataron, a mi hermanastra —le recordé con rencor fluyendo en mis venas.
Lila era una inocente y pagó por alguien más. Se habían metido fuera de los límites y eso no tenía perdón alguno.
Ella abrió sus labios para responder a mis palabras, emitiendo un suspiro. Lancé el bisturí con la mayor fuerza que tuve, dando justo en el blanco.
Lo supe en el momento en el que ella gimoteó de dolor, por más que haya sido un quejido ahogado.
Perdió la consciencia a los pocos minutos y cayó al suelo. No podía verlo, pero estaba segura de ello.
—Yo que tú la ayudaría, aunque bueno, nadie se libra de una herida en la yugular —me burlé con una sonrisa triunfal. El hombre desconocido, que aún no podía ver bien debido a la falta de iluminación, gruñó.
Me alejé de él, intentando visualizar la salida entre tanta oscuridad. A cada paso que daba, sentía que la negrura nublaba mi vista.
"La oscuridad te está consumiendo y es lo único que te queda, ¿Verdad? Cuidado que es fácil perder el rumbo allí dentro" susurró aquella voz que solía hablarme y que hacía tiempo no escuchaba.
Mi cabeza comenzó a palpitar de dolor, mis ojos querían lagrimear por la sensación, pero no lo permití. O al menos eso fue lo que intenté.
La voz no se quedó callada, continuó susurrando lo mismo una vez tras otra. Me sentí mareada de oírla por tanto tiempo, queriendo que se vaya, ya que no la estaba soportando más.
Perdí el equilibrio por el dolor en mi cabeza y me apoyé contra una pared, intentando tomar aire.
—¡Fuera!¡Déjame sola! —grité a la nada, agarrando mi cabeza para intentar disminuir el dolor. Mis latidos eran rápidos y mi respiración estaba agitada.
No sabía cómo había llegado hasta esa habitación, no sabía porqué estaba ahí. Pero si tenía la certeza de que aquella voz trataba de que la culpa viniera a mí.
Un sentimiento que había dejado de sentir sin darme cuenta...
Mercink~
Los confundo mucho, ¿No?
¿Cómo es que llegó Vania hasta ahí?
¿Qué significan esas remarcaciones en rojo que había en los expedientes?
¿Por qué la voz le dijo eso a Vania?
Tal vez no les agrade Vania o tal vez sí, sólo les diré que ella es oscura. Nada más.
Nos vemos <3
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