Capítulo 26.

"Nunca antes el sabor de la culpa y la tristeza se vieron tan hermosos"

Horas más tarde, mi cuerpo estaba envuelto en un conjunto negro. Mis delicadas y frías manos llevaban un ramo de margaritas y lilas blancas, nuestras flores favoritas. De tan sólo recordar que ya no la volvería a ver, se me helaba el alma.

Me esforcé por no llorar, nunca fue un acto que me gustara demostrar en público. ¿De qué servía? Sólo para que alguien captara las debilidades y aprovechara para clavar una estocada en la espalda. Nada que me beneficiara.

Por mi mente rondaba esa teoría sobre la muerte de Lila. Habían bastante posibilidades de que sea cierta, pero una parte de mí decía que no lo era. Que simplemente estaba negando un accidente, que no quería aceptar la realidad.

A pesar de que su madre no quiso un funeral grande, ya que éramos pocos los cercanos a la fallecida, bastante gente del pueblo se sumó al evento. Malditos hipócritas de mierda.

Mi labio inferior tembló cuando el ataúd fue sepultado. No pude evitar que las lágrimas se formaran en mis ojos, sin embargo, no cayó ni una. No lo permití. Jamás lo permitiría.

A pesar de que un grito desgarrador se estaba formando en mi garganta y las lágrimas no dejaban de intentar caer, me esforcé por no derramar ni una lágrima. Al menos no en público.

Los murmullos se hicieron presentes, maldije en mi mente y mantuve la compostura. ¿Ni el día en que moría una persona dejaban sus estúpidos rumores de lado? Malditos idiotas.

—No voy a permitir que blasfemen el nombre de mi hija —gritó mi madrastra. Su voz severa calló a todo el gentío—. Si van a hablar sus estupideces, ¡Fuera de aquí!

Me acerqué a la lápida y dejé el ramo de flores sobre ella. Mantuve mis ojos fijos en esa placa de mármol y suspiré. Cerré mis ojos por unos efímeros segundos, para luego abrirlos.

"Lila Vantest
23/08/2011- 21/06/2021
Q.E.P.D"

—Si alguien te asesinó, encontraré al culpable. Sólo dime la verdad cuando puedas —murmuré casi inaudible—. Te prometo que trataré de que descanses en paz, hermanita. Lo prometo.

Dicho eso, me giré con lentitud hacia las demás personas y me acerqué a ellas. No faltó que estuviera a centímetros para que me dejaran pasar por el centro del amontonamiento, se alejaron de mi como si fuera la peste. No me importó sus reacciones, continué caminando.

Ese día, un fragmento de mi corazón cayó al suelo, astillado y roto en mil pedazos, disperso en el piso, dejando oscuridad a su paso.

...

Al llegar al internado, mi ánimo se fue por el suelo, pero traté de forzar una sonrisa cálida. Quizá se terminó viendo fría, no lo sé. Tampoco me importa.

Sentí ese vacío en el pecho, esa opresión que me recordaba que no estaba respirando y que ya no tenía a nadie por quién luchar o volver a Grelim. Mi madrastra era una simple desconocida para mí, a quien sólo le dieron mi custodia y tutela por la muerte de mi madre, y por ser la esposa de mi difunto padre.  Adrianne era una buena amiga, la única persona que estuvo a mi lado en todo momento, pero no lograba llenar esa sensación de vacío.

Simplemente nada podía llenar ese vacío en mi interior.

—Vania... —susurró Adielt al verme cruzar la puerta de entrada principal. Era extraño que volviera un domingo, pero decidí que así sería por cuestiones obvias—. ¿Qué pasó?

Mordí mi lengua antes de hablar:

—Nada, ¿Por qué? —fingí una sonrisa natural y comencé a caminar hacia la habitación que compartía con las chicas.

«Lo más probable es que no regresen hasta mañana bien temprano, así que podré evitarme sus preguntas»

Al llegar a la puerta, la abrí sin cuidado alguno y lancé mi bolso a mi cama. Poco tiempo después, me percaté de que Adielt me había estado siguiendo y que en ese momento se encontraba adentro de mi habitación.

—¿Sucede algo? —pregunté, atropellando las palabras.

—Es... Es... No sé, pero me preocupas —farfulló nervioso, viéndome a los ojos.

—Estoy bien, ya lo he dicho. No pasó nada —mentí con naturalidad, observando a otro lugar.

Era muy difícil descubrir que yo mentía, no existían diferencias entre cuando era honesta y cuando era mentirosa. Ventajas de aprender a ocultar tus emociones y guardarte secretos para ti misma desde la infancia.

O al menos era eso lo que creía.

Sólo las personas que eran íntimas conmigo, sabían que yo observaba a cualquier otra parte con tal de no ver a esa persona a los ojos. O arrastraba las palabras sin motivo alguno.

Adielt se despidió de mí, sin dejar de observarme. En sus ojos oscuros se reflejaba una desconfianza terrible hacia mis palabras.

Siendo sincera, no me importó en ese momento. Era mi vida, yo decidía si compartirla o no.

...

Las veinticuatro horas del día, o lo que quedaban de ellas, pasaron como si fueran nada. Pronto llegó el lunes y no tenía intenciones de levantarme de la cama.

No me sentía cómoda estando allí. Tampoco me veía feliz, era un zombie andante con ganas de cortar cabezas. O repartir chanclazos, como les guste más.

—Es hora de levantarte, perezosa —mencionó una voz dulce—. Vamooos, es luneeeees.

—No quierooo —murmuré y me aferré a las sábanas—. ¿Qué hora es?

—Va a ser la hora del almuerzo —anunció ella y yo abrí los ojos de golpe, siendo cegada por la luz artificial, y la que se colaba por la ventana—. ¿Qué pasa?¿Por qué me miras así?

Estaba casi encima de mí, nuestros rostros estaban tan cercanos, que si me acercaba un poco más, podría haberla besado. 

—Por nada, Ley —me sentí incómoda, como si estuviera haciendo algo indebido, por lo que me levanté y fui al baño sin decirle nada más.

Mi uniforme estaba en el armario, así que debería buscarlo. Suspiré y enjuagué mi rostro, cepillé mis dientes y me quité el colgante que me había regalado mi hermanastra. No podía seguir viéndolo sin largarme a llorar.

Al salir, me dirigí a la mesita de luz, ignorando a Leyla. Abrí el cajón y deposité el colgante, antes de cerrar el objeto. Me devolví al armario para sacar mi odioso uniforme azul.

«El azul era su color favorito... ¿Por qué carajos tienen que recordármela en todas partes?»

Una vez me terminé de cambiar, regresé con Leyla. Se la notaba un poco decaída, supongo que por mi mal trato hacia ella. No tenía la culpa de nada, ¿Por qué la trataba tan mal? Dios. 

Ella era un ángel conmigo, un solecito que iluminaba mis días más oscuros. Su presencia me hacía bien, hablar con ella me animaba un poco más, lograba sacarme una sonrisa con tan sólo observarme. ¿Por qué tratarla mal, si yo la quería? Maldije mentalmente por mis impulsos.

—Uhm... Lo siento por lo de recién —me disculpé, aunque no sonase muy sincera. Sentía culpa por tratarla mal—. Es que...

—No te sientes bien —completó por mí y yo asentí—. Está bien, Daf. No pasa nada.

Ella me dedicó una sonrisa cálida, de esas que siempre esbozaba para levantarle el ánimo a los demás. Se acercó a mí y acomodó mi uniforme y cabello. Su cercanía provocaba nervios y cosquilleos en mi interior. Podía sentir su respiración acariciar mi rostro y, diablos, eso provocaba que estuviese más nerviosa.

«Declárate, pendeja. Deja de pasar vergüenza»

No dije nada, tan sólo deposité un beso en su mejilla y caminé hacia la puerta. Al abrirla, aprecié como varios alumnos se dirigían camino al comedor, como cualquier día normal.

No transcurrieron ni dos segundos que se oyó un fuerte grito desgarrador proveniente de una voz femenina, no me asusté ni reaccioné. Era obvio que habían encontrado un cadáver, ¿Por qué otra razón alguien gritaría de esa manera?

Giré a ver a Leyla con desdén, ella se veía un poco alarmada por el grito. Decidimos salir unos minutos después, escuchando la voz de la directora por los parlantes, solicitando la presencia de todos los alumnos en el comedor.

«¿Qué pasó?¿Ya no te importa encontrar un muerto?¿No quieres descubrir que pasó con él?» susurró aquella voz, a la vez que mi cabeza punzaba de un dolor repentino.

Al llegar al comedor, me quedé entre los alumnos que habían llegado últimos, mientras mi compañera de cuarto se dirigía para hablar con unos cuantos otros. Todos me temían por ser parte de ellos, así que nadie se atrevía a cruzar palabra conmigo.

—La alumna que se encontró muerta, decidió quitarse la vida. Se le notificará esta situación a sus padres, por favor, no quiero habladurías de esto. Pueden volver a sus actividades —informó la directora con dureza.

A mi lado pasaron dos hombres cargando el cuerpo de la fallecida, me percaté, por casualidad, que una de sus manos tenía una cicatriz a lo largo de su palma.

«Como dijo la madre de Lila» pensé recordando sus palabras.

Estaba segura que esas dos muertes se relacionaban en algo y mi teoría se volvía cada vez más fuerte, pero algo no cuadraba. Me estaba olvidando un detalle.

...

Cuando cayó la madrugada, me desperté asustada de un sueño, con el corazón latiendo a mil por minuto. Mi cabeza se sentía aturdida, mi visión era un poco borrosa.

Lo primero que ví al despertarme fue a mi hermanastra. Estaba distinta a la última vez, sus ojos no estaban brillantes y vivos... Su cabello era un desorden, lo mismo se podía observar e su ropa. ¿Su rostro? Estaba portando una expresión triste.

Su piel era ligeramente transparente.

No era Lila, al menos no mi Lila, era otra persona diferente.

—¿Qué sucede? —susurré, extrañada de verla así. Ni siquiera me pareció extraño que ella estuviese ahí, siendo que estaba muerta.

Ella cerró los ojos un momento para luego abrirlos.

Encuéntralos —dijo enseñando su palma con la cicatriz que había descrito su madre—. Te niegas a aceptarlo, pero sabes a qué se debe esto. Sabes quién es el responsable.

La observé con perplejidad, ella continuó:

—See you soon, sister.

Mercink~

¿Y ustedes qué creen?

¿Alguna teoría?

¿Y ese momento entre Leyla y Vania? 👀

¿Por qué Lila dijo eso?¿Cómo es que apareció, si ella está muerta? 👀

Cómo dije antes, este capítulo es uno de mis favoritos por el misterio que trae y porque a partir de aquí, se viene la parte más importante de la historia ❤️

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