Capítulo 25.

"Las pesadillas reflejan nuestros miedos internos, pero... ¿Qué pasaría si se cumplen los mismos?"


No salimos corriendo, pero estuvimos a punto de hacerlo. No había ni una voz en el internado, lo cual significaba terreno despejado para nosotros. Algo bueno.

Sin embargo, la atmósfera tenía "algo" que la transformaba en pesada y desagradable. Era como si alguien quisiera echarte a patadas de ese pasillo y tú lo sabías. Una sensación para nada bonita.

Fue al doblar y pisar el primer escalón de una de las escaleras que debíamos subir, que en mi oído susurró una voz. La misma que había escuchado con anterioridad. Esa que tantas veces llevaba escuchando sin motivo alguno.

Pero esa vez fue extraño lo que dijo:

"Corre, ovejita. Antes de que sea tarde, evita el contacto visual"

Un escalofrío recorrió mi espalda como si una ventisca helada hubiera entrado por alguna ventana. Si bien la noche se apreciaba fría y se oían los silbidos del viento, y las ramas de árboles golpeteando contra los vidrios, todas las ventanas estaban cerradas.

Era imposible que haya sentido una ventisca. O peor aún, que mi cabello se moviera como había pasado.

—Shh —murmuró Eiden, frenando el paso de todos nosotros.

Ninguno se quejó, ni siquiera emitimos el más mínimo sonido. Escuchamos con atención se oían pisadas en las escaleras de abajo. Eran unas claras pisadas.

Los nervios me envolvieron en un abrazo aterrador. Mi ojo izquierdo parpadeaba constantemente como si fuera un tic, el miedo rasguñaba las paredes de mi interior, queriendo salir.

No le permití invadirme. No era momento de exponer mi temor por ser descubierta rompiendo las reglas del instituto.

Las pisadas dejaron de resonar en el silencio, por lo que continuamos subiendo. Aún estaba todo oscuro, así que debía pisar con desconfianza para no caer y romperme una pierna o algo peor.

Una vez llegamos al nivel donde estaba Adielt, o eso era lo que habían dicho los chicos, mi corazón, de un momento a otro, comenzó a latir más rápido. Quería salir de mi pecho.

Y ese palpitar acelerado, dolía de alguna manera. No era por emoción, eso lo tenía muy claro, ¿Entonces qué era?

Una luz destelló al final del pasillo, acaparando mi curiosidad y atención. Me mantuve en mi lugar por seguridad, al igual que los chicos. Aunque, no voy a negar que tuve un impulso de correr a ver que era esa luz.

—Vale... Se supone que Josephine y Lorey están en cámaras, ¿No? —preguntó Blas, como tembloroso.

—Deja de ser un cobarde, idiota. Ve y camina —lo regañó Stacy, con molestia. Estaba cruzada de brazos y con las cejas fruncidas.

Rodé los ojos y respiré hondo antes de tomar la iniciativa de comenzar a caminar hacia el fondo del pasillo. Algo crujió cuando di el primer paso, pero no supe que fue. Y tampoco me detuve a pensar o ver que había sido.

La atmósfera de aquel maldito pasillo era pesada, extraña y para nada agradable. Caminar se sentía como estar nadando contra la corriente de un mar furioso. Eras consciente de que en cualquier momento, te rendirías y el agua te tragaría.

"¿Por qué no caminas un poco más?¡Vamos! Sólo evita hacer contacto visual" gritó aquella voz en mis oídos. Ese chillido lo sentí como una herida en mis oídos, por lo que me los cubrí un poco hasta que se calmara.

Tardó en calmarse. 

—¿Qué pasa, Vania? —se preocupó William, girándome para que lo vea.

—Alguien acaba de gritar —respondí adolorida, cosa que lo desconcertó—. No sé que carajos pasa, pero no se siente nada bien estar aquí.

—¿Qué...? Oh, ya, aquí ocurrieron... —masculló Ira, recordando algo al parecer.

Esas frases al aire aumentaron mi curiosidad, pero reconocí que no era momento de ponerme en "modo curiosa" y realizar preguntas de las que Stacy se quejaría.

Continué andando a pasos un tanto veloces y bruscos, observaba mientras caminaba que todas las puertas estaban abiertas. Excepto una que se encontraba al final.

Bingo.

—Déjenme esa tarea a mí —murmuró Daniel con adustez al ver que Stacy no podía abrir la puerta.

Otro crujido resonó en el pasillo y un grito femenino lo acompañó. Esa voz no era la de Adielt, era alguien más. ¿Quién?

Daniel se acercó a la puerta y la pateó dos veces hasta que se abrió con ímpetu. Entró con rapidez y frenó el paso de Stacy, colocando su brazo frente ella.

—Que nadie se mueva —murmuró con seriedad, la rubia acató la orden y los demás también.

No supimos el porqué de su pedido hasta segundos después, cuando unos clavos cayeron del techo cerca de William. El tamaño de aquellos objetos no era uno normal, eran más grandes y con una punta bastante filosa, lo más probable es que podrían perforar la piel.

—Listo —avisó con frialdad.

Entré a la habitación, sin importarme si debía empujar a los demás o no. Al ver la habitación completa, me estremecí por la imagen.

Las paredes estaban pintadas de un rojo intenso, un olor horrendo emanaba de allí, por lo que supuse que era sangre. Las ventanas estaban sucias, los muebles llenos de polvo y una silla se encontraba en medio de la habitación.

Encima de esa silla, estaba el pelinegro que Ira me presentó una vez. Sí, hablo de Adielt.

Adielt Jonst.

Su camisa blanca estaba manchada de un tinte rojizo, estaba atado con alambres a la silla. Las ataduras parecían bastante dolorosas y apretadas, lo podía deducir por la piel alrededor de ello.

Cuando intenté acercarme a él, un ruido se escuchó y yo me agaché. Una flecha se clavó en la pared de la otra punta, una maldita flecha que pudo haberme matado. Proseguí a lo que estaba haciendo.

—No se queden ahí parados, ayuden —reclamé con cierta molestia, desatando, con la mayor delicadeza posible, los alambres. No quería herir a Adielt. Ya estaba bastante lastimado.

Daniel se acercó y me ayudó a ponerlo de pie, William también. De paso, intentó despertarlo con unos pequeños golpecitos en sus mejillas.

—¿Será necesario el líquido rojo? —inquirió William, viendo su estado. Su tono de voz que solía ser divertido y jovial, había sido reemplazado por uno serio y angustiado.

—No... —balbuceó Adielt, abriendo con lentitud sus ojos oscuros. Su mirada fue desde los chicos hacia mí—. No hace falta.

El alivio me invadió, al menos podía hablar, estar consciente y entender lo que decíamos. Eso era suficiente para que yo estuviera tranquila.

Cuando me vio, no dudó en rodearme con sus brazos. Su cuerpo, que era más grande que el mío, se aferraba a mí como si su vida dependiera de ello. Apretaba un poco mi cuerpo delgado.

Su abrazo repentino me sorprendió, pero los asombró más a los otros. Adielt siempre se había esforzado por parecer un chico desalmado y cruel, intrigante y sombrío, pero conmigo parecía ser un caramelo muy dulce.

—¿Qué es lo que hacen aquí? —inquirió Eiden, escudriñando la habitación.

—Créeme, no querrás saberlo —respondió con un tono frío. Carraspeó un poco al separarse de mi abrazo.

Ya había vuelto a su modo normal. No parecía que hubiera alguna herida grave en su cuerpo o cabeza.

—...No considero necesario que ustedes sepan lo que ocurre —decidió hablar Ira, su voz se tornó melosa, como cuando quería conseguir algo—. No me gustaría que les pasara algo por mi culpa, chicos. Ustedes no quieren eso, ¿Verdad?

Sentía su falsedad. Ira Smith gritaba mentiras y secretos por todos los sentidos dónde la veas. Utilizaba eso a su favor, te doblegaba con su manipulación. Una chica que puedes odiar o amar.

Todo depende de lo que a ti te guste.

Adielt no pronunció una palabra más y abandonó la habitación, esperando que lo siguiéramos. Mi pesadilla de perderlo no se había hecho realidad, lo que significó un alivio para mí.

Por curiosidad, volteé a una de las ventanas y vi como una mano se hallaba apoyada en el vidrio del lado de afuera. Con uno de sus dedos escribió algo que no fui capaz de leer. Eso me asustó tanto, que me fui tras Adielt.

...

Al caer el fin de semana, decidí ir a Grelim. Quería visitar a Adrianne y a Lila, las extrañaba tanto y me sentía una mala hermana, mala amiga y una egoísta.

No tenía tanto dinero, por lo que no me pagué un taxi esa vez. Me resultó más económico ir en autobús, aunque tardara más y tal vez el viaje no resultase tan cómodo.

El trayecto al pueblo se volvió eterno en un punto, no veía la hora de bajarme y abrazar a Adri. Si bien me había despertado con bastante pereza, desapareció al ir camino a Grelim.

Una vez el autobús paró, bajé del vehículo y comencé a caminar. Escuché sirenas de policía, pero las ignoré. Podía ser cualquier cosa, no tenía porqué preocuparme, ¿Verdad?.

Al llegar a la calle de mi casa, me alarmé de ver varios autos policiales estacionados cerca. Me acerqué a pasos apresurados, oyendo a mis vecinos murmurar cosas despreciables al verme. 

—Vania... —se me acercó Adri, por su expresión, supe al instante que algo había ocurrido.

—¿Qué pasa? —pregunté con intriga. Ella no respondió, por lo cual, me alarmé—. Adri, háblame por favor...

No dijo nada más, la empujé del camino. Al estar más cerca de la escena, puede ver una camilla con una bolsa negra, de esas donde guardan cuerpos.

Mi corazón latió más rápido, temiendo lo peor. 

—Usted es familiar de quiénes viven aquí, ¿verdad? —inquirió un oficial. Me conocía desde pequeña, pero supongo que hizo esa pregunta por protocolo.

—Sí, ¿Qué ocurrió? —contesté con rapidez. Mi respiración no dejaba de ser acelerada.

—Ocurrió un accidente. La niña Lila cayó por el balcón, lo siento mucho —farfulló antes de retirarse, sin dejarme preguntarle nada.

El mundo pareció desmoronarse a mi alrededor. Mi vista comenzaba a nublarse, quería creer que era un error, una mentira, una pesadilla, pero la realidad era otra.

Es increíble como pasé de estar feliz por encontrar a Adielt, a estar triste por la muerte de la única familia que me quedaba.

Lila Vantest era la única familia que me quedaba, a pesar de no tener mi sangre. A partir de ese momento, ya no tenía a nadie. 

Mi corazón se agrietó ese día. Esperando el momento indicado para desvanecerse y que solo quedaran cenizas de el.

—Vania... —me llamó mi mejor amiga, me rodeó con sus brazos.

No respondí, respiré hondo y sequé mis lágrimas con el borde de la manga de mi suéter lila. Odiaba verme vulnerable en público y que alguien pudiese comentar algo de mi llanto, detestaba llorar por esa razón.

Un motivo tan estúpido.

Un motivo tan estúpido que nació en mi infancia.

«¿Dónde carajos está la vieja? La golpearé apenas la vea por no cuidar a su hija»

Cómo si fuera una invocación, mi madrastra apareció segundos después. Sus ojos aparentaban estar irritados por el llanto, también estaban apagados de toda vida, parecía una muerta.

—¿Qué pasó?¡Debías cuidarla, eras su madre! —le grité sin pensar. Estaba molesta, la impotencia se apoderaba de mí.

Me sentí culpable por no estar ahí, por no haberla podido abrazar por última vez.

—Estaba cocinando y ella se fue a tu habitación. No sé qué pasó, Vania, pero te juro que ella no se cayó sola —sollozó.

Respiré y, al querer gritarle algo más, reflexioné sobre sus palabras. «¿Acaba de decir que ella no se cayó sola?»

—¿Estás afirmando que la asesinaron?¿Qué viste en ella? —pregunté con interés y confusión.

—No lo sé, la desesperación me invadió cuando escuché su grito. No ví a nadie, pero por la posición de su cuerpo, dudo que ella se haya caído sola. Y... Hay algo extraño en su palma, como una cicatriz a lo largo... —detalló con extrañeza. Sus ojos observaban al suelo.

Decidí no preguntarle nada más. Luego vería que podía hacer con esa información. Verla tan vulnerable me provocó ganas de abrazarla, por primera vez en la vida compartíamos una cosa en común: el dolor por una muerte de una persona que queríamos.

...

Adrianne decidió acompañarme en todo momento y dejó que durmiera en su casa, a pesar de la negación de su madre. Ella decía que a un amigo nunca se le da la espalda, que su madre lo entendería con el tiempo.

—Mi madre sólo es una mujer malhumorada, Vania —intentó animarme un poco.

—Ella... Se fue, tú lo viste... —murmuré abatida, percibiendo como las lágrimas se arremolinaban en mis ojos otra vez. Inspiré hondo.

No quería llorar. Quería hacer justicia por su muerte, pero primero debía averiguar si fue un accidente o un asesinato.

—Lo siento mucho, Vania. Ven, déjame que te abrazo —susurró mi acompañante antes de rodearme en un abrazo de oso—. Estoy aquí para lo que necesites, tenlo siempre presente, ¿Si?

Asentí en silencio. Por mi mente rondaban teorías sobre la muerte de Lila, eran varias, pero sólo una me pareció correcta, pero...

No podía ser posible, ¿Verdad?

Mercink~

¿Qué es lo que no puede ser posible?

¿Qué creen ustedes?¿Accidente o asesinato?

¿Adielt está bien?¿Sigue siendo el mismo o ya no?

¿Qué creen que vaya a pasar con Vania?

El próximo capítulo es otro de mis favoritos 👀

Nos vemos en la próxima actualización semanal ❤️ Los dejaré con dudas uwu.

<3

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