Capítulo 23

"Puede ser que la oscuridad vuelva borrosos los recuerdos"

Abrí mis ojos con lentitud ante un ruido ensordecedor que dañaba a mis oídos. Me levanté de un tirón, asustada, viendo a mi alrededor.

La habitación era gris, con una bombilla de luz que colgaba del techo. Era inmensa y vacía, sólo una mesa de metal se encontraba en el centro del cuarto, allí sentada estaba yo.

El pitido que había escuchado minutos antes, volvió a resonar en las paredes. Contuve mi molestia y cubrí mis oídos con mis dedos, intentando tranquilizarme.

Observé en dirección a la puerta que se encontraba a varios metros de mí, era de metal y con bastantes cerraduras de hierro.

Cuando intenté levantarme de la mesa, mi cuerpo se sintió pesado y adormilado, lo que ocasionó que perdiera el equilibrio y cayera de cara contra el suelo de cemento pulido.

El escozor en mis palmas y rodillas me molestó un poco. No fue hasta ese momento que me percaté de que ya no llevaba puesto ese vestido blanco que me había obsequiado Leyla, sino una bata blanca como las de un hospital.

La puerta se abrió y yo me apresuré en levantarme del suelo con rapidez. El adormecimiento en mis extremidades seguía presente.

—Lamento que hayas tenido que caerte de esa manera al levantarte, parece que alguien se pasó con el sedante que te inyectaron —explicó mientras cerraba la puerta.

Quién hablaba era un hombre de unos veinte y tantos años. Llevaba un pulcro traje en tono gris oscuro, su mirada era intimidante.

Le sostuve la mirada, dando unos pequeños pasos hacia atrás, no pude retroceder mucho más porque chocaría con la mesa de metal. Y no era lo que quería en ese momento.

—¿Me tienes miedo, More? No debería tenerlo —opinó con adustez y una fingida sonrisa amable—. No soy a quien le deberías temer.

—¿Entonces a quién? —decidí hablar, tomando valor para no dejarme intimidar.

Lo peor que puedes hacer es demostrar que sientes miedo. Tu enemigo usará ese momento a su favor y te destruirá, se sentirá poderoso sobre ti.

Saruas ut. Ecnaifnoc sap siaf en —sonrió con sorna y extendió su mano para tocarme el brazo en forma de caricia reconfortante—. Descuida, nada malo te pasará. Aún no morirás.

Lo observé, escéptica. Las palabras que había dicho en forma de burla, eran tan extrañas, no parecía ser un idioma conocido... ¿Entonces?

Cuando intentó decir algo más, aproveché el momento y golpeé su brazo como me habían enseñado los chicos. Ese golpe lo desestabilizó por unos minutos, lo cual no fue suficiente. Procedí a golpearlo en la pierna, esperando a que cayera al suelo para correr hacia la puerta.

Lo había estado examinando. No colocó llave a la puerta, ¿Qué clase de persona deja la salida abierta, sabiendo que tiene secuestrada a una persona?

Cuando logré abrir la pesada puerta de metal, salí al pasillo y comencé a correr sin dudar. El aspecto fuera de la habitación donde me había despertado, era como de una especie de búnker subterráneo.

Existían miles y miles de pasillos en el mismo subsuelo, un laberinto sin fin.

En un determinado momento, caí al suelo por la falta de aire y la pesadez en mis piernas. Empecé a experimentar sed y sequedad en la garganta, visión borrosa, respiración agitada...

«No. No. NO. Maldición»

Fue justo en ese momento que unos pasos femeninos se oyeron detrás mío, segundos más tarde un pinchazo me abordó en el cuello. La dueña de esas manos, era ruda y un poco violenta, no reconocía quién era.

—Dulces sueños, Vania —susurró una voz lejana.

...


Abrí mis ojos al sentir un ardor en ellos, la luz que entraba por la ventana atrás de mi cama, golpeaba contra mis pobres ojitos. Hermosa manera de despertarme.

—¿Cómo te sientes?¿Mejor? —Leyla se acercó a mí y se sentó en mi cama—. Me preocupaste mucho en el baile, Dafne.

—¿Qué pasó? —me senté con lentitud, recapitulando todo lo que podía recordar sobre la noche anterior.

—Te sentiste mal en un momento y te traje aquí para que descanses. Si necesitas algo, sabes que puedes decirme —agarró mis mejillas con sus manos y me observó—. Daf...

—Recuerdo que te besé, ¿No es así? —aparté la mirada con un rubor en mi rostro.

—Sí, lo hiciste. ¿Te gustaría repetirlo? —sonrió un poco y pasó un dedo por mis labios con delicadeza—. Mejor vamos a comer antes de que incendiemos la habitación. Te dejé tu uniforme en el baño, ve.

—Claro que me gustaría repetirlo —admití con una sonrisa un poco tímida.

Ella se quedó estupefacta ante mis palabras, no despegaba sus ojos verdosos de mi rostro. Parecía no creer en lo que había dicho.

Le sonreí y deposité un beso en su frente antes de levantarme de la cama, camino al baño.

Pasaron unos minutos, me encontraba vistiéndome cuando me percaté de unos pequeños, pero dolorosos, raspones en mis rodillas.

«¿Fue real o no?» pensé subiendo la mirada hasta el espejo. Acomodé el cuello de mi camisa azul marino, color que tanto odiaba.

Detrás mío pasó una sombra distorsionada, volteé a ver, pero se esfumó en el aire. Suspiré y continué con lo que estaba haciendo, tal vez era que no había dormido bien y veía cosas donde no las había.

Al salir del baño, Ley me estaba esperando. Con su preciosa sonrisa, se acercó a mí y enganchó su brazo con el mío.

Partimos rumbo al comedor, conversando un poco para aligerar el ambiente que se sentía pesado.

...

Cruzar la puerta del comedor pareció ser un acto de valentía, puesto que cuando entré, todos me asesinaron con la mirada. Incluso sentí como algunos anhelaban descuartizarme.

Ese espectáculo duró bastante poco, ya que luego comenzaron a murmurar entre ellos sobre mi aspecto, mi relación con los chicos, con Ara y Leyla; del cuerpo que se encontró en la piscina y otros temas.

La noticia del cadáver en la piscina me interesó, pues era algo que recordaba a la perfección sobre la anterior noche. Mi curiosidad iba apoderándose de mi cabeza, por lo que me detenía a escuchar lo que decían.

—¿Habrán sido ellos? No estuvieron en ningún momento en el baile.

—¿Si fueron ellos, dejarían el cuerpo ahí?

—¿Cuando darán una explicación de ello?¿Dónde están las cámaras?

—Ella actúa sospechosa, no la vean.

—No olvidemos que está con ellos, no lo olvidemos nunca. NUNCA.

Son Caos y Destrucción.

Dejé de escuchar al oírlos decir tantas estupideces, volverían a su miedo a los chicos y sus rumores tontos. Por lo tanto, decidí ir a buscar nuestro desayuno con Leyla.

—¿Quieres que averigüe que sucedió? —preguntó al verme tan curiosa con ese tema—. No es molestia, amo chismear.

—Ley, tú y yo vi...

—No hables de eso, menos aquí. Olvida esos que vimos, ¿De acuerdo? Nada pasó —me interrumpió en un susurro y se sirvió una porción de pastel de fresa, leche chocolatada y trocitos de banana.

Yo por mi parte, preferí algo menos azucarado. Elegí unos tostados de jamón y queso, con jugo de naranja y papas fritas.

Una vez terminamos de elegir nuestros desayunos, fuimos a la mesa donde se encontraba Ara. La saludé con la mano, ella evitó observarnos por unos segundos.

—Reina del chisme y actriz del año —bromeó, sin embargo, capté su indirecta hacia mí—. ¿Qué tienen para decirme hoy?

—Nada en especial —se apresuró a responder Leyla, su voz se tornó divertida—. ¿Y tú?¿Tienes algo para decirnos?

Ara tomó una respiración profunda y se calló. Tanto ella como yo, sabíamos a que se refería la chica amante de las fresas.

—Lo supuse. Descuida, sabes que no digo nada.

—Lo sabía, Leyla modo chef —bromeó y la pelirroja sonrió—. Pero ni se te ocurra molestar con temas de cocina, Isabel. Me duele la cabeza.

—Está bien, no diré cosas que no te gusta escuchar —levantó las manos en señal de inocencia—. Y no me digas Isabel, no me gusta.

—¿No te gusta tu segundo nombre? —pregunté con curiosidad, observándola de reojo.

—No. ¿Cómo sabes que es mi segundo nombre?

—Sólo lo sé —me limité a sonreír. Poco me importaba si la chica sabía que yo había "investigado" sobre su vida, me daba igual lo que ella supusiera.

No es nada malo intentar averiguar un poco de la vida de alguien que consideras más que tu amiga, ¿No?

Un repiqueteo en mi hombro me sobresaltó, volteé a ver a la persona que se encargó de molestarme un poco. Suavicé mi expresión al encontrarme con Josephine.

Sonreí y le hice un gesto con mi mano, incitándola a hablar.

—Necesito hablar contigo. En privado —observó con dureza a Ara.

—Fuera, Josephine —masculló con seriedad, esa que tanto la caracterizaba—. ¡Fuera!

—No es necesario, Ara. Yo me encargo —la interrumpí y me levanté de la silla—. Ya regreso.

No pasé por alto la manera en que los ojos verde azulado de Josephine se dirigieron a las chicas. Con una sola mirada parecía amenazarlas, diciendo "Di algo y dile adiós a tu cuello"

Seguí a Josephine hacia fuera del comedor, sintiendo la mirada penetrante de los demás. No me intimidé por ello, debía estar calmada.

Una vez llegamos al pasillo de los casilleros, visualicé al resto de los chicos. Eiden y Blas se encontraban contra una columna, mientras que el resto estaban cruzados de brazos con un ceño angustiado.

—¿Qué pasa, Josephine? —interrogué con calma.

—¿Acaso nadie sirve en este lugar?¡Maldita sea, Josephine!¿Eres imbécil o qué? Debías decirle, no quedarte como una estatua.

—Basta, Stacy —la calló, severa—. Encontramos el lugar donde tienen a Adielt, Vania.

Mercink~

Nos salió un capítulo bastante largo.

¿Dónde creen que esté Adielt?¿Qué piensan que le están haciendo?

¿Por qué Leyla actuó así con el tema de la piscina?

¿Y esa reacción de Ara con Josephine?

¿Qué será lo que creen los demás de los chicos?

¿Y que fue eso del cuarto gris y la mesa metálica?¿Un sueño?

Los leo ♥️

Nos vemos en la próxima actualización semanal. O en alguna de otras de mis historias.

Espero que les haya gustado el capítulo. Los quiero ❤️ Se me cuidan mucho ✨

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