Al bebe

No soy un ogro para no dedicarte un espacio en este espacio. Lamento en sí que tenga que ser en este espacio plagado de bilis, y es que no sé si serías también una bilis o la alegría más intensa que iba llenar mi amargado corazón.
Créeme, no lo pensé mucho, es más no lo pensé nada. Han pasado años y te digo no me arrepiento, suena cruel pero si te amo. Es solo que era tan novata. Maldita sean mis decisiones.

Iba a tener tu cara Manolo, quizá sería una escritora como Danton Antero o una simple escribidora como la Erika Tavara. Lemurian, así debí llamarla. Quería usar Atlantis pero sonaría algo feo entonces me decanté por Lemurian.

¿Cómo serían tus ojos? no se, ya no tendrías mi asentó numantico, ya no tendrías mis ojos almendrados, tal vez heredadarias la suavidad de mi padre, tal vez heredarias esa finura y elegancia de mi madre; tal vez solo debí llamarte Carmelita como tu abuela paterna, y entonces te dirían Carmelita la vendehuevos y tu hijo luego comenzaría a asaltar cerca de las universidades y poco a poco tendrías dinero para que olvides que antes eras la vendehuevos y llames a los que antes vendían huevos contigo: malos partidos, pobretones.

O tal vez serías como mi abuelo que botó a patadas a mi padre cuando se enteró que nunca había terminado la universidad. Pensándolo mejor, querría que seas como mi valiente padre, quien rebelde dijo que se iría a otro país con mi madre porque no necesitaba de su padre y su dinero; nos enteramos después que en realidad lo hizo porque  tenía más deudas en España que ideas rebeldes en Perú. Si, mejor se como él, cualquiera cosa es mejor que yo, quien te perdió y no se arrepiente.

Ayer vi como atropellaron a un perro, trataba de caminar con la pata rota y de inmediato lo arrolló otro carro.
Ay hijita, del mundo que te salve.

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