Transcripción del último sueño que tuve
Aguanto la respiración. Mi madre me mira esperando a que diga algo. Pero no lo hago; el miedo me paraliza. La contemplo durante unos instantes intentando decidir qué puedo decirle. Cómo se lo puedo explicar. Mi padre, a su lado, también espera a que hable. Puedo sentir la manita de mi hermano cerrada en torno a la mía, y su contacto me da fuerzas. Pero no las suficientes para afrontar lo que les voy a decir.
—¿Qué? —espeta mi madre—. No te cortes a mitad de frase.
—A ver, mamá, no te enfades —le pido.
Estamos de pie en la entrada de casa, justo delante de la verja negra. Mi gata, Michi 2, me mira con la boca entreabierta frotándose contra los barrotes negros.
—He... He hecho un amigo —prosigo.
—¿De qué lo conoces? —pregunta mi padre, y veo la felicidad en su rostro. Cualquier nuevo amigo es una alegría para él.
—Yo lo... Yo...
El terror me paraliza y no puedo continuar la frase. Mi madre entorna sus ojos azules.
—¿No será ese chico que te habla por Wattpad?
Reúno el valor para asentir con la cabeza.
—¡Ni siquiera sabes si es una persona de verdad! —me echa en cara—. ¿Y si es un pederasta, eh? ¡Dime que no le has dicho dónde vives!
—¡Es una persona de verdad!
—¿Y eso cómo lo sabes?
—Hemos hablado por Skype, mamá. Es de verdad, mamá.
—Espera, ¿qué? ¡¿Que te has hecho cuenta en una red social y no me has dicho nada?!
—¡Sí, mamá, joder! ¡Que no soy ninguna niña! ¡Sé lo que hago!
—Me has mentido. Eres idiota, hija, en serio. ¡Enséñamelo!
Retrocedo un par de pasos, por lo que mi hermano me suelta. Las lágrimas amenazan con escapar de mis ojos.
—No —digo llevando una mano a mi móvil de forma protectora.
—Dámelo —insiste, y veo la ira en su rostro.
—¡NO! —grito, y echo a correr en dirección contraria. Ella no me sigue.
......
Cae la noche.
No sé cómo he acabado aquí, mis recuerdos son confusos, pero estoy sentada en el suelo vestida de verde. Mi espalda está apoyada en la muralla que rodea un pueblo de aspecto medieval. Mi arco descansa junto a mí mientras yo me como un trozo de pan robado.
El cielo nocturno está teñido de un inusual color rojizo. Hoy es "el" día. Lo sé. Y no estoy segura de estar preparada para ello.
Me pongo en pie, me sacudo la ropa y agarro mi arco. Sin nada mejor que hacer, a la espera de que amanezca, dejo que mis pasos me guíen por las callejuelas.
Estas son estrechas y empinadas, pero estoy acostumbrada a ello. Llego a una cuesta, la que tiene escalones alargados, que lleva a la iglesia. Asciendo con esfuerzo y a mitad de camino doy tres toques con la punta del pie a la puerta de madera astillada que está oculta a mí izquierda. Al hacerlo, cubro mi cabeza con una capucha.
Me abre la misma persona de siempre, ese muchacho flaco con capa negra. Al reconocerme me permite el paso.
Es la casa de mi amiga Rebeca. Ella está en su sofá beige viendo la televisión, probablemente una película de miedo, con su primo pequeño. Al ver que soy yo, ella se levanta y me mira con enfado.
—¿Qué haces aquí? —me escupe.
—Pensar. Se me viene encima algo grande.
Me acerco a la gran cristalera que mira hacia el norte. Me cruzo de brazos y observo de nuevo el color sangre del cielo. La luna es enorme, gigantesca, y casi parece que me está observando.
Mañana se darán las condiciones para frenarla. Mañana caerá. Mañana se decidirá todo.
Compruebo mi cuaderno. En él recopilo todos los rumores que he oído en el pueblo, cualquier resquicio que pueda salvarnos a todos. Doy gracias a los niños que me han aportado la mayor parte de la información.
Oigo bajo mis pies un rugido helador al que por desgracia ya estoy acostumbrada. Un escalofrío me sacude el cuerpo al sentirlo vibrar mis huesos. Bajo la casa de Rebeca, como todas las del pueblo, hay una colosal catacumba que, se dice, es la morada de un monstruo. Últimamente, con el crecimiento de la luna, más y más veces se escuchan alaridos escalofriantes por el pueblo, procedentes del subterráneo.
Nadie se atreve a comprobar si la leyenda es cierta. El miedo es demasiado poderoso.
Tengo que arreglar todo esto. Por mis amigos... Por mí... Y por mis familias. Mis dos familias.
Abandoné a mi primera familia. Sin embargo, en este lugar encontré mi sitio. De algún modo, Michina estaba aquí. Mi gata, la madre de Michi 2, que había muerto dos años atrás. Estaba aquí, después de todo. Su aspecto era de ultratumba y podrido, muerta, pero de algún modo ahí estaba.
Aquí he encontrado a mi segunda familia. A mi compañero y a mi hija. Mi pequeña niña de rizos negros. Por ellos lucharé.
Veo los primeros rayos del sol despuntando por encima de los tejados. Suspiro y salgo de la casa por donde había entrado. Una vez en la rampa con escaleras, termino de subirla y me dirijo a la puerta norte de la muralla. Es muy alta y tiene una campana en lo alto, como un campanario incrustado en el muro. Me agarro como puedo a las rocas que forman la estructura y comienzo a ascender. Los brazos y los pulmones me arden por el esfuerzo, pero no desisto. Solo tengo el día de hoy.
Para cuando llego a la parte alta, ya es de día. El sol ya ha salido del todo. Es la hora.
Preparo mi arco. Cierro los ojos un momento, suspirando, en un intento de relajarme. Solo tengo una oportunidad.
«Al este y al sur. Al norte y al oeste. Abajo».
Tenso la flecha al máximo y acabo soltándola cuando siento que la cuerda del arco ya no da más de sí. Mi flecha atraviesa el aire a una velocidad asombrosa. Cruzo los dedos esperando que ocurra un milagro.
La flecha impacta en el sol. Sé que he acertado a mi objetivo.
Cuatro disparos más.
Me giro al sur, hacia el desierto que se ve kilómetros a lo lejos. Preparo el arco de nuevo y señalo con la flecha hacia el pequeño oasis que hay perdido entre las dunas. Suelto los dedos y mi flecha, mortífera, atina su objetivo.
Apunto a la lejana montaña nevada del norte. Su roca gris cubierta de nieve brilla de un modo especial a la luz del sol emergente. Debo acertar a la cumbre... Dejo ir la segunda flecha.
Acierto.
Tenso la cuarta flecha en dirección al oeste, donde se encuentra el mar. Tiro hacia atrás tan rápido como puedo; este es el disparo más largo.
Tras meditar un instante, la suelto. No alcanzo a ver dónde impacta, pero sé que el disparo ha sido perfecto.
Abajo. Esta es la parte que me desconcierta. No hay nada bajo mis pies, nada que pueda ser acertado con una flecha. A no ser...
Trago saliva y me coloco el arco a la espalda. Ahora viene la parte complicada.
......
Llego al suelo, inexplicablemente ya es de noche. Será cosa de lo que se está avecinando.
Los niños salen a la calle, risueños y disfrazados de monstruos. Noche de Halloween, cómo no. Debo sortearlos para llegar a mi destino: la casa de Rebeca. Sin embargo, esta vez voy por arriba, desde la iglesia. Me concedo un segundo para meditar apoyándome en una pared fría y húmeda. Un grupo de niños pasa corriendo entre risas por mi lado y los miro con lástima. También debo salvarlos a ellos.
Suspiro y me separo de la pared. Sin embargo, antes de llamar a la puerta de la casa recuerdo cómo me desdeñó Rebeca la noche anterior. ¿Cómo entrar? Buscaré otro método.
Doy varias vueltas por el pueblo, pero finalmente no tengo más remedio que asumir que tengo que irme a casa de Rebeca. Así pues, cojo carrerilla y echo a correr hacia su puerta. Sé que así no me verá.
Como una bala, entro en su casa hasta el salón. Me dirijo hacia la gran cristalera, lista para abrirla...
—Ana —me llama una voz infantil a mis espaldas.
Un escalofrío me recorre la columna. Al girarme, me veo cara a cara con Ian, el primo de mi amiga. Su pelo negro y corto contrasta con su piel blanca. Veo sus mejillas infladas y una ira inhumana en sus pequeños ojos castaños.
Me aterra.
—¿Qué haces? Dijiste que verías conmigo la película de miedo.
—Sí, lo sé, pero ahora no puedo.
—Me has mentido.
—No te mentí, no sabía que iba a ser hoy...
—¡Ven a ver la película!
—No. —Escucho pasos que se acercan y decido usar el mismo tono que con mi hija cuando hay que convencerla de algo—: Mira, hoy no. Pero mañana lo haré, ¿vale? Y no le digas a tu prima que me has visto.
Él asiente, conforme. Termino de abrir la ventana y salgo a la terraza a la carrera.
Digo terraza por decir algo. En realidad la parte trasera de la casa es un enorme jardín que, yo sé, conduce a las montañas. Mi objetivo.
La luz de la gran luna es mi única guía. Estoy agotada de correr, pero no puedo detenerme. Cada segundo cuenta.
Llego a un punto donde el suelo empieza a blanquearse por la nieve. La montaña está cerca.
Un gigantesco bloque de hielo me bloquea el paso. Me detengo, fastidiada, y mi mirada se desvía hacia arriba. Esto ya lo he vivido y sé qué tengo que hacer.
Sobre el bloque hay un carámbano pesado y de apariencia poco estable. Debo dispararle dos veces a su base. De este modo...
Cargo mi arco y disparo una vez, y dos. Y... El carámbano cae destrozando el bloque del suelo. Sigo mi camino... a las entrañas de la tierra.
......
Me encuentro en un lugar subterráneo que me suena y no sé de qué. Creo que una vez jugué un videojuego en el que había un escenario similar. Una "mazmorra", creo recordar.
Las paredes son de piedra y muy altas, pero se extienden unos seis metros por debajo de mis pies. No hay salida, pero hay seis pilares geométricamente perfectos a los que se puede subir por escalera. Las paredes son húmedas y por ellas escapan las raíces de algún árbol.
Si mi memoria no me falla, debo encontrar el sexto objetivo aquí después de derrotar a ese ser oscuro que aquí habita...
Escucho un rugido peligrosamente cerca. Está aquí. Debajo de mí.
Preparo mi arco, lista para luchar. Y salto al precipicio.
Abajo me espera el terror que sacude al pueblo. El monstruo subterráneo. Mano muerta.
La bestia me intenta atacar, pero es lenta. Corro lejos de él, pero caigo en su vieja trampa: sus infinitas manos que brotan como apéndices del suelo. Una de ellas me agarra la cara, ocasión que él aprovecha para venir a por mí. Me muerde el hombro, arrancándome un grito de dolor. No le veo la cara, su mano me tapa la visión.
No soy consciente del todo de lo que pasa. La batalla es larga y dura y voy perdiendo por momentos. Siento que voy a desfallecer...
Entonces, libre ya de esa mano, veo el sexto objetivo. Una diana roja sobre la cabeza del monstruo. Es ahí donde debo disparar, el amanecer se acerca y con él la caída de la luna.
Cargo a toda prisa mi arco y dejo ir la flecha al último blanco. Sé que he acertado, era un tiro fácil.
La tierra toda se sacude por un instante, haciendo que el mismísimo Mano muerta se detenga. Puedo sentir que en el exterior todo vuelve a la normalidad: la Luna vuelve poco a poco a donde pertenece, las familias separadas por la discordia se unen de nuevo...
Cuando Mano muerta me asesina, tengo una sonrisa en el rostro.
......
Mi madre está aquí conmigo en un cielo blanco. Estamos rodeadas de nubes y ella me sonríe. Sé de algún modo que ambas estamos muertas.
—Ven aquí, cariño —me sonríe.
Y la abrazo.
***
Juro que esto es todo lo que recuerdo de ese sueño. Es raro porque en el fondo tiene algo de sentido •-•
¿Qué os parece a vosotros?
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