3. Adrenalina

Pasado

Los brazos me dolían, la respiración me faltaba a medida que mis pulmones se llenaban de líquido.

—Cinco.

Escuché su orden y me sacaron la cabeza de la pileta. Tosí varias veces, en la mayoría expulsé  agua que sin querer había tragado.

—¡Eres débil! —dijo él señor y caminó hacía mí lanzándome una toalla a la cara. No dije nada, no por temor o por querer darle la razón, apenas si podía respirar y cada que intentaba hablar las palabras no me salían.

—¿Estás bien? —Natasha caminó hacia mí. —asentí sólo para que Nath no se asustara.

Ella era parte de "la familia". Había llegado tan solo dos meses después de nosotros y, a pesar de ser mujer, no la trataban mejor.

—Si lo tocas será una semana en el calabozo. Debe aprender la lección.
Ella se detuvo y yo asentí.

—Así no me sirves, eres patético. Recuerda que si algo le pasa, tú serás responsable.
Apreté los dientes. Su particular manera de obligarme a obedecer o castigarme, era a través de mi hermano.

Si los castigos que me daba eran malos cuando se desquitaba con el eran peor razón por la cuál siempre intentaba hacer lo que él creía correcto aunque para mí no lo fuera.

Me levanté sin importarme el temblor de las piernas y brazos.

—De nuevo —dije apenas con un hilo de voz. Sabía que si no lo intentaba haría que mi hermano estuviera en mi lugar y no lo iba a permitir, él era lo único que me quedaba y necesitaba mantenerlo con vida.

Natasha negó con la cabeza y yo le dediqué una débil sonrisa. Él me miró por un breve instante, pero después asintió.

Los gorilas que me habían sometido la primera vez lo volvieron a hacer. Me tomaron por los hombros, uno a cada lado, y me forzaron a hincarme antes de hundir mi cabeza en la pileta de agua. Esta vez no grité, tampoco luché para salir. Cerré los ojos y contuve la respiración.

«El dolor es mental. El dolor es para débiles. El dolor se puede evitar», repetía una y otra vez dentro de mi cabeza. Poco a poco me fui levantando hasta que por fin logré salir. 

Tragué una bocada de aire, después levanté un pie, seguido del otro.
Una vez que recuperé el ritmo de la respiración, los gorilas intentaron detenerme, pero no se los permití.

La adrenalina me llenaba el cuerpo. Tumbé a uno y, cuando iba hacer lo mismo con su compañero, el muy cobarde intentó huir. Fui más rápido y lo derribé de un solo golpe.

Él asintió y aplaudió.

—¿Tengo que incentivar todo el tiempo? —Hizo una llamada—. Traigan al mocoso.

Jamás unas palabras me habían hecho sentir tan bien.

La puerta pequeña se abrió y entró uno de los guarros favoritos de Él con mi hermano atado y amordazado.

—Tú premio —dijo y lo lanzó al piso, no tenía más fuerzas para pelear, lo único que necesitaba en ese momento era algo de paz, que pude conseguir gracias a qué Nat se acercó a mi abrazarme.

Actualidad

Me miré por quinta vez en el espejo y negué con la cabeza. Lucía como un imbécil. Jamás había usado un estúpido traje –no me gustaban–; además, me quitaban movilidad. Sin embargo, era  una de las reglas fundamentales de mi nuevo empleo: debía usar traje todos los días.

Di la vuelta y tomé las llaves de la motocicleta. Hoy sería el primer día en la misión y a pesar de haber dormido unas cuantas horas, me sentía como nuevo gracias a Nath.
No debía cometer errores, de lo contrario mi hermano pagaría las consecuencias como siempre.

Era su forma de castigarme, amenazar la seguridad de él o Natasha.
Llegué al estacionamiento y me topé con la sorpresa de que mi motocicleta no estaba en su cajón. En su lugar había un Gaz Volga color gris, el diseño que demostraba un cierto estatus económico y social, era un vehículo que no pasaba desapercibido.
En el limpiaparabrisas había una nota:

"Un guardaespaldas no puede transportarse en una motocicleta, no sería bueno para tú imagen."

Después de leerla, hice una bola que la lancé al suelo. No sólo sé estaban metiendo con mi trabajo, si no también con mi vida privada. Me metí de mala gana y le dí un manotazo al volante. Quizá al terminar mi turno volvería a darle una visita al Círculo. Sospechaba que necesitaría de esa adrenalina para poder continuar.

Después de mi rabieta me coloqué el cinturón de seguridad y encendí el auto. Al hacerlo, la pantalla del GPS cobró vida y me mostró una dirección en una zona a la cuál jamás había ido.

El paisaje del camino me mostraba árboles y montañas hasta llegar a un lugar donde todas las casas eran iguales. Parecía un  laberinto para gente rica, ya que además de ser grandes y pomposas eran de color gris, azul y verde todas pintadas en tonos frios.

Al avance un poco más y al llegar a la última vereda el GPS me avisó que había llegado a mi destino.

Mire por un lado y la casa no era diferente al resto. Las paredes tenían pintadas de verde estilo militar, el techo estaba en triángulo, era como estar en un pequeño castillo. 

  Uno de los guardias que la custodiaba se acercó a mí.

—Identifícate —dijo, mientras sacaba un arma de su pantalón.

Bajé la ventana y al verlo hice una mueca. Se trataba de uno de los guarros que protegían a la chica de la noche anterior.

—Soy el nuevo guardaespaldas —dije.
Verme no le causó gracia, pero dio órdenes para dejarme entrar.

Seguí el camino que me señalaron. Me detuve en la entrada principal y baje del auto, al caminar unos metros había unos cuantos matones que estaban en una especie de fila india.

Baje del auto y caminé a dónde se encontraban.

—Buenos días —saludé.
Los guarros abrieron paso dejando entrar a un Hombre, llevaba un traje blanco y gafas oscuras, su voz era bastante gruesa y todos se hacían un lado cuando él pasaba frente.

—Tú debes de ser Nathan.
Dijo cuando se paró frente a mi. Asentí.

— Me recomendaron mucho contigo, dicen que eres uno de los mejores y es justo lo que necesitamos, al mejor.

No te estoy dando una tarea muy difícil, pero sí la más importante: estarás custodiando la seguridad de mi princesa. No sólo es hermosa, sino inteligente además le gusta meterse en problemas y eso me ha causado muchos conflictos.

Justo cuando iba a decir algo más la chica salió de la casa. Al verla suspiré pesado. Ojos grandes cabello oscuro y lacio ropa oscura y ajustada, era la representación del mismísimo satanás.

Camino a nuestra dirección y  al verme, se detuvo de golpe y me barrió con la mirada sin decir una sola palabra.

Su padre, al ver que mi atención estaba detrás de él, se dio la vuelta.
—¡Hola, amor! Quiero presentarte a una persona. Él velará por ti de ahora en adelante.

Yelena seguía parada observando.
—Así que mi guardaespaldas será un matón. —cruzó los brazos.

Levanté una ceja y su padre hizo una mueca.
—¿Se conocen?
—al escucharlo sonreí. Estaba a punto de decirle que mi trabajo había comenzado desde una noche anterior, pero ella me interrumpió.

—¿Acaso no le ves la pinta? En su cara se refleja la palabra ASESINO. —su padre negó y suspiro.

—Es uno de los mejores, me lo recomendaron demasiado. Dicen que sus trabajos son impecables, así que no tenemos de otra.

Tu seguridad es muy importante.
Ella me observó otro minuto sin decir nada, después asintió con la cabeza y se dio la vuelta para marcharse. Su papá levantó la mano y me hizo señas,  así que supuse que mi trabajo había comenzado.

Antes de que desapareciera comencé a seguirla. Al notar mi presencia se detuvo y dio la vuelta.
—¿Qué crees que haces? —preguntó cruzada de brazos.
—Mi trabajo —dije sin mostrar ningún tipo de miedo.

Ella negó con la cabeza dando dos pasos hacia mi.

—No debes seguirme a todos lados. —Me dirigió una mirada como si fuera su nuevo juguete favorito.

—Lo lamento, señorita, pero me pagan por ser su sombra. Espero y se acostumbré pronto a mi presencia.

Al ver qué era inútil negociar dio la vuelta y siguió su camino. Moví la cabeza y seguí sus pasos, pero eso no evitó que observe el lugar.

La casa era bastante amplia, tanto que podría jurar que toda la organización vivía ahí. Además, tenía cámaras por todas partes; guardias tanto en la entrada como en el techo y en algunos balcones. Era como estar en una prisión.
Llegamos a la parte alta segunda puerta a la izquierda y Yelena volvió a girar.

—Debo ir a mi habitación. Supongo que ahí sí puedo estar sola. —dijo a lo que yo negué con la cabeza.
—Lo lamento, pero no puedo dejarla sola.

Al escucharme sonrió.
—Que curioso, ayer mi vida no te importaba, ahora ¿debes cuidarme?
Dio un paso hacia mí, sin apartar los ojos de los míos. Esos mismos ojos negros que ayer destilaban pánico, hoy se transformaron en lo contrario.

Cerré el poco espacio que quedaba entre nosotros haciendo que ella quisiera retroceder, pero impedí que se retirará al tomarla por la cintura.
Al instante me arrepentí.

Sin embargo, no podía permitir que me viera débil. Ella quería intimidarme; y yo quería que se diera cuenta de que no podía jugar conmigo.

— Ayer no sabía que era mi trabajo, aún así la mantuve con vida.

— De a ver sabido que serías mi niñero no hubiera pagado por ello.—
dijo mientras se cruzaba de brazos.

—Arqueó una ceja y negué con la cabeza.

—Aunque me ofreció una buena paga por mi servicio lo hice por tener un poco de diversión, si gustas te puedo de volver cada centavo además no sé porque, pero algo me dice que ayer no fuiste de compras ya que estabas en un barrio peligroso y dudo que tú padre lo  sepa.

Me encantaría decirle de dónde nos conocemos. —hice como si estuviera apunto de regresar y ella me sostuvo del brazo.

Su semblante cambió. Me empujó del pecho, pero no me moví, cuando quiso pasar de lado, la tomé del brazo.
— Si tú no jodes mi trabajo, prometo no joder tú vida.

Estaba seguro de que quería decir algo, en cambio, permaneció callada un instante, hasta que asintió.

— Hecho —se soltó de mi agarre  y subió escaleras, así que  seguí sus pasos dándole un poco de privacidad.

Necesitaba saber todo de ella era claro que no era ninguna damisela en apuros, por la forma de caminar y manera de mirarme estaba seguro de que ella escondía un montón de secretos y por alguna razón quería descubrir cuáles eran.



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