1.Ovjetivo

   El llanto de mi hermano retumbaba en mis oídos, el color carmesí de la sangre de mi madre se encontraba en el suelo y en gran parte de mi cuerpo. Mientras mi hermano y yo estábamos llorando, el extraño que había asesinado a mis padres se paró junto a nosotros.

—Las lágrimas no resucitan  a los muertos. —dijo mientras me tendía la mano.

Me lo quedé mirando, por  un instante pensé en huir, pero éramos mi hermano y yo contra el mundo. 

Así que me levanté del suelo, limpié mis manos llenas de sangre en mi sudadera  y respondí al agarre. 

Sólo había dos opciones terminar igual que mis padres o aceptar la oferta del señor, así que me fui por la más sensata, no sabía trabajar, no teníamos dinero, viviríamos unos cuantos meses sólos y al final terminaríamos igual que ellos.

El señor asintió con la cabeza y sonrió. Mi hermano al verme imitó mi acción.

  — A partir de ahora somos familia, cuidaré de ustedes y ustedes de mi, tú. —dijo mientras me señalaba.

—Serás el líder de mis muchachos, serás una máquina letal, a dónde quiera que vayas te tendrán miedo serás la bestia más grande de todas. Y tú. —señalo a mi hermano.

—Estaras siempre atrás de mi cuidando mis espaldas. Serás el que tomara las mejores decisiones de todas. Juntos seremos invencibles.

Actualidad.

Negué con la cabeza mientras caminaba de un lado a otro para intentar calmarme.

—No soy un guardaespaldas. —dije mientras pegaba en la mesa. El trabajo no solo era estúpido, si no que involucraba enredarme con la víctima y jamás hacia eso, entre menos supiera de ellos para mí era mejor.

Mi hermano se levantó de la mesa y dio la vuelta para quedarse frente a mi.

Él mejor que nadie me conocía. Y sabía lo que pensaba aunque no se lo dijera.

—Las cosas son diferentes. En esta ocasión necesito que sepas ¿quién es su familia? ¿Porqué la protegen tanto? —lleve mis manos a mi cabeza por la frustración necesitaba golpear algo.

—Escucha Nathan, ella es la clave de algo y la necesitamos viva, eres el único que podrá con está tarea que aunque se vea fácil no lo es. —negué con la cabeza.

—No va a funcionar, ella es una niñita es caprichosa, inmadura y rebelde y yo, soy un profesional, esas actitudes no van conmigo y lo sabes. —dije con la mandíbula apretada, mientras volvía a ver la información que estaba en la mesa.  Mi hermano asintió.

—Nathan, no son órdenes mías, son órdenes del señor, lo intente persuadir, pero no funcionó, así que debes de acatar las reglas. — agarré la silla que estaba frente a mi y no pude más, la lancé al otro lado de la habitación.

Intenté controlarme, de verdad que si, pero la rabia que sentía era mucho más grande que mis ganas de mantenerme en equilibrio.

—Así será. —dije y salí del lugar.

 Llegué a mi motocicleta y la encendí necesitaba salir y golpear unos costales para bajar la adrenalina que estaba sintiendo en ese momento; cuando de repente sentí como unas manos se enredaron en mi cintura.

Me baje rápidamente y tome aquéllas manos, la dueña de ellas gritó.

—Te pagaré si me llevas.—dijo mirando atrás. Estaba nerviosa, pero no estaba llorando la solté y  cayó al sueño.

—No soy Uber, puedes conseguir uno en la esquina. —cuando me iba a subir de nuevo a la moto se escucharon unos disparos y ella se tiró al suelo, saque el arma y vi dos siluetas que se acercaban.

Antes de cruzar la calle apunte y le di a uno. Se tiró al suelo y comenzó a lloriquear, el otro chico se detuvo.

—¡Largarte!— grite y  se puso detrás de un carro.

—Entregame a la chica y nadie saldrá herido.—al escucharlo baje la mirada y ella negó con la cabeza.

—No, por favor. Valgo más que cualquier cosa. Te pagaré lo que quieras. — negué con la cabeza. 

—Tú vida para mí no vale nada. —al decir eso se escuchó otro disparo, las cosas ya sé estaban volviendo algo personal, me di la vuelta y me  escondí trás unos contenedores. La chica imitó mi acción.

—¡Entrega la de una puta vez o morirás también!—volvió a gritar el idiota, me estaba amenazando y nadie se atrevía hacerlo, así que active el arma y dispare, no le di ya que quería jugar un rato.

Pero al instante me arrepentí, las balas llegaban de todos lados. 

  —Mierda— dije y me tiré al suelo. 

Eran cinco, lo sabía por el sonido de las balas, pronto se quedarían sin provisiones y sería mi momento de atacar.

Así que me levanté del suelo y nuevamente active el arma.

—¿Acaso quieres morir? —dijo la chica tomando mi mano impidiendo que me moviera, me solté de su agarre.

—Ellos son los que van a morir. —dicho eso me levanté y salí de mi escondite. 

Al salir una bala rozó mi oído, lleve la mano a este y estaba limpio, solo había sido un roce. 

Otra bala paso junto a mi brazo y apunte a dónde está había salido, matando al segundo, iba a ir por el tercero, pero las balas se detuvieron y sé escucho un grito.

 Al dar la vuelta  vi cómo se la llevaban arrastrando, quise detenerlos, pero entonces algo me tiró al suelo. 

La espalda me comenzó a doler, pero intenté controlarme. 

Me levanté y un tipo de aproximadamente dos metros estaba riendo. 

—Esto será divertido. —dijo sonreí, tenía razón iba a ser muy divertido.

—¡Ayuda! —gritaba ella, ya que la sostienen del cabello, por alguna razón verla de esa manera hizo que algo en mi se removiera y me distraje, cosa que ayudó a qué mi  oponente me diera otro golpe en el estómago. 

Comencé a toser   el imbecil comenzó a reírse.

—Eres un debilucho.—aquellas palabras fueron la chispa que necesitaba, me levanté del suelo y  con todas las fuerzas que tenía me acerque, le di un golpe en el estómago, seguido de otro en la cara y remate con uno en su entrepierna. Él cayó al sueño y yo saqué el arma. 

—¿Y ahora quién es el debilucho? —dije y apreté el gatillo.

Salí corriendo a dónde ella estaba.
Dos tipos la tenían sujetada uno la llevaba del cabello y el  otro de los pies.

Ella gritaba y se retorcía haciendo que el trabajo de sus captores fuera una misión complicada. Al llegar a dónde sé encontraba jalé al hombre que la tenía de las piernas y le di el mismo tratamiento que al gigantón.

El tercero gritó al levantar la vista vi como ella le daba una mordida en el brazo, al verlo distraído, le di un tiro en el pecho, inmediatamente se desplomó en el suelo.

Dejándola libre.

—¿Quién mierda eres? —dijo con la respiración agitada mientras se levantaba del suelo. Iba a responder cuando vi a unos tipos acercarse.

Los apunte con el arma y ellos levantaron las manos.

—Venimos con ella. —dijo uno y ella rodó los ojos.

—Son unos imbéciles. —dijo. —mientras se acomodaba el cabello.

—No cabe duda que mi padre cada día contrata a puro inepto, pude a haber muerto, de no ser por don imbecil que me salvó. — los guarros no dijeron nada, ella se acercó a uno que llevaba un maletín y sé lo quitó.

—Tú pago. —dijo y me lanzó el maletín al abrirlo vi que se encontraba lleno de billetes, iba a dárselo de vuelta ya que no necesitaba el dinero, pero al girar la vista ya no estaba.

Negué con la cabeza y camine a dónde había dejado mi motocicleta.

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