Epílogo I


Cuatro años después. 

"La nueva empresaria Melissa Jones ¡Está expandiéndose! No solo estará en California, Nueva York y Los Angeles ¡También estará en Londres, Quebec y Ciudad de México! 

LissaGlam Makeup Cosmetics sin dudas arrasa con la industria del maquillaje. El éxito que está teniendo es casi desigual…"

Quería gritar tras leer el artículo de una prensa de renombre, me emocionaba cada vez que veía algo sobre mi empresa o sobre mi que, gracias al cielo, todos eran buenos comentarios. Amaba lo reconocido que se había vuelto mi empresa, el éxito que estaba teniendo ni en mis más locos sueños lo había imaginado. La idea de mi emprendimiento de maquillaje pasó a esta gran empresa, la cual importaba cosméticos a varias partes del mundo. Estaba feliz por el cambio que tenía en mi vida. 

Escuché como la puerta de mi oficina fue abierta y luego pequeños pasos resonaron. Levanté la mirada para encontrarme a mis pequeños retoños, mis florecillas y mi no tan pequeño hombrecito, cada uno llevaba un pequeño ramillete de rosas blancas y rojas. Una gran sonrisa se instaló en mi rostro a verlos tan llenos de amor y radiantes. 

—¡Hola, mamiii! —canturrearon las gemelas a vez—. Son para ti —habló Alyssa. 

—Hola, mis preciosas. Muchas gracias, las amo mucho. 

Me abrazaron y el siguiente en llegar a mi fue mi rubiecito. Había crecido mucho para sus ocho años, era tan inteligente y serio en sus cosas, amaba y protegia a sus hermanas sin fin, era amoroso con nosotros pero algo cerrado al momento de socializar. 

—Hola, mamá —sus ojos azules me miraban con el mismo brillo y amor que cuando la primera vez que lo vi—. Toma, te amo mucho, eres la mejor. 

Me entregó su ramillete y me abrazó también, para ese momento lágrimas ya estaban en mis ojos. Los amaba mucho, eran mi motivo para seguir adelante siempre, quería que se sintiera orgullos de mi así como lo estaban de su padre. 

Ay, hablando de mi hombre. 

Estaba parado a centímetros de la puerta, con un gran rama de rosas y dos pequeñas bolsas, viendo la escena con esos ojos que tanto amaba, estaba sonriendo también, deslumbrado con todo. 

—Ven aquí.  

A paso seguro, caminó hacia nosotros y sin soltar lo que tenía en las manos, me besó; siempre amaría sus besos. Tras separarnos, sostuvo bien el ramo de flores y dijo:

—Estas son para ti, me siento afortunado de ser tu esposo y padre de tus hijos. Eres nuestra vida, sin ti no seríamos nadie. Te amo. 

Las lágrimas de felicidad y gratitud se me escaparon de los ojos, estaba conmovida por las muestras de cariño que me estaban dando. Yo también los amaba, los amaba con mi vida. 

—Tambien te amo, cariño, mucho mucho. Gracias por todo. 

Coloqué las rosas en el escritorio y lo abracé, las pequeñas vocecitas de las gemelas diciéndome que viera el contenido de las bolsas me hizo separarme de él y verlas. La primera contenía nuestra foto familiar enmarcada con un marco dorado, fue tomada en el viaje que hicimos a París hacía un mes, sonreí ante el recuerdo. La segunda bolsa contenía una hermosa pulsera de plata, tenía varios dijes y se a quien representaban. 

El avión, Marco.

La mariposa, Hazel. 

El tulipán, Alyssa. 

Los enamorados, Henry y yo. 

—Ayudamos a papi a elegirlos —sonrió Hazel—. ¿Te gusta? 

Los miré, a todos, y ellos lo hacían conmigo emocionados por mi reacción, me observaban con tanto amor que me fue inevitable no llorar. 

—Los amo tanto, en serio. Me encantó —hablé como pude—, gracias por esto, son mi vida entera, cada uno de ustedes son mi mayor tesoro y nada se compara con ustedes. Los amo mucho. 

Nos unimos en un abrazo familiar para luego salir de la oficina e irnos a almorzar. Llevaba de la mano a las gemelas y ellas me comentaban lo que habían hecho con su abue. Mis pequeñas florecillas había crecido hermosamente y eran muy inteligentes para su edad, mis niñas daban mucho amor a cada uno de nosotros, Hazel de una manera más tímida que Alyssa, amaban pasar tiempo conmigo cuando estoy planeando un nuevo producto o simplemente pasar tiempo de madre e hijas, amaban todo lo rosa, a veces pensaba que no debí ponerles todo rosa desde pequeñas, sin embargo, ya pasó y crecerán haciendose así sus gustos propios. Aman a su padre, es su todo, mirar el brillo en sus ojos cuando miraban a él me hacía recordar como Henry me miraba a mi, aún lo hace. 

Tras terminar de cenar, nos fuimos a la casa todos. Las gemelas decidieron dormir, mientras que Marco decidió terminar sus tareas, no sin antes decirle a su padre que no olvidara su visita a los karting. 

—Amor, vamos a la habitación. Necesito hablar contigo de algo. 

Lo hicimos, mientras me quitaba mis tacones y me ponía cómoda, Henry abrió su laptop tecleando en él. Me acosté junto a él, y mi que era un correo la cual consistía en algunos documentos y archivos. Mi esposo abrió un documento y lo primero que ví fue el nombre. 

Marco Campbell. 

Hacía unas semanas, empezamos a investigar quién era el padre de mi hijo. Solo queríamos la información por si en algún futuro Marco quisiera saber sobre él. 

—El detective consiguió algo información gracias a las personas que trabajaban con la madre de Marco, y con las pruebas de ADN dimos con él. El padre biológico de Marco se llamaba John Russell y murió hace tres años, era dueño de algunas empresas en Washington y una de aquí, era casado y tenía hijos. 

—Que desgraciado. 

—Los hermanos de Marco son adultos, se llaman Jade Russell y Josh Russell, ellos son los que están manejando sus empresas actualmente y no saben de la existencia de nuestro hijo. 

—Dios… ¿Y ahora? ¿Qué podemos hacer? 

—Seguir con lo que teníamos planeado, guardar la información hasta que él quiera saber algo. 

Suspiramos a la vez y medio sonreímos. Henry dejó la laptop a un lado y nos acurrucamos los dos en la cama. 

Henry es el mejor esposo y padre que jamás imaginé presencial en un hombre, es tan dulce en cada detalle que hace, cada palabra de afirmación que me da, cada demostración de amor, me hace sentir cada día lo afortunada que soy de tenerlo como esposo. Y como padre, es sin igual; escucha a sus hijos en todo lo que le dicen, promesa que les hace, promesa que cumple, está en cada uno de sus proyectos y les demuestra que los ama cada día también. 

—¿Aún nada? 

Su pregunta me hizo soltar un suspiro entrecortado. Se a lo que se refería, mi esposo y yo decidimos tener otro bebé y así quedarnos con un número par, lo queríamos. Me quité el anticonceptivo hacía tres meses y fui a ginecología para informarme más, estaba todo bien, al igual que Henry. Los dos estábamos en perfecto estado para tener otro bebé, sin embargo, no tenía ningún síntoma de estar embarazada. Hasta hacia unos días, se suponía que me vendría el periodo pero no pasó, aunque no quería ilusionarme y tampoco quería ilusionar a Henry. 

—No —mentí—, pero no te preocupes, se que pronto se cumplirá nuestro deseo, ¿No fue así con las gemelas? 

Sonrió. 

—Cierto. 

—Igualmente, mañana iré con Ross a la clínica, ella también se chequeará algo. ¿Será que pediré la estimulación de óvulos? Bueno, solo en caso de que esté fallando algo. 

—Amor, estás joven, claramente el problema no está en ti. 

Acuné su cara con mis manos y lo miré fijamente. No quería que pensara eso, no quería que sintiera que el error estuviera en él, todo lo contrario. 

—Tampoco está en ti, son cosas que pueden pasar. Intentemoslo una vez más, si no funciona nos rendimos, posiblemente sea una señal de que solo nos quedemos con los niños. ¿Bien? Te amo. 

Me sonrió luego de un beso. 

—También te amo. 


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—Ok Ross, tú ves el mío y yo veo el tuyo ¿Vale? 

Mi amiga asintió temblorosa. Ella me dió sus dos pruebas de embarazo y yo le dí las dos mías, estábamos nerviosas. Por mi cabeza solo pasaba que dijera positivo, el de ambas. Rossy se lo merece y yo también. 

Le di la espalda y mire sus pruebas de embarazo, lágrimas salieron de mis ojos cuando ví el resultado. 

Positivo.

Positivo. 

Mi mejor amiga estaba embarazada, no podía estar más feliz por ella. Tras sucederle lo que pasó, ella lo merece, ella lo deseó y lo anheló tanto como James. Me volteé para verla y extenderle sus pruebas. 

—Prometo ser la mejor tia que tendrá. —le dije. 

—¿Qué? 

Me arrebató los aparatos y los vió con asombro. 

—Oh por Dios, no puede ser. 

—Si, estás embarazada, Rossy. 

La abracé y lloramos juntas, las lágrimas de felicidad se desbordaban de nuestras mejillas sin parar. Escuché y consolé a cada pregunta que hacía, sabía que estaba preocupada y con miedo, pero también sabía que lo haría bien. Ella era fuerte y valiente, ella estaba preparada para eso y más. 

—Carajo, olvidé las tuyas. 

También las había dejado de lado, estaba muy feliz por mi amiga, que las había olvidado por completo. Igual no tenía muchas ilusiones, estaba mentalizada para los dos resultados pero… 

—¿Henry querrá otra niña o está vez será niño? 

Esas palabras hicieron que me paralizara, una mezcla de emociones me invadió. Alegría, emoción, ganas de llorar, ganas de ver a mi esposo decirle que seremos papás otra vez. Que nuevamente su deseo se cumplió y también el mío. 

Mire mis pruebas y si, tenía dos rayas muy marcadas cada una. Estaba embarazadisima. Lágrimas salían sin parar, parecía nunca acabarse. 

—¿Estás son seguras? ¿Y si es un error? 

—No, estamos embarazadas, Melissa. —me agarró tranquilizándome. 

—Tengo que decirle a Henry. 

—Yo tengo que decirle a James, ¿Y si vamos a comprar algo para decirles la noticia? 

Asentí limpiandome las mejillas. 

—Si, vamos. 

Tras lavarnos la cara y arreglarnos un poco, fuimos a la tienda más cercana donde vendían cosas de bebés. Ross eligió unos zapatitos y un biberón con una bolsita amarilla, mientras que yo elegí un babero y un trajecito color blanco, lo metí en una cajita con una lazo azul. Al llegar a casa, metí la prueba de embarazo en la caja, y guardé todo para la llegada de Henry. 

Mis hijos llegaron del colegio, y nos pusimos a charlar un rato mientras almorzabamos. Al cabo de un rato, bañé a las gemelas y me puse con ellas al ver la tele, Marco también se puso con nosotras.

 En la tarde, casi noche, llegó Henry. Nuestros niños fueron a abrazarlo y llenarlo de mimos cuando entraba. En la cena, los hablaron entre ellos, mientras que en mi cabeza estaba el dilema si se lo diría ya, con los niños presentes o cuando estemos solos en la habitación. 

—¿Dulzura? ¿Estás bien? 

Cuatro pares de hermosos ojos me miraban y sonreí. Los amaba mucho, esperaba hacerlos felices con la noticia que pronto iba a darles. 

—Si, recordé algo. ¿Ya terminaron de comer? 

Todos asintieron, me ayudaron con sus platos llevándolos al lavavajillas. Nos lavamos los dientes luego de un rato y cada uno se fue a sus respectivas camas. Horas más tarde llego el momento de dormir, abrigue a las gemelas deseándoles buenas noches, al igual que lo hizo Henry, para luego ir con Marco y hacer lo mismo. 

Ahora llegaba nuestro turno, nos bañamos juntos, nos cambiamos juntos. Primero fue Henry quien se acostó en la cama, luego salí yo de donde tenía guardado el regalo. Henry tenía los ojos en su celular, así que no se percató de lo que traía en las manos. Me subí en su regazo y puse la caja frente a sus ojos. Él me miró confundido dejando el teléfono a un lado y agarrando la caja. 

—Ok, nunca he olvidado ninguna fecha especial, no sé acerca de mi cumpleaños y muchos menos el día del padre. Amor ¿Me puedes decir que es? —sus ojos brillaban, cómo sabiendo la respuesta pero esperando a que se lo confirmara. 

—Mmh, ábrelo y lo sabrás. 

No esperó más tiempo y empezó a abrir la caja. Sus ojos se ampliaron al ver el pequeño body y las pruebas de embarazo, agarrando el trajecito él balbuceó. 

—¿Estás…? ¿Estás embarazada, mi amor?

Asentí repetidas veces sin poder hablar por el nudo que tenía en la garganta. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver qué él también quería llorar. 

—No puedo creerlo, amor —me abrazó—, seremos papá nuevamente, Dios, te amo tanto. 

Lo estreché también en mis brazos. 

—Yo también te amo, mi amor, estoy tan feliz. Ya quiero decirle a los niños. ¿Se alegrarán con la noticia? 

—Claro que sí, ya verás. 

Nos separamos, me sonrió ampliamente y sentí que mi corazón iba a estar de alegría. Empecé a imaginarme nuevos y hermosos momentos que nos esperaban, nuestra familia feliz, la familia que habíamos soñado. La vida me sonría de una manera especial, que nunca imaginé tener. 

—Te amo mucho, Melissa. Gracias esto, gracias gracias…

—Gracias a ti, te amo mucho también. ¿Eres feliz, mi amor? 

—Mucho, mientras estés a mi lado, seré feliz hasta el día en que muera. 

Fin I.

••••

Extrañaba aquí.

Disculpen los errores, está sin editar. 🩷

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