Capítulo final.


Los días y semanas pasaron tan deprisa, que de un momento a otro ya estaba arreglándome para mi boda. 

Mi boda soñada. 

Se escuchaba tan irreal, pero no me asombraba. Nuestro amor floreció tan rápido y nos dimos cuenta de la misma manera en que esto no se acabaría nunca. Amaba tanto a Henry que no me podría imaginar una vida sin él, dónde no esté él.

Mientras me maquillaban, mis manos sudaban. Imaginarme entrar sola por el pasillo hacia que mi corazón se arrugara. Desde pequeña sabía que quería casarme pero lo imaginaba de la mano de mi padre, con mi madre llorando de emoción y mi hermano dedicándome una sonrisa, me imaginaba como mi papá me entregaba a un hombre, que en su momento era desconocido pero ahora sabía que era Henry, diciéndole que me cuide, me valore y me ame por el resto de nuestras vidas. Pero eso se quedó como un sueño, entraré sola, pero sé que tengo su apoyo y amor desde donde están. Mi familia postiza también estaban, y con ellos me sentía reconfortada. 

Por el rabillo de mi ojo miraba a mis gemelas sentaditas en la cama con sus respectivos vestiditos rosa. Alice y Ross estaban jugueteando con ellas para que no se aburrieran mientras terminaban de maquillarme. 

—Listo, quedaste espectacular. 

Me vi en el espejo y mis ojos brillaron al ver el delicado pero hermoso maquillaje. Mis pómulos estaban resaltados de manera sutil y mis labios lucían de un perfecto rosa natural con brillo. Sin dudas, lo que más me parecía lindo era el maquillaje de los ojos; tenía un suave color salmón con pequeños brillos y un delineado en color marrón claro qué hacía ver mis ojos un poco más claros, y las pestañas le daban un toque muy especial también.

—Me encanta, muchas gracias —era lo que podía decir. 

Ross con su vestido de dama de honor color magenta, vino hacia mi y exclamó lo hermosa que me veía. 

—Oh, Dios, pero que hermosa te ves. Quiero llorar. 

—Concuerdo con Rosy, Mel, estás preciosa.

—Gracias, a las dos. Gracias por estar aquí acompañándome. 

—No hay de qué, para eso está la familia.

—Ahora terminemos de ponerte el vestido —acotó Ross. 

Mi vestido de novia era mi sueño hecho realidad, desde muy pequeña siempre había soñado con lucir un vestido estilo princesas, y eso fue exactamente lo que conseguí. El vestido era una obra de arte con sus encajes y tul, los detalles en diamantes, desde el corpiño hasta la cola, lo hacían ver aún más especial. Las maquilladoras también me ayudaron a vestir, la peluquera me ayudó con mi cabello y el gran vello lleno de diamante también, que al Henry levantarlo de mi rostro, revelaría una pequeña corona plateada con diamantes rosa. 

Me miré al espejo completo de la habitación y me ví radiante, me ví feliz y me sentía lista para jurarle amor, fidelidad, compromiso apoyo, mi vida, al hombre de mi sueños. 

Voltee a ver a mis princesas, estaban mirándome con esos brillantes ojos iguales a los de su padre, me miraban con una ternura y un amor que estaba segura que sería hasta el último suspiro que daría. Con cuidado me acerqué a ellas y besé sus cabecitas. 

—Las amo mucho. —murmuré. 

—Ya es hora de irnos. —anunció Alice—, te esperamos en la iglesia. 

Con unos abrazos se despidieron Ross, mis hijas y ella. Las maquillistas se fueron tras retocar mis labios. Mis manos volvieron a sudar, me dijeron que el chófer tocaría la puerta en unos minutos para salir y montarme en el auto e ir a la iglesia la cual no quedaba muy lejos de donde estaba. 

Luego de un par de minutos eternos, la puerta fue tocada seguido de ser abierta, el escaso cabello lleno de canas se asomó y mi corazón se quería salir de mi pecho, quería llorar pero no podía hacerlo. 

—¿Creíste que entrarías sola a esa iglesia, hija? Por cierto, estás tan hermosa.

Prácticamente corrí a abrazar a Joseph, ese viejo cariñoso era lo mejor del mundo. 

—Gracias, muchas gracias. 

—Es un honor, la vida no me dió hijas de sangre pero te mandó a ti y estoy muy orgulloso de llevarte al altar donde te está esperando un Henry muy nervioso. 

Reí. 

—Oh, Dios, no lo hagamos esperar.

Rió conmigo y me ayudó hasta llegar al auto. En el camino estuvo hablando conmigo, que mi niño Marco estaba emocionado por verme al igual que su padre, que cumplieron con lo que se había dicho; vestirse iguales. 

Cuando llegamos ví a mis damas de honor prepararse con sus caballeros en la entrada. El auto se detuvo y el primero en salir fue Joseph para ayudarme. Sentía que me daría un infarto cuando logré salir, las encargadas arreglaron mi vestido y velo. Al acomodarme, el viejo amigo me extiende su brazo.

—¿Lista? 

Asentí, y empecé a escuchar la música, Canon in D, la que habíamos pedido. La iglesia estaba adornada con elegantes arreglos florales en tonos de rosa. Grandes ramos de rosas rosadas y blancas decoraban los bancos y las columnas, creando un ambiente romántico y acogedor. La luz filtrada a través de las vidrieras tintadas bañaba todo el lugar en tonos cálidos y suaves, resaltando la belleza de las flores y haciendo que el lugar pareciera sacado de un cuento de hadas. 

Mis pasos resonaban en el pasillo de la iglesia mientras caminaba hacia el altar. Con cada paso que daba podía sentir la emoción cada vez más fuerte, pero todo a mi alrededor se desvaneció cuando mis ojos se encontraron con los del amor de mi vida. 

Él estaba allí, esperándome con una sonrisa radiante en su rostro como siempre. Sus lindos ojos brillaban con devoción y amor, sentí mi corazón salirse y estallar de la felicidad al ver cómo me guiñó el ojo y leí sus labios diciéndome: "te amo". Su traje negro hacia contraste con su camisa rosa y su flor del mismo color.

Cuando al fin llegue a su lado, nos tomamos de las manos y se acercó a darme un beso en mi mejilla. 

—Estas tan hermosa, dulzura. 

—Tu también estás muy guapo. 

Besó mis manos. En ese instante todo parecía iluminarse a nuestro alrededor, la música, la luz, las flores, todo parecía mágico. 

El cura con el libro sagrado en la mano y una sonrisa amable a los presentes, empezó a hablar. 

—Queridos familiares y amigos, estamos aquí reunidos para celebrar el amor y la unión de estos dos maravillosos seres. El amor es el regalo más bello que Dios nos ha dado y verlo florecer en esta pareja me llena de felicidad. 

Henry y yo nos parábamos de mirarnos y de susurrarnos lo mucho que nos amábamos, mientras el cura seguía. 

—Hoy, como testigos de esta unión, prometemos apoyarlos y guiarlos en su camino juntos, es un compromiso que va más allá del simple acto de casarse, y ahora, llega el momento en que hagan sus votos y pongan sus anillos. Señorita Melissa, inicie usted.

Suspiré nerviosa, voltee hacia mi amiga y ella me extendió el anillo, lo tomé con las manos temblorosas.

—Yo, Melissa Jones, prometo amarte, respetarte, cuidarte y apoyarte en cada paso que demos juntos, juro serte fiel en cuerpo, mente y alma, mi corazón solo te pertenece a ti. Prometo ser tu compañera incondicional, tu luz en medio de tu oscuridad, estar a tu lado en los buenos y malos momentos. —le coloco su hermoso anillo—. Te confié desde el primer día mi corazón, y hoy afirmo que hice una buena elección, te agradezco por todo lo que me das, por el amor que me entregas cada día que pasamos juntos. Gracias por ser el mejor hombre, amigo, y sobre todo el mejor papá. Me comprometo a ser tu paño de lágrimas cuando lo necesites y ser tu compañera de risas cuando quieras, ser quien calienta tu cama cada noche fría y ser tu tierra firme cuando quieras parar, prometo ser tu todo... Te amo, Henry Campbell, hoy y siempre.

Besé su mano, justo arriba del anillo para luego levantar la mirada y encontrarme que en sus mejillas habían un par de lágrimas. Cómo puede, empieza a hablar él. 

—Yo, Henry Campbell, prometo adorarte, valorarte, respetarte y cuidarte en cada momento de nuestras vidas, juro protegerte y ser roca en días difíciles. Juro solemnemente serte fiel, en mente, cuando y alma, prometo ser el amor hombre, amigo y padre. Prometo mantener nuestro amor activo, prometo escucharte y prometo apoyarte en todo lo que decidas, prometo estar para ti en la salud y en la enfermedad, en las buenas y en las malas. —terminó de colocar el gran anillo en mi dedo y siguió—. Me siento tan afortunado de tenerte a mi lado, de decir que oficialmente eres mi mujer, la madre de mis hijos, mi compañera de vida. Te amo, mi amor, te amo como a nadie más, te amo en esta vida y en la siguiente. 

»Estos anillos representan nuestra unión, pero también nos sirven para recordar este maravilloso día, para recordar cada una de las promesas que hoy nos hicimos y para recordar que pertenecemos el uno del otro. 

—Que el señor confirme este consentimiento que han manifestado ante la iglesia y cumpla en ustedes su bendición —dijo el sacerdote—. Por el poder que me ha sido conferido, los declaro marido y mujer. Pueden sellar su amor con un beso.

Henry me atrajo hacia él, y con una mano en mi mejilla y la otra en mi cadera, nos besamos. Un beso apasionado, lleno de amor y felicidad, como lo que sentíamos en ese momento. El lugar se llenó de aplausos, y tras separarnos nuestros hijos venían hacía nosotros en compañía de nuestros familiares. Hubo muchas felicitaciones al salir, Henry llevaba a las gemelas en brazos y yo a nuestro pequeño hombrecito de la mano. 

Luego de todo subimos al auto el cual nos llevaría a la recepción de la fiesta. Los niños se fueron con su abuela mientras que Henry y yo solos estábamos en el auto. No queríamos soltarnos, mi esposo me tenía entre sus brazos, apretándome contra él diciendo lo mucho que me amaba. 

La fiesta era en el hotel que Henry había comprado, mi hotel. Lo puso a mi nombre también, diciendo que ya él tenía muchas propiedades como para agregar una más a la lista. 

El hotel estaba decorado con exquisitos detalles en tonos rosados, las mesas se encontraban adornadas con delicadas flores rosadas y velas brillantes, y manteles blancos. Mientras más nos adentramos, pude ver las luces en el techo las cuales hacían ver el lugar como algo mágico y especial. 

Los invitados ya estaban en sus sitios, la música suave y romántica llenaban el lugar, creando un ambiente de alegría y celebración. 

—Le damos la bienvenida a los esposos, Henry y Melissa Campbell.  

El lugar se llenó de aplausos al momento de que el animador terminó sus palabras. Henry y yo nos dirigimos al centro del salón y la música, Rest of My life, empezó a sonar. La habíamos elegido unos días antes, Henry empezó a cantarla mientras le preparaba biberones a las bebés y dije que esa canción era la indicada para nuestro primer baile de casados. 

Empezamos a bailar a la par de la melodía, Henry agarrando mi cintura, pegándome a él, besándome cada que puede.

—Te amo tanto, tanto, quiero tenerte pegada a mi siempre. 

—Yo también, amor —respondí. 

Seguíamos bailando, puse mi cabeza en su hombro y él se apoyó en mí.

Never in my dreams did I think that this would happen to me —comenzó a cantarla—, as I stand here before my woman, i can't fight back the tears in my eyes —Levanté mi cabeza y lo miré, si tenía sus ojos llorosos—. Oh, how could I be so lucky, I must've done something right, and I promise to love her for the rest of my life. 

—Te amo mucho, mucho mi amor. 

—Yo también.

Nos besamos transmitiendo muchas más palabras de lo que decíamos. 

—Ya quiero tenerte solo para mí, lejos de todos estos. Luego veremos a nuestros hijos pero, hoy quiero que solo seamos nosotros dos. 

—Lo será, solo aguanta un par de horas. 

—No creo que lo soporte. 

Reí, besándolo otra vez. 

Minutos después se nos sumó la familia, Henry bailó con nuestras hijas y yo con nuestro pequeño hombrecito, que a cada tanto me decía lo linda que estaba. Brindamos, lancé el ramo que, spoiler, lo agarró Ross haciendo que James se incara y le prometió casarse pronto. 

Luego de un par de horas, mis pequeños quedan rendidos, su abuela decidió llevárselos a una de las habitaciones diciéndo que ella también descansaría. James y Ross se fueron también, y los invitados poco a poco se iban. 

—¿Ahora sí podemos irnos y tenerte solo para mí? 

Asentí sonriéndole. 

Prácticamente corrimos hacia el ascensor y nos dirigimos a la suite presidencial. Al cerrarse las puertas, Henry me pegó a la pared del ascensor y comenzamos a besarnos. Cómo pudo desató el nudo de mi falda y lo quitó rápidamente, quedé semi desnuda. 

—Joder. 

Con sus dos manos agarró mis nalgas y me pegó a su ya dura polla. Empecé a moverme contra ello hasta el ascensor se abrió dando paso a la suite. 

Al ver la cama me lanza hacia ella y me arranca las bragas de un tiro, quita mi corpiño con mi ayuda y también lo despojé de su ropa con rapidez.

—Necesito probarte. 

Al momento en que su lengua tocó mi zona más sensible arqueé mi espalda de placer. Henry hacía su trabajo muy bien, cada lametón, cada toque era exquisito.  

Mía, mía. 

Lo era, entera y completamente suya. 

🤰🏾🤰🏾🤰🏾



Me desperté antes que ella y la observé durante unos minutos. Su belleza dormida era como un regalo celestial, una luz que iluminaba mi alma, estaba totalmente tranquila y serena en su sueño, su cabello desordenado cayendo sobre la almohada, y su respiración tranquila me recordaba lo afortunado que era de tenerla. 

No pude contenerme y me acerqué más a ella, acariciando su mejilla suavemente, recorriendo la comisura de sus hermosos labios, la observé como un obsesionado cada parte de su rostro, el hermoso rostro de mi esposa. 

—Despierta, mi amor —le susurré al oído. Dió un gran suspiro para que poco a poco sus ojos se abrieran—. Buenos días. 

Sonrió y me abrazó con fuerza. 

—Buenos días, esposo —respondió con voz somnolienta. 

—¿Te he comentado lo afortunado que me siento al despertar a tu lado todos los días? 

—Uhm, un par de veces. 

Reí. 

—Te amo, Melissa Campbell, gracias por llegar a mi vida. 

—También te amo —volvió a abrazarme. 

Y mientras se lo devolvía, cerré mis ojos y recordé los días solitarios y oscuros que había vivido antes de que ella llegara a mi vida. Mis noches de insomnio en la solitaria cama de mi apartamento, mi corazón vacío y sin vida. Entonces recordé a nuestros hijos, mis gemelas, que al inicio fue fruto de un error, pero se habían convertido en mi mayor bendición y orgullo, y la llegada de mi pequeño hombrecito fue la cereza del pastel para que mi vida cambiara para bien.

Mi mundo había cambiado desde que ellos habían llegado, a veces me encontraba preguntando ¿Cómo había sido capaz de vivir antes de tenerlos a mi lado? Ahora no podía imaginarme una vida sin ellos.

—Uh, acabo de recordar que soy parte de tu vida para siempre. —su voz me sacó de los pensamientos. 

—No dulzura —la besé—, eres mi vida entera.

Entre mis brazos estaba el amor de vida, lo que realmente me importaba, porque en sus brazos encontraba paz, el brillo de sus ojos y al agarrar mi mano me hacía tener fuerzas para seguir adelante. Y en ese momento, supe que mi vida estaba completa, llena de amor y felicidad, y que no había mayor regalo que despertar al lado de mi amor.

—¿Te imaginas si nunca hubiera pasado el error en la clínica, y que nunca nos hubiéramos conocido? 

—No —respondí sin pensarlo—. No puedo imaginarme eso, no puedo imaginarme nada sin ti a mi lado. Creo que fue el destino, todo estaba alineado para que nos conociéramos. ¿Te arrepientes tu de que nos conociéramos bajo esas circunstancias? 

Negó.

—Las gemelas son lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, y gracias a eso te conocí a ti. Así que no, no me arrepiento de nada. 

La besé.

—La amo mucho, señora Campbell. 

—Y yo a usted, señor mío. 

Nuestra historia comenzó con un embarazo inesperado, para luego convertirse en un amor sin igual, las pasiones de nuestro cuerpo encendieron aún más nuestros corazones, y las risas no podían faltar. El final es solo el comienzo de nuestra linda y amada historia, y estábamos dispuestos a abrirles las puertas a un futuro lleno de felicidad y amor eterno, porque al final del día, el amor siempre triunfa. 



Un final feliz, para una lectora feliz. 

Un final, para una autora feliz.

Un final feliz, para la historia de Henry y Melissa, como merecen, siendo felices. 

°°°

Nos leeremos luego en el epílogo. :)

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