Capítulo 31.
Abriendo los ojos de a poco me di cuenta de que habían globos rosas al final de la camilla. Voltee hacia un lado y sonreí con la imagen que mis ojos estaban viendo. Era Henry estaba en la silla reclinable con las gemelas en su pecho desnudo envueltos en una manta blanca. Mi hombre las miraba con admiración absoluta, en sus ojos podía ver el amor que les tenía.
—Hola —murmuré, esperando a que escuchara.
Lo hizo y su mirada ahora se dirigía a mi con la misma intensidad de siempre.
—Hola, dulzura, ¿Cómo estás? ¿Te duele algo? —preguntó inspeccionando mi rostro.
—Estoy bien, estoy feliz.
Sonrió.
—Yo también. Hace algo de frío y me recomendaron ponerlas en mi pecho ¿está bien por hacerlo? —preguntó algo temeroso por mi respuesta.
No tenía por qué estarlo, aunque entendía su miedo de que les pasara algo.
—Son tus hijas, Henry, claro que está bien. Necesitan el calor de su padre también.
Volvió a mirarlas y sonrió con sus ojos iluminados. Muchos sentimientos de felicidad se instalaron en mi pecho al verlo así. Sabía que a la gemelas el amor paternal no les faltaría, Henry las había anhelado hasta antes de aparecer en su vida.
—Son tan hermosas.
—Si, y pelirrojas, no salieron a mí. —fingí lamentar.
—No te preocupes, mi amor, luego tendremos dos más iguales a ti. —Lo dijo sin mirarme y sin una pizca de broma en su voz.
—No lo creo —cuando lo dije me miró confundido.
—¿Ya no quieres los ochos hijos?
—Amor, si quiero, pero no creo que pueda tener ocho partos.
Su mirada cambió a una comprensiva y asintió diciendo que me entendía y que lo disculpara. A los segundos, la puerta fue tocada seguido de eso entró la doctora. Sonrió al vernos y nos dijo que venia a chequear a las bebés, traté de bajarme se la cama para ayudar a Henry pero refutó diciendo que me quedara tranquila, con mala gana le hice caso pero no dudé en extender mis brazos para agarrar a una de las bebés cuando la doctora estaba ayudando a mi hombre con ellas.
La bebé que tenía la doc en sus brazos empezó a llorar, no lo había hecho desde temprano.
—Tranquila, pequeña, ya volverás con papá. —dijo.
La llevo a una pequeña camilla que se encontraba en la habitación y con el estetoscopio tocó su pecho para escuchar su corazón.
A pesar de que las gemelas habían nacido a semanas aceptables, esos tres días la doctora pediatra, venía seguidamente a monitorearlas. Al terminar de hacerlo con Aly, siguió con Hazel la cual también lloró cuando fue separada de su padre, por otro lado la pequeña Alyssa la pusieron en mis brazos y aproveché de darle pecho, succionaba con ferocidad indicándome que tenía mucha hambre y me sentí algo mal por no hacerlo antes.
Cuando la doctora terminó con Hazel, Henry la volví a tomar en sus brazos y colocó su pequeña cabecita en su pecho. Vino a mi y con cuidado me dió un corto beso.
—No me alcanzará la vida para agradecerte esto que estoy viviendo, dulzura.
—Yo también estoy muy agradecida contigo, te amo.
—Y yo a ti, hoy y para siempre.
Seguí dándole pecho a Alyssa hasta que por si sola expulsó mi pezón, con cuidado la acomode para que Henry pusiera a Hazel al otro lado y agarrara a Aly. Hice lo mismo con Hazy, empecé a darle pecho. Mirando su pequeña carita deseé que mis padres estuvieran conmigo para que vieran lo hermosas que son sus nietas, y lo grandioso que es Henry.
Las gemelas le habían dado un nuevo sentido a mi vida, y confirmaba con los días que mi sueño era tenerlas. Las amaba con todo mi ser y no podía imaginarme sin ellas.
Hazel poco a poco cerró sus ojos quedándose dormida, le saqué mi pezón y con cuidado le di golpecitos en su pequeña espalda para sacarle los gases, cosa que Henry hacía con Aly.
Luego de unos minutos y gases después, mis pequeñas decidieron dormirse a lo que su padre con mucho cuidado la en las pequeñas cunitas temporales. Contaba las horas para irme y tener a mis nenas en su dulce hogar para estar más cómodas.
Le di un espacio a Henry en mi gran camilla y con cuidado se acostó y en cuestión de minutos se quedó dormido. Verlos dormir me hizo sentir plena y sobre todo afortunada.
🤰🏾🤰🏾🤰🏾
Las siguientes semanas fueron algo duras, las niñas se despertaban y ensuciaban sus pañales a la vez. Cada día se volvían más glotonas y lloraban si su padre no las cargaba.
¿cómo podían ser inteligentes con tan solo dos semanas de nacidas?
Diciembre había llegado y con ello el frío, aunque manteníamos la casa cálida, siempre abrigaba a mis bebés lo más que podía. No quería arriesgarme a qué se enfermaran, estaban muy pequeñas para eso.
Mi pequeño perrito Rex, por otro lado, se tuvo que mudar con unos trabajadores a la casa de al lado. Sin embargo, lo iba a visitar de vez en cuando (cuando las gemelas estaban dormidas) y pasaba un ratito con él. Fue una decisión muy dura pero tenía que hacerlo.
Henry, como lo prometió, no sé despegó de nuestro lado. Cada cosa que necesitaba él hacía hasta lo imposible para conseguirlo, estaba conmigo en cada momento que necesite con las nenas, ayudaba a dormirlas y a cambiar pañales.
—Tu las limpias, yo le coloco los pañales ¿Trato? —extendió su mano y la estreché con la mía sellandolo.
Desde ese día esa fue nuestra dinámica al momento en la que las bebés hacian popó.
Era 9 de diciembre y con ayuda de Ross empezamos a decorar mi casa de forma navideña. La navidad estaba a la vuelta de la esquina y no tenía nada relacionado a ello. Aproveché su visita y que mis hijas estaban dormidas para ponerme a armar el árbol con ella.
—Y cuéntame ¿Qué has hecho estos días que no te he visto?
—Follar con James.
—¡Ross! —reí—, lo pregunto en serio.
—Yo también —rió a la par que yo—. Pues nada, agendar citas para negociaciones con James, leer correos y bla bla. Cosas aburridas.
Rossy empezó a trabajar con James luego de que las gemelas nacieran, mi pobre cuñado estaba solo luego de que Henry le dejara las empresas y se estaba volviendo loco. Sin embargo, con la ayuda de su prima, otros colegas y asesorías de Henry pudo hacerlo bien, e hizo que Rossy trabajara para él como su asistente ya que, según él, no la veía tanto como le gustaría.
—¿y tú? A parte de ser mamá, ¿Cómo va la tienda?
—Bien, le he estado enviando a Christina cada día a ver cómo va todo. Me manda los reportes y todo. Se hace algo de dinero ahí.
Omití la parte de que, de ese dinero le mandaba algo a mi tía. A pesar de todo ella fue la persona que me mantuvo poco más de diez años, no puedo dejarla de lado solo porque su hija me traicionó.
Seguimos hablando de cosas triviales mientras decorabamos el árbol. Henry había salido a la empresa junto con James por una reunión que tenían muy importante, se me hizo raro pero no le di importancia.
Desde el monitor ví a las gemelas dormir tranquilamente y seguí con lo mío. Pero no duró mucho, ya que dos horas después las gemelas despertaron llorando y tuve que ir casi corriendo a ellas, ya que no puedo hacer mucho esfuerzo por la cesárea.
Al llegar a la habitación, agarré a Hazel y Ross a Alyssa y empezamos a mecerlas para que se calmaran un poco. Luego me sentí en la silla reclinable y comencé a darle pecho a Hazel, estaba hambrienta ya que succionaba con fuerza.
—Despacio, mi amor —murmuré acariciando su pequeña frente.
Hazel me miraba fijamente con esos ojos tan lindos iguales a los de su hermana y a los de su padre, unos ojos que vería por el resto de mi vida.
Luego de varios minutos Hazel soltó mi pezón, le di palmaditas en su espalda para luego pasársela a Rossy. Agarré a Aly e hice lo mismo que con Hazel, empecé a darle pecho.
Mi niña mayor también tenía hambre, acaricié su mejilla con mi pulgar mientras me miraba como lo hacía su hermana. Eran tan hermosas que no podía creer que esas pequeñas vinieran de mí.
Un rato después, escuchamos la puerta abrirse y era Henry. No tardó en darme un beso y quitarle con cuidado a Hazel de los brazos de Ross. Mi amiga se despidió luego preguntarle a mi hombre sobre su hermano y éste dijese que se encontraba afuera esperándola.
—¿Qué tal todo? —pregunté.
—Todo bien, solo son negocios extranjeros de suma importancia.
—Jum ¿No estás ocultandome nada, cierto?
Sonrió.
—No, ya no lo haré.
Cómo pudo se acercó a mí y me dió un corto beso. A todo esto, Aly ya estaba en mi hombro soltando pequeños gases y Hazel muy cómoda en el pecho de su padre.
—Las amo mucho, son mi vida. —dijo Henry mirándonos.
Esas palabras nos las repetía cada vez que nos encontrábamos así, juntos sin llantos de por medio. Yo le contestaba que también lo amábamos y que era el mejor hombre y papá del mundo.
—Por cierto, traje el pastel que me pediste. Ya lo traigo
Sonreí como niña chiquita.
—Está bien.
Colocamos a las gemelas en la cama haciendo barreras con las almohadas mientras él bajaba a buscar mi pastel. Mis nenas no tenían indicios de querer dormir así que les empecé a hablar bonito y sonreían como si me entendieran y amaba eso, amaba cada pequeña cosa que hacían.
Me sentía tan afortunada por todo lo que tenía.
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Holi🙈
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