Capítulo 27.


Henry estaba extasiado mirando como las gemelas se movían en mi interior, sus ojos brillaban a más no poder mientras les hablaba y tocaba mi panza. 

—Hola, mis princesas, soy papá —besó— las estoy esperando con muchas ansias. 

Mis ojos se llenaron de lágrimas, Henry era tan dulce cuando hablaba con las niñas y eso que no habían nacido todavía. Sabía que sería el mejor padre del mundo y sus acciones lo confirmaban. 

—Espero nunca decepcionarlas, les daré mi vida entera sólo a ustedes. —dijo.

Henry seguía repartiendo besos en mi vientre y les repetía una y otra vez que las amaba. Yo sólo me dedicaba a observar la tierna imagen mientras acariciaba su cabello, con mis ojos llorosos. 

Era el cuarto día que pasábamos en la nueva casa, había pasado casi dos semanas desde que Henry me la había mostrado e hizo que trasladaran nuestras cosas en menos de una semana, todas nuestras cosas. Eran tantas y por eso me asombraba. 

Las gemelas parecían que bailaban dentro de mí y sobre todo cuando su padre les hablaba. Amaba que lo hicieran porque las sentía más en mi. 

La situación en la que me encontraba la veía lejos y para nada me la imaginaba con Henry, a todo esto me puse a pensar las vueltas que da el destino y me pregunté «¿Donde estaría ahorita si nunca hubiera pasado el error en la clínica? ¿estaría cumpliendo mi sueño o encerrada en mi habitación frustrada porque nada salió como esperaba?» aunque realmente descubrí que mi verdadero sueño era eso; una familia. 

—Te amo mucho —murmuré. 

Henry sonrió y se acercó a mí dándome un largo beso, sus labios atraparon los míos de una manera sensual y a su vez fue tan tierno. 

—Yo también te amo, dulzura, muchísimo. No me veo amando a otra persona que no seas tú —confesó—. Pero si me veo contigo hasta el último respiro que salga de mi, me veo amándote hasta que nuestras manos se arruguen y después de eso. 

Para ese punto lágrimas corrían por mis mejillas. No podía creer el amor tan lindo que estaba recibiendo de él, a veces el pensamiento de que eso sea una ilusión pasaba por mi mente, pensaba que no era real pero cada vez que Henry me besaba o tocaba, confirmaba que si lo era.

—Levantémonos, te llevaré a un lugar lindo para desayunar —anunció.

Se levantó primero para luego ayudarme a hacerlo, nos duchamos juntos y al momento de secarnos, ayudó a aplicarme la crema hidratante y esparcirla por todo mi vientre. 

Me recomendó ir vestida con algo liviano y elegí un vestido de seda color magenta que me quedaba algo suelto. Él también se vistió de una manera sencilla pero no perdió la elegancia. 

Ya todo listo sin esperarnos más, nos subimos en el auto y arrancó hacia un destino desconocido. Los guardaespaldas venían detrás de nosotros como de costumbre, Henry les dio una casa a cada uno de ellos para protegernos. Pensar que algo malo unos ocurriría me ponían los pelos de punta. 

Veía por la ventana y desconocía totalmente las calles, no se cuantos minutos pasaron cuando Henry dio una curva y lo que vinos era como un campo, habían varias pequeñas tiendan y algunas personas allí. Mi hombre de detuvo en el local más grande, bajó del auto para luego ayudarme a mi. Agarró mi mano y la besó mientras entrábamos al local, al entrar sentí un ambiente lindo y agradable. Habían personas sonriendo entre sí y era grato de ver. 

—Me encanta —dije. 

—Todavía no has visto nada —declaró.

Elegimos una mesa e hicimos el pedido del desayuno. Desde mi lugar observé aun más el local, había varias plantas adornando el lugar unas en el suelo y otras sujetadas al techo. Había también una música suave y junto al canto de los pájaros hacia el lugar más armónico. 

—¿Sabes si los guardias desayunaron? —le pregunté a Henry.

—No lo sé ¿quieres llevarles algo? 

Asentí, Henry llamó a un mesero y pidió más comida para ellos. De alguna manera quería agradecerles lo que hacían cada día por nosotros. 

Cuando llegó nuestro desayuno y nos dispusimos a comer, hablamos de cosas triviales y me comentó que el cumpleaños de su sobrino sería en dos semanas y nos había invitado con mucha anticipación a su fiesta. También me mencionó diciendo que estaba muy emocionado con las gemelas. 

—Tu sobrino es muy lindo —dije tras beber un poco de mi jugo. 

—Salió a mi —vi una sonrisa burlona asomarse a través del vaso mientras bebía su contenido.

Reí y negué divertida. 

Cuando terminamos de comer, le llevamos la comida a los guardias y Henry dijo que comieran tranquilos que sólo iríamos unos pasos más adelante. Confundida lo miré porque no sabía a dónde íbamos pero me dejé llevar por él. 

—¿A dónde vamos? 

Coloqué mi mano en el vientre e hizo que se notara lo hinchado que estaba, vi como Henry sonrió y dio un suspiro. 

—Quería algo fuera de la ciudad, y encontré un lugar perfecto aquí. —respondió—. Ya lo verás.

Literalmente caminamos unos cuantos pasos hasta que llegamos a una entrada, era grande y su césped estaba muy bien recortado. Visualice que al final del camino había una especie de cabaña, el color caoba resaltaba con el sol. Era inmensa también, parecía ser de dos plantas. 

—¿Compraste una cabaña?

—Si, o mejor dicho; compré una granja —la sonrisa arrogante no la quitó mientras lo miraba con asombro. 

Era su dinero y él podía hacer lo que quiera con ello pero, ¿no era suficiente con la casa? En ella había un lindo jardín y un gran espacio natural junto a la piscina. 

—Te amo, Henry, sabes que lo hago pero ¿no crees que es mucho? 

—¿Para mis dulzuras? Nada es mucho. —refutó—. Ahora, te cargaré para que no camines mucho.

Sin dejarme responder metió su brazo debajo de mis rodillas y me alzó haciendo que enrollara mis brazos al rededor de su cuello. 

—Estas loco.

—No quiero que mi mujer embarazada camine más. 

Reí y me dejé seguir de él. Aunque sentía inseguridad de mi peso, con el embarazo subí unos kilos demás y sumado a las gemelas mi peso ya no era el mismo, sin embargo, lo dejé de lado al ver a Henry caminar sin ningún problema.

El aire se sentía limpio, los árboles se movían con el viento y eso producía más brisa, mientras más nos acercábamos a la granja más viento nos pegaba en la cara. Era agradable la sensación que hacía. 

Cuando llegamos a la puerta de casa, Henry me bajó con cuidado y suspiró, como su hubiera aguantado la respiración en todo momento. 

—Lo siento si estoy muy pesada —hablé— me hubieras dejado caminar, estoy un poco gorda y…

—¿Gorda? —me interrumpió—, gorda se me pone la polla cada vez que te veo —agarró mi cara y me besó—. Deja de pensar eso, estas preciosa, amor, cada parte de ti lo es. 

Volvió a besarme y para ese entonces mis ojos se llenaron de lágrimas no derramadas. Me sonrió y me dijo que dejáramos el tema atrás para luego abrir la puerta y mostrarme lo linda que es. 

La palabra hermosa se quedaba corta con lo que mis ojos veían, el color caoba predominaba en su interior, los techo eran muy altos que me sentía pequeña. Había un sofá gigante color marrón con cojines beige casi blancos, el piso era totalmente de madera o eso era lo que supuse. Los grandes ventanales le daban luz al lugar pero también había una gran lámpara muy elegante, las escaleras estaban de lado derecho y eran totalmente de madera. Todo estaba brillando.

—Es… wow.

No tenía palabras, Henry puso su mano en mi cadera y me encaminó hacia la cocina la cual era muy espaciosa y sus colores combinaban con toda la casa. Estaba equipada, tenía nevera, cocina, utensilios y demás. 

—Ven, te mostraré las habitaciones. 

Cuando llegamos a las escaleras, Henry me alzó nuevamente y subió conmigo a cuestas. Miré y había tres puertas indicando que eran las habitaciones. La primera en la que entramos era de un tamaño promedio y tenía dos pequeñas camas, la segunda era los mismo que la tercera, las paredes estaban pintadas de color beige sin decoraciones. La tercera habitación era la más grande, tenía una cama king y estaba con sábanas, algo que las demás camas no tenían. 

—Esto es maravilloso, Henry —le sonreí. 

—Y mira la vista que tiene —señaló detrás de mí. 

Volteé encontrándome con un balcón, caminé hacía ahí y abrí la puerta de vidrio para encontrarme con una asombrosa vista, la grama estaba a un color y corte perfecto, había árboles y note también varias flores. 

—Me encanta, Henry.

—¿Te ves aquí? —preguntó colocando su barbilla en mi hombro derecho y abrazándome. 

—Si —asentí—, me veo aquí contigo por siempre. 

Y un abrir y cerrar de ojos, Henry ataca mis labios con un beso feroz había pasado tiempo que no lo hacía y en parte me preocupaba, pero alejé mi duda cuando me agarró de manera posesiva mis glúteos pegándome a él, o bueno, lo más que podía.  

El beso siguió, sus labios devorando los míos haciendo que nuestras lenguas se tocaran y nuestros dientes mordieran nuestros labios. Mi mente me hizo una mala jugada y nos imaginó follando ahí mismo en ese balcón, mis hormonas alborotadas hizo que ese pensamiento sucio afectara mi entrepierna haciendo que necesitara atención. 

—Te deseo —hablé en voz suave casi jadeando. 

Era verdad, lo deseaba como nunca antes y estaba hambrienta con sentirlo dentro de mí. Había pasado meses desde la última vez, lo necesitaba con locura. 

—Yo también, dulzura, no te imaginas cuanto pero…

—Pero nada —lo callé—, me follaras en esa cama ahora mismo. 

Vi una sonrisa arrogante en él y por tercera vez en el día me alzó pero esa vez enrrollé mis piernas al rededor de él y nos condujo hacia la cama. Sentía como su polla quería salir de lo dura que estaba, sabía que me deseaba lo demostraba con cada beso que me daba. 

Se sentó en la cama cuando llegamos a ella y sin decir nada quitó la parte de arriba de mi vestido junto al brassier, mis senos quedaron expuestos ante él y ni dudó en besar y succionar cada parte. Arqueé mi espalda y empecé a frotarme con su dura polla, cada fricción hacia que me mojara aún más y ya no lo podía aguantar. 

Me levanté de su regazo como puse y terminé de quitarme el vestido, Henry se desabrochó y pantalón con bóxer incluido mostrándome su polla perfectamente erecta. 

—Ven —ordenó con voz ronca haciendome casi gemir. 

Sin dudarlo, fui hacía él y terminé de quitarle su camisa para luego agarrar su polla y con la pinta pasarlo por mis labios vaginales. Tanto Henry como yo siseamos por la acción, estábamos tan sensibles por el tiempo sin follar. 

Guíe su polla a mí entrada y de apoco fui descendiendo, disfrutando como me llenaba y confirmando cuanto lo extrañaba.

—Joder, estas mas estrecha —murmuró en mis labios. 

Asentí, volviendo a subir con lentitud y bajando de la misma manera. 

—Aah… te extrañaba tanto —gemí. 

La fricción de nuestros puntos uniéndose era exitante, y como sumarle a eso; Henry empezó a frotar con su dedo mi clítoris haciendo que expulsara aún más mis jugos. 

Ya estaba llegando a mi punto, y comencé a follarlo más rápido con bajadas más rudas. Estaba cegada por el placer y no importaba nada más que eso. 

—Más lento, amor.

Lo besé para callarlo, mordisquee su labio mientras brincaba. 

—Ah, Dios —gimoteé cuando llegué al orgasmo. 

—Joder —gruñió a su vez, sintiendo su semen llenándo dentro de mí. 

Sin haberlo planeado, los dos llegamos juntos. 

Sigo subiendo y bajando pero esta vez lento hasta sacar la última gota de él. Se acostó aún con su polla dentro de mí y coloqué mi cabeza contra su pecho mientras regulaba mi respiración. 

—¿Estás bien? —es lo primero que dice, tras varios minutos de silencio. 

—Si, estoy feliz. —sonreí, aunque creí que no me estaba viendo. 

La sensación de tenerlo nuevamente así, me llenaba. Era como una droga y yo era una rehabilitada que habia caído otra vez en ella. 

Nos quedamos unos minutos así(acostados), para ese momento ya había sacado su pene de mi. El cansancio llegó haciéndome cerrar los ojos, sentí como Henry nos acomodó en la cama y tapó con la sábana mi parte baja. 

—Te amo, Melissa —oí que susurro. 

Medio sonreí y pensé que le había respondido pero, sólo fue mi mente. Luego eso eso, no sentí nada más indicando que me había quedado dormida. 

~~~

-5(creo)

Nos leemos en dos semanas❤️

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