Capítulo 25.

Extrañaba dormir junto a mi Mel, sentir sus cálidas respiraciones contra mí, extrañaba su olor a fresa, extrañaba ver como su cabello se enredaba cada vez que se movía, extrañaba todo de ella. Llevaba casi tres horas observándola, absorbiendo cada parte de ella con mi ojos y guardándolo en mi mente. Cuando estaba en coma pensaba que el último recuerdo que me llevaría de ella sería sus ojos decepcionados aquel día en la oficina. 

Había pasado cinco días desde que había despertado, cinco días en donde en los cuales, con junto a los policías, estuvimos planeando la captura de mi mejor amigo, que casualmente "viajó por negocios". Dereck era tan imbécil que no recordó que sus tarjetas de crédito son de mi banco y puedo saber cada transacción que hacia, el lugar en donde las hacía. Se encontraba en Francia, donde parte de su familia estaba. Ya habíamos hablado con la policía de dicho país y sólo estaba a horas de ser atrapado, pero antes de que lo metieran tras las rejas, tenía que pasar por mí para una ardua discusión. 

Olvidé todo cuando Melissa empezó a removerse mucho, dándome indicios de que estaba despertándose. Besé parte de tu cuello y mejillas y sentí como sonrió. 

—Uhm, buenos días —murmuró adormilada. 

—Te amo —seguí besándola, sin responder a su saludo. 

Rió 

—Yo también te amo, pero necesito ir al baño. Tus hijas están aplastando mi vejiga. 

—Oh, espera. 

Me incliné hasta la altura del vientre hinchado de Melissa y di dos besos. 

—Buenos días, princesas de papá. 

Volví a besar tu vientre, para darle un beso rápido a Melissa y dejarla ir al baño. 

Esos cinco días también había tomado terapia para una mejor movilidad de mis piernas, dolió para valió la pena el resultado. Aunque todavía no podía estar tanto tiempo de pie. También tenía que recuperar kilos que había perdido. 

Entré al baño con Melissa y nos duchamos juntos, al salir ya secos nos vestimos y bajamos a desayunar. Cuando llegamos al comedor vimos a Josef de pie con su uniforme como esperando cualquier orden y con Rex en su mano. Vi como Melissa se cruzó de brazos y reí. 

—¿Que haces ahí y vestido así? Debes de estar en tu casa descansando. —le reclamó.

—Ya estoy bien, hija, es hora de trabajar. 

—No, igual no harás nada porque no saldremos de la casa. Así que como tu jefa, te pido vayas a tu casa y descanses o lo que sea pero nada de esfuerzos. Y dame al perro.

Melissa seguía con su postura de enojada, y me causaba risa. Volteé a ver a Josef y este estaba aguantando sus ganas de reí. 

—Así que, Josef, haz lo que nuestra jefa te ordenó —acoté fingiendo seriedad. 

Josef sonrió negando. Caminó hacia nosotros y le dio el cachorro a Melissa.

—En tres días volveré. —advirtió.

—Si, si, lo que digas. 

Tras despedirnos, se fue. Ya el desayuno estaba listo, gracias a la señora que había contratado para la cocina. Melissa le preparó la comida a rex, en una taza echó leche y algunas croquetas como si fuera un cereal. Cuando llegué a casa no me molestó ver al pequeño Rex revolotear por la sala.

Comimos bien agusto, extrañaba ver lo glotona que era Melissa al momento de comer. 

—¿Qué haremos hoy? Quería ir a comprar las primeras cositas para las bebés. 

—Eso lo haremos en un par de días, te lo prometo, por ahora sólo quiero estar contigo, juntos. 

Rió.

—Todavía no podemos tener sexo, Henry, aguanta. 

—¿Dije en algún momento que tendríamos sexo? —Fingí estar ofendido.

—No, pero hiciste una insinuación. 

—Claro que no, sé que debemos de esperar. 

Aunque la mejoría de Melissa era notable, todavía estaba en peligro de cualquier situación. 

Luego de terminar de comer, nos sentamos en el sillón para ver alguna película. La realidad era que ella vería la película, yo la miraría a ella. Unos minutos después, sonó mi celular. Era un mensaje confirmando la captura de Dereck, que ya vendrían para el país. Me tensé, y traté de que Melissa no se diera cuenta ya que se encontraba en mi pecho. Les respondí con un monosílabo y lo dejé estar, por el momento no quería saber nada.

Sabía que algo Henry me ocultaba, sentí como se tensó al ver el mensaje aunque lo supo disimular. No le presioné para que me lo dijese, porque también sabía que en algún momento del día me lo diría. 

Ya era muy noche, listo para irnos a dormir. Nos encontrábamos en nuestra habitación, con la laptop encima de mis piernas visitando algunas páginas para cosas de bebés. Había una que tenía tienda física y quedaba a cuarenta minutos de nuestro hogar, había muchas cositas lindas de niñas. 

—Ay, mira, pequeños trajecitos de oso rosa.

—Encargalo. 

Lo hice de una, me las imaginaba usándolos y ya quería que nacieran. 

Un par de minutos después el teléfono de Henry sonó y no dudó en agarrarlo. Vi de reojo como escribió la respuesta y lo envió. 

—Me tengo que ir —me besó—, encarga y compra lo que quieras, por favor no te limites. 

—¿A dónde vas, Henry? Son casi las diez de la noche. 

—Atraparon a Dereck y tengo que estar ahí —respondió y volvió a besarme—, te cuento luego. Te amo, no me esperes despierta. 

—Está bien, por favor dile a Roger que te lleve y cuídate. Yo también te amo. 

Tras darme otro beso, se fue dejándome con un vacío nuevamente. Sabía que más temprano que tarde lo atraparían pero no quería que Henry se metiera más en eso, sin embargo, sabía que en el fondo Henry tenía que saber el porqué lo hizo, dándole una justificación a su decepción. 

Estuve un rato más en la página hasta que me doy un antojo de galletas de chocolate con snack de papas, en estos días habían empezado los antojos raros. En la cocina había unas galletas con chispas de chocolate, así que las agarré y las metí al microondas para que estuvieran calentitas. En un bol eché las papas y cuando estuvieron listas las galletas las coloqué en el mismo bol y trituré un poco todo para ligar los sabores. 

Ya en mi habitación, me dispuse a comer mientras veía una película. 

Al rato, la preocupación que tenía aumentó, no me quería dormir hasta saber de Henry, miraba el teléfono cada cinco minutos para ver si había algún mensaje. Mi corazón latía fuertemente cuando eran las una de la madrugada y Henry no se reportaba de ninguna manera. 

Le envié a Roger pero no me contestó, suspire tratando de tranquilizar cada célula de mi cuerpo. Cerré los ojos y sin darme cuenta, me quedé dormida. 

No se cuando tiempo pasó para cuando sentí una cabeza en mi pecho y unos brazos a mi alrededor, me di cuenta que era Henry y suspiro mucho más tranquila.

—¿Pasó algo, cariño? —pregunté como pude. 

Negó, pero sabía que era mentira. 

—Desahogate conmigo, mi amor, dime que pasó. 

Escuché como suspiró entrecortado y me dolió. No me gustaba para nada ver y sentir a Henry mal. Se quedó callado, fundiéndose más en mi pecho, me angustiaba tenerlo así. Quería llorar con él. 

—Me dijo que… me odiaba, que siempre me odió, que siempre envidió todo lo que tenía —masculló—, que quería tener mi vida fácil, mi dinero. 

—Oh, Henry —lo abracé. 

—Que odió aún más cuando me metí con la chica que quería pero ¿cómo iba a saber yo que la quería si nunca lo dijo? Nunca demostró quererla, la trataba como una menos y joder —precibí enojo en su voz—, confesó hasta un plan tan malvado…

Suspiró fuertemente aferrándose aún más a mí y poniendo su mano en mi vientre. 

—¿Qué plan? —me arriesgué a preguntar.

—Destruirme a mi, para luego hacerlo contigo y por ende a nuestras bebés. 

Jadee de asombro, ¿como un hombre puede tener tanta maldad para hacerle daño a inocentes? 

—Tambien dijo que era él quien estaba detrás de la prensa dándole todas las noticias de mi… de nosotros. Y yo de imbécil llamándolo para que eliminarán todo, cuando era él quien lo había planeado. 

Volví a abrazarlo, me ponían en su lugar y quería llorar. Sentía su decepción, sentía su frustración y lo entendía.

—Cuando Miguel llegó a la empresa, yo no estaba ahí pero él sí y aprovechó para armar todo el plan. 

Y fue entonces que me acordé de algo. 

—Amor, ¿por que Miguel pensaba que también era dueña tu empresa? —pregunté. 

Sacó su cabeza de mi pecho y con sus ojos brillosos me miró y sonrió con nostalgia. 

—Por que le habia hecho saber a todos que eras mi esposa y eso te convierte en dueña de todo lo mío. 

Al verlo tan vulnerable mis ojos se llenaron de agua automáticamente. 

—¿Por qué lo hiciste?

—Ya estaban empezando hablar mal de la situación, y lo aclaré. 

—Pero, no es verdad. 

—Si, pero no falta nada para volverlo realidad. 

Me dio un pequeño beso, callando lo que iba decir. Volvió a ponerse en mi pecho diciéndo que quería olvidar todo y dormir. No lo contradecí, así que cerré los ojos a la par que él y masajeando su cabellera me quedé dormida. 

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