Capítulo 23.


Aunque mi cerebro ya estaba consciente mis ojos seguían cerrados. No quería abrirlos, sabía que si lo hacía me preguntarían ¿cómo te sientes? Cuya pregunta no quería responder. 

Me sentía mal ¿y quién no, en mi lugar? Una mujer que está sola, que casi pierde a sus bebés y el hombre que ama no quiere despertar. 

Lloré tanto al decirme que mis pequeñas personitas podían morir si seguía con el estrés, las horas sin dormir y preocupación. Pensar que no los tendría casi moría. 

Habían pasado cuatro días de eso, cuatros largos días donde lo único que hacía era dormir y comer. No podía levantarme para nada, me habían mandado a reposo por dos meses como mínimo y era ahora donde necesitaba aún más a Henry. 

Escuchaba a personas entrar y salir cada diez minutos de la habitación, sabía que eran las enfermeras para monitorear todo. Sentí una presencia muy cerca de mí, pero traté de que no notara que estaba fingiendo. Al alejarse respiré con alivio. 

—Soy tu mejor amiga, Melissa Jones, sé cuándo estás fingiendo. 

Casi lloraba al escuchar la voz de mi amiga, abrí los ojos y ahí se encontraba ella con su cabello recogido en una coleta y ropa holgada. 

—Hola, princesa, ¿cómo estás? 

No le respondí pero le hice una mueca demostrándole con eso lo que sentía. Rosy sonrió con lástima y agarró mi mano apretándola un poco. 

—Eres fuerte, Meli, y tus dos bolitas también lo son. 

Sonreí un poco. Lo sabía, sabía que los dos pequeños seres que habitaban en mi eran fuertes y que aman a su mami como para dejarla ir, y que esperan a que su padre despierte para salir. 

—Mira, me dieron algo para que comas pero se veía re dietético. Así que te compré un sándwich, unas papas y un jugo de naranja, ¿está bien? 

—Sí —mi voz salió algo rasposa. 

Me acomodé bien para poder comer a gusto, lo necesitaba. Aunque estaba en reposo no significa que iba a hacer dieta.

Mientras comía, Rosy me contaba sobre los días en que no nos vimos, sobre la mejoría de su mamá y las buenas calificaciones de su hermano, le pregunté por James y sonrojada me dijo que seguían igual, que por los momentos no daría su brazo a torcer. 

—¿Y Rex? —le pregunté. 

Mi pobre cachorrito lo había dejado con Rosy, me dolió que solo había pasado dos días con él para luego dejarlo solo. 

—Está bien, algo triste, pero bien. 

—¿Está comiendo? ¿Tu hermano juega con él? 

—Si, no te preocupes por él. 

Asentí y le agradecí.

Luego de comer y lavar mi boca con la ayuda de Rosy, le pedí que me sacara de la habitación. Quería ir a ver a Henry, le diría algo que estaba pensando esos dos días. Mi amiga con mucho cuidado me ayudó a sentarme en la silla de ruedas y me sacó de la habitación rodándola. Me habían colocado en una habitación de la de Henry y no era mucha la distancia de recorrido. 

Al entrar el sonido del monitor que monitoreaba a Henry me recibió sonando, Henry ya no estaba conectado a unos tubos y podía ver su rostro completo, James lo había afeitado y se veía un poco delgado. 

—Te dejo, me llamas para venirte a buscar. 

—Gracias Ro —medio sonreí. 

Cuando mi amiga salió, agarré la mano de Henry y la besé.

—Hola, amor, estoy aquí otra vez —inicié—, estoy bien, tus bebés también lo están son fuertes ¿sabes? quieren seguir conmigo. Confieso que me sentí aterrada, quería morir en el instante que me dijeron que estaba en amenaza de aborto… Todavía lo estoy, por eso tengo que cuidarme, por eso te necesito conmigo, para estar conmigo. 

Con los ojos aguados, volví a besar su mano fría. Lo extrañaba tanto. Suspiré y seguía mirándolo.

De repente la puerta se abrió y James entró seguido de una mujer, el hermano de Henry me miró asombrado. Detallé bien a la mujer, era la misma que estaba con Henry la otra vez, esa con la que reía. Era esbelta, su cabello cobrizo estaba en un perfecto liso y su traje impecable. 

Me tensé al recordar lo cómodo y feliz que se veía Henry con ella.

—Hola, Melissa, no pensé que estuvieras aquí. Tienes que estar en reposo. 

—Y lo estoy, no estoy haciendo ningún esfuerzo. Sólo estoy sentada aquí, velando por el padre de mis hijos. 

—Eso veo —se volteo a ver a la mujer—, te quería presentar a… 

—Ya me tengo que ir —lo interrumpí, en realidad no quería conocerla ni saber quién era—, ¿puedes llamar a Ro para que venga por mí? 

Él asintió rápidamente y salió, dejándome con la mujer. Suspiré y miré mi mano unida con la de Henry. 

—Me llamo Esmeralda, soy prima de Henry. 

Mi corazón se detuvo y la vergüenza llegó a mí, no me atreví a mirarle la cara. Mierda, estaba celosa de la propia prima de Henry. En mi defensa no sabía quién era, Henry se había vuelto distante y luego lo veo con ella riéndose. 

—Estoy ayudando a James con la empresa, por eso me viste la otra vez con Henry —Se acercó más—, siento que hayas pensado mal. 

Hice un mohín.

—Lo siento yo, disculpa —la miré—, Henry se había vuelto distante y… 

—Te entiendo —interrumpió—, no te preocupes por eso. 

Asentí y no dijimos nada más. 

Al minuto después entró Rosy y me sacó de la habitación para llevarme a la mía. Me sentía muy apenada, la verdad no sabía ahora como mirarla. 

Unas horas después, Josef me visitó en una silla de ruedas acompañado por una enfermera. Sonriente me saludó y besó mi frente como pudo. 

—¿Cómo estás, mi niña?

—Bien ¿y tú? ¿cómo vas con tu recuperación? 

Gracias al cielo la bala no dañó ningún órgano ni ligamento de Josef, pudieron sacarle la bala con éxito y ahora tocaba recuperarse. 

—Estoy bien, me siento bien. En un par de días me darán de alta. 

—Por favor cuídate, dile a tu esposa que me avise cualquier cosa. 

—No te preocupes, tesoro, lo haré. 

Hablamos un rato más hasta que me dio algo de sueño y decidí dormir. Cuando cerré mis ojos un lindo paisaje fue lo primero que produjo mi mente, Henry venía con dos pequeñas personitas agarradas de la mano hacia mí sonreían y veía que estaban hablando pero no sabía que. Amé el sueño, puedo dormir feliz. 


🤰🏽🤰🏽🤰🏽

Pasaron los días rápidamente, poco a poco recuperándome, poco a poco volviendo a la vida cotidiana. 

Ya nos encontrábamos en julio, para ser exactos 7 de julio mi cumpleaños. Sería un cumpleaños algo agrio pero tenía que mostrarles una sonrisa a los demás, y aún más a la persona que tenía en frente contándome el cumpleaños feliz con un pequeño pastel. 

—... Cumpleaños a tiii —canturreo Rosy—, sopla la vela y pide en deseo. 

Sonreí para luego cerrar los ojos y pedir con todas mis fuerzas eso que tanto anhelaba, sople la vela y volví a mirar a Ross. 

—Gracias por esto, Ro, gracias por todo. 

—No hay de qué, sé que harías lo mismo por mí. 

Nos abrazamos y le dije que la amaba. 

Luego de un rato me permitieron salir al parque del hospital, ahí le pedí a Rossy que fuera en busca de Rex. Extrañaba al pequeño cachorro y quería que sintiera mi aprecio hacia él. Mientras esperaba sola me dediqué a mirar, no había casi nadie pero me llamó la atención una pequeña niña sola, jugando con una muñeca de trapo. Me recordó cuando era pequeña, normalmente me la pasaba sola y tras la muerte de mis padres eso empeoró, aunque no prima y yo teníamos la misma edad y salíamos casi todo el tiempo juntas, nunca encajé en su círculo, todo el tiempo tenía que estar fingiendo que la pasaba bien con ellos cuando no era así. 

Al cabo de unos minutos, sentí algo húmedo en mi mejilla encontrándome con Rex. Sonreí alegremente, lo agarré y acaricié, él movía su pequeña colita y lengueteaba mi cara. 

—Yo también te extrañé, pequeño. 

Rosy dijo en en minutos volvía asentí y puse a Rex en mi regazo, coloca su cabecita en mi vientre abultado. Lo hacía desde que lo llevé a casa. 

—¿Puedo tocarlo? —la voz de una niña me hizo voltear. Era la misma que había observado minutos antes. 

—Claro —le extendí un poco al cachorro. 

Ella con los ojos brillosos y cara de felicidad agarró a Rex mirándolo extasiada. 

—Me encantan sus ojos, son muy bonitos —dijo. Los ojos de Rex eran celeste muy claros, casi blanco. 

—Lo son. 

Detallé a la niña, era pelinegra con piel pálida y ojos negros. Era muy linda, tenía ropa de hospital y se veía algo delgada. 

—¿Cómo te llamas? 

Ella me miró y sonrió apenada. 

—Rocio, ¿y tu? 

—Melissa. 

—Oh, que lindo —Murmuró—, ¿Tienes alguna enfermedad? 

—No, estoy embarazada y tengo que tener cuidado por eso estoy aquí. ¿Y tú? 

—Tengo apendicitis, me operarán mañana. 

Le sonreí con nostalgia, era algo triste que una niña tan pequeña sufriera eso. 

—Saldrá todo bien —manifesté—, ¿y tus papás? 

—Están en el trabajo, estoy con una tía. 

—Oh. 

Es demasiado triste qué, tu hija esté mal y no estés para ella. Es un trauma que le quedará a la pobre niña. 

Esto me había recordado que no tendría que ser así con mis hijos, siempre estaría para ellos, pendiente de ellos hasta que se cansen de mí. No permitiría que ellos alguna vez pensarán que los abandoné o nunca los quise. Pensar en eso se me arruga el corazón. 

A la niña la llamaron minutos después, se despidió y dejó con cuidado a Rex en mi regazo. 

No sé cuánto tiempo pasó, pero el canturreo de otro cumpleaños me hizo voltear a mis espaldas. Eran mi James, Josef y Rossy llevaban un pastel color rosa y flores rojas y blancas. Les sonreí mientras mis ojos se llenaban de lágrimas, los amaba mucho y sabía que lo hacían por lo bajoneada que estaba. 

—Gracias, enserio, muchas gracias.

—No hay de qué. —respondió James—, este regalo no viene de mi. 

Josef agarró a Rex mientras que James extendía una caja de un tamaño mediano y me sorprendí. No sabía de qué hablaba, de igual manera lo agarré y lo abrí, mis ojos botaron sus lágrimas cuando lo primero que vi fue una foto de Henry y mía que nos la habíamos tomado el día de su cumpleaños. Tras eso, había un sobre que pasó a segundo plano cuando vi un juego de joyas y una pequeña caja aterciopelada color vino. 

Agarré primero el collar, era tan bello y delicado con pequeñas piedras de diamantes en él, tenía un pequeño dije de plaquita con un corazón de diamante, detrás estaba marcado algo que me hizo sollozar. 

“Por siempre, mi dulzura”

Lo amaba, amaba a mi hombre y lo extrañaba tanto. Agarré el sobre y lo abrí, las palabras impresas en el papel terminaron por romperme en llanto. 

“Mi dulce y linda Melissa. 

Cuando llegaste a mi vida entendí lo que todo el mundo decía, cada persona está destinada a alguien, y tú estabas destinada a mí es por eso que nuestro amor floreció de una manera rápida y se fortaleció con los días. 

Cada segundo a tu lado es como una felicidad inexplicable, cada que respiro cerca de ti me siento bendecido. 

Te amo dulzura, lo supe desde el primer instante en que te tuve en mis brazos y mi corazón latió como nunca lo había hecho. 

Por eso quiero darte este anillo, no te asustes, no es matrimonial pero sí de promesa… 

Paré de leer, agarré de inmediato la caja aterciopelada y la abrí. Jadeé al ver el hermoso anillo, era de oro rosa con una gran piedra en forma de gota muy brillante y en sus alrededores tenía pequeños diamantes incrustados. Era tan hermoso. Proseguí leyendo con muchas más lágrimas saliendo de mis ojos. 

Prometo (si tu me lo permites) convertir ese anillo en uno de matrimonio, casarnos a lo grande y decirle al mundo a quien pertenezco, porque si, amor, soy solo tuyo. 

Te amo, hoy y siempre. 

Henry Campbell.”

Lloré fuertemente, mi corazón dolía, no podía respirar bien. Quería a mi hombre, quería que me lo dijera a la cara cerca de mí. Cerré todo, necesitaba verlo, necesitaba despertarlo. 

—¿Cuándo planeó todo esto? —Le pregunté a James.

—Luego de su cumpleaños, me pidió algo de ayuda —respondió—, el plan era irse de viaje y darte la sorpresa ahí pero… 

Se calló cuando empecé a llorar nuevamente. Mi pobre hombre tenía todo planeado desde hacía tiempo, sabía que me amaba antes de que me diera cuenta de que yo lo amaba a él.

—Melissa, piensa en los bebés. Cálmate, en quince minutos entras a consulta y no es bueno tú reacción. 

—¿Y cómo quieres que esté, James? El amor de su vida está en coma y vienes a darle esto —le soltó Rossy. 

Mi amiga me ayudó con las cosas y me limpió las lágrimas. Le pedí que me llevara a verlo, aún con su carta y anillo en mano. En el camino las personas me miraban pero no les hice caso. 

Cuando llegamos a la puerta, Rossy la abrió y quería pasarme de aquella silla de ruedas y abrazarlo como podía. Lo quería tanto. 

—Oh amor —lloré en su mano—, por favor, despierta, por favor amor, te necesito. Por favor, por favor. 

Seguía llorando con su mano en la mía, deseando con todas mis fuerzas que se despertara… un escueto apretón de manos me hizo mirarlo. Si, estaba reaccionando pero no abría sus ojos. Le seguí hablando y seguía prestando un poco la mano. 

Grité, llamé a quien sea que estuviera afuera para que viniera a revisarlo. Entró un doctor, junto con Rossy y James. 

—Apretó mi mano, por favor hagan algo. —lloré.

Me pidieron que saliera y a regañadientes Rosy me sacó. Volví a limpiar mis lágrimas cuando salí de la habitación y me llevaba a la mía. James se había quedado afuera de la habitación de Henry preocupado y nervioso. 

—Ya está tu doctora aquí, vendrá a verte en unos minutos por favor, sé que es difícil pero cálmate un poco. —alegó Ross. 

Lo sabía, tenía que hacerlo pero ahora mis esperanzas de que Henry despertara eran grandes y estaba emocionada y a la vez nerviosa. Sin embargo, me calmé, respiré profundo y cerraba mis ojos para poder estar tranquila. 

Oí a alguien abrir la puerta y rodar algo, medio abrí mis ojos y me di cuenta que eran las máquinas y todo eso para la ecografía. Con todo esto se me había olvidado. Les pedí perdón mentalmente a mis bebés, y quería llorar otra vez.

—Hola, ¿como estás? 

Abrí mis ojos por completo cuando escuché a la doctora. Le respondí que bien, le expliqué toda la situación y todo lo que pude decirle. Ella sabía lo que me había pasado y como tenía que abordarme. 

—Muy bien, podemos iniciar —encendió todos los aparatos—, si tenemos suerte podremos ver que sexo son. 

Le sonreí como pude y me levanté la blusa de algodón que estaba usando. Aplicó gel en la zona y empezó a rodar el aparato por todo mi vientre. 

—Son fuertes ¿sabes? Quieren estar contigo, no muchas aguantan la amenaza de aborto que tu tuviste —confesó.

Era una de las cosas que tenía que agradecer. 

—Ok, ya vi algo —escuché emoción en su voz. Volteé a la pantalla pero no entendía nada, sólo estaban las formas de dos bebés. 

—¿Vio su sexo? 

La doctora sonrió, y asintió. 

Acto seguido me dijo sus géneros, y lloré de felicidad. Se había cumplido el sueño que Henry me había contado, el sueño que yo también había tenido. Ya las amaba antes, ahora las amo más. 

Quería salir corriendo e irle a contar a Henry que sus bebés serían unas lindas princesas, así como él lo quería. 

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Soy lágrimas Ok?

Visiten mi instagram, subí una ilustración de Henry bonito:) en el próximo capítulo te daremos noticias de él.

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