Capítulo 13.
Mientras bebía el té que mi tía me había hecho, no dejaba de mirar a Henry el cual estaba al frente de mí sentado en el pequeño sillón. Lo mataría al segundo que mi tía se fuera, no podía decir que éramos novios cuando nunca me lo propuso y ni siquiera me había dicho si sentía algo por mí.
—Bueno, hija, en la cocina te dejé la receta de ese té —mi tía se levantó del sillón y la miré—, es muy bueno para las náuseas y vómitos. Me tengo que ir, nos vemos luego.
Se despidió de mí con un beso en la mejilla y a Henry le dio la mano. Cuando mi tía salió del apartamento vi cuando Henry se levantó queriendo acercarse a mi pero lo detuve con la mano. Hizo una mueca y se sentó a mi lado, algo retirado.
—En mi defensa, no sabía que decirle ¿bien? —habló—, no podía decirle que éramos desconocidos, que a ti te inseminaron por error y ahora estás esperando mis dos bebés.
—Solo tenías que decirles que eras el padre de los bebés y ya, ella supondría lo demás.
Lo vi asentir por el rabillo del ojo.
—Tienes la razón, igual nosotros… olvidalo —negó.
Fruncí el ceño, quería saber qué era lo que iba a decir pero no lo presioné y lo dejé pasar.
El té empecé a saborearlo mal así que lo puse en la mesita que tenía al frente y suspire. Recordé el momento en que se fue sin darme alguna explicación, aunque no estaba obligado a hacerlo, quería que lo me dijese.
Ya no quería ese sentimiento, ya no quería que me besara ni que fuera tan lindo conmigo. Prefería que fuera neutral y que sólo me viera para alguna consulta o cosas así. Odiaba ese sentimiento de querer decirle lo que sentía y que este fuese rechazado o que me dijera que había malinterpretado todo.
—¿Sabes? No quiero sonar mala pero, prefiero estar sola —le dije—, no quiero vivir en tu casa ni tú vivirás aquí.
—¿Qué pasa?
—Ahora sólo nos veremos cuando tenga que ir al médico —lo ignoré, y me levanté de donde estaba—, no quiero verte.
—¿Qué?
Se levantó del sillón y vi su rostro, expresaba lo confundido que estaba y en sus ojos vi temor. Me dolía pero, tenía que hacerlo. Así podríamos en un futuro convivir en armonía por nuestros hijos, y no con la incomodidad de un rechazo.
—Dime, Melissa ¿que pasó? ¿Hice algo mal? ¿fue por lo de la otra vez? —preguntó de prisa.
Quería llorar, mis ojos se llenaron de lágrimas. Lo quería, tenía que admitirlo ¿era muy rápido para quererlo? Sí, pero no me interesaba. Sentía mucho por Henry y era por eso que tenía que alejarlo.
—Dímelo, sólo dímelo Melissa —dio pasos hacia mí y retrocedí—, no quiero alejarme de ti, y no lo haré. Nunca lo haré. No se si recuerdas pero tienes dos Campbell en tu vientre y eso te hace parte de mí, eso hará que nunca te alejes de mí.
—¿Por qué? ¿por qué no quieres alejarte de mí? —inquirí—. Y no me digas que es por los bebés porque ellos todavía no pueden sentir.
Se quedó callado, pero no despegó su mirada sobre mí. No quería seguir con eso, así que me fui a mi habitación. Quería olvidar todo, quería dormir y despertarme sin sentir lo que sentía por Henry.
Me metí a mi cama y me cubrí hasta el cuello con la sábana. Cerré mis ojos imaginándome con mi vientre súper grande, me veía feliz. Para nadie era un secreto que siempre soñé con tener bebés, desde que era pequeña lo supe. Cuando vi que la relación con Kevin iba en serio, se lo dije pero él me decía que no quería y eso me decepcionaba un poco. Ahora que tengo en mi vientre dos bebés, soy la persona más feliz del mundo y si era para luchar sola con ellos, lo haría.
Escuché la puerta de mi habitación abrirse para luego cerrarse, oí unos pasos cautelosos y luego sentí como el colchón se hundía detrás de mí. El delicioso olor de Henry no se hizo esperar e inundó mi nariz. Pude oír que se quitaba su saco y zapatos, luego sentí la sábana levantarse, supuse que se había metido y su mano en mi cadera me lo confirmó pegando su pecho a mi espalda sintiendo su respiración en mi cuello.
—Lo siento, dulzura —murmuró—, siento no querer alejarme pero es que no puedo, no puedo porque me gustas.
Abrí mis ojos quedándome estática, tensandome cuando me pegó más a él. Su confesión hace que mi corazón se acelere y mi mente reproduzca imágenes de él y yo siendo felices, con él mirándome con amor y besando mis labios con ternura.
—Y pensarás que estoy diciéndote esto para que no me alejes pero, no es así. —siguió hablando—, me esforzaré mucho para demostrarte que en verdad me gustas. Espero que no te asustes por lo rápido que he sido, sin embargo, tenía que decirlo.
Seguía quieta en mi lugar, pero con lágrimas cayendo de mis ojos. Ahora sabiendo lo que sentía, un peso en mi se quitó dejando un vacío de alivio. Sentí besos en mi cuello y hombros, suspiré por el efecto que eso producía en mí.
—Eres muy hermosa, Melissa, y eres la primera mujer luego de muchos años que hace latir mi corazón de la manera más desenfocada posible.
Y él lo hacía con el mío.
Decidí voltear y tenerlo cara a cara, acerqué mi mano a su rostro y con mi pulgar acaricié sus mejillas semi peludas. Los ojos de Henry brillaban y su color único se hacían notar, esperaba a nuestros hijos tuvieran los ojos como él.
—Por favor, dime que sientes lo mismo que yo —me dijo—, dime que tu corazón se acelera cada vez que me ves, dime que te sientes vacía cada vez que no estoy contigo, dime que quieres ver mi rostro al despertar, dime que quieras sentir mis besos en todo, dime…
—Sí —susurré interrumpiéndolo—, creo que me da pequeños infartos cada vez que te veo, me siento vacía cuando te vas, a veces me imagino despertar en tus brazos, y siempre quiero tener tus labios junto a los míos.
Sin darle más tiempo lo besé, tratando de demostrarles en ese beso lo mucho que me gustaba. Henry me abrazó con sus dos brazos y delicadamente me subió encima de él.
—Voy a darnos la oportunidad de conocernos bien y convivir juntos en tu casa pero, prometeme una cosa —le anuncié en sus labios.
—Lo que quieras.
—Prometeme que no me romperás el corazón, prometeme que cuando me conozcas a la perfección y veas algo que no te guste de mí, me lo digas —alejé nuestros rostros un poco—, Prometemelo, Henry Campbell.
Embozó media sonrisa.
—Te lo prometo, Melissa Jones. Ahora bésame.
Claro que lo hice, fueron besos tiernos que en momentos se volvían salvajes pero retomaban lo dulce de nuevo. Hasta que nuestros labios empezaron a doler y sentirse hinchados, nos separamos y mis ojos empezaron a ponerse pesados.
—¿Quieres descansar conmigo? —le pregunté a Henry y este me dio una sonrisa.
—Claro que sí.
Se acomodó bien en su lugar y yo igual, pero puse su cabeza en su pecho escuchando sus latidos. Henry acariciaba mi cabello mientras yo caía en un profundo sueño.
🤰🏽🤰🏽🤰🏽
Miraba mi departamento con nostalgia, había sido mi refugio durante siete años. Esas paredes me habían visto llorar, reír, enfermar y demás. Y en ese momento que no se cuando lo volvería a ver tenía muchas ganas de llorar.
Habían pasado tres días desde que el padre de mis bebés me había confesado que le gustaba, tres días de los cuales Henry no se ha separado de mí, me ayudó a recoger cada objeto de mi departamento y me animó con dulces besos.
—¿Estás bien? —Henry me abrazó por detrás.
Asentí.
—Si, sólo que me da un poco de nostalgia.
Me volteé y rodeé mis brazos a su cuello.
—No te preocupes, dulzura, hablé con el gerente y le anuncié que no pusiera el departamento en disposición.
—Pero, Henry…
—Vendrán dos personas de servicio una vez a la semana para limpiar y mantenerlo en buen estado.
Las hormonas me tenían mal, era eso o mi sensibilidad estaba a su tope porque lágrimas salieron de mi ojos.
—Gracias —le dije—, me pondré hacer algún trabajo para pagarlo y…
—¿Qué? —frunció el ceño—. No, no te preocupes por eso, yo lo pagaré.
—Henry, no estás en la obligación de hacerlo.
—Claro que sí —su agarre se apretó más—, eres la madre de mis hijos, eres mía, y mientras yo viva velaré por ti.
Lo besé, era tan lindo.
—Te lo pagaré tan pronto cuando trabajé y…
—No, yo soy quien está en deuda contigo. Toma todo esto como un pago a eso, si quieres.
Le di otro beso, ya no quería hablar del tema. Éramos dos tercos que no llegarían a nada en concreto.
Subieron todas mis cosas al camión de mudanza, luego de cerrar con llave mi departamento, Henry y yo salimos agarrados de las manos de aquel viejo edificio. Me abrió la puerta de su auto y me subí, mi hombre dio la vuelta. Ya adentro del vehículo arrancó.
Estaba nerviosa, pero por alguna extraña razón estaba feliz. Conocería donde vivía el padre de mis hijos, conocería cada rincón de su guarida y a partir de ese momento se convertía también en la mía.
—Haremos una corta parada antes de llegar a casa —me anunció.
Cruzó una calle y empecé a ver casas extremadamente lindas, elegantes y grandes. Toda la calle gritaba dinero. Había auto lujosos y personas muy elegantes afuera.
Henry se detuvo en una de esas y apagó el motor del auto.
—¿Qué hacemos aquí?
—Le haremos una visita a mi hermana —respondió.
Agrandé mis ojos haciéndolo reír. Mis nervios aumentaron, no estaba vestida de una manera; tenía una blusa desteñida que anteriormente era fucsia y en ese momento se encontraba rosa claro, unos leggings y mis botas deportivas.
—No, Henry, por lo menos déjame cambiarme ¿no podemos venir después?
—Estás hermosa, Melissa, no hace falta que te cambies. Además, ya mi hermana te ama sin conocerte.
Dicho eso, se bajó del auto para abrirme la puerta. Sabía que su hermana tenéis una semana de dar a luz, Henry me había explicado qué cuando se fue dejando a media nuestra situación de la otra vez, era porque su hermana lo había llamado diciéndole que estaba a punto de dar a luz y que su esposo no estaba en ese momento.
—Dios, estoy avergonzada —le dije cuando llegamos a la puerta de la casa.
Una señora algo mayor abrió cuando Henry dejó de tocar, nos vio, vio nuestras manos unidas y sonrió.
—Que bueno verlo, señorito Henry —saludó, abriéndose paso para dejarnos pasar.
—Hola, señora Glenda, le presento a Melissa.
Le extendí la mano y ella me la aceptó.
—Un gusto conocerla, señora.
—El placer es mío, señorita.
Le sonreí.
—¿Esta mi hermana? —le preguntó Henry.
—Si, se encuentran en la sala. Vengan, los acompaño.
La seguimos, mientras veía de reojo algunas partes de la casa. Sin dudas era muy hermosa.
En la sala se escuchaban risas y cuando entramos vimos a una mujer con un bebé en brazos, un niño a su lado y un hombre al otro lado.
—¡Tio Henry! —el niño corrió hasta él y lo abrazó.
—Hola, campeón ¿cómo estás? —le devolvió el abrazo, soltándome.
—¡Super!
Me sentía extraña pero de una buena manera, ver a Henry llevarse bien con su sobrino se me ponía chiquito el corazón.
—¿Quién es ella, tío? —le murmuró, creyendo que no le escucharía.
—¿Te acuerdas de la chica que te comenté la otra vez? ¿la cual sería la mamá de tus primos?
El niño asintió agrandando los ojos.
—¿Eres Melissa? —esta vez me preguntó a mi.
—Si —le respondí.
Sonrió.
—Me llamo Logan, tengo nueve años y seré el mejor primo del mundo.
Le sonreí, quería abrazarlo de lo lindo que era.
—Estoy segura que lo serás.
Su madre se acercó con bebé en brazos, ahí me di cuenta que era una niña por su trajecito Rosa con estampado de coronas.
—Hola, Melissa, soy Scarlet. Siento que ya te conozco con todo lo que me ha contado Henry de ti, pero, mucho gusto.
Henry carraspeó con lo que dijo su hermana y sonreí.
—El gusto es mío.
—A ver, dame a mi sobrina. —le dijo Henry.
Su hermana se la extendió y él la agarró con cuidado.
—Te la doy sólo para que vayas practicando. —se giró a mi—, por cierto Melissa, felicidades, espero que mi hermano esté tratándote bien.
—Gracias, y sí, Henry es muy lindo.
Me sonrió y volvió a mirar a Henry.
—Te queda bien cargar una niña.
Al momento me lo imaginé cargando a las nuestras, lo imaginé arrullandolas, y mirándolas con esos ojos brillosos. Reafirmándome mi teoría que Henry sería el mejor papá del mundo.
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Los amo, gente, los amo😭✨
Por cierto, gracias por sus comentarios, esos son los que me alientan a seguir con la historia❤️ gracias, gracias, gracias
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