Capítulo 11.

Los dibujos eran lindas princesas con vestidos de diferentes diseños. Allí indicaba el color que usaría pero los pinté a mi modo y gusto, quedaron muy lindas a decir verdad. Los dibujos me entretuvieron, se me pasó el tiempo volando y ya tenía que comer. Esa vez quise hacer algo más elaborado, así que decidí por pasta y albóndigas con una salsa especial que me enseñó mi tía. 

A ella tenía que invitarla a comer para decirle todo antes de que se esterase por otro lado. No tenía miedo a su reacción, posiblemente se asombraría y lloraría pero se que no me juzgaría porque sabía que soy una mujer inteligente que sabe lo que hace y también sabía mi ilusión de tener bebés. 

Cuando estaba echando mi comida al plato me di cuenta que había hecho de más y yo sola no me comería toda la pasta. Miré mi celular y se me ocurrió algo, probablemente estaría ocupado pero nada perdería que lo llamara. 

Dime, dulzura ¿pasó algo? —Me contestó al tercer tono.

Odiaba lo que sentía cuando me llamaba así, que Henry me estaba empezando a gustar no me agradaba. Él sólo me veía con ojos de "es la madre de mi hijo" y no creía que eso cambiara. 

—Estoy bien, sólo quería saber si estabas ocupado —dije, no escuché ninguna respuesta de su parte así qué solté rápidamente:—, lo decía para ver si quieres venir a comer, hice pasta y quedó un poco. 

Logré escuchar su exhalación y me arrepentí de haberlo llamado. 

—¿Sabes qué? Olvidalo. No debí llamar, seguro estás ocupado. 

No, espera. —su voz me detuvo a colgar—, claro que me encantaría comer contigo, puedo dejar de lado todo mi trabajo para hacerlo. Así que, en quince minutos estoy ahí.

Y colgó. 

Miré el teléfono embobada por unos segundos, él vendría. Volteé a mi pequeño comedor y vi que estaba hecho un desastre, así que lo acomodé lo mejor que pude, fui a mi habitación y me peine ya que tenía mis cabellos hechos una catástrofe. 

Regresé a la cocina y volví a calentar mi plato, saqué el jugo de la nevera y lo llevé a la mesa con dos vasos, empecé a emplatar y la puerta sonó. Mis nervios empezaron a aparecer y suspire un par de veces para relajarme. 

Fui a la puerta y la abrí, allí estaba Henry; todo elegante con su traje azul oscuro y camisa blanca, se había recortado su barba y parecía más joven. Estaba muy hermoso. En cambio yo, estaba con mi pijama de pantalón largo y blusa de tirantes y diseños de corazón. Aunque no me sentía incómoda. 

—Hola —saludé. 

—Hola, ¿puedo pasar? 

Asentí y le di espacio. 

Aunque mi departamento no era el más grande de todos, era decente y lindo. No me causaba inseguridad de que él lo viera, al contrario, quería que él lo observara para que tuviera presente que no hay peligro alguno. 

—Siéntate —le indiqué. 

Henry hizo caso a mi petición mientras yo iba en busca de los dos platos de pasta. Cuando los tuve en mis manos los llevé a la mesa y puse uno para él y el otro para mí. 

—Puedes servirte jugo si quieres —le dije mientras me sentaba. Yo bebía el juego casi cuando terminaba mi pasta, así que todavía no agarraría. 

Henry agarró la bebida para luego empezar a comer, en cada bocado me miraba y no entendía qué pasaba. Le resté importancia haciendo como si no sentía su mirada. 

—¿No te molestó que te mandará dibujos infantiles? —soltó de la nada. 

—No, me entretuvo, gracias por cierto —le respondí. 

Asintió y seguimos comiendo. 

—¿No has salido en ningún momento, cierto? —lanzó pregunta. 

—No, tampoco me apetecía. 

—Bien, vi un par de paparazzis afuera. No quiero que te molesten. —vi preocupación en sus ojos. 

—No te preocupes. 

Me imaginaba la preocupación de Henry, él no quería que las personas supieran de mi, que supieran nuestra situación. 

—¿Sabes que me parece extraño? —Le pregunté y él negó—. Que no me hayas preguntado nada acerca de mí. 

Henry se metió su último bocado a la boca, para luego recostar su espalda en la silla y se cruzó de brazos mientras masticaba en boca cerrada, mirándome directamente a los ojos. 

—¿Qué? —levanté una ceja.

—¿Quieres que te diga la verdad? —me respondió, tras tragó. 

—Si, por favor. 

—¿Me prometes que no te enojarás? 

—Si es algo malo, Henry, te dejo de hablar. 

Me estaba empezando a asustar, no entendía porque quería que le prometiera que no me enojaría por ello. 

—Te mandé a investigar —soltó y agrandé mis ojos y asombro—, investigué todo acerca de ti, sé sobre tus padres, lo que ocurrió con ellos. Sé dónde estudiaste, y tus aficiones, sé que tus únicas familiares presente en tu vida son tu tía y prima, sé cuándo naciste… lo sé todo. 

Mi ira comenzó a correr por mis venas al igual que mis ojos se llamaban de lágrimas. No tenía el derecho de hacerlo, si él quería saber de mí me lo hubiese preguntado. No le dije nada, pero le dediques una mirada decepcionante para después levantarme de la silla, agarrar y plato y llevarlo a la cocina para lavarlo. 

No lo miré, no quiera que viera mis lágrimas. Me sentía decepcionada, no quería volver a verlo. 

—Dulzura… —lo oí detrás de mí mientras lavaba mi plato. 

—Vete —dije con voz dura. 

—No, te dije que me prometieras que no te enojarías. 

—No te prometí nada —le respondí mientras seguía lavando un plato que estaba más que limpio. 

Sentí sus manos en mis caderas. 

—Oye, lo siento ¿si? Pero tenía que saber algo sobre ti…

Quité sus agarres de mi y me voltee para alejarme de él y poder verlo bien. 

—Me lo hubieras preguntado ¿no crees? —insinué. 

—Lo sé, y lo siento. Reconozco que fue un error garrafal haberlo hecho, pero, sólo estaba pensando en saber quién era la madre de mi hijo. —sus ojos expresaban susto.

Negué.

—Ya vete, Henry, no quiero verte. 

Iba a voltearme e ir a mi habitación, pero el padre de mi bebé me detuvo agarrándome del brazo halandome delicadamente hacia él y estrellando sus labios con los míos. Yo no moví mis labios, estaba estática. 

—Bésame, por favor bésame —me pidió en un murmullo contra mis labios. 

Mi corazón latía a mil por segundo, no entendía por qué lo hacía. Creyendo que iba a olvidar todo con solo darme un beso, él estaba equivocado. 

—¿Por que lo haces? 

Le pregunté, tratando de que mi voz no me delate lo nerviosa que me pone su cercanía, y sus grandes brazos al rededor de mi cintura.

—Porque quiero, lo he querido hacer desde el primer momento en que te ví —declaró—, bésame. 

Lo hice, lo besé. Yo también quería, quería saber que se sentía besarlo. Me apretó más a él y enrollé mis piernas a su cadera. El beso se tornó más exigente y necesitado, dándole paso a que nuestras lenguas se encuentren. Sentía que una parte de mí se estaba llenando con ese beso. 

Nos separamos, aunque queríamos seguir nuestros plumones no aguantan tanto. Henry pegó su frente a la mía mientras regulábamos nuestra respiración. Sentía el hormigueo en mis labios, y mi mente empezó a maquinar qué ¿qué pasaría con nosotros despido de esto?

Henry me dió un beso corto y se separó totalmente de mí dejándome caer los pies en el piso, estaba sonriendo y sus ojos brillando. Abrió la boca para hablar pero no interrumpí. 

—Ah, ah, no hables. Igual estoy enojada contigo. 

—Pero menos que antes —sonrió, trató de acercarse a mí y lo esquivé.

—No… te acompaño a la puerta. 

Caminé rápidamente saliendo de la cocina, escuché a Henry reír era una carcajada profunda y linda. 

Llegué a la puerta de mi apartamento abriéndola. Henry llegó a mi y me agarró la cara con sus manos dándome un beso corto de nuevo.

—Esto no se quedará así —otro beso—, nos vemos para la ecografía—beso—, a las nueve paso por ti —terminó dándome otro beso. 

Salió de mi apartamento y cerré la puerta de inmediato. Me pegué a ella llevando las yemas de mis dedos a los labios.

¿Qué pasará ahora?

🤰🏽🤰🏽🤰🏽



El martes 28 de marzo me levanté a las siete de la mañana para empezar el día bien, pero ocurrió todo lo contrario. Me levanté directo al baño para vomitar todo lo que había comido la noche anterior. De inmediato pensé que los síntomas del embarazo estaban empezando. 

Luego de un rato en el baño vomitando, me cepille los dientes y me di una corta ducha para salir a hacerme un desayuno ligero. Ese día sería la primera ecografía que me harían por ende, sería la primera vez que vería a fetito. Estaba nerviosa pero a la vez feliz, cada noche antes de dormir le pedía a Dios o al universo que permitiera que mi bebé creciera sano y salvo y fuera feliz. 

Se hicieron las ocho menos cuarto de la mañana y yo ya me encontraba lista para salir. Desde la última vez que vi a Henry me había estado enviando mensajes a los cuales yo les respondía escuetamente. Quería hacerlo pensar que todavía estaba enojada con él aunque en realidad es que le había agarrado gusto a eso. 

Henry me envió un mensaje diciendo que ya se encontraba afuera, que me apresurara ya que no había nadie. Salí casi corriendo, lo menos que quería era que me atraparan con el papá de mi bebé de nuevo. Me despedí del recepcionista y me subí al auto de Henry, cerrando la puerta rápidamente. 

Suspire. 

—Arranca —le dije. 

—¿Y mi saludo? 

Lo mire seriamente.

—Hola, Henry, buenos días. Ahora ¿puedes arrancar?

Negó.

—No me refería a eso, pero ya que no lo hagas tú. 

Todo pasó en segundos, agarró mi cara y me besó. Obviamente le correspondí, para luego separarnos. 

—A eso me refería con mi saludo. 

Dicho eso, empezó a conducir. No volteé a mirarlo en ningún momento. Esquivó a un par de autos y ya me estaba sintiendo mareada, cerré los ojos y recosté mi cabeza a la ventana de la puerta.

—¿Estás bien? —preguntó en un tono preocupado—, ya casi llegamos. 

Entre abrí los ojos y efectivamente, estábamos en la entrada. Henry entró al estacionamiento y aparcó el auto en un espacio libre, él bajó tras apagar el motor y prácticamente corrió para abrirme la puerta. Me ayudó a salir agarrando mi bolso. 

—¿Qué tienes, dulzura? 

—Estoy un poco mareada, no es nada, hoy empezaron los síntomas.

—¿Qué?

—En la mañana vomité lo que había comido la noche anterior, es eso o algo me cayó mal. —le contesté—, en fin, entremos.

Henry asintió, agarrándome de la cintura y llevándome hacia la entrada de la clínica. Cuando ya nos encontrábamos ahí, fuimos a recepción y notifiqué que ya había pedido una cita, firmé unos papeles y nos dijeron que ya nos estaba esperando, indicándonos el número de sala. 

Llegamos ahí, tocamos y la doctora abrió la puerta. Nos saludó sonriente y nos dejó pasar. Me hizo un par de preguntas y las respondí, le dije sobre que mi embarazo era por una inseminación y ella no le vio problema alguno. Me preguntó cuántas semanas tenía y calculaba que tres, ella dijo que posiblemente el feto estaría en un tamaño de un grano. 

—Toma —me pasó una bata azul—, cambiate para proceder a hacer la ecografía.

Asentí y fui al pequeño baño que se encontraba ahí mismo, me quité toda la ropa incluyendo la ropa interior y me puse la bata. Cuando salí encontré a Henry sentado a un lado de la camilla donde yo estaría. Llegué a ella y me senté para luego recostarme y tratar de relajarme. 

—Papá lo noto muy callado ¿ocurre algo? —le preguntó la doctora a Henry, mientras movía algunos botones.

—No, no, sólo estoy emocionado. —habló ásperamente

—Muy bien, Melissa, necesito que te relajes. La ecografía será transvaginal. 

Sentí la mano de Henry colándose a la mía demostrándome seguridad. Me relajé lo más que pude y al momento empecé a percibir el frío del largo aparato. Lo había envuelto en un –al parecer– condón. Empezó a mover los botones de la máquina. 

—¿Ustedes tienen alguna procedencia de gemelos? —nos preguntó, y fruncí el ceño. 

—No —respondió Henry— ¿Y tu, Meli?

—Tampoco. —aseguré.

Y era verdad, en mi familia no había nadie gemelar. No sabía a qué venía esa pregunta.

—Bueno, entonces ustedes serán los primeros en darles gemelos a sus familiares —la doctora sonrió. 

—¿Qué? —exclamé.

—Felicidades, estás embarazada de gemelos. 

—No, no, debe de ser un error.

—No lo es, aquí veo claramente dos puntos embrionarios. Están esperando gemelos o quizás mellizos. 

Miré a Henry en seguida, él estaba mirándome con sus ojos cristalizados haciendo que los míos se pusieran iguales. 

—Henry… —murmuré—, no se…

—Joder —se levantó de la silla. 

Sentí como la doctora sacaba el aparato y agradecí. 

—Mierda, Melissa, tendremos dos bebés —se acercó a mí y me besó, un beso dulce y corto—, joder, gracias por esto, muchas gracias. 

Lagrimee escuchándolo.

—Querías un bebé, ahora tendrás dos. 

—Y no sabes lo mucho que me encanta eso —me respondió, volviéndome a besar.

•••

Basta, cada día los amo más😭💗

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