Capítulo XV

Autor: Tunanterrante.

Cierra los puños, los abre. Flexiona los dedos y se mira ambas manos.

Mira al frente como si pudiese ver la puerta que su mente quiere hacerle cruzar. Y entonces vuelve hasta el manchón amorfo que ha quedado en el suelo.

Se acuclicha frente a él,

Mira hacia un lado, tentada a reflexionar, a ser sensata.

"Quizá debiera pensarlo, darme una ducha, tomar una taza de algo, irme a la cama, y mañana volver a pensarlo".

La tinta se mueve.
Sus ojos se quedan fijos en la masa informe.

Primero aparece una breve oscilación, después parece emular las olas del mar.

Algo burbujea, la superficie baila como si quisiese romper su naturaleza y volverse algo sólido.

En el centro se eleva una minúscula montaña que va conformando una cordillera extraña en ese mapa oscuro que invade el suelo de su casa.

La tinta le llama. Le llama por su nombre.

La forma emergente se eleva, se abre como una flor de extraños pétalos, y cuando al fin es tentada, atraída, empujada a intentar tocarla, se da cuenta de lo que es. Sus dedos se quedan a medio centímetro, a unos irrisorios milímetros de otros dedos, de una mano, de un brazo, y de la mancha emerge la persona entera.

La tinta se derrama y escupe una vestimenta de extraños colores, un semblante propio de otra época, un daguerrotipo andante.

Aunque su mente le pide retroceder, no lo hace.

¿Es acaso el autor? Entre las sombras nunca pudo verlo bien, en el prado nada era lo que parecía.

-La Extranjera Silbadora -sonrió, con los ojos, pero no con la boca-. Comienzas a convertirte en mi personaje de ficción favorito. Una pena -chistó-. Porque pensaba que habías venido a domar líneas, no a habitarlas. Empiezas a perderte entre los dos mundos. Ya no sé qué tú es el auténtico. ¿Lo sabes tú?

La Extranjera frunció el ceñó, se mordió el labio, dibujó una mueca de disgusto. Era como si su mente intentase lanzar toda respuesta posible, alejarse del personaje y volver a la persona, o diluir su persona y escapar mediante el personaje. Nada le era propio, tampoco impropio. Lo ajeno se volvía su otro yo. Su yo auténtico absorbía el ficticio, y en alguna parte uno eclipsaba al otro, pues eran uno.

— Vamos a tener que dar un paseo, porque me temo que el pozo al que quieres saltar lo llevas dentro.

Ella sonrió, sonrió con los labios, dientes fieros, y con los ojos, desafiantes.

— Voy a domar la tinta en mí, lo sabes, y por eso estás aquí.

— No he podido evitar sonreir al leerte listando el pozo, la obra inconclusa, el prado de girasoles, el ornitoonirico, la espiga danzarina, el silbido del viento huracanado, el duelo; el caos.

La sonrisa era un eco, rimaba con estrofas ya amenazadas.

— Las condiciones adecuadas pueden despertar reacciones de lo más prometedoras. Tus manos están manchadas, tus venas están manchadas, tus folios serán manchados:

Que corra la tinta,

que hierva en tu sangre,

que bulla en tu pecho,

que arda, que hable.

Se quedaron quietos, dejando que la maldición, la tonada, o lo que fuese aquello se evaporase en el aire.

— ¿Has terminado tu soliloquio? ¿Cuándo empezamos?

El resurgido ladea la cabeza, lanza un siseo ante el desafío, sorprendido, y satisfecho.

— Esto ha que ha empezado, lo que quieres preguntar es: a dónde vamos ahora.

— No — le mira orgullosa —, ya se a dónde vamos. Lo que he preguntado es cuándo -Casi se puede oír el aullido lejano del dichoso silbido.

El ser de tinta suelta una carcajada, aunque su boca no se ha movido.

Extiende su mano, ofreciéndosela:

— Parece que ya estás lista para cerrar este trato.







Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top