Capítulo 5

—¿Jacob?... ¡Jacob! —Charles exclamó, chasqueando los dedos al frente de los ojos desenfocados del profesor.

Volviendo a la realidad, él sacudió la cabeza e intentó volver a concentrarse en el hombre a su frente, quien se veía genuinamente preocupado por su bienestar.

—Perdón... Me bajó la presión y me mareé —mintió, como ya se había acostumbrado a hacer cuando algo tan raro e inexplicable como un flashback lo afectaba.

—¿Estás bien?

—Sí, sí... solo debo estar un poco deshidratado. Estuve caminando bajo el sol todo el día. Eso, o fue la presión. La tengo muy baja, la mayoría del tiempo.

—Yo te pido un vaso de agua entonces...

—Gracias.

El pintor le hizo una seña al mesero e hizo lo prometido. Esperó en silencio a que el líquido llegara y que su acompañante saciara su falsa sed para seguir hablando:

—Por un minuto pensé que estabas teniendo un ICTUS o algo así...

—No —Jacob soltó una risa corta—. Tranquilo, estoy bien. Como dije, solo fue la presión. Es una de las secuelas del Covid, de hecho. A veces me pasa.

—¿Tuviste Covid?

—Un par de veces, al inicio de la pandemia. Pero yo fui uno de los casos menos severos. Sí desarrollé unos problemas de salud menores, como el tema de la presión, pero son manejables con la medicación que me dieron.

—Lo siento. Yo también lo tuve, aunque no compartí tu misma suerte... —Charles comentó, con una mueca ligeramente agria—. Tengo asma desde que soy pequeño y contagiarme con ese maldito virus fue una pesadilla. Pasé dos semanas en el hospital, tosiendo como un victoriano tuberculoso, y desarrollé Covid persistente después de eso. Siento dolores articulares horribles, no puedo dormir bien durante la noche, tengo migrañas con aura... en fin. Es todo un paquete de desgracias. Recién este año me he estado sintiendo mejor.

—Lo lamento.

—Eh... Está bien. Es lo que es —El pintor dio de hombros—. Sigo vivo cuando muchos otros murieron y eso ya es un milagro digno de ser celebrado. No puedo quejarme.

—Eso es cierto —Jacob asintió—. Y estoy feliz de que hayas sobrevivido. Un alma más que resistió al ataque de ese virus es un nuevo "jódete" que le damos.

Charles se rio.

—Esa es una buena manera de verlo —Agarró su copa de espumante y bebió un sorbo—. Pero en fin... Ya hablamos un poco sobre Jonathan Silverman. Me acabas de comentar sobre su experiencia con el Covid... ¿Por qué no me hablas un poco sobre tu vida en general? Así puedo conocer mejor al hombre con el que estaré trabajando mañana.

Jacob, percibiendo el interés para nada disimulado del artista en su vida, agarró sus cubiertos y se concentró en su cena, antes de decir:

—Pues, ¿qué quieres saber? Soy un libro abierto. Pregunta y te responderé.

El hombre, tomando el gesto como una indicación para también comenzar a comer, lo hizo mientras hablaba:

—Partamos por tu trabajo... Me dijiste que eres profesor de inglés y literatura en Merchant. ¿En qué etapa del sistema educativo trabajas exactamente? ¿Enseñanza básica o media?

—Media, por ahora —Jacob cortó un pedazo de su salmón y se lo llevó a la boca. Terminó de masticar para añadir:— Estas son mis primeras vacaciones desde que comencé a trabajar como profesor, de hecho. Y ya extraño mucho a mis alumnos y a mi sala de clases.

—Disfrutas lo que haces, entonces.

—Mucho —él concordó y bajó sus manos—. Es una labor exigente y ardua, sí... pero tiene sus recompensas. Justo antes del final de semestre, por ejemplo, un alumno mío ganó un concurso de poesía y me agradeció por el apoyo en su discurso. Para mí no hay oro en el mundo que valga más que eso.

—Debe ser genial, ese tipo de aprecio.

—Lo es...

Charles sonrió y luego de una pausa, indagó:

—¿Y dónde estudiaste?

—En la Universidad de Pedagogía de Merchant. O "UPM", como es más conocida.

—¡Ah! ¡Sé dónde queda! Ya visité el campus una vez, antes de la pandemia. Fui invitado a hacer una exposición allá por el departamento de Artes. Era un lugar muy bonito. Aunque el frío es de matar.

—Lo es —Jacob juntó un poco de arroz sobre su tenedor, con la ayuda de su cuchillo—. La escuela en la que trabajo ahora queda bastante cerca de ahí, de hecho.

—Ah, ¿entonces vives cerca de la playa de Romero?

—Así es. Aunque me sorprende un poco que sepas ubicarte tan bien por allá, siendo un carcoseño —El profesor fingió que no había visto su Instagram, y que no sabía que Charles ya había explorado ampliamente el sur del país antes, solo para poder seguir jalando adelante la conversación.

—He visitado la región y la ciudad de Merchant antes, como dije... Y me gusta ir allá a menudo. No me caen muy bien sus habitantes, son demasiado alegres y charlatanes, me temo, pero me encanta su cultura y sus paisajes.

—Hey, ¿entonces aún no te caigo bien?

—Espera, no... ¡No fue eso lo que quería decir! —El pintor soltó sus propios cubiertos y alzó sus manos al aire, reconociendo que había hablado demasiado y sido un poco inconsecuente. Pero Jacob no tomó ofensa ante su comentario, solo se rio de su posterior pánico—. Tú me caes bien. Ahora que te conozco un poco mejor sí. Y supongo que tengo que aprovechar que estamos hablando sobre esto para pedirte disculpas de nuevo por mi actitud infantil de la mañana. Sé que fui un patán. Y de verdad me arrepiento por todo ese escándalo...

—Estábamos los dos exhaustos, acalambrados por vuelos larguísimos, y nuestro mal humor se potencializó por el accidente. Eso fue todo. Esas cosas pasan.

—Lo sé, pero...

—No, nada de peros. Deja el pasado atrás y sigamos adelante, porque el presente es más entretenido —Jacob metió el arroz a la boca y lo masticó con apuro. Al terminar de tragar, continuó:— ¿Y qué hay de ti? ¿En dónde estudiaste?

Charles asintió, ignorando su ansiedad, y se dispuso a cortar su carne.

—En la Universidad de Artes Liberales, aquí en Carcosa. Pensé en estudiar arquitectura durante un tiempo, pero me decidí por bellas artes. La mejor decisión de mi vida, en retrospectiva.

—¿Arquitectura? ¡Pero si eres un excelente pintor!

—Sí, pero mis padres querían que yo estudiara algo más "serio" en la época, por temas de dinero... Y por más absurdo que suene, quien me salvó de cometer el error catastrófico de entrar a esa carrera fue mi hermano menor, Bruno. Él tenía como diez años en ese entonces, pero entendió mis deseos y aspiraciones mejor que yo mismo, e insistió en que tenía que hacer lo que yo quisiera, y no lo que mis padres esperaban que hiciera. Por él tomé la decisión de arriesgarlo todo con una carrera tan mal remunerada.

—Y tenía toda la razón en apoyarte, porque te fue excelente.

—Lo sé. Bruno era un visionario.

—¿Cuántos años tiene él ahora? Solo por curiosidad...

—Veinte. Está estudiando administración de empresas en la Universidad Católica de Carcosa. Mi papá tiene una empresa familiar y él quiere volverse el nuevo director ejecutivo cuando el viejo se retire. No dudo de que lo logrará. Es un genio con los números y tiene el carisma por sobre las nubes... Si alguien puede encargarse de todo eso, es él—Charles sacudió la cabeza y soltó una risa corta, que resultó más autocrítica que envidiosa—. Yo soy el fracasado del clan.

—No puedes decir eso... Tienes tres premios Mackenzie por tus pinturas, cuatro premios Sampooran por tus esculturas, y ¿aun así te consideras un fracasado?

—Hey, yo nunca te mencioné esos premios —El artista alzó una ceja, sonriendo.

Sintiéndose atrapado por su respuesta, Jacob dio de hombros y decidió admitir parte de la verdad que le ocultaba:

—Es que... yo hablé con mi mamá después de nuestro encuentro en el museo y ella me compartió algunos datos sobre ti. Quería asegurarme de que no me estaba dejando encantar por un asesino en serie, y ella me confirmó que no eres uno.

El pintor carcajeó.

—¿Esas son las vibras que te paso?

—Ahora no, pero en el aeropuerto sí, un poco.

Charles se siguió divirtiendo con la situación y sacudió la cabeza, aceptando su derrota.

—Ese es un buen punto. Me comporté mal. Pero ahora ya sabes que no soy un asesino, que no tengo planes de descuartizarte en mi atelier, y que definitivamente soy una persona con un buen sentido moral y carácter.

—Eso sonó un poco... excesivo. Ahora estoy desconfiado de nuevo. ¿Qué escondes, Charles?

—No fue excesivo, solo quiero convencerte a confiar en mí.

Los dos se miraron los ojos. Y considerando lo ridículo que era su actual tema de conversación, se volvieron a reír. Se comieron un poco más de su comida. Se sirvieron más champaña. Así que Jacob abrió la boca para hablar de nuevo, su celular vibró. Era su madre, queriendo saber cómo iban las cosas.

—Hablando de la señora...

—¿Hm?

—Mamá. Me está escribiendo. Quiere saber si sigo vivo.

—Sí quieres mándale una foto mía, para que me pueda identificar en caso de que desaparezcas.

—¿Sabes qué? Lo haré —El docente se volvió a reír del sentido del humor retorcido del pintor y abrió la cámara de su celular con rapidez, por accidente sacándole una foto con flash.

—¡Era sacarme una foto, no volverme ciego! ¡Dios! ¡Mis ojos!...

—Diría que lo siento, si tu cara en esta imagen no fuera tan absurdamente chistosa.

Masajeando el párpado izquierdo con la palma, Charles estiró su otra mano adelante.

—A ver...

En efecto. Él se veía tan horrible que llegaba a ser cómico. Y por eso, no pudo contener su risa de nuevo.

—Una obra maestra, lo sé. Digna de museo —Jacob bromeó, guardando aquella atrocidad para sí mismo en la galería de su celular, antes de abrir la cámara de nuevo—. Pero tendré piedad contigo y te sacaré otra, sin flash de esta vez. Para proteger tu dignidad ante mi madre.

—Gracias, gentilhombre —Charles siguió con su actitud payasa, pestañeando un par de veces para poder recuperar su visión por completo. Una vez podía mantener ambos párpados abiertos y su expresión no era una de dolor y molestia, sonrió y dejó que su acompañante hiciera lo suyo. La nueva toma era bastante más bonita y presentable, tuvo que reconocerlo—. ¿Y cuál es el nombre de tu madre, en todo caso?

—Mary Argent.

—¿Y el de tu padre?

Al oír la pregunta, parte de la alegría de Jacob se esfumó.

—Teivel. Ese era su nombre.

—¿Era? —Charles copió su desencanto—. Ay, perdón... ¿Él falleció?

—No. Solo se fue. Sin decir adónde, o si algún día volvería.

—Lo lamento.

—No, no lo hagas. No lo necesito para nada. Era un inútil —El profesor se acomodó los lentes, que se le habían deslizado hasta la punta de la nariz—. Él es la razón de por qué sigo viviendo con mi madre en Romero, por si tienes curiosidad... Ella le teme a la soledad, después de sufrir tanto con su desaparición. No es lindo que te abandonen sin decir nada.

—Lo sé. Y pobre mujer...

—Sí, y que haya aceptado mi viaje aquí tan bien como lo hizo me sorprende. O sea, aún me escribe a cada cinco minutos para saber dónde estoy y qué estoy haciendo, pero al menos no está en crisis, esperando a que vuelva. Eso es progreso.

—Ustedes son muy apegados, por lo que veo.

—Sí... Y tenemos que serlo, en cierta medida. Somos la única familia que nos queda —Jacob dio de hombros—. Y puede que tal vez esté compartiendo demasiada información contigo ahora, pero... ¿puedo ser sincero?

—Claro.

—Ella recién el año pasado comenzó a ir a terapia y a procesar todo el daño que mi padre le hizo. Tiene novio ahora, y espero que pronto pueda comenzar a vivir con él la vida conyugal que se merece, pero... ese es todo un proceso. Y aunque a veces yo sí me quiero mudar de casa y vivir solo, no puedo hacerlo si sé que la terminaré hiriendo con mi partida. Así que me quedo.

—Entiendo tu situación mejor de lo que crees —Charles comentó con mayor seriedad—. Yo también vivo con mis padres. O sea, tengo un departamento propio, al que uso como atelier, pero paso la mayor parte del tiempo en su casa cuando no estoy viajando, o pintando cuadros en universidades y galerías de otras regiones. Y quisiera poder vivir solo, en serio... pero tampoco puedo. No por ellos, sino por mi hermano. Bruno ha tenido unos problemas de salud graves en el pasado, y yo temo que mi ausencia podría, no lo sé... ¿Traerlos de vuelta?

—¿Él también vive con ustedes?

—Sí. Tuvo la oportunidad de cambiarse a un espacio propio, pero se negó a hacerlo. Y mis padres, justamente por entender su historial médico, no se molestaron por ello. Es mejor tenerlo por ahí, por si se enferma de nuevo.

—Y... ¿puedo yo preguntar qué le sucedió? ¿O me estaré pasando de la raya?

—No, puedes preguntar lo que quieras... Además, esto no es ningún secreto —Charles se acomodó sobre su silla—. Bruno tuvo cáncer de pulmón cuando era un niño y desde entonces su salud no es de las mejores. Está en remisión desde sus catorce años, pero todos le tenemos miedo a la posibilidad de que algo le pase de nuevo. Y por eso nos quedamos tan pegados a él, y él tan pegado a nosotros. Porque si alguna emergencia sí llega a ocurrir...

—Estarán ahí para ayudarlo.

—Sí.

Jacob respiró hondo y exhaló con fuerza. Se sentía triste por el joven, aunque jamás lo hubiera conocido antes. Tener una enfermedad así de violenta, a una edad tan temprana, debió ser una tortura —tanto mental como física—.

—Lo siento tanto por él... ¿Cáncer? Eso es terrible.

—Lo fue, sí. Pero al menos ahora está sano. O bueno, tan sano como puede estar. Y es por él, como te dije, que puedo entender tu reticencia en alejarte de tu madre... Cuando el bienestar de un ser querido está en juego, uno sacrifica lo que sea para protegerlos y cuidarlos. Hasta los propios deseos de independencia.

—Concuerdo plenamente contigo —Jacob agarró su copa y bebió un sorbo de champaña—. Y creo que ese es el más noble de los sacrificios... el que se hace por amor.

Charles, al oír dichas palabras, le sonrió con un cariño extraño y pestañeó un par de veces, como si estuviera pensando en algo. Luego, asintió, tragó en seco, apartó la mirada hacia su propia copa y la recogió.

—Salud por eso —dijo con una voz conmocionada, que logró fascinar al profesor todavía más con lo vulnerable que era

—Salud.


----

RECUENTO DE PALABRAS: 2198

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top