Capítulo 3
Ya habiendo visitado cada habitación del museo y tenido algunas visiones rápidas de momentos que había vivido en ellas —quedándose absorto por la cantidad de detalles que lograba rescatar de cada uno de estos recuerdos y la veracidad de los dichos—, Jacob salió al jardín trasero de la propiedad, que estaba protegido de la calle vecina por una valla, a respirar un poco el aire libre y calmarse.
Él sentía que el lugar era más pequeño de lo que debería ser. Que algo ahí faltaba. Luego de unos segundos explorando el espacio se acordó que, así que el lado quemado de la mansión fue demolido, dicha parte del terreno fue eliminada junto. Ahora un edificio había sido construido en su lugar, al otro lado de la reja. Por eso encontraba su largura tan pequeña.
Era demasiado extraño, el hecho de que podía percibir dicha modificación aunque nadie más que historiadores y expertos lo hicieran. Peor todavía era el hecho de que se sentía molesto por la misma. En su mente, la fea, cuadrada y poco inspirada construcción que había sido dispuesta al lado de la mansión arruinaba su vista. Si pudiera, la tiraría al suelo él mismo, y devolvería al jardín su previa belleza y gran tamaño.
Sacudiendo la cabeza, él sacó su teléfono del bolsillo y revisó su chat con su madre para distraerse de su rabia. Aquel lugar no era suyo. Racionalmente, nunca le había pertenecido. No había motivo para enojarse con nadie. Así como no había nada que pudiera hacer para revivir la imagen del jardín que tenía en su memoria.
Además, la señora Mary quería recibir más detalles sobre lo ocurrido con Charles Moran. No podía dejarla sin noticias, o se volvería loca.
Mientras caminaba por el museo Jacob le escribió un resumen corto de su encuentro sorpresa. Y la señora —siendo de la manera que era— al contestarle le hizo claro lo mucho que se entusiasmó por el suceso. Tanta fue su emoción que comenzó a investigar al sujeto a un nivel celular. Y ahora le había enviado una pequeña biografía de Moran al chat.
Resulta que Charles tenía veintisiete años de edad. O sea, era dos años más viejo que Jacob. Había nacido en Levon —al norte del país—, pero como sus padres habían migrado a la capital en su infancia, se consideraba a sí mismo un carcoseño. Estudió bellas artes en la Universidad de Artes Liberales. Había ganado tres premios Mackenzie por sus pinturas y cuatro premios Sampooran por sus esculturas (ambos galardones extremadamente respetados en el mundo artístico local).
Su familia también poseía cierta riqueza material. Su padre era un empresario de prestigio, dueño de una compañía de packaging, y su madre una bióloga famosa, profesora en la Pontificia Universidad Católica de Carcosa. Charles también tenía un hermano menor que aún estaba en el colegio, pero que deseaba unirse al negocio de su progenitor en el futuro. Ambos se llevaban muy bien y tenían la costumbre de viajar juntos todos los finales de año.
Con respecto a su vida amorosa, la señora Mary también encontró información importante. El pintor había tenido una relación seria hasta más o menos dos años atrás. Él y su novio se habían separado durante la pandemia, y aún eran amigos, por lo que su Facebook dejaba a entender. Aun así, el estatus del artista era bien claro: soltero.
Hasta su instagram Mary fue capaz de encontrar, sin ni siquiera haber visto la tarjeta de negocios entregada por Moran.
La página en sí no era muy divertida. El hombre prefería sacarle más fotos a los lugares que visitaba que a sí mismo. Solo aparecía en dos publicaciones, y una de ellas enseñaba apenas su torso.
Eso dicho... una imagen en particular llamó la atención de Jacob.
Era una pintura al óleo de un muchacho de cabellos castaños y rasgos finos, cuyos ojos habían sido cubiertos por una pincelada recta de tinta blanca. En la descripción solo existía una palabra: John. Nada más que eso. Ningún contexto, detalle, explicación... Solo el nombre.
Al ver la obra, la boca de Jacob se desplomó. Porque era bastante similar a cómo él se veía en sus sueños. Y, a la vez, también se parecía un poco a cómo él se veía ahora, en la vida real. Era un punto medio perfecto entre ambas versiones. Y dudaba que el pintor, al verle la cara, no hubiera reconocido la similitud entre él y la obra. En especial si se tomaba en cuenta el hecho de que había subido la foto de su pintura el día anterior.
He aquí otro momento más que le envió escalofríos espalda abajo al profesor.
—¡Te dije que lograrías encontrar al barón! —su madre, a quién él había decidido llamar directamente para conversar, exclamó al otro lado de la línea con una voz chillona.
—Mamá, no estoy seguro de que sea él...
—¿Ya le viste el rostro? ¡Es idéntico a como me lo has descrito por años!
—Solo tiene el cabello negro y los ojos verdes, eso no es tan raro...
—Proviene de una familia adinerada, es un artista, y un fan de Jonathan Silverman. Además, ¿has visto la foto que él publicó ayer? ¡Es literalmente un retrato tuyo!
—O solo una coincidencia...
—Jacob. Cariño. Una coincidencia es un hecho aislado. Esta sincronicidad no es casual. No es accidental.
—No incentives mis locuras, por favor...
—No estás loco. Estoy segura de ello. Te llevé a todos los psicólogos y psiquiatras de este país para probarlo —ella dijo con un tono chistoso y él se rio—. Y verás que no lo estás en el futuro. Solo síguele corriente al destino y ve a esa cita hoy.
—No es una cita...
—Ah, claro. Y tú eres hetero. Te creo.
—Mamá...
—No retiro lo que dije. Ese hombre te invitó a salir y deberías ir. Aunque claro, ten cuidado. Si piensas que se está comportando de manera rara...
—Me voy, lo sé —Jacob respiró hondo—. Pero, en fin... Gracias por encontrar toda esa información sobre él, tan rápido. Me calmó un poco la curiosidad sobre quién realmente es. Y claro, me ayudó a comprobar que no es un asesino en serio o algo así.
—De nada, cariño. Solo cuéntame más sobre ese pintor así que puedas, ¿dale? Estoy tan fascinada por él como tú.
El profesor se rio.
—No sé si dices eso porque estás desesperada por tener un yerno, o si es porque te enamoraste del barón también.
—Yo... No diré nada más —Mary siguió bromeando, divirtiendo aún más a su hijo—. Ahora me tengo que ir, Jake... —Oír el apodo le subió los ánimos al docente—. Avísame cuando llegues a ese restaurante, y cuando vuelvas a tu hotel. Sé que ya eres adulto, pero Carcosa es una ciudad peligrosa y...
—Lo haré, tranquila —él respondió con calma—. Nos hablamos más tarde, entonces.
—Sí...
—Chao mamá.
—Disfruta tu noche hijo.
Y así, la conversación terminó. Jacob guardó su celular, miró alrededor, y tomó la decisión de irse. Por más que quisiera quedarse en aquel espacio para siempre, tuvo que forzarse a reconocer más una vez que la mansión no era su casa, sino un museo, y que eventualmente todos ahí tendrían que marcharse. Así que lo hizo por adelantado, queriendo evitar la vergüenza de ser expulsado por el guardia de seguridad.
Volvió al hotel, se duchó de nuevo y se cambió de ropa. Pasó el resto de la tarde publicando las fotos que había sacado en su paseo, y escribiendo sobre su excursión en su laptop. Cuando la hora de irse a su encuentro con Charles llegó, se pasó el perfume más caro que tenía encima, peinó el cabello con gel, y salió calle afuera cargando la misma riñonera que había usado en la mañana.
Otra vez, decidió ir a su punto de encuentro caminando. Ya que el metro de Carcosa era extremadamente complicado de entender, con sus once líneas interconectadas, ya que los autobuses lo desorientaban con sus recorridos, y ya que los taxis cobraban demasiado caro para su presupuesto, para él ir a pie era la mejor opción.
El restaurante Étoile Noire quedaba cerca del río Rojo, un caudal que cruzaba la capital y la dividía al medio. Ocupaba la planta baja de un edificio residencial y poseía una arquitectura monocromática, minimalista, que gritaba "sofisticación".
Pero su presentación a Jacob no le gustó tanto como a los otros clientes que lo visitaban. Él prefería los lugares más antiguos, tradicionales y rústicos. Este tipo de ambientes vacíos y estériles no era de los que solía frecuentar. De todos modos, mantuvo sus opiniones hacia sí mismo y entró al lugar, sentándose cerca de una ventana de la fachada para poder pasar el tiempo más rápido mirando el ir y venir de los peatones. Un mesero eventualmente se aproximó a él y le preguntó qué comería. El profesor le explicó que estaba esperando a un amigo y no pediría nada por ahora, más allá de una copa de vino. El hombre se la trajo y para su alivio, lo dejó en paz.
Quince minutos se pasaron y era evidente que Charles se estaba retrasando. Por suerte, el pintor le escribió por chat y le avisó que su demora no era intencional; estaba atascado en el interminable tránsito de la capital. Ocho minutos más se pasaron. El artista llegó al establecimiento casi que corriendo.
Se había cambiado de camisa sucia, pero sus pantalones, zapatos y chaqueta parecían ser los mismos de la mañana. Su cabello aún no había sido lavado y el gel ya no lo sostenía muy bien en su lugar. Olía un poco a sudor y se veía agotado. Pero había llegado, y eso era lo importante.
—Perdón, estuve súper atareado ahora por la tarde. No tuve tiempo ni de respirar —Charles se aproximó a la mesa mientras hablaba, hiperventilando.
—No pasa nada... no necesitas disculparte.
—Igual lo hago. No fue mi intención llegar así de desarreglado —El pintor se sentó—. Pero en fin... ¿Cómo has estado tú?
—¿Desde que nos vimos? ¿A literalmente tres horas atrás?
—Sí... —Moran soltó un exhalo largo—. ¿Qué has hecho?
—Pues... nada de muy interesante —Jacob bebió un sorbo de su vino—. Exploré el resto del Museo, hablé con mi madre sobre todo lo que vi, le mandé unas fotos, y después volví al hotel a cambiarme de ropa. ¿Y tú?
—He estado buscando a un nuevo modelo que quiera trabajar conmigo mañana —Charles se frotó el rostro, cansado—. El chico que había aceptado el trabajo se enfermó y canceló su participación en mi livestream.
—No sabía que eres influencer.
—No, no lo soy, ¡ni de cerca!... Pero hace unas semanas aquí en Carcosa hubo un incendio en el sector de Rolland y mucha gente salió herida. El Hospital Fritz-Meyer está colapsado. Así que me ofrecí a pintar un cuadro en vivo por Instagram, juntar donaciones, y después regalar la obra al mayor donante... La unidad de quemados necesita de fondos y a mí no me cuesta nada ayudar —Dio de hombros—. Pero el problema es que no puedo encontrar a un solo modelo en toda esta ciudad que esté disponible mañana por la tarde. Y estoy desesperado, a este punto.
—Pero espera, ¿modelo desnudo o?...
—¡No! —El pintor sacudió la cabeza y soltó una risa nerviosa—. Tendrá que estar vestido. Como estaré en vivo no puedo poner a alguien en pelotas al frente de la cámara...
—Ah, sí, fue una pregunta tonta —Jacob se rio de vuelta, un poco nervioso—. Pero oye... si quieres... —Tomó otro sorbo de vino—. ¿Puedo modelar para ti?
—¿Huh?
—Sé que recién nos conocemos y todo, y que no soy el hombre más bonito del mundo, pero si es por una buena causa y no encuentras a nadie más que lo haga, pues... me ofrezco.
—¿De verdad quieres ayudarme? —Charles frunció el ceño y apoyó ambos brazos sobre la mesa, inclinándose ligeramente adelante—. ¿En serio?
—No soy un modelo profesional ni nada así, ya aviso...
—¡No importa! —el artista exclamó y al notar su propio entusiasmo, relajó un poco su semblante y se volvió a alejar del profesor—. Ehm... No necesitas tener práctica en nada. Literal lo único que necesitas hacer es sentarte en un taburete y tratar de no moverte por algunas horas.
—Okay —Jacob asintió—. Eso suena fácil lo suficiente.
—Pero espera, tú no vives aquí... Estás de vacaciones —Charles contempló.
—¿Y?
—No te quiero robar el tiempo que tienes en la capital...
—No estás robando nada, yo me estoy ofreciendo a ayudar —El profesor volvió a juntar su boca con su copa, antes de llamar al mesero con un gesto de su mano.
Se ordenó un salmón a la plancha con arroz y espárrago, y su acompañante pidió un solomillo con salsa verde.
Charles también insistió en comprar dos platillos de risotto y una botella de champaña, para agradecerle a Jacob por su buena voluntad en ayudarlo. Y el hombre tampoco economizó en su elección, al seleccionar el espumante más caro de la carta.
Así que el mozo les trajo su comida y se marchó, continuaron conversando.
—No necesitabas hacer eso... —El turista sonrió, sacudiendo la cabeza—. Esa champaña vale más que mis zapatos...
—Te va a gustar, lo prometo. Es una de mis favoritas. Y considéralo mi pago por tu gesto... —el artista le dijo, volteando su rostro a un costado a último minuto para bostezar—. Ay... perdón. Estoy súper cansado. Dormí como cuatro horas ayer por culpa de unas pesadillas y me desperté hoy a las cinco de la mañana para irme al aeropuerto. Para empeorar la cosa el viaje de Levon a Carcosa no es nada agradable... Hay mucha turbulencia por culpa de las montañas, y el vuelo pareció una montaña rusa.
—No te disculpes, también estoy exhausto —Jacob se rio. Quiso decirle de inmediato que no era el único teniendo pesadillas, pero decidió esconder la información por ahora. No deseaba sincerarse y al final ser percibido como un loco. Necesitaba saber que podía confiar en el moreno primero—. Soy otro que tuvo que despertarse temprano para volar. Aunque vine desde Merchant, y no desde Levon.
Charles hizo una mueca empática.
—Ya he visitado el sur y de veras te compadezco, porque el viaje es interminable. No sentí mis piernas cuando al fin pude volver a levantarme. Me costaba caminar.
—En mi caso mi espalda es la que no estaba muy contenta por la demora —el profesor comentó, estirando sus músculos para exacerbar su punto—. Tengo todos los músculos contracturados... Pero ¿sabes qué? Valió la pena pasar horas y horas atascado en esa lata de sardinas voladora. Al fin pude visitar el Museo Jonathan Silverman. Cumplí una de las metas de mi vida.
—Si viniste aquí interesado especialmente por el museo, ¿asumo que te gusta la obra de Silverman?
—Sí, pero confieso que estoy más fascinado por su vida privada.
—Por dos —Charles asintió—. Aunque creo que ya hice eso obvio durante la charla de hoy.
—Lo hiciste, pero te tengo que conceder la razón. También creo que él era gay y que tenía una relación con el barón de Charmont.
—¡Al fin alguien con sentido común! —El pintor levantó ambas manos al aire y miró al techo, como si le estuviera agradeciendo a Dios por hacerlo conocer a Jacob. Luego, lo volvió a mirar a los ojos, sonriendo—. ¿Ya leíste los poemas que Silverman le escribió? Son la cosa más homoerótica que mis ojos ya han visto.
—Lo hice. Y también me leí algunas de las cartas del barón hacia él, online.
Esto era una mentira. El profesor las había leído mientras dormía, pero no podía decir eso aún.
—¿Cuál es tu favorita? Si es que tienes una.
—Claro que tengo una. No me acuerdo de la fecha, pero sí de una frase que leí ahí y que hasta ahora no deja mi cabeza... "Nunca vi tantos colores brillar en el mismo viejo atardecer, ni oí a tantos pájaros cantar por las mañanas, ni sentí un olor tan fragante en las flores de mi jardín, antes de que estuvieras a mi lado..."
—"Así como nunca supe lo que era amar hasta que mi corazón fue sostenido por tus manos, y mi alma alabada por tus labios." —Charles terminó la frase, con una sonrisa tan grande que llegaba a enseñar sus dientes—. Esa es mi favorita también... Si no me equivoco el barón la escribió después de una separación temporal que ellos tuvieron, por culpa de su propia familia. En específico por culpa de su madre, quien no apoyaba la "amistad" entre él y Silverman.
—Eso no lo sabía... ¿Ambos se separaron?
—Sí —Charles asintió, volviéndose un poco más serio—. Fue todo un drama . El disgusto de su madre afectó bastante al barón. En especial considerando el hecho de que él había perdido a su padre cuando joven, y que solo la tenía a ella como guardiana. El pobre hombre se sintió agobiado por tener que elegir entre la baronesa, una noble, y Jonathan, un escritor que pese a vivir en una época colonial expresaba en sus escritos ideas bastante radicales... Pero al final, el amor que sentía por Silverman venció. Y el barón sí la dejó atrás, aunque profundamente deprimido por tener que hacerlo. Se compró una casa propia para fingir que había ganado independencia ante el público general, pero la verdad es que básicamente pasó a vivir con Silverman en su mansión desde su alejamiento de su madre. Y lo hizo hasta el día de su muerte. Según chismes de la época, los dos parecían ser como uña y carne; siempre vistos juntos.
—¿Y se sabe? ¿Quiénes los mataron a ambos?
—Pues... no. Aún no. La evidencia alrededor de ese crimen es escasa, y los registros que tenemos son muy poco concisos como para apuntar a un solo culpable. Pero se cree que fueron los soldados del ejército revolucionario quienes cometieron el crimen —Charles prensó sus labios en una línea recta y dio de hombros—. No obstante, como con casi todo lo que concierne a Silverman, yo tengo una teoría distinta sobre quién es el responsable del incendio.
—Pues comparta —Jacob lo alentó—. Quiero oírlo.
—¿No es obvio? —El pintor inclinó su cabeza a un lado y cruzó los brazos—. La baronesa.
El profesor no supo qué responder por un instante, y acabó soltando una risa incrédula.
—¿Qué?
—Piénsalo, ella creía que su hijo vivía solo. No sabía que estaba junto a Silverman casi todos los días. Planeó y ejecutó un homicidio para neutralizar al autor, pero acabó matando a su querido primogénito por accidente... Eso explicaría mejor por qué los datos respecto al evento son tan difusos y por qué ella se retiró de la vida pública meses después del incendio, pasando el resto de sus días encerrada en su casa por voluntad propia, cuidando a sus flores y dejando morir a su vida social. No quería que nadie supiera que ella le había cavado la tumba a su propio hijo.
—¿Entonces piensas que no fueron los revolucionarios quienes mataron a Silverman y a barón? ¿Sino a la madre del último? ¿Fue eso lo que entendí?
—Precisamente —Charles concordó, mientras el mesero reaparecía. El hombre dejó sus platos sobre la mesa y ellos comenzaron a comer, pero no dejaron de hablar—. Y creo que ese es el caso porque Silverman era muy querido y respetado por los revolucionarios. Él con frecuencia hablaba en contra de la monarquía, y arriesgaba su seguridad para criticar a los nobles. No haría sentido que soldados republicanos quemaran su casa y lo mataran a él, apenas para ejecutar a un barón junto. Charmont no tenía demasiado poder bajo su título tampoco, ni era muy metido en la política... Pero, si la meta original hubiera sido su muerte...
—El incendio sería explicado mejor con la participación de la baronesa.
—Exacto.
Jacob respiró hondo. Frunció el ceño. Bajó la mirada a su platillo y, antes de que pudiera controlarse, algo raro le volvió a suceder.
Sintió una punzada en la cabeza, el mundo a su alrededor giró, y él fue tragado por otra extraña visión.
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Nota de la autora: ¿Pueden creer que le hice un instagram a Charles? xd
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