El Banco en el Parque
La semana comenzaba y la plaza estaba desierta, la oscuridad de la noche se comenzaba a ir y el sol estaba saliendo, las aves cantaban hermosas melodías y los autos comenzaban a pasar por la calle, las primeras personas comenzaban a circular por las veredas de la plaza.
Llego el mediodía y la gente con sus niños, todos reían y jugaban.
De pronto llega un hombre mayor blanquecino y se sienta en un banco bastante alejado del resto de las personas, se veía triste, saca de una bolsa un pequeño cuaderno y un lápiz y se pone a trabajar, en su rostro se marcaban unas pequeñas arrugas, marcas de la edad. Miraba como los niños jugaban con sus padres y volvía a su cuaderno, movía su lápiz muy suavemente como si estuviera dibujando, estaba muy concentrado en su cuaderno que no se dio cuenta que una mujer muy bonito se había sentado a su lado y con una hermosa sonrisa miraba su trabajo.
-¿Que estas dibujando?- el levanta la vista con susto y cierra de un golpe su cuaderno, ella lo mira y le brinda una sonrisa, pero el se levanta rápidamente y se va dejándola sola.
Al día siguiente es otra vez lo mismo, el se sienta en el mismo banco y saca nuevamente su cuaderno y se pone a dibujar, pero esta vez se veía diferente, como si algo hubiera cambiado, está vez no miraba a los niños sino que estaba concentrado en su hoja, de vez en cuando cerraba los ojos y volvía a dibujar.
La misma mujer de la otra vez se acerca minuciosamente y se para tras el mirando como este dibujaba.
-¿Me estas dibujando?- ella le habla de atrás y el se da vuelta y la mira con una sonrisa.
-Es que tanta belleza es para una obra de arte- ella se da la vuelta y se sienta a su lado- Me gustaría que te quedes quieta justo ahí, es el ángulo perfecto- El agarra el lápiz y comienza a dibujar nuevamente.
Todos los días era lo mismo, ella posaba para que el la dibujara, un día ella llegó y vio que el hombre lucía muy enfermo pero ahí estaba para dibujarla.
-Oye luces muy mal, deberías de meterte en cama- el la mira y sonríe- jamás me has dicho tu nombre ni has preguntado el mío.
- No es necesario ponernos nombre, sólo somos dos personas en el banco del parque que charlamos- ella lo mira con duda, se levanta y se va, él la mira como se aleja y rápidamente vuelve a su cuaderno.
Era de noche cuando se levantó de la banca y de fue.
Durante toda la semana el se sentó en la banca esperándola pero ella no apareció, el seguía dibujando hasta que el ultimo resplandor de luz se escondía.
Las semanas y los meses fueron pasando y ella seguí sin aparecer, el seguía en el mismo banco esperándola, hasta que un día el tampoco volvió.
El primer día del mes de noviembre ella volvió, estaba diferente, lucía diferente. Ella se encontraba mirándose en un espejo cuando un muchacho se acercó a ella y en su mano traía el cuaderno del extraño artistas.
-¿Usted es la señorita de estos dibujos?- el muchacho abrió el cuaderno y le muestra los dibujos de ella, la mujer asiente- él me dio estoy y me dijo que solamente se lo entregue a usted, hace 3 meses que estoy buscándola, lo único que tenía es este cuaderno y que usted venía aquí muy seguido.
- ¿donde está el señor?- ella estaba hojeando el cuaderno en el cual había miles de dibujos de ella.
- Murió- el apoya su mano en el hombre de ella- mi padre murió hace unos par de meses y antes de morir lo único que decía es que le agradecía a Dios por haberla encontrado.
- No entiendo- ella le devuelve el cuaderno
- No, no señorita, esto es para usted.
-¿Pero porque su padre me dibujaba a mi?
- Es que usted es idéntica a mi madre, y la muerte de ella lo golpeó muy fuerte y encontrarla a usted fue como encontrarla a ella de vuelta.
- Lo siento mucho- las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos- yo fui muy mal educada con su padre la última vez que nos vimos.
- No se preocupe, él le dejó esto a usted junto a una carta-saca la carta de su saco y se la da- Gracias por darle a mi padre la satisfacción de poder estar con usted.- el muchacho se va dejándola sola, ella se vuelve a sentar en el banco donde siempre se sentaban y leyendo leyó la carta que el le había dejado, al terminarla las lágrimas empapaban el papel y se quedó allí hasta altas horas de la noche.
Desde ese día ella se sienta en el mismo Banco con su cuaderno mirándolo con tristeza.
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