XXXV-Esperanza enredada

POV Aisha

Una mañana fría azota mi rostro, junto al filo de una atmósfera de desprecio por parte de mí manada. Veo el reflejo de mis ojos en un charco luego de haber tropezado, distraída por mis pensamientos. La mano de Edick sobre mi brazo me da un leve apretón para hacerme reaccionar, probablemente sin él, me habría caído.

El nudo en mi estómago me hace sentir una especie de dejavu, recordatorio de ese circo de quinta donde un suero me hacía hacer malabares para entretener a humanos inferiores. Solo que ahora no hay suero, no, hay algo peor llamado presión social que va ligado a mi responsabilidad de Alpha, una presión que por mi incompetencia ha aumentado.

Bien, aquí vamos.

—¡Saludos!—hablo rompiendo el tenso silencio—seguramente habrán oído de una experiencia que tuve hace poco en mi tienda, experiencia que sin duda los pone a dudar sobre mi liderazgo. Es natural. Pero Déjenme decirles que no importa que pase, daré todo de mi por su bienestar.

Contengo la mueca que se quiere generar en mi rostro por su silencio y continuo.

—Sé que no soy su Alpha oficialmente, pero quiero acercarme más a ustedes—miro discretamente mi mano antes de entrelazarlas representando una unión—conectar como Alpha y manada. Y si ustedes nos dejan—agarro el brazo de Edick.

—Seremos sus líderes y quienes les protejan en esta guerra.

La mirada que les da hasta me hace creer que es cierto, vaya show estamos montando.

—Y comenzaremos con las audiencias diarias, juntos—dice.

—Juntos—repito con una expresión decidida, pero con una turbulencia interna que estoy segura él siente.

Una sonrisa socarrona aparece en sus delgados labios. Me cede uno de los lugares y con un suspiro, tomo asiento seguida por él.

Una chica sin disimular su inconformidad conmigo, se acerca a la mesa hace una reverencia innecesariamente exagerada sin quitarnos la mirada.

—Me disculparán, pero no me veo capaz de confiar mi vida o mis problemas a una Alpha que apenas lleva dos días siendo licántropo—sonríe —más si su presencia es un mal augurio.

Se da la vuelta y cuando me voy a lanzar a ella una mano se posa en mi pierna distrayendo mi atención. Una ola de calor se extiende desde mi pierna a todo mi cuerpo y evito mirar a Edick. 

*Te está provocando, ella sabía que tú liderabas las audiencias y aún así vino*

Tiene razón. 

A pesar que no utilizó el enlace de compañeros, su presencia en mi mente hace estragos.

Se acerca un licántropo.

—Alphas—hace una reverencia un tanto incómodo—no sé si ya están informados de esto, pero las raciones diarias de comida escasean cada vez más y si no eres de un alto rango obtienes muy poco, soy padre de 3 cachorros, dos de ellos en etapa de crecimiento que si no se alimentan bien, podrían no crecer lo suficiente y permanecer débiles.

—¿Cuál es tu nombre?

—Earl, señor.

—Earl ¿Qué tan pequeñas son las raciones de comidas que te dan?

—¿Pequeñas? Pero ¿que estoy escuchando?—interrumpe otro licántropo—debí saber que eras tu.

—Todos se quejan.

—¿Y porque no escucho a los demás quejarse?

—Porque vengo en representación de ellos.

—¡Ja! Vaya representación.

—Disculpa ¿Tu eres?—interrumpe Edick con un tono de voz relajado.

—Soy Fabrizio Cortés, trabajo en las cocinas, soy el principal administrador de alimentos y este de aquí es un hablador, porque ni siquiera trabaja para obtener la comida y aún así llora.

—¿Como callar, si es injusto lo que recibimos? Y sabes que aquí nadie trabaja porque estamos en guerra.

—Injusto, dices, injusto es que los de la cocina no tengamos derecho a entrenar para sobrevivir y solo nos tengamos que resguardar con las mujeres embarazadas y los niños en la batalla ¿Qué clase de orgullo es ese para un licántropo? 

—¿Y qué clase de orgullo traería que mis hijos cuando crezcan no sean lo suficientemente fuertes para defenderse o pelear por su manada?

—Es suficiente—les interrumpo—si discutimos de orgullo, la manada da mucho que decir, pero lo más relevante; necesitamos un reporte del total de comida con el que contamos y cuán racionada está. 

—Le aseguro—dice con una mueca petulante—que lo reaccioné bien.

—Eso lo juzgaremos nosotros—la expresión hostil de Edick me sorprende ¿No estaba calmado?—¿Por que esa expresión, Fabrizio? ¿No te parece que debamos hacerlo?

¿Cómo se aprendió su nombre tan rápido?

—Si es lo que desean—sisea sin dirigirnos la mirada.

Puedo notar como sus fosas nasales han aumentado de tamaño reflejando su rabia. 

—¡Gracias Alphas! ¡Gracias!—cuando va a abrazarnos se detiene ¿Habremos hecho alguna expresión que delatara nuestro disgusto?

Decido ponerme de pie, aunque sea para darle la mano cuando veo su cuerpo venir directamente hacia mi, como si no pudiera controlar su peso. Para evitar caer sobre mi gira rápido, pero no lo suficiente como para que yo pudiera esquivar el látigo que venía en su dirección y que por su puesto, ahora viene hacia mi. 

Siento un jalón en mi brazo antes de caer al suelo y cuando alzo mi mirada Edick tiene el látigo del administrador envuelto en su brazo, donde se pueden ver claramente las venas saltadas por el enojo. 

Ay no.

En un momento dado, la sombra que me jaló del brazo se pone de pie rápidamente y le propina un puñetazo en su pómulo izquierdo haciéndolo caer. Pero el tipo le devuelve el golpe con menor intensidad ya que su rutina no le permite el mismo nivel de fuerza que su contrincante. 

Cuando noto que Edick está gruñendo, me pongo de pie de un solo y tomo su brazo, como instinto masajeo su mano y siento como poco a poco se va relajando. ¿Cómo sabía yo, que se calmaría? Ni idea, pero está funcionando.

Al detectar que su nivel de enojo es lo suficientemente bajo como para que el mismo lo controle, le suelto y observo cómo se desarrolla la pelea. El administrador forcejea totalmente inmovilizado con una llave de brazo básico que le está aplicando el otro licántropo, quien suda su cabello negro, tal parece que su esfuerzo es más que todo para no lastimar al administrador. Y allí entiendo, lo golpeó antes que Edick, ya que según nuestras tradiciones si un Alpha castiga a un miembro de la manada ya sea en un combate o tortura, nadie tiene permitido intervenir, aún si este castigo acaba con la vida del acusado.  

—¡Es suficiente!—le grito a ambos, quienes dejan sus posiciones y se ponen de pie totalmente desaliñados. 

—Tal parece que ustedes no entienden nuestro idioma.

—Tal parece que ustedes no entienden cómo ser Alphas—desafía el administrador y Edick gruñe en su rostro mientras le toma de las solapas de su camisa.

—Más vale que te cayes ratita, porque si sigues no me importará quien intervenga para dejarte sin una pierna. 

Se encoge en su sitio sin atreverse a ver a Edick, por mi parte pienso que decir para aplacar las cosas y sacar a relucir liderazgo. 

—Ambos presentarán un informe de sus puntos de vista relacionados al caso y proponiendo soluciones, nosotros discutiremos lo mejor para la manada con el Consejo y así arreglar esto lo antes posible—sentenció—como los principales afectados pueden ver cosas que nosotros no y sus aportaciones serán bien recibidas.

—Pero...—empieza a decir el administrador quien es interrumpido por un gruñido de Edick.

—También deberán entrenar una semana con el Comandante Codales de manera intensiva, para que sientan en todo su cuerpo su error de armar todo esto delante de sus Alphas y que lo puedan sentir a tal punto que no puedan dormir. 

Asienten sin decir nada y antes que se marchen les detengo.

—Aguarden—me acerco con una sonrisa a ellos—me parece, Fabrizio, que le debes una disculpa a tu compañero aquí presente.

Es grato ver cómo palidece al seguir mi mirada y lo será aún más ver como se aplasta su orgullo. Antes que refute la voz de Edick lo frena, acercándose a él con una sonrisa maquiavélica que remueve emociones en mi vientre bajo. 

Que cautivador. 

—Es muy probable que sin su intervención tu cabeza estaría colgada en mi tienda, incluso deberías agradecerle y rogar porque olvide que casi golpeas a mi prometida.

Mi prometida. Se repiten esas palabras en mi mente como un eco y no sé si mi sonrisa es por su torpe disculpa o por las palabras de Edick. 

***

Suspiro más relajada una vez llega el atardecer con una sonrisa en mis labios, el final del día no puede hacerme sentir más dichosa, o eso creo hasta que la conversación de Edick con su Beta llama mi atención. Se están alejando, así que me pongo de pie y me acerco descaradamente. 

—Averigua donde pudo conseguir un látigo, no importa cómo lo vea, no es algo que deba usarse en la cocina o en el almacén.

—En cuanto escuché lo que les pasó, comencé a moverme y según un reporte de armas perdidas, ese látigo desapareció hace una semana—dice Charles con su expresión fría y ausente. 

Rayos, parece un zombie. 

Ingresan a la Tienda de Reunión antes de sentarse en la mesa de estrategias. 

—¿Quién presentó el reporte? ¿Qué otras armas se perdieron?—consulta Edick revisando el folder sencillo que le pasó Charles.

—Antonio...

—¿Mi amigo?

—No todos los Antonios son tus amigos Aisha—dice Edick sin alzar la mirada.

—En este caso, si, es Antonio Capellari—dice Charles sin siquiera verme. 

Idiota, Tú tampoco me caes bien. 

Y se supone que yo soy la dramática.

Edick levanta su cabeza alzando una ceja con una mueca incrédula.

—A Antonio le dará algo al saber que todos lo llaman así. Tony—me corrijo dándome un sutil toque en mis labios.

—Espero le dé bien fuerte y se muera.

—Eres muy dulce—digo con una mueca en mis labios.

—¿Por ti? Mataría.

En ese momento mi corazón da un salto. Y aunque no sé que responder no me molesta su afirmación.

—Matame a mi, así no tengo que ver cosas como estás—me río al escuchar gruñir a Charles.

—Oh, no estés celoso Charles, puedo conseguirte novia ¿Cómo te gustan?

—¿Con que autoridad Antonio reporta esas cosas?—Edick le resta importancia a mi comentario.

Resoplo y camino al rededor distrayendome, pero siempre atenta a lo que dicen.

—Desde que llegó, está metido en el Almacén de Armas, su habilidad y conocimientos hicieron que se ganará el respeto de todos; y lo fue aún más cuando se filtró de su amistad con la Alpha.

—¿Cómo es que Tony ganó mejor popularidad que yo, siendo un papanatas? 

—Porque él si hace algo. 

Lo veo indignada ¿Cómo se atreve a decir algo así? o sea, es cierto, pero no tiene derecho a decirlo.

—Ya basta—zanja Edick—no perdamos de vista lo importante ¿Por que se perdieron? Es evidente que están en el territorio. 

—Si el administrador tenía una, las demás no están lejos—comenta Charles.

—Pero según sé, ese hombre es un solitario sin amigos—menciono su círculo social.

—¿Dices que él podría tenerlas todas?

—No es tan inteligente—observo las puntas maltratadas de mi cabello ¿Debería robarme algún aguacate de la cocina?—él presentó una queja ¿cierto? 

La mirada de Edick adquiere un brillo al entender hacia donde me dirijo.

—El equipo de cocina no puede entrenar y su instinto por sobrevivir los habría empujado a robar las armas—entiende de inmediato. 

—Sin evidencia es solo una suposición, no es suficiente para que sean juzgados y además que el consejo procura mantener las relaciones internas de la manada estables, no permitirá que registremos la cocina o cualquier localidad que ellos manejen sin una buena razón.—dice Charles observando lo que Edick está mapeando en una hoja.

—Pero tenemos una excusa válida para buscarlas—expongo acercándome a ellos. Me miran esperando a que continúe y lo hago—El reporte de las raciones de comida—saco la hoja del reporte del pequeño bulto—si mientras investigamos encontramos en su poder armas sin permisos, podremos presentar el caso al Consejo.

—El problema de eso, es que si registramos todo, sabrán que no solo estamos atendiendo el problema de las raciones de comida y se alertarán para esconderlas en otro sitio—dice Charles.

—Por eso nuestros movimientos deben ser centrados en puntos con mayores probabilidades de ser el escondite de las armas.

—Como mucho podremos catear tres sin levantar sospechas.

—Seamos asertivos—me acerco al mapa de la mesa de reunión y señalo las cocinas—aquí definitivamente no están, es demasiado visible; al menos que hayan creado un camuflaje.

—Sus conocimientos y el estado del territorio no permiten crear uno en esa zona—se acerca Edick.

Saca un papel calco y lo coloca sobre el mapa. Toma un marcador para tachar la cocina.

—Ni en el Comedor, nunca está vacío—agrega Charles—Podrían haberlas escondido en los almacenes de alimento.

Marco los almacenes de alimento en las ubicaciones que Edick me indicó hace un tiempo.

—Excluyamos los de alimentos fríos—dice Edick quitándome el marcador—aunque las armas pueden dispararse a cualquier temperatura, si planeas utilizarlas para defenderte debes poder sostenerla más de unos minutos y no puedes si está congelada.

Muy cierto, aunque somos licántropos nuestros congeladores se mantienen a una temperatura demasiado baja.

Luego de tachar esos puntos, observo los pequeños silos insegura. No creo que quepan muchas armas en esos espacios, debe haber por lo menos un sitio más donde estén escondidas.

—Tenemos dos puntos para inspeccionar—Charles arrastra las palabras no muy seguro.

—Debe haber uno más —digo sin pensar.

—Yo también lo creo—dice Edick sentándose.

—¿Y la bodega de utensilios? No es tan grande como la de la manada, pero es otro posible lugar.

Con Edick intercambiamos miradas.

Lo encontramos.

***

POV Omnisciente

El crudo Paf de una cachetada mezclado con el sonido seco de la madera resuena en la cocina. Todos detienen lo que están haciendo, pero incapaces de levantar la mirada permanecen congelados en su sitio. El crujir del fuego de las estufas resuena junto al filo de los cuchillos atravesar los ingredientes.

—¿No te lo podías guardar?

—Creí que los Alphas podrían ayudarnos.

—Pero mira como te ayudaron, ahora van a juzgar nuestro trabajo.

—Solo van a investigar.

—No—deja la tabla con la que le golpeó en la mesa—van a juzgar, y tu sacando el látigo expusiste todo lo que trabajamos estas semanas. Te dijimos que nadie se preocuparía por tu vida, solo nosotros y que no hicieras nada estúpido. ¿Qué fue lo primero que hiciste?

—Algo estúpido.

—Así es. Si esto nos expone te hundirás solo. Que quede claro.

El administrador solo baja la cabeza y asiente sin saber qué responder. 

***

POV Aisha

Suelto un grito molesta cuando mi cara toca el suelo nuevamente, pero muevo mis piernas para derribarlo y me pongo sobre él para golpearle el rostro. Logro darle tres puñetazos rápidos, pero el cuarto lo esquiva y con un movimiento de su brazo me lanza a un lado, trato de darle una patada la cual frena con su mano, pero utilizo ese mismo impulso para lanzarle una una con mi otra pierna, la cual le saca el aire unos segundos, pero no los suficientes como para inmobilizarla ya que me toma del estómago y me tira al suelo, no reacciono lo suficientemente rápido para detener su primer patada, la cual me desorienta un poco, pero como puedo esquivo su segundo golpe y me pongo de pie de un salto con el que le doy un cabezazo.

Con velocidad noto sus intenciones de darme un puñetazo, el cual esquivo tomando su brazo y poniéndolo en su espalda en una llave. Intenta tirarme hacia delante y utilizo el mismo impulso de fuerza que usa para tirarme para tirarlo a él y con dificultad mantengo el equilibrio. Pero sonrío al ver que no se levanta. 

—Parece que hoy está motivada, Alpha—me dice con la respiración acelerada por el esfuerzo. 

Extiendo la mano hacia él sintiendo el calor en mi rostro por el combate. 

—Hoy es un buen día y mi profesor, me ha instruido bien. 

Toma mi mano y una suave sonrisa se extiende por sus labios por mi halago. Ya una vez de pie, sacude su ropa y se acerca donde dejó su túnica y el agua. El emblema de la manada hace juego con el nombre bordado de Kyle que aparece en ella. Los hilos utilizados en esa túnica junto al diseño resaltan comparada a la de los demás del Consejo al ser el Beta. Me sorprende que a pesar que el Beta John desapareció en su misteriosa misión hace poco más de un mes, pudieran confeccionar esta túnica tan bien y tan rápido en las condiciones que estamos. 

En otra ocasión habría pensado que ya estaba, como si alguien hubiese previsto que el Beta John iba a desaparecer. 

—¿Por qué ofreciste entrenarme, Kyle? 

—¿No está conforme con el entrenamiento?

—No es eso—niego con mi cabeza—es que la explicación que me diste antes no tiene sentido, además ¿Porque entrenar en secreto? Sé que protege mi orgullo como Alpha, pero tú como parte del Consejo no debería interesarte eso, solo el que yo cumpla con mi papel y entrenarme sin que nadie sepa puede afectar tu reconocimiento como Concejal. 

—Tal vez como miembro del Consejo no, pero si como Beta si me intereso en proteger su orgullo. Tiene razón al sospechar que hay más de lo que le dije una vez, pero no puedo decirle porque, no ahora por lo menos.

—A veces eres demasiado misterioso Kyle—lo observo a los ojos—pero a la vez demasiado transparente como para sospechar de terceras intenciones con tus actos, así que te creeré. 

—Como su Beta solo espero una cosa y es que se convierta en esa Alpha que es.

—Eres quizá el único que lo cree del Consejo y parte tiene que ver con que eres el más jóven. 

—O tal vez porque mi hermano siempre creyó en usted y con justa razón—medita unos segundos antes de agregar— El orgullo es una armadura muy útil, pero se vuelve letal cuando tiene refuerzos que lo respalden. Usted es una Alpha orgullosa y capaz, pero necesita algo que la refuerce si quiere ser la Alpha que esta manada necesita. 

—¿Te refieres a saber combatir y tener el reconocimiento de la manada?

—En una gran parte si.

—Mi padre diría que nunca me viesen débil o que cometo errores. 

—Ese es el resultado, naturalmente cometerá errores, ellos lo verán y la reprocharan por eso, pero su orgullo estará respaldado según usted se levante, sea letal para los que la quieran destruir. 

—Y cuando te conocí pensaba que no hablabas.

—Ando inspirado.

Sonreímos y sin decir nada más, continuamos con el entrenamiento.  

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