XXII-Escape
POV Aisha
Corremos entre los vacíos contenedores donde tenían presos a los animales. De la nada a nuestro lado empieza correr Arthur. No sé cómo nos encontró, probablemente alguna conexión de gemelos o yo qué sé. Delante de nosotros se extienden las carpas de feria, algunas están destrozadas por el daño que hicieron los animales a su paso, pero esas carpas son las que nos separan de nuestro objetivo, el bosque.
Estamos cerca.
—Te tomaste en serio lo de la distracción—le digo con dificultad—mira que sacar a los animales.
—Yo no hice eso.
Lo observo confundida, si él no lo hizo ¿Entonces quién?
Llegamos a las carpas y en lo que giramos, un estallido rompe el silencio y en mi boca calla cualquier palabra que quisiera escapar.
Arthur cae al suelo, Genevieve corre hacia él y al ver la sangre salir de su costado mi cuerpo se hiela de miedo. Quedo quita, reconociendo que esta escena se está volviendo más y más violenta, el terror tiene una batalla en mi interior contra mi iniciativa por ayudarles.
Para no entrar en pánico, giro mi rostro al frente y lo que veo no me lo creo.
Delante de nosotros está el desgraciado de Mink con un arma apuntando hacia nosotros.
—Tu no saldrás viva de este lugar...—habla con una seguridad que indudablemente, le haré tragar.
Permanezco inexpresiva a pesar que quiero gritarle una y mil cosas, pero sé cómo jugarmelas y sólo el más listo ganará. Y esa soy yo.
—¿Que no lo haré? Apostemos a quien sale vivo, si yo gano, tú mueres y si tú ganas, te deje ganar, pero no vivir—sentencio sonriendo—Aquí no hay barrotes que me detengan, Mink—alargo su nombre con burla.
Me las voy a cobrar todas, Mink.
Me lanzo contra él, sin pensarlo mucho, con mi atención en el arma para quitársela. Pero él no pone resistencia y se la quito sin dificultad.
Al principio no entiendo porque ha sido tan fácil, hasta que un chillante sonido impacta en mi oído.
Caigo al suelo con mis músculos tensos. Grito con fuerza al sentir como mis oídos son desgarrados, el sonido es más atroz de lo que recordaba. Solo quiero que se detenga ya sea durmiendo o entrando a la inconsciencia. Mi corazón está demasiado alterado, mi respiración no tiene compás y yo... No soy capaz de disminuir mi sufrimiento.
De nuevo estoy perdiendo el control de mí misma, ya olvidé donde estoy y que hago, todo el lugar está borroso y mi cuerpo no responde a ninguna orden clara, yo solo puedo gritar y dejar que la desesperación me domine. Mis oídos duelen, palpitan, sufren, así como mi alma siente desintegrarse poco a poco, segundo a segundo.
Y de pronto me relajo al dejar de escuchar esos sonidos.
Abro los ojos confundida y asustada, observo a mi alrededor y me encuentro en el mismo sitio, Genevieve desesperada ayuda a Arthur a ponerse de pie, quien con esfuerzo, lo logra.
Todo es borroso, a mi alrededor. Hago un intento de ponerme de pie, intento que resulta fallido. Jadeo, humillada, alterada, en cuestión de segundos, con esa reproducción de sonidos, Mink logró llevar mis emociones al límite.
Una mano con la muñeca decorada con cadenas delgadas se extiende delante de mí y antes de colocar mi mano sobre la suya noto mis manos con sombras de pelaje, mis uñas están oscuras y siento una vibra diferente dentro de mí. Cuando mis manos vuelven a la normalidad, me animo a darle mi temblorosa mano. Él me levanta con delicadeza.
Esa vibra salvaje, se expande por mi sistema y yo solo trato esconderla. Temo que con la creciente constante de mis sentimientos, esta fibra salvaje se libere de nuevo y no pueda controlarme.
—¿Estas bien, Blondie?—su forma de dirigirse a mi, me hace levantar la mira.
Lo observo y no lo puedo creer. Él está aquí, conmigo, está a mi lado. Tal y como siempre ha hecho.
Con esa expresión encantadora y varonil que tanto ha atrapado a más de una, con su caballo marrón ligeramente largo revoloteando sobre el viento libre y despreocupado. Tal y como lo es él.
Sin ataduras y sin responsabilidades.
Tony.
Estoy a punto de soltar una frase sarcastica, para demostrarle que estoy bien, cuando una tos, seguida de un quejido capta mi atención. Volteo mi rostro y veo a un Mink algo dolido, sosteniéndose de la pared.
Tiene una herida en su pierna, por la cual brota su mugrienta sangre oscura. Se aprieta el abdomen como si hubiese recibido un golpe en ese lugar.
Pasos se escuchan a mi espalda, pero yo no puedo apartar mi mirada de él.
Solo somos él y yo.
En segundos, como si de bombarderos se tratasen, los recuerdos me aíslan del ahora, acorralandome en una situación donde lo único que puedo hacer es rabiar. Aprieto mis puños observando al tipo, evocando cada recuerdo, cada humillación, sintiendo como esa fuerza crece dentro de mí y cuando acuerdo ya lo tengo del cuello.
No me preocupo de la pequeña batalla que se desarrolla detrás de mí, sé que Tony me cubrirá la espalda.
Con mi orgullo ligeramente herido, por el hecho que Tony tuvo que haberme ayudado, decido que es momento de acabar con él.
En ningún momento Mink me observa, simplemente trata de librarse de mi agarre. Verlo sufrir de esta manera y recordar las veces que me hizo llorar, las ocasiones que me torturó sin contenerse a pesar de que sabía cuánto sufrimiento podría provocarme, que me humilló como nunca antes nadie me había humillado, me hace estar segura de que debe pagar. Desde pequeña me enseñaron que debía defenderme, no dejarme pisotear por nada ni nadie.
Pues bien, es hora de poner en práctica las lecciones.
—Rie, vamos, hazlo—lo reto, haciendo un esfuerzo grande para que mi lado animal no tome total control de mi cuerpo, debo controlarme, pero me está costando demasiado—Riete, como cada vez que ibas a mi celda a burlarte de mi, anda ¡Hazlo!—le grito con lágrimas de rabia lanzándolo contra la pared—hazlo si tienes agallas—río sin gracia sintiendo unas cuantas lágrimas descender por mis mejillas—Cierto, no puedes hacerlo porque ya no tienes más trucos para controlarme.
Intenta levantarse y cuando estoy cerca, me lanza golpes desde su sitio, uno me da en el estómago y aunque no es lo suficientemente fuerte como para dejarme fuera de juego, le sirve de distracción.
Una cuchilla pasa cerca de mi rostro, me sorprendo de haberla esquivado fácilmente. Pero me molesta más al ver que, Mink la ha lanzado hacia mi cabeza. Lo pateo con toda mi fuerza lanzándolo nuevamente contra la pared.
—Buen intento, pero no es suficiente—mi voz suena más sombría de lo que acostumbro, pero ahora es un detalle irrelevante.
Me acuclillo delante de él, ya incapaz de controlarme, hago que me mire y con mis garras afiladas, le arranco su último respiro de vida.
—Solo eres un cobarde...—siseo.
Y allí, junto al ahora; cuerpo sin vida; estoy de rodillas, con mis manos cargadas de su sangre y con la satisfacción de haber cobrado venganza. Solo que mi corazón parece estar vacío, frío, distante y eso se refleja en las congelantes lágrimas que descienden marcando pensamientos sin nombre. Me desplomo en el suelo delante del que antes era Mink.
Lo he hecho de nuevo.
Mi mente no es capaz de procesar nada, hasta que me toman del hombro.
—Debemos salir de aquí—habla un Arthur alterado sosteniéndose de su hermana—El fuego que inicie, ya cubrió la mayor parte del circo, en cualquier momento llegará al almacén y explotará, debemos irnos ¡Ahora!—grita al ver que no me muevo.
Mi mente asimila sus palabras y doy una mirada rápida a mí alrededor, cuerpos, sangre y una sensación me abruma, esto es un campo de muerte. A lo lejos, mientras me jalan del brazo, noto las llamas de las que hablaba Arthur.
¿Él hizo eso?
De pronto, soy capaz de sentir algo diferente, algo que reemplaza aquellas emociones de dolor, rabia, tristeza. Es algo diferente, algo que me hace sentir llena y que sustituye ese vacío abrumador de la decepción que sentía de mi misma. Puedo sentirme en otra órbita, como si las olas del océano me rodearán en un abrazo tranquilizador y pudiera estar tranquila al fin.
Siempre fui impulsiva, lo reconozco, pero el impulso de esta vez es diferente, se siente; bien, cómodo, tan correcto que siquiera dudo. Se siente único por el simple hecho que algo dentro de mi, grita que esa es una suerte que no todos tienen y que es mía.
Y todo esto se produce en el justo momento en que un delicioso olor llega a mi.
Es él, lo sé y por ello sin poder controlarme a mí misma, ya me encuentro corriendo, siguiendo ese olor para dar con aquello que lo produce.
La necesidad de correr y lanzarme sobre él, es demasiada que a pesar de los gritos y la explosión que se escucho a mis espaldas no volteo.
Solo tengo un objetivo en mente.
Él.
Cuando menos lo pienso ya estoy en el bosque, mis sentidos alertas de su ubicación, lo encuentran en un claro del bosque y guiándome por mi instinto salto sobre la fuente de dicha fragancia, como si se tratara de un cazador atrapando a su presa.
Y él es la presa.
Rodamos por la tierra y me detengo sobre mis manos y rodillas, lo observo a mi lado, él aún en el suelo, parece que no puede creer lo que hice o el hecho que yo estoy delante de él.
—Eres tú ¿Cierto?—las palabras salen solas, es como si mi subconsciente hubiese tomado control sobre mi—Esta no es la primera vez que nos encontramos—lo señalo con mi dedo, con una seguridad que no comprendo y con un estallido de felicidad tan abrumador como hace años no vivo.
Él me observa anonadado a través de sus bellos ojos marrones, no dice nada, solo me observa, sin intentar hablar siquiera.
No entiendo porque esta afirmación salió de mis labios. Solo que estoy feliz que esté aquí, que me haya encontrado.
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