N•9 Encuentro Misterioso
–¡Egmont! Vamos –ordenó una potente voz la cual reconocí de inmediato.
Se trataba del mafioso o del chico de los ojos verdes, que al parecer, no se percató del pequeño incidente de su acompañante. Tenía bastante prisa en marcharse de la fiesta, que casi arrastró al chico fuera del salón sin antes que yo mandara un grito de dolor al sentir como jalaban mi cabello.
En tan solo un instante, el mafioso al ser consciente del imperfecto que obstruía su escape, tomó el mechón en sus manos y me lo arrancó por la mitad, sus manos fueron como tijeras artesanales. Ahora tendré que planear un nuevo corte para que no se notara la imperfección en mi cabellera castaño caramelo.
Al momento de recuperarme del impacto sufrido que me traumatizo por unos largos segundos me recuperé y observé que aquellos sospechosos se habían marchado del lugar. Sí que tenían prisa.
Para cuando Eberhard me bajo de su hombro me preguntó, ajeno a toda tragedia vivida detrás de su espalda y con su típica mirada de extrañeza y voz de "me importa un comino"
–¿Me perdí de algo?
Rodeé mis ojos en modo de fastidio mostrándole el mal corte de pelo que experimenté a manos de un rufián, prácticamente me faltaba un cuarto de mi cabello ¿Qué tenía en las manos ese chico? ¿Navajas? Nunca en mi vida he presenciado dicho acto de maldad solo con las manos. La cabellera de una chica es sagrada.
Salí fuera de la casa, furiosa, dolida y eufórica con la esperanza de no hallarlo porque si lo encontraba me tiraría encima y lo arañaría hasta que mi ira se esfumara, si bien, este no era un día de suerte, tampoco era para el mafioso que se marchaba por las callejuelas de la cuidad.
Corrí para alcanzarlo, ignoré algún mensaje de Eberhard de su parte, me gritó una advertencia o una explicación del porque me marchaba, en realidad me encontraba furibunda que ni procesé las palabras.
Al fin logré alcanzarlo tras recorrer varias callejuelas con el agrado de que no lo perdí de vista, aunque deseé que hubiera sido así.
Mi plan de atacarlo y arañarlo se vio perpetuado por la interrupción de dos desconocidos que efectuaron la huida y acorralaron a los dos chicos sospechosos, lo más extraño que presencié fue que el chico de ojos verdes aún conservaba mi largo mechón castaño y lo olfateaba con desdén.
Lo repudrí de inmediato ¿Era algún tipo de fetiche que tenía? ¿Le arrancaba el cabello a toda la chica que se le cruzara por delante?
Anhelé con vigor darle un derechazo en su inmunda cara. Si mi hermano no tenía delicadeza con las chicas, esta noche he encontrado a alguien que lo supera en creces.
A pesar de mi apariencia frágil, tengo una gama de medallas en prácticas de Judo, Aikido, Jiu-Jitsu, karate y boxeo desde muy pequeña practiqué deportes de defensa propia junto con Eberhard, claro está que mi hermano me superaba en todo y él se acaparaba con toda la atención y los halagos.
Si era buena en algo, Eberhard era el doble de mejor y fue así como todas sus acciones fueron declinando mis logros en mi vida; ahora me encuentro en medio de una reunión o posible arreglo de cuentas de la que no me convenía interferir.
La voz de uno de los recién llegados aclaró con autoridad y rudeza. Era un tipo fornido y alto con estilo militar.
–Te advertimos que te marcharas o no entiendes con palabras –bufó con desagrado.
El otro tipo, que al parecer, era el hijo del dueño de la panadería empujó con fuerza al mafioso, hasta creí que lo arrojaría al suelo.
–No te queremos en nuestra manada ¡Lárgate! Antes que... –advirtió con los dientes apretados.
Su amenaza quedo suspendida en el tenso ambiente cuando intervino el chico de cabello plateado, su nombre era, Eran, Erick ¡Egmont! Si ese era su nombre. Egmont se interpuso entre ellos dos intentando tranquilizar al atracador.
–Tranquilo Strom. No hace falta recurrir a la violencia y menos en medio de la ciudad. Alguien podría oírte. –le advirtió con énfasis en las palabras.
Esa voz me resultaba conocida, aunque, no estoy segura donde la he escuchado.
El hijo del panadero se tranquilizó sin antes echar vaho por la nariz con furia y se marchó con paso tosco junto con su acompañante.
Ahora que lo pienso, si comenzaba a hacer frío, mucho frío. Cuando creí que ya era tiempo de volver con Eberhard me topé con la intensa mirada del chico de los ojos verdes.
Me congelé, quería echar a correr pero por otra parte mi cerebro procesaba con rapidez la pequeña charla que presencie a hurtadillas ¿A qué se refería Strom con manada? Acabo de escuchar algo que nunca debí oír. Estoy en serios problemas.
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