N• 13 Penumbras Nocturnas.

–¡Ya no lo soporto! Quiero que se largué de Quedlinburg, lo único que ha hecho ha sido destruir la paz que disfrutaba nuestra ciudad ¡Lo odio! –vociferó Derek golpeando el volante con el puño.

Se escuchaba realmente molesto, descontrolado ¿De quién estará hablando? No le coloqué demasiada atención a sus palabras, me sentía cansada y el sueño me inundaba.

Apoyé mi cabeza en el pecho del chico que me envolvía y cerré mis ojos involuntariamente, sintiendo como me acariciaba el cabello con el cuidado de no rozar la herida abierta de mi cabeza, aun que para mí, me dolía hasta el cabello pero también era tranquilizador. Me relajé, me hacia olvidar todo lo sucedido esta noche.

Pero mi tranquilidad se vio afectada cuando la estruendosa voz del conductor inundo el ambiente.

–¡Te encontraré, desgraciado! Y cuando lo haga ya no podrás huir –exclamó Derek con los dientes apretados.

Al parecer, el chico que sostenía mi cabeza en su pecho se percató de mi sobresalto al ser despertada por la exclamación inesperada, por lo que, antes que el conductor reclamara algo mas, lo hizo callar.

–Cállate Derek, Amara intenta dormir –exclamó una voz, la cual reconocí, era mi hermano.

Él vino por mí, si bien, su llegada no emendaba que hubiera pasado por toda esa calamidad, él tuvo la terrible idea de escaparse de casa pero además...tengo ganas de llorar pero no lo hare, seré fuerte. Lo que me molesta es...

–¿Cómo me encontraste?

Sin ser consciente de mis acciones formulé la pregunta en voz alta y percibí cierta tensión en el ambiente, al pasar un incomodo silencio, creí que no me respondería hasta que escuché su voz.

–Tengo un amigo que tiene un gran olfato –confesó tragando saliva. Decía la verdad, su pulso era estable pero su perturbado entrecejo lo delató.

¿Me ocultaba algo? Pues, es obvio que todos ocultan algo. Yo también le oculto muchas cosas pero presentí que me ocultaba algo más que simples revistas pornográficas que tuve la oportunidad de descubrir en una ocasión cuando entré a su cuarto a escondidas y estoy dispuesta a correr el riesgo una segunda vez.

Si encuentro algo en su habitación podría descubrir lo que oculta con tanto ímpetu. Hasta Derek suspiro de alivio con la respuesta de Eberhard.

Sin previo aviso, el conductor freno de improvisto y volvió a acelerar. No llevábamos el cinturón de seguridad, por lo que casi nos estampamos contra los asientos delanteros por el repentino frenazo, a no ser por mi hermano y sus reflejos ahora estaría más herida de lo que ya estoy.

Me agarró con fuerza de la cintura, logrando evitar que mi cuerpo saliera eyectado del vehículo o eso creí que sucedería. Me llevé un susto de muerte. A pesar de todas las calamidades que he sufrido esta noche la lista continúa ascendiendo.

–¿Qué demonios te pasa? ¿Es que no sabes conducir? –increpó Eberhard furioso.

–Tenemos un problema –espetó Derek, sin inmutarse frente a la ira de mi hermano.

–¿Cuál? –preguntó Eberhard pedante ante la situación en la que nos encontrábamos.

Antes que Derek fuera capaz de revelar, frenó con lentitud sobre la calzada y un enorme lobo negro saltó sobre el capo cubriendo en su totalidad el parabrisas del auto; nos observó con sus fieros ojos celestes mostrándonos sus dientes en señal de que no éramos bienvenidos en su territorio o eso es lo que interpreté.

Sinceramente, la idea de que estoy maldita se me paso por la cabeza. Nunca debí salir de casa, al menos no esta noche. Si hubiera sido obediente, si Eberhard no me hubiera convencido de fugarnos de casa, esto nunca estaría pasando ¿Qué les diré a mis padres? ¿La verdad? ¿Me creerán? Incluso, aunque les entreguemos la misma versión de la historia ¿Eberhard me apoyará? ¿Lo desmentirá?

Cuando creí que todo esto no podía ir peor el castigo divino descendió, trágicamente yo tenía un problema aun mayor. Mi menstruación llegó y pronto llegaría el inicio de los tan esperados cólicos. ¿Cómo le dices a tu hermano que te ha llegado la regla y que necesitas una compresa para no ensuciarme los pantalones y el asiento del auto?

Pero esa pregunta debía esperar, tal vez sea demasiado tarde, pero que estoy diciendo, ya es demasiado tarde y a pesar de todo, las desgracias continuaban en aumento sobre todo ahora que escuché unos cuantos disparos procedentes de algún lugar de la carretera.

Lo que más me aterró fue ver a Eberhard consternado. Una de esas balas había penetrado por la ventana hundiéndose en su pecho.

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