La historia del joven Kuro
Nota: Esta historia transcurre varios años antes a The Rise of Adventure de @legendaryadventure21
¿Para qué hacer un esfuerzo si no van logo nada? ¿Para qué pensar en el futuro de este asqueroso y repugnante mundo si no valía ni para proteger a sus habitantes? ¿Por qué tendría que sentirme orgulloso de lo que soy si fracasé? Eso mismo es lo que yo me he estado preguntando desde hace un par de años, cuando fallé mi examen para convertirme en aventurero. No conseguí siquiera pude hacer gala de algún gendar alguno, ya que se decía que mi familia estaba maldita por el llanto de una despiadada mujer a la que dieron fin, misma fémina que se dedicó a secuestrar y descuartizar niños que ella decía que estaban destinados a convertirse en un posible aventurero que traería gran destrucción al mundo.
El día de hoy, aventureros y caballeros por igual, eran los héroes, eran profesiones a las que gran parte de las personas aspiraba. Tesoros, historias de bravura, gallardía, fama, una vida épica, eran casi los valores y estandartes de la sociedad. Los que fallamos las pruebas para convertirnos en aventureros éramos los desechados, la basura, no valíamos nada.
Lo único que nos deparaba el futuro era una vida monótona, a la sombra de aquellos que si consiguieron convertirse en un aventurero, y todavía más atrás de los que eran caballeros. Odiaba no encajar. Detestaba con toda mi alma no servir para nada. La gente decía siempre que no podría alcanzar nunca a cumplir mis sueños, y eso era frustrante. ¿Por qué tuve que nacer en esta familia maldita que no me permitía usar un gendar?
No conseguiría las respuestas lamentándome. Tenía... Quería hacer algo para salir de esta lamentosa realidad que me estrujaba todo mi ser cual culebra ponzoñosa.
Y es así que empieza mi penosa historia; mi nombre, Kuro Naga, provenía de la cabeza de la familia conformada por hombre que sirvió de escolta a una doncella, y claro, esta no era nadie más que mi madre, mujer que decidió corresponder su amor a pesar de las diferencias sociales que había entre ellos dos.
También estaba mi hermanito Koji, un chico de diez años y cabello en color avellana que parecía tener y perder siempre un duelo con la almohada. También era bastante enérgico y tenía el estúpido anhelo de ser él quien rompiera la maldición que había sobre los nuestros para así, convertirse él en el siguiente aventurero de la casa Naga.
Una parte de mí quería apoyar aquella tonta meta que tenía en su pequeño y tonto cerebro, la otra parte, sabía que aquello sería imposible. El gremio que me entrenó, llamado los Osos náufragos, hizo todo lo posible para ayudarme a manifestar el que debía hacer dentro de mí, mas, nunca se pudo. Para ellos fue un milagro que llegase siquiera vivo a la segunda etapa de la prueba, misma que fallé dada la diferencia de poder que hubo con mi oponente de la ronda, evento con el que entendí que no llegaría lejos nunca.
Mamá decía que no debía preocuparme por esto, que ser hijo suyo tenía sus ventajas. Éramos los nietos de un lord muy importante del primer mar, así que era como si ya tuviéramos la vida resuelta, pero no era así. Yo quería vivir mis propias aventuras, no quería vivir del viejo de mi madre, y tampoco quería ser un carpintero como mi padre, un hombre que ya se había resignado a ese trabajo cuando renunció a seguir trabajando con su suegro, pues deseaba vivir una vida humilde al lado de su esposa.
Y luego de tanto pensar y pensar una vez mas sobre lo que no llegué ni llegaré a ser, sentí un ligero golpe en mi nariz. Regrese a la realidad, a aquellos muros de madera pintada de blanco, y un techo del mismo material sin un rastro de pintura encima. Sentí un olor a un caldo de judías, acompañado del aroma de un filete bañado en una salsa de soya y pimientos.
Pronto, frente a mí, tuve un enorme tazón de una ensalada de criadillas y azanorias costeadas en dinos cubitos de poco menos de un centímetro de lado a lado. Mamá las batió de nata de leche de vaca-águila antes de mezclarlas. Papá trajo un gran contenedor con un agua a la que le molieron trozos y pulpa de un par de cantalupos. He de admitir que aquello hizo que mi estomago rugiera con intensidad. La comida olía tan bien, que mi apetito estaba al máximo.
—Huele delicioso —dije, rindiéndome ante las fragancias de los platillos preparados por mi progenitora.
—Al menos ya dejaste esa cara de aburrimiento, Kuro —replicó ella—. Hijo, que no hayas pasado el examen de aventureros el año pasado no quiere decir que tu vida ha terminado.
»Todavía hay un sinfín de posibilidades que puedes afrontar antes de decidir el camino que tomarás en tu vida.
«Lo que yo quiero es ser un aventurero, no por la fama o la gloria, pero si para proteger a nuestra familia y al mundo entero, descubrir los secretos de este, y ser mas fuerte», medité tras escuchar a mamá.
—Escucha a tu madre —pronunció papá, lo que no hizo mas que molestarme—. Tu destino seguro es otro, muchacho. —Exhaló y comenzó a servir del agua en distintos vasos, mientras yo ayudaba a mi madre poner ensalada en los platos, uno par cada uno de nosotros.
Rechisté, pero no podía hacer más. Justo cuando mi mamá llevó el resto de la comida, un estruendo se escuchó afuera, justo en el taller de mi padre. Desde la ventana del comedor se podía ver humo y fuego salir cerca de nosotros.
—¿Pero qué mierda acaba de suceder? —demandé, y noté que mi hermano pequeño se carcajeó.
—¡Kuro dijo «mierda»! —anunció para todo el mundo entre risas.
—¡Lenguaje! —berreó nuestra madre.
—No es que el lugar no el momento para malas palabras y regaños, familia —profirió papá, observando las llamas que parecían provenir de su taller—. Esto no me gusta para nada.
»Salgan por la puerta trasera, por si acaso.
—¿Y tú qué harás? —le cuestioné, y su azulada mirada seria me hizo saber que tenía que obedecer lo que nos había dicho, pero otra parte de mí presentía que algo peligroso podría suceder.
Él se acercó a mí, revolviendo mi pelirroja melena, y susurrándote al oído unas palabras de aliento.
—Aunque no pueda usar un gendar, mi deber como tu padre es el protegerlos a ustedes, Kuro —pronunció, antes de alejarse con rumbo al siniestro.
Mi respiración se agitó, y sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. En el momento en el que mi padre abrió la puerta, un nuevo estallido tuvo lugar, y todo se volvió oscuro.
No supe cuánto tiempo transcurrió, pero todo me dolía, y sentí que había algo pesado sobre mí. Era una columna de madera. Escuché ruidos extraños cerca de mí, y sentí que algo se movía encima y por los lados de mi cuerpo. Gemí de dolor y apreté los dientes. Sentí un sabor metálico en la boca.
Seguí sintiendo movimiento, hasta que de pronto, vi un rayo de luz que fue aumentando, hasta que de pronto,el cielo volvió a verse azul. Tosí con todas mis fuerzas y escupí sangre y vi una silueta humana por encima mío.
—¡Es uno de los niños Naga! —chilló una voz masculina que me pareció conocida—. ¿Dieron con el otro?
Hubo silencio.
Por mí parte, sentí que me quedaba sin fuerzas, pero pude notaraaaa que alguien me tomaba con sus brazos y me cargaba para llevarme a algún lado, pero el dolor hizo que perdiera la consciencia una vez más.
Y cuando desperté, advertí que no estaba en mi casa. Estaba en una habitación cuyos muros eran de piedra cantera y cemento al igual que el techo. La cama en la que estaba tenía un colchón duro, pero amplió. Noté vendas en mi torso y sentí un grave dolor en las piernas y brazos, pero me levanté al fin, agitado y desconcertado.
—Veo que ya has despegado, joven Naga —afirmó aquella voz que escuché cuando fui... ¿rescatado?
Abrí bien los ojos cuando vi una calva, un abundante bigote en tonos grisáceos y una piel vieja y arrugada. El hombre, de blancas vestimentas, había sido mi instructor previo a mi inscripción al entrenamiento y examen de aventureros.
—Maestro Hjuger, ¿qué es lo que hago aquí? —pregunté—. ¿Qué es este lugar?
El viejo tutor cerró los ojos y todo en su rostro se tensó. No dijo nada, pero sabía que no podrían significar buenas noticias, lo que me heló el alma; sus ojos, ya abierto, tras aprovechar mi distracción, se apoderaron de mí.
—Tu padre me pidió romper el sello en caso de que fuera necesario, Kuro —bosticó el hombre, acercando lentamente su mano hacia mi nuca.
Entonces, sentí una gran presión en el cuerpo, acompañada por unas abundantes náuseas, pero me quedé completamente inmóvil, pero al menos pude gritar, pero caí al suelo. Me costaba respirar y fue como su alguien me diera el abrazo mas apretujado de toda la vida. Mi vista comenzaba a nublarse, pero no porque fuera a quedar fuera de combate una vez más, pues eran lágrimas las que no me dejaban ver con claridad.
«¿Qué me está haciendo el maestro Hjuger?», reflexioné, mientras todo mi cuerpo seguía pesando bastante, que me era imposible mover un dedo.
El tiempo me pareció eterno cuando la tortura finalizó y el maestro me dio la espalda.
—Lograste sobrevivir, Kuro —dijo el hombre—. Tal vez seas digno sucesor de aquello que fue bloqueado por una razón. Infinis es un gendar muy peligroso, muchacho.
»Rescaté algo que dejaste en tu prueba de aventurero, jovencito. —Hizo un ademán para que lo siguiera, pero yo... ¿ya no sentía dolor? ¿Qué carajos acababa de sucederme?—. El poder que acabo de desbloquear para ti, puede enviar de vuelta a la bruja del mar a la dimensión abismal a la que fue enviada, o tal vez, destruyas todo y a todos si se te sale de las manos. Ni siquiera yo puedo darte muchos consejos, ya que es indomable. —Se detuvo y yo me incorporé de vuelta—. Tu padre una vez dijo: es un gendar que le dirá qué hacer a su portador, no al revés.
—No entendí ni poquito —repliqué, tomando de la manga al viejo, como si yo fuera un niño pequeño. La verdad es que me encontraba asustado—. ¿Me está diciendo que si tengo un poder dentro de mi ser?
—Eventualmente todo el mundo lo posee, pero solo los que quieren abrir las barreras de su mente y cuerpo logran conseguir controlarlo —respondió el anciano, bajando la mirada—. Me temo que el tuyo pueda ser muy destructivo, chico.
—¿Y quién es esa bruja de la que también habló hace rato? —inquirí, pudiendo sentir el nerviosismo de mi mentor en el ambiente.
De hecho, pude ver una especie de bruma negra emanando por su espalda, así que o estaba cansado, o definitivamente perdí el juicio.
—La bruja es aquella mujer que maldijo a tus antepasados —respondió sin mirarme a los ojos—. En realidad es una mentira que te han contado porque tu poder no era necesario, al menos no hasta este momento.
-—¿Mi poder? ¿Qué hay de mis padres y mi hermanito?
De nuevo un silencio aterrador, y la bruma que se desprendía de su espalda se hizo más intensa. Parecía que tenía su propio cielo nublado personal, tan así que pude ver relámpagos centelleando en todo momento.
—Kuro, fuiste el único que pudimos rescatar con vida. —Sus palabras impactaron en mi alma como las aguas de una gran tormenta azotaban las costas.
Sentí un nudo apretando mi garganta. Me tiré de rodillas y apoyé las palmas en el suelo. Respirar, vivir, existir, todo era un tormento. ¿Cómo pasó? ¿Por qué este hombre me hablaba de algo que mi progenitor debió decirme antes? No encontraba sentido alguno, cuando de repente, sentí la mano del maestro encima sobre mi hombro.
—Lo lamento mucho, Kuro. —Me tendió la otra mano y me ayudó a levantarme, para después, darme un abrazo—. Sé que ahora tal vez te encuentres confundido, molesto, abatido, y debes tener varias preguntas para calmar tus inquietudes. —Una de sus manos se posó sobre mi nuca—. Tienes razón de estar así, chico, pero ahora, hay mucho un juego, y el destino del mundo podría pender de tus manos.
»Aunque tu padre temía a tal poder al que has demostrado sobrevivir, yo sí tengo un consejo para ti. —Se alejó un poco, tan sólo para verme a los ojos—. Si un gendar depende del equilibrio completo de su poseedor, hasta el más salvaje y cruento de ellos debería doblegarse ante la pureza que yace en un corazón que anhela hacer el bien.
»No dejes que la ira te consuma, por más rencor que debas sentir ahora, lucha por aquello que crees que es bueno. Sueña, protege, ama, llora a tus caídos, y despídete de ellos ahora.
La bruma de alrededor de su cuerpo se hizo blanquecina, y de pronto, me encontré en un sitio completamente en blanco. Ni siquiera parpadeé, es más, no me pasó la idea siquiera, pero debía de admitir que el cambio de escenario fue inesperado y perturbador.
Di un paso, y quedé sin aliento al ver de nuevo a mis padres. Corrí hacia ellos, pero mi madre me hizo una señal para detenerme, y yo no entendía nada. ¿Acaso me estaba rechazando? ¿Creía que era un monstruo luego de lo que dijo el maestro Hjuger?
—No creo que seas un monstruo, Kuro. —Fue como si ella me hubiese leído la mente—. Eres un muchacho que tiene ya la oportunidad de cumplir un sueño, o bien, cargar con un gran peso para hacer la diferencia. De ti depende, hijo mío.
—Kuro, no sé qué vaya a suceder contigo ahora, pero estoy feliz de que tú tengas u gendar —dijo mi pequeño hermano, al que le vi llorar—. Te quiero, y deseo que ayudes a detener a esa malvada bruja que nos hizo esto para que no pueda herir a otros.
—Kuro, si no te dejamos acercarte, es porque no es tu tiempo para reunirte con nosotros —pronunció papá con un semblante triste—. Quiero que sepas que yo no quería que tuvieras esta responsabilidad.
»Siempre ansié que tuvieras una vida libre de un gendar peligroso, pero el primer paso de saber que eres digno, es verte vivo después de que ha sido bloqueado. La familia Naga fue bendecida con un poder al que casi nadie le puede hacer frente, uno inestable, pero que es tuyo ahora. No dejes que te domine, o te destruirá a ti y a los que te rodean.
—Sigue adelante, vive, sueña, ama, respira con toda la libertad que ahora tienes, Kuro —entonaron los tres al unísono—. Aunque ya no estemos contigo, te amaremos por siempre.
Verlos alejarse una vez más, pendiente de que no fuera con ellos, fue devastador, pero debía honrar su memoria. Tenía que vencer a la bruja para evitar que ella hiciera más daño a gente inocente.
Cerré los ojos, no sin antes Soltar unas palabras para despedirme de ellos, aunque ya no estuvieran conmigo en cuerpo, lo estaban en espíritu. Un nuevo escalofrío me invadió, y aunque era una razón para sentirme miedo, decidí que debía dejarme guiar por lo que sentía.
—Maestro, creo que tengo una forma de encontrar a la bruja por mi propia cuenta —anuncié, prestando atención a lo que mi cuerpo me decía—. Iré a buscarla.
—Entonces, no olvides que rescaté algo tuyo como ya lo había dicho antes. —Me entregó la espada que utilicé en la prueba de aventureros y la tomé calmadamente—. Gracias por enseñarme, espero demostrarle al mundo que tuve un excelente mentor.
»Perdí la esperanza una vez, pero con ayuda de mi familia, y a usted, daré todo de mí para vencer a la bruja. —Sonreí, antes de buscar la salida.
Una punzada en la cabeza parecía darme indicaciones. Entre más fuerte era el dolor, sabía que era la dirección por la que iba a caminar. El lugar al que me dirigía, era el bosque, así que desenvainé mi espada, ya que podría cruzarme con alguna bestia salvaje que podría atacarme si me tomaba desprevenido, pero al irme adentrando cada vez más, la calma era alarmante y antinatural.
Seguí caminando. No había más ruido que el de mis pies sobre las ramas, o el de mis manos usando la espada para remover ramas que me bloqueaban el paso. Conforme caminaba, la punzada evolucionaba cada vez más a una jaqueca, además de que comencé a sentir un olor a azufre.
Lloros de una mujer eran audibles conforme el dolor en mi cabeza aumentaba, y entonces, mi brazo se movió por sí solo, usando la espada que traía para bloquear una bola de fuego. Un sollozo femenino más fuerte y agudo me aturdió, y una voz espectral me heló la sangre.
—Eres descendiente de Amane Naga, un vil hombre que me encerró en una dimensión oscura para evitar que evitara tu llegada, aquel con el poder para destruir el mundo.
—Y tú debes ser aquella a la que llaman la bruja del mar —le respondí a secas—, la culpable de la muerte de mis padres y de pequeño e inocente hermano que quería convertirse en el primer aventurero en mi familia.
»Una parte de mí añora obtener venganza, pero sé que no es la respuesta correcta en este momento —reparé, luego, respiré profundo—. Te venceré y encerraré de nuevo para que no puedas herir a nadie más, para más tarde, pedir al maestro Hjuger que vuelva a sellar mis podere...
No pude finalizar la frase cuando sentí un dolor todavía más tajante que el anterior. Mi cuerpo se cubrió de una aura anaranjada y salté sin en realidad buscar hacerlo. Giré empuñando la espada y lancé un tajo. Mi propia energía estaba usando mi soma para atacar a la bruja. El poder no deseaba ser bloqueado una vez más. Me sentí abrumado. Corría y atacaba. De mis manos emanaban bolas de energía de forma descarada, y yo no podía hacer más que ser un simple espectador. Quise cerrar los ojos para pensar en algo, pero no pude.
—¡Ya basta! —grité, llamando la atención de aquella mujer.
—¿Ves lo que has provocado, muchacho? —chilló, y sus manos fueron cubiertas por una masa de energía oscura y repugnante—. La existencia de un gendar tan poderoso es un error que debería ser aniquilado.
»Lo supe desde que Amane Naga eliminó a mi aquelarre —reprochó, como si yo tuviera la culpa de su locura.
El tiempo se volvió una eternidad, en una danza de ataques desesperados. Yo no tenía el control de mi ser, pero de vez en cuando, era alcanzado por los ataques de mi enemigo, lo mismo para la bruja del mar. Infinis parecía tener vida propia y parecía el duelo de mi ser.
Si no lograba obtener el control de vuelta, las cosas podían salir mucho peor. El bosque comenzaba a arder a causa de nuestros movimientos. El humo era cada vez más denso. Estaba aterrado, y supone que sería mi final tras no conseguir recuperar la postura.
—¡Basta! —Volvía a gritar.
No deseaba herir a la naturaleza. Mi objetivo debía ser la bruja, así que tenía que buscar ayuda de mi propia energía.
—Te lo pido de nuevo antes de que... —Me mordí la lengua y ya no pude hablar.
Estaba en pánico, y aunque lloraba por fuera, Infinis seguía atacando con la espada o consigo mismo. Me movía para evadir golpes, daba saltos que nunca creí llegar a lograr, corría de un lado a otro, o bloqueaba ataques. Mi única esperanza era hablar con el corazón abierto y ser honesto.
«De acuerdo, no te voy a encerrar jamás», pensé con fe en que mi gendar me escucharía.
No tuve respuesta, pero no debía rendirme, o de lo contrario, las cosas no saldría bien.
«Podemos vivir juntos y en armonía y tranquilidad. Si quieres aventuras, podemos ser unos aventureros fuera de licencia, si deseas ser usado con frecuencia, buscaré a los enemigos más poderosos para darles su merecido, si lo que anhelas es ser libre, no sé lo que haré, pero encontraré la solución, así que te lo ruego, trabajemos como equipo para vencer a la bruja loca esta que me arrebató lo que más quiero», medité, y por un instante, me quedé inmóvil.
Para desafortunado mío, una bola de energía oscura me alcanzó y me hizo golpearme contra el grueso tronco de un árbol. Caí al suelo, todavía sin poder mover un solo músculo.
«No quiero morir sin honrar el recuerdo de mis seres queridos, y sé que tú tampoco. Infinis, si yo me voy, te irás también, así que todo podría acabar en un sólo movimiento», pensé, esperando que todo terminase o un milagro.
La bruja se acercó a mí con una daga hecha de su gendar para buscar darme el golpe final, y fue así que me moví por mi cuneta propia.Tuve el control por un breve momento, y luego, todo se tornó borroso.
Desperté de nueva cuenta en la habitación en la casa del maestro Hjuger y este me recibió con un abrazo.
—Me alegra ver que has vuelto, Kuro —declaró, dándome un beso en la frente—. Como tu padrino y maestro, estoy feliz de verte con vida tras luchar acompañado del gendar Infinis contra la bruja del mar.
—Pero no recuerdo el resto, maestro —dije con un amargo sabor de boca.
—Tu poder si lo recordó todo, muchacho —respondió, revolviendo con suavidad mi cabello—. Llegaste aquí hecho un desastre. Tenías golpes, moretones y heridas abiertas por todos lados. Tu mirada estaba extraviada y parecías un ente vacío.
»Quise tratar tus heridas, y al principio creí que estabas en shock, ya que no respondías a mi voz. —Cerró los ojos y pude ver la preocupación en su rostro—. Tu gendar, él caminó hasta una mesa para escribir lo sucedido.
»Tú pudiste vencer a la bruja del mar y llegaste a honrar a los tuyos, y este, se encargó de protegerte y mantenerte con vida; no obstante, entendió que puede ser peligroso para ti, ya que tu vida corrió un gran riesgo, así que el mismo Infinis me pidió que lo bloqueara. Quiere que, aunque ya no estén juntos otra vez, tú tengas una vida normal y ordinaria y que un poder similar no vuelva a menos que sea necesario, por lo que me guió a que ningún descendiente tuyo en el futuro lo pueda usar, al menos que ocurra un gran peligro.
—Ya veo —dije con una gran tristeza—. En verdad me habría gustado tenerlo conmigo, ya que pude comprender que desea ser libre. ¿En verdad no hay otra forma de que pueda convivir con él, maestro?
—Tal vez no ahora, pero sí en un futuro, un heredero tuyo lo consiga, muchacho —me palmeó con cariño en la nuca. Fue como si estuviera en casa una vez más—. Hasta este momento, te tocará reflexionar en una forma de llegar a este para establecer una conexión que no implique más riesgo.
—Eso haré, maestro Hjuger.
—A partir de hoy, puedo ser Avalón para ti, Kuro. —Sonrió—. Eres bienvenido de quedarte aquí hasta que consigas construir tu propio hogar.
—Muchas gracias, maestro, es decir, señor Avalón Hjuger. —Lo abracé—. Quiero pedirle que me permita llamarlo de esa forma, ya que fue usted mi mentor, pero como mi padrino, es alguien al que le tengo un profundo cariño.
Y a partir de este momento, una nueva historia comenzó para mí.
Fin.
Una imagen más de la apariencia de nuestro joven protagonista.
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