4. Meck
"Se necesitan hechos para lograr un cambio"
Meck
—¡Son las jodidas tres de la tarde y aún no te levantas de dormir!
El gutural grito de su padre lo despertó, ocasionando que los latidos de su corazón fueran desenfrenados.
—Levántate a almorzar—ordenó—. Ahora.
Meck restregó sus ojos con somnolencia y asintió con la cabeza antes de que su padre cerrara con fuerza la puerta de su habitación.
El joven deslizó las manos por su liso cabello y deseó no haber despertado. Cada día que pasaba lo consideraba un desperdicio, aunque tampoco hacía nada para cambiarlo.
Salió de su cómoda cama y su madre le dio una mirada recriminatoria nada más pasarle por el lado.
—Te encanta que tu padre te regañe. Sabes que te tienes que despertar temprano y nunca lo haces.
—Tenía sueño.—murmuró su hijo antes de meterse al baño.
—Ah, ¿por qué será?—preguntó con sarcasmo su madre—. Todos los días te duermes a las cuatro de la mañana viendo Dios sabe qué en ese maldito móvil.
Meck cerró los ojos con fuerza mientras cepillaba sus dientes. Estaba harto de tantas reprimendas, pero, en el fondo, sabía que tenía parte de culpa.
—Ya eres mayor de edad, Meck. ¿No piensas hacer algo por tu vida? ¿Serás un bueno para nada?—continuó su madre, haciendo sonar la olla en la que preparaba el almuerzo.
La mención de su adultez siempre era algo que agobiaba a Meck. La verdad era que no tenía idea de lo que quería para su vida, y la mayoría del tiempo sentía vacío, puesto que consideraba que nada le provocaba especial felicidad como para luchar por ello. No como su mejor amigo: Izan. Él con sólo mencionar su sueño de ser astronauta era como si se le iluminara cada parte de su rostro.
El chico terminó de asearse y salió del baño, observando que su madre colocaba la comida en tres platos, y su padre tomaba asiento en la mesa, esperando por su comida. Meck ayudó a su madre con dos platos.
Ya en la mesa, los tres empezaron a almorzar con un notable ambiente tenso.
—¿Tú nunca aprenderás de Izan?—inquirió su padre con amargura.
—¿A qué te refieres?—preguntó Meck con el ceño fruncido, haciendo de lado el pescado que su madre había preparado.
—Se ve que ese muchacho tiene ganas de salir adelante, aún más con esta situación económica de mierda por la que atraviesa nuestro país. No se inscribió por los momentos en la universidad, pero su padre me contó que al menos sí lo hizo en un curso. Con eso no está perdiendo el tiempo—hizo una pausa para darle un trago a su agua y añadió:—. Pero tú no. Lo único que haces es dormir y estar pegado a tu móvil—bufó—. Es una perdida total de tiempo. ¿Qué te crees? ¿Piensas vivir toda la vida a costa de nuestro dinero?
Cada una de sus palabras se sintieron como cinco mil patadas en el estómago del joven. Amaba a Izan, pero odiaba que lo compararan con él.
—Vas a ir a la panadería donde trabaja tu hermano y le pedirás a su suegro un puesto dentro. Él es el dueño, así que no te dirá que no.
—P-pero...—tartamudeó, sintiendo que los nervios le recorrían cada parte de su cuerpo. Salir de su zona de confort siempre acababa muy mal, o así lo creía.
Se creía un inútil, y hacer las cosas mal frente a una variedad de personas siempre lo llevaban a la cima de un colapso. Para Meck, era mejor estar encerrado en su habitación sin miradas que juzgaban sobre él.
Buscó ayuda en su madre, pero ésta apartó la mirada de inmediato y se concentró en su comida.
—Estudias o trabajas. No hay de otra—habló con firmeza su progenitor—. Pero no te quedarás sin hacer nada. ¿Entendido?
Meck quiso abrir un hueco en la tierra y entrar en él, sin embargo, no rechistó y continuó con su almuerzo.
Algunas veces, alzaba su voz porque de lo contrario sentía que se ahogaba, pero siempre terminaba siendo inútil porque sus padres no veían más allá de sus cerradas opiniones. Las conversaciones siempre terminaban con un Meck que se limitaba a asentir con la cabeza, justo como lo había hecho en ese momento.
Ansiaba llevarle la contraria a sus padres, pero las pocas veces que lo hacía era sólo con palabras, y a veces se necesitaba más que eso.
Los hechos son importantes para los cambios en la vida, y Meck nunca veía cambios, porque la mayoría del tiempo olvidaba que se necesitaban hechos para lograr aquello.
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Palabras, hechos...
Hechos, palabras...
¿Qué opinan de eso? 👀 ¿Creen que se necesitan más que palabras para lograr algo? Hoy conocimos un poco más sobre Meck. Me es muy sencillo escribir sobre él. ¿Qué les pareció a ustedes el querido amigo de Izan?
¡Gracias por leer, votar o comentar! 💐👨🏽🚀
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