1. Izan
1. Izan
Un "no lo sé" que esconde determinación
Había transcurrido un mes desde aquella mañana de julio, en el cual se llevó a cabo su acto de graduación de la secundaria. Durante el mes de agosto, el sistema de la institución en la que cursó sus años de bachillerato le otorgó a todos los estudiantes la posibilidad de inscribir las carreras universitarias que fueran de su agrado, sin importar que estuvieran disponibles en otra ciudad.
Para Izan, aquel mes le generaba emoción y ansiedad a partes iguales. Él continuaba con el objetivo de estudiar una carrera para llegar a ser un astronauta; ingeniería astronáutica era la que más llamaba su atención, pero su familia ya empezaba a colocar demasiadas pegas. Cualquier otra carrera universitaria que estuviera disponible en su ciudad era la mejor idea para su futuro, decían. Ser veterinario, con la actual situación económica de su país, era el mejor camino, añadían.
Cinco opciones le concedían a cada estudiante, y él, sintiendo como por primera vez se defraudaba a sí mismo, había colocado de primera opción "medicina veterinaria" y de segunda opción, "ingeniería astronáutica", aún sabiendo que siempre serían seleccionados a la primera opción que colocaran, más si conservaban buenas calificaciones como él.
—¡Felicidades, hijo mío!—la sonrisa en el rostro de su madre era inmensa al ver los resultados de la página—. Ya estamos a septiembre. Debes estar al tanto de la fecha de inscripción para que no quedes por fuera.
Izan forzó una pequeña sonrisa que no logró llegar a sus ojos. Quería decirle a su madre que no se inscribiría. Quería decirle a su madre que no se veía estudiando cinco años algo que no despertaba ni media felicidad en él, sin embargo, no dijo nada. En su hogar no le enseñaron a expresar sus sentimientos y, por consecuencia, se le daba muy mal decir cómo se sentía sin que se le formara un nudo en la garganta antes.
—Pero...—intentó decir. «Pero yo no quiero ser veterinario, mamá»
A pesar de que a veces sentía de que Nolyar, su madre, no lo conocía lo suficiente, ese día no fue el caso. Ella reconoció la desilusión que dejó escapar su hijo tras su «pero».
—Izan, hijo—suspiró con pesadez, mirándolo a los ojos—. Sabes muy bien que ni tu padre ni yo tenemos una buena fuente de ingreso como para que vayas a la Capital a estudiar lo que quieres. Lo siento.
Era cierto que el dinero era demasiado justo en su familia y, con la pésima situación económica de su país, que causaba que el dinero se fuera más rápido que el agua entre las manos, veía imposible irse a la Capital, no obstante, odiaba que no insistieran en apoyarlo. Entre todos podían encontrar alguna estrategia y no darlo por perdido sin antes intentarlo. Venía pensando eso desde el mes anterior y siempre le provocaban unas fuertes ganas de llorar, justo como ahora.
Tragó saliva con dificultad y desvió la mirada hacia un punto cualquiera de su pequeña casa.
—Iré a la casa de Meck.—fue lo único que dijo antes de darle la espalda a su madre y salir de su casa. Siempre le permitían ir a la casa de su mejor amigo desde que eran unos pequeños niños.
Los rayos del Sol, tan resplandecientes como casi la mayoría del año, le dio la bienvenida nada más poner un pie en el asfalto de la carretera. Casi de inmediato, empezó a sentir las gotas de sudor bajar por su frente y perderse por su cuello. Odiaba las horribles temperaturas de aquella ciudad, además de climas tan variados y confusos que le provocaban cierto estrés. El invierno, su estación del año favorita, sólo lo disfrutó por última vez cuando tenía siete años, del resto los habitantes solían bromear con decir que la nieve se había olvidado de ellos.
Entre pensamientos sobre el clima y lo poco feliz que era viviendo en esa ciudad, llegó a la casa de su mejor amigo. Aunque tampoco era precisamente lejos. La casa de Meck quedaba a unas seis casas de la suya.
Al crear un silbido con sus labios para indicar que había alguien en la puerta, no duró mucho tiempo para que el padre de su mejor amigo lo recibiera con una sonrisa de cejas alzadas.
—¡Izan! Adelante, hijo—se hizo a un lado para que el chico pasara, aún con una sonrisa paternal en sus labios.
—¿Se encuentra Meck?
La pregunta causó que el mayor formara una expresión de disgusto.
—Claro que está, pero se encuentra durmiendo. ¡No hace absolutamente nada en esta casa!—se exasperó con indignación. A Gonn siempre le causaba molestia que su hijo fuera un "bueno para nada".
—Iré a despertarlo.—comentó Izan antes de subir una escalera de madera para poder llegar a la habitación de su mejor amigo.
Nada más entrar, rodó los ojos con diversión al ver a su amigo arropado hasta la nariz. Sin pena alguna, tomó la sábana y se la quitó de un tirón, logrando que Meck exclamara una molesta queja.
—Anda. Levántate.
—¿Qué hora es?—murmuró sin abrir los ojos.
—Las cuatro de la tarde.
—Mierda. Mi padre debe estar furioso.
Abrió los ojos y le dedicó una sonrisa de diversión a Izan, lo que provocó que este último volviera a rodar los ojos. Su mejor amigo ocultaba entre bromas o sonrisas de diversión lo mucho que le dolía las palabras hirientes de su padre.
—Estás en lo correcto.—asintió con la cabeza y se sentó en la orilla de la cama, mirando sus zapatos. Ya necesitaban una lavada.
—¿Qué haces aquí?—preguntó su mejor amigo, incorporándose en la cama.
—¿No puedo venir a visitarte?
—Por supuesto, pero es muy raro que vengas sin haberme avisado un día antes, pese a que sabes que puedes venir cuántas veces quieras. ¿Te sucede algo?
Izan esbozó una media sonrisa que denotó tristeza. Necesitaba hablar con su mejor amigo, o con All, su otro buen amigo, pero ese vivía mucho más lejos.
—Hoy dieron los resultados de las opciones que inscribimos en el sistema.
Vió por el rabillo del ojo como Meck abría los ojos como un mismísimo búho. Reprimió una risa. Seguramente no se acordaba de ello.
—¿Qué te salió?—preguntó, sentándose a mi lado.
—Medicina veterinaria.—dijo con desánimo. En sus visualizaciones antes de dormir, eso no terminaba de ese modo, sino exclamando con felicidad que iba a estudiar lo que lo llevaría a convertirse en astronauta.
—Mierda.—musitó su amigo.
—Sí, mierda.
La tristeza era palpable en Izan, su sueño de ser astronauta comenzaba a parecerle lejano. Meck posó una mano en su hombro y le proporcionó un amistoso apretón como muestra de apoyo.
—Tu familia seguramente está feliz, porque era lo que ellos querían, pero claramente tú no te acercas al término "felicidad"—hizo una pausa, y los nervios en Izan incrementaron, su amigo añadió esa tenebrosa pregunta:—. ¿Qué harás?
Tragó saliva con dificultad.
—No lo sé.
Mentira.
La respuesta estaba clara para él: No iba a estudiar lo que arrojó el sistema. No se visualizaba haciéndolo.
A pesar de todas las emociones grises por las que atravesaba ese día, la determinación que empezaba a florecer en él lo llevarían a hablar con sus padres.
Pero tenía que apresurarse, porque las inscripciones empezaban en dos semanas.
Y él era un genio en posponer las cosas, debido a su poca capacidad para expresarse frente a sus padres. Sin duda, ese sería un gran reto.
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¡Hola, lindos astronautas!
¿Qué tal les pareció el primer capítulo? ¿Qué tal les pareció Izan? ¿Y Meck?
¿Cómo creen que saldrá esa conversación con los padres? ¿Podrá hablar, si quiera? 👀
¡Gracias por leer, votar o comentar! 👨🏽🚀🚀
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