Travesía
"La noche siempre ha sido increíble, es el momento en el cual, por más de que hayas pasado cientos de veces por el mismo lugar, la noche lo convierte en un lugar distinto y desconocido"
Hace un par de años encontré tres planetas, tres de los más hermosos que pudiera imaginar, de aquellos que te maravillan de tan solo verlos a lo lejos, de esos que al aterrizar, sabes que puedes estar en total confianza y respirar tranquilamente de su aire sin temor alguno.
Eran tiempos confusos para mi cuando encontré al Planeta N. Un planeta pequeño, el cual en un inicio se notaba distante conmigo, aunque esa distancia duro poco menos de un mes, pues ambos nos agarramos demasiado cariño. El ambiente era muy agradable y acogedor, acompañado de grandes colinas de tierras blancas y pequeños montes dando un equilibrio perfecto al lugar y combinando de justa manera con largos arboles enredados que marcaban sus raices en la tierra.
Cuando el astronauta llegó al Planeta N, este contaba con otro planeta orbitando a su alrededor, un planeta amigo a no más de cien metros de distancia. Este era un suceso no tan común, que dejaba fascinado y encantado al astronauta. Ambos planetas eran muy atractivos a la vista, pero él poco a poco comenzó a sentir más interés por el planeta amigo. El astronauta pasaba los días, las noches, pensando en cómo sería estar en aquel lugar, tocar sus suelos, sentir su aire, recolectar datos.
El astronauta no queria quedarse con esa duda, pero por alguna razón, nunca lograba acercarse lo suficiente, parecía que aquel planeta no lo quería cerca, estaba rechazando su llegada. Intento por meses llegar a él, pero todo aquello que intentó le fue inútil. Si fuera por el astronauta, lo hubiera seguido intentando una y otra vez, las veces que sean necesarias, él no quiso entender desde antes que su lugar no era estar ahí. Lo entendió cuando vio que aquel Planeta al cual probo con todas sus fuerzas acercarse, se iba alejando cada vez más, atraido por el trazo de una estrella fugaz que paso cerca de ambos planetas.
N, al observar que el astronauta se encontraba triste por no haber podido llegar al Planeta amigo, en un intento de hacerlo sentir mejor, le hizo saber que siempre estaría para él, para ayudarlo y apoyarlo en lo que sea, después de todo, ya llevaban más un año conociendose, más de un año como planeta y astronauta.
El tiempo continuó avanzando y se llevo la aflicción del astronauta. En ese periodo reflexionó bastante, pues comprendió que sentia algo más que un gusto por el Planeta N, ya no quería ser un simple visitante en sus tierras, él quería quedarse ahí hasta su deceso.
Nuevamente la duda se hizo presente ¿Cómo saber si el Planeta N sentia lo mismo? Esa era la pregunta que cada noche chocaba con el caso del astronauta. No sabía cómo hacerle saber esos sentimientos sin que la situación se volviese rara e incomoda.
Él probo haciendo pequeños cambios, dando pistas sobre sus nuevas intenciones con el Planeta. Cada día iba mejorando tanto su traje, como su nave e incluso aprendiendo nuevas habilidades para impresionarlo, pero nada de eso le funcionó. Esto ya había pasado antes con el planeta amigo, asi que para no repetir el mismo error, le hizo saber sus sentimientos a N.
El planeta estaba conforme teniendo al astronauta en sus tierras y nada más que eso. Esto se lo hizo saber, no una, sino dos veces en las que el ahora frustrado visitante fue rechazado en sus distintas propuestas de coexistir. La segunda peor que la primera, pues el Planeta tuvo que lanzar duras rocas de palabras al astronauta para dejar en claro las cosas y que no malinterpretara nada. El herido astronauta recibio cada impacto sin moverse y en silencio acepto los nuevos términos para seguir viviendo en el Planeta N.
"La noche convirtió un lugar el cual conocía perfectamente a uno totalmente desconocido"
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