five ──── the great threat
────────────── CHAPTER FIVE,
THE GREAT THREAT ──────────────
❛ Si te quejas de que te traiciono, búscame enemigos a los que pueda odiar ❜
El fuego fue difícil de controlar, las grandes llamas seguían quemando todo en su camino y aunque los astrales trataron de utilizar sus recursos, hubo varias pérdidas, afectando a otros reinos.
En la noche, Acacia decidió ser una de las primeras en entrar al reino de Zoqri en representación de su padre que se había negado a querer ser parte de la investigación. Ella agarró el pomo de la puerta que dirigía al reino que tanto visitaba, en ese momento, se encontraba caliente, lo suficiente para quemarse en unos segundos.
Aun así, la princesa abrió la puerta, revelando su peor pesadilla.
Las casas que una vez fueron las más bellas, siendo adornadas por los escudos de su reino, ahora se encontraban completamente deshechas, reducidas a cenizas que se esparcieron por todo el aire que caían como si fuera nieve.
──── Quédense en el Templo ──── Acacia habló a los guerreros que la acompañaron en su camino ──── Seré la única que entre.
──── Pero princesa, no podemos dejarla ir sola ──── Mev habló, parándose a su lado con preocupación ──── Su padre no quiere que la dejemos con los acontecimientos que sucedió.
Acacia miró a su dama, sin cambiar su expresión ──── Es una orden. No estaré sola, ustedes me esperaran aquí ──── ella demandó, volviendo su mirada al reino ──── Solo tardaré un par de minutos.
──── Estaremos esperándola, aquí ──── asintió la mujer, sabiendo que no podría hacer que su princesa cambiará de opinión.
Acacia dio un paso adelante, entrando por completo al reino de Zoqri. Su cabello oscuro fue llenándose de pequeñas cenizas que seguían cayendo desde el cielo y pudo sentir como su respiración se volvió más pesada, sin poder dejar de sentir los horrores que ocurrieron esa noche.
Siguió caminando, sus pesadas botas creaban ruidos como crujidos al presionar la madera quemada y sus ojos intentaban adaptarse al espeso humo que seguía en el aire. Se detuvo cuando observó como algunas banderas con el escudo del reino seguían agitándose, tenían una parte quemada y la otra llena de sangre, haciendo que se preguntara qué más sucedió en ese lugar.
Bajo su mirada al suelo, cerrando sus ojos por unos segundos. El dolor empezó a hacer que su pecho se apretara, sintiendo la culpa nuevamente al no poder ayudarlos a escapar de ese lugar. Escuchó sus lamentos desde su reino, sus llantos y vio la gran destrucción, pero no fue por ellos, se quedó en su reino y ahora no entendía la razón de su decisión.
No sabía si era por qué los reyes de Zoqri no hicieron nada ante su advertencia o ella también fue una cobarde por no haber hablado con su padre sobre lo que vio.
La gran mansión de Zoqri apareció ante sus ojos, viéndose hermosa como siempre fue. Las paredes estaban llenas de cenizas y parte estaba quemada, casi derrumbándose. Aun así, abrió la puerta, viendo la gran destrucción en su interior.
Todos los cuadros, asientos, reliquias y estatuas estaban quemados, las cenizas seguían cayendo junto pedazos de papel que supuso que vendría de la gran biblioteca que los reyes tenían.
Acacia sintió como su corazón latía con fuerza, pensando que en algún momento se saldría de su cavidad. No pudo dar un paso más allá de la entrada cuando sus piernas temblorosas cedieron, dejándose caer al suelo. Escondió su rostro entre sus manos, sintiendo como las lágrimas empezaron a salir.
Los reyes astrales se dieron por vencidos. Ellos dejaron que los Neex arrasaran con su pueblo, los habitantes que confiaban en ellos y toda su creación, engañaron a Acacia con palabras de fuerza como si nada iba a suceder, pero se equivocaron.
Rendirse no existía en el vocabulario de Acacia, no sería como ellos en entregar su reino sin pelear por su bienestar.
La princesa iba a buscar cada astral que se unió a la masacre y haría que su sufrimiento fuera el doble, vengaría a cada uno de los habitantes de Zoqri y eliminaría a aquellos astrales que no dudaron en levantar sus armas en contra del rey astral.
Acacia subió su rostro, cambiando su expresión a una de firmeza, decidida en seguir sus pensamientos. Su cabello oscuro ondeo con el aire que entró a esa mansión, agitando el resto de cenizas y las cortinas quemadas. No iba a darse por vencida e iba a demostrarlos.
Si tenía que ponerse en contra del reino Neex lo haría. Amaba a Karsten como si fuera un hermano, pero si él siguió las órdenes de su padre, aun sabiendo lo que causaría, entonces desde ese momento se convertiría en su enemigo.
──── Buenas noches, reyes astrales. Espero que en el Jardín del Eterno puedas reencontrarte con tus hijos y puedas pedirle perdón a tu reino por haberles entregado sus muertes sin ningún pesar ──── ella susurró, perdiendo toda amabilidad en su voz. Parpadeó con lentitud, tomando una profunda respiración ──── Dejas a muchos astrales que te aman atrás... me dejaste a mí. Todavía no entiendo por qué lo hiciste, pero espero tener tu respuesta cuando me encuentre contigo en el Jardín del Eterno. Solo quiero que sepas que lucharé por tu reino, mataré a los astrales que traicionaron y haré que mi reino sienta orgullo de mí.
Acacia bajó las escaleras de la mansión sin aguantar más tiempo en ese lugar. Necesitaba llegar a un funeral esa misma noche y solo quería darles las buenas noches a los reyes astrales, una simple despedida personal para enterrar esos sentimientos abrumadores.
Mev suspiró al observar cómo su princesa se acercaba con pasos lentos. Su rostro estaba endurecido, frunciendo sus delgadas cejas oscuras y aquellos hermosos ojos rojos estaban llenos de ferocidad.
──── Estoy lista para ir al funeral ──── habló la astral, cerrando la puerta del reino Zoqri ──── ¿Todavía tienes la ofrenda?
──── Si, la llevo conmigo ──── asintió la dama, enseñando la pequeña bolsa que colgaba de su vestido ──── Antes de irnos, tengo que limpiar la ceniza, ¿tengo el permiso de hacerlo?
La princesa asintió, dejando que su mirada se perdiera en su atuendo. Por esa noche, portaba un largo vestido de color rojo que iba degradándose a un color más oscuro y tenía un corte largo, dejando expuesto su cuello y parte de su pecho se escondía estratégicamente con el mismo vestido. Su cabello oscuro iba suelto, solo portaba la reluciente corona dorada que caía por su frente, completamente diferente a la que utilizaba para otros eventos.
Su rostro parecía de porcelana con una sombra rojiza en sus párpados, reluciendo sus ojos al igual que sus labios, sus mejillas solo llevaban un poco de rubor. Mev se encargó de retocar su maquillaje, escondiendo esas ojeras pronunciadas por su falta de descanso.
──── Está preparada ──── asintió la mujer, poniéndose a su lado.
Acacia camino por el Templo en silencio, siendo resguardada por sus guerreros que iban formados en dos líneas adelante y dos líneas atrás. La única astral que iba a su lado era Mev, su dama no iba a dejarla ir sola en un encuentro con el resto de los primogénitos.
Estar en ese lugar era lo más difícil para Acacia. No podía pensar en la idea de tener que presenciar cómo los cuerpos de los reyes astrales, aquel hombre y mujer que la criaron durante tantos años iban a ser quemados.
El resto de los primogénitos sintió la presencia de Acacia, la única princesa que faltaba para iniciar su ritual. Ninguno habló, solo mantuvieron sus posiciones cuando los guerreros entraron, sus manos portando armas y dirigiéndose a su lugar.
Acacia apareció en unos segundos, levantando su mentón cuando los observó. Su vestido ondeaba ante cada paso al igual que su cabello. Su rostro no perdió la dureza, la misma que portaba su padre en cada evento y que era necesaria en un momento como ese.
La relación de los primogénitos se estaba quebrando desde ese momento, sin saber en quién podían confiar.
Los primogénitos crearon un círculo, observando los dos ataúdes que se encontraban en medio, cubiertos por el escudo del reino de Zoqri. El Templo fue abriéndose, sorprendiendo a los guerreros de lo que estaba sucediendo ya que nunca habían visto como ese lugar, el gran Templo que portaba sus historias, se podía modificar por sí solo.
Las paredes se reemplazaron por grandes rocas al igual que el techo fue abriéndose, mostrando el cielo oscuro y lleno de estrellas. Los dos ataúdes se elevaron en el aire cuando un gran fuego se encendió, alzándolos al mismo tiempo que los quemaba con lentitud.
Acacia fue la primera en acercarse a ese creciente fuego, pudiendo sentir el calor que emanaba, pero no llegaba a quemar. Extendió su mano a Mev, pidiéndole en silencio la ofrenda que trajo en nombre de su reino.
Un pequeño rubí fue puesto en la palma de su mano, brillando al reconocer su portadora. Aunque no llegaba a ser tan grande como el resto, llevaba un significado que esperaba que el reino de Zoqri pudiera apreciar.
Fue el primer regalo que el reino le dio a la princesa de Poxzia cuando salvó a los habitantes de los Duksol. Ese día, se enfrentó durante horas con esos astrales y no dejó que ningún Zoqri se interpusiera para evitar dañarlos. Mostró su firmeza en cumplir su palabra y cumplió su promesa de cuidar al reino de Zoqri como si fuera suyo.
Los habitantes buscaron durante meses esa piedra preciosa hasta que pudieron encontrarla. Ellos la limpiaron, pulieron y se la dieron a Acacia en su cumpleaños como agradecimiento por haberlos salvado cuando no era su deber.
Ahora era tiempo de devolverla a las manos que la encontraron, en una forma de pedir disculpas por su decisión que acabó con su reino. No se sentía digna de portarlo, no cuando rompió su promesa de tratarlos como si ella fuera su princesa.
Acacia subió su mirada a los ataúdes, dejando escapar una lágrima que rodó por su mejilla pálida. Pasó el rubí entre sus dedos hasta que decidió tirarlo al fuego, haciendo que las llamas se alzaran y se oscurecieran, quemando esa gema como una ofrenda.
──── Espero que sus almas encuentren la paz que tanto necesitan ──── susurró Acacia. haciendo una reverencia ──── Perdón por fallarles.
Acacia giró, volviendo a su puesto junto a sus guerreros que se movieron detrás. Posó sus manos en su espalda y alzó su mentón, sin cambiar su expresión. No estaba lista para demostrar su interior, mostrar cómo estaba derrumbándose ante el peso de la culpabilidad y dolor al perder a los dos astrales más importantes en su vida.
Uno por uno, los primogénitos cedieron ofrendas a los reyes astrales que tuvieron un valor significativo. Desde su posición, la princesa pudo ver cómo entregaban armas, joyerías, vestuarios y hasta cartas que alguna vez fueron un objeto importante en sus vidas.
Desde ese día, donde todo el reino de Zoqri fue quemado, sin ningún habitante en vida, la relación del planeta astral se rompió. Ya no serían doce reinos que gobernarían un planeta puro y nuevo, ahora perdieron a uno de los más importantes y se convirtieron en once, un número que no era bienvenido en ese lugar.
Acacia mantuvo su mirada puesta en los ataúdes, viendo cómo iban quemándose ante el intenso fuego que iba creciendo con cada ofrenda. No había palabras en ese momento, nunca pensaron que iba a llegar ese momento donde perderían una figura importante en sus vidas.
Ellos perdieron al hombre que les cedería sus coronaciones, que entrenó cada día desde sus nacimientos y que les brindó su sabiduría. ¿Cómo podrían seguir adelante sin volver a ver el rostro de ese astral?
Calista fue la última en ofrecer su ofrenda, una pequeña daga que le ayudó a fortalecer sus habilidades. Cuando todos eran pequeños astrales, su primera lección fue portar un arma, sentirse familiarizado con el peso y poder manejarla con facilidad, pero para Calista fue un gran problema, sus brazos eran delgados que apenas podía levantarla así que el rey le ayudó, creando con sus propias manos esa daga y le enseñó, día tras día hasta que pudo manejar una espada tan bien como el resto.
Ahora estaba devolviéndole ese recordatorio, un agradecimiento por haberla ayudado a ser una mejor astral para su reino.
Calista tiró la daga, rozando sus dedos en el filo mientras susurraba unas palabras. El fuego siguió creciendo, haciendo que los primogénitos sintieran el calor que emanaba ante la intensidad. Grandes lenguas de fuego se movieron alrededor, imitando el movimiento de las serpientes hasta que envolvieron los ataúdes.
El creciente fuego se hizo más intenso, llegando hasta el cielo oscuro y fue cuando los primogénitos supieron que algo no iba bien. Las llamas bajaron, esparciéndose por todo el espacio, quemando las grandes rocas y recorriendo el suelo. Todo estaba en llamas, haciendo que los guerreros se protegieran con los escudos cuando las rocas temblaron al caer cuando el mismo fuego las golpeó.
Acacia frunció sus cejas, sin entender qué estaba sucediendo. El fuego debía de apagarse ante la última ofrenda, pero algo no estaba bien, parecía como si el reino de Zoqri no aceptó sus ofrendas y ahora estaban castigándolos.
──── ¿Qué está ocurriendo? ──── murmuró Koren, dando un paso hacia atrás.
Las llamas estaban descontroladas, moviéndose por todo el espacio como si tuviera vida propia, creando desastres con las grandes rocas y quemando el suelo. El calor estaba sofocando a los primogénitos, haciendo que sus respiraciones fueran más difíciles.
──── Quédense atrás ──── ordenó la princesa con voz dura.
Una lengua de llama estaba acercándose a la princesa, arrastrándose por todo el suelo como si se tratara de un animal. Ella sacó su espada, dejando que el filo se extendiera y la hizo girar en sus manos cuando el fuego saltó hacia ella, queriendo quemarla. El filo cortó en dos las llamas, cayendo al suelo ante la acción de la astral.
El sudor empezó a acumularse en la frente de la princesa, sintiendo el calor que emanaba ese creciente fuego. Seguía atacando a los primogénitos sin ninguna razón, aunque los guerreros intervinieron, el fuego seguía ahí, presionándolos.
──── ¡Cúbranse! ──── gritó Giles desde su posición.
Los astrales seguían deteniendo el fuego que quería llegar a ellos, utilizando sus armas para poder apagarlo cuando Acacia sintió un par de brazos que la rodearon. Un escudo se puso encima de su cabeza, cubriéndola cuando el fuego cayó desde el cielo como si fuera lluvia.
Ella siseó una maldición cuando sintió cómo cayó en su brazo, quemándola. Karsten pegó más su cuerpo, intentando protegerla hasta que el incesante fuego se apagó, dejando todo en calma.
El silencio fue lo único que dominó en ese espacio junto a las respiraciones de los astrales que seguían ahí. Karsten observó a Acacia, su mirada recorrió su cuerpo en busca de alguna herida, pero todo estaba bien.
Los dos se levantaron del suelo, viendo como las cenizas estaban cayendo del cielo. Acacia apretó sus labios al saber que era lo mismo a como estaba en el reino Zoqri en ese momento. Los primogénitos se observaron entre sí, sorprendidos de lo que acababa de suceder.
El Templo estaba quemado. Sus grandes rocas estaban esparcidas y el suelo estaba quemado, formando el escudo del reino de Zoqri. Los ataúdes ya no estaban, ahora eran parte de esa ceniza que estaba cayendo sobre sus cabezas.
Eso no significaba nada bueno.
El ritual no había sido completado como era debido. El reino de Zoqri no aceptó sus ofrendas, en cambio, los atacaron tal como ellos debieron de sufrir por las decisiones del rey de Neex y se lo acababan de demostrar. Les dieron una señal de que algo malo estaba a punto de suceder.
Acacia observó al resto de primogénitos, compartiendo el mismo pensamiento. Algo más estaba iniciando, un peligro que alguna vez fue dicho al rey astral y ahora, ellos lo sabían.
La astral fue la primera en dar un paso atrás, alejándose del agarre de Karsten que la observaba con preocupación. El escudo estaba completamente quemado, apenas pudo protegerlos o hubieran tenido graves quemaduras. El fuego no perdonó a ninguno, ocasionando un gran desastre en tan solo pocos minutos.
──── Debemos volver para hablar sobre esto ──── murmuró Naia a sus guerreros en voz baja.
Acacia dio la vuelta, haciendo que sus guerreros se pusieran a su alrededor. creando un círculo. Mev se puso a su lado, mirándola con preocupación ante lo ocurrido. Ante lo sucedido, no podían dejarla sola, no cuando una amenaza estaba tan cerca de la princesa.
Ese suceso solo demostró el peligro que se encontraba el planeta astral.
──── Acacia ──── la llamaron con suavidad.
Ella no giró, solo observó a Karsten por encima de su hombro, conectando su mirada con el astral que había demostrado ser su mejor amigo desde que eran pequeños. La preocupación estaba ahí, resplandeciendo como nunca la había observado y se preguntó qué le preocupaba.
¿Era ella, era Acacia o era que descubriera el secreto de que su padre fue el que creó ese desastre?
Las preguntas empezaron a invadir su mente, cuestionándose si todos los primogénitos se unirían a Neex, si la traición correría por sus venas o pelearían por el hombre que los ayudó a ser los mejores astrales.
Sabía que Karsten estaría del lado de su padre sin dudarlo, pudo comprobarlo la noche que apareció en su reino para detenerla y llevó a Myles, por lo cual también aceptó ser parte de esa traición. Ya eran dos astrales que estaban en su lista y por alguna razón, sabía que Naia también estaría ahí. Siempre seguiría a su pareja sin importar si era correcta o no.
Acacia sintió como su pecho se apretó, conteniendo las lágrimas en sus ojos al reconocer la verdad. Su mejor amigo iba a estar en contra de sus creencias y eso lo convertía en su enemigo desde ese momento, solo esperaba que Calista eligiera bien porque no estaba dispuesta a perdonarlos, no quitarían su culpabilidad con unas cuantas palabras o gestos.
La princesa de Poxzia estaba dispuesta a encontrar las pruebas suficientes y cuando las tuviera, todos los astrales van a arrastrarse por el suelo para obtener su perdón.
Ella no dijo ni una sola palabra, solo siguió su camino. Las armas de los guerreros golpearon el suelo, emitiendo una advertencia que no se acercaran. Era momento de enfrentarse a los otros reinos, descubrir quienes eran aliados y los que eran traidores, iban a sufrir las consecuencias.
No tolerará a ningún astral ni habrá perdón. Acacia iba a levantar su espada a cualquiera que estuviera involucrado y acabaría con ellos, sin ningún remordimiento.
──── Iremos al reino de Poxzia ──── avisó la princesa, caminando por el pasillo ──── Avisen a mi padre que necesito una reunión con él. Lo que acaba de suceder no es algo bueno, el reino de Zoqri nos acaba de decir que el planeta astral entrará en guerra así que debemos estar preparados.
──── ¿Contra quién será la guerra? ──── Mev cuestionó, frunciendo sus cejas ──── ¿Con los primogénitos?
──── Mañana sabremos quienes serán nuestros enemigos cuando coronen a un nuevo rey astral. Mañana determinará nuestro futuro ──── comentó con firmeza, apretando sus manos en puños ──── Puedo asegurarte que el reino de Neex serán nuestros enemigos por lo cual no se permite entrada a ningún habitante de ese reino, eso incluye a su príncipe.
cambie por completo este capítulo ya que la segunda vez que lo leí, la escena no me convenció así que decidí escribirla nuevamente.
también quería decirles que aproveche uno de los apartados que quedo libre por si se confunden con los comentarios, antes era de mis gráficos pero los borré pero lo guarde para no perder los votos xd
así que espero que les guste este nuevo capítulo, cuéntenme que le agregaría y quienes le parecen que estarán en diferentes bandos!
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