53. Esto no es una competencia

Para que no se pierdan nada, de nuevo NO OLVIDAR que el capítulo termina con la nota de autora ♥

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53. Esto no es una competencia

IVANNA

Tercer Cosmopolitan en menos de una hora. De todos modos, hace días que no bebía alguno y aún es temprano para Whiskys. Además, sin compañía y sobria, Cashba es aburrido.

La cacería durante la última reunión también lo fue. Sin Luca metiendo la pata frente a los clientes, equivocándose para, a última hora, arreglarlo, todo lo es.

Cuando menos en el trabajo.

La temporada que Angela fue mi asistente, se la pasaba intercambiando mensajes con su novio o quejándose de mí con Grisel y el resto del personal. Contribuyó, en gran parte, con mi fama de «perra» y se lo facilité. Prefiero que me odien sinceramente a que me amen falsamente.

No soy su amiga; soy su jefa.

—En definitiva sería mejor director que ese holgazán —dice Pipo, al llegar a la mesa. Distraída en mis pensamientos, no lo vi entrar.

Llama con un gesto de su mano al mesero para pedir algo de beber.

—Para mí un Whisky —digo. Ya no voy a fingir que prefiero los Cosmopolitan—. ¿No consiguen ponerse de acuerdo? —agrego, volviendo al tema del grupo de teatro.

—No. ¿A ti cómo te fue con Giacomo? —Mi cara debe reflejar duda—. Si alquiló el yate, ¿no? —insiste en cambiar la conversación Pipo. «¿No íbamos a platicar sobre su grupo de teatro?»—. Anoche —me recuerda y me siento más erguida—. Si pasaste la noche con Giacomo, ¿no?

Desvío mi mirada hacia el resto de mesas.

—¿No? —repite y levanto con distinción mi barbilla.

«Espero que el mesero se de prisa».

—¿Estuviste con Luca? —Pipo por ningún motivo lo dejará pasar.

—Hoy se reúne con Rodwell —aclaro—. Necesitaba afianzar que lo tengo de mi lado.

—Te venera. ¿Qué más de tu lado lo quieres?

—Rodwell todavía puede intentar manipularlo. Ahora sale con la madre.

—¿Por lo menos le llamaste a Giacomo para cancelar?

—Sí. Había tráfico. Tuve tiempo.

—Iba a alquilar un yate para pasar la madrugada contigo en el lago de Ontiva.

Vuelvo a alzar mi barbilla con honor. «Es que él no vio las fotos de Luca en el jacuzzi».

La forma en la que Pipo me escudriña me enfada.

—¿Qué?

—Admítelo.

—¿Qué cosa?

¿Qué me gustan los jacuzzis y los calzoncillos? Sí.

—Te gusta estar con el chico. Es un amor. No pasa nada.

Muevo mi cabello hacia un lado.

—Cuando yo ya iba a ver las películas de James Bond a él todavía lo llevaban a ver Toy Story.

—Ivanna.

—Pipo —devuelvo.

—Te hace hablar francés en la cama.

—Y alemán, mandarín y posiblemente hasta inventar un nuevo idioma. ¿Y eso qué? Sexo es sexo.

—Eso que ni qué.

—Y Marinaro tiene razón —agrego.

—¿En qué?

—Lo pueden usar para manipularme. De modo que no debo permitir que lo que tengo con él se vuelva contra mí... otra vez.

Pipo recibe en silencio su Whisky y me mira jugar con el hielo del mío.

—No soy débil... manipulable... No soy un alfil, soy la reina —le recuerdo—. No soy tan tonta como Paris para cegarme con Helena y llevarla a mi fortaleza para que me ataquen.

—De acuerdo, de novela de Danielle Steel pasamos a Homero —dice Pipo.

—Rodwell dijo estar jugando a Troya y en una de mis teorías Luca es Helena.

—Cosita preciosa. Pero, ¿tan fácil anticipó que te volverías loca por el chico? En caso lo estuvieras —aclara rápido... para su fortuna.

—Marinaro también lo dijo —digo—: es novedad... morbo. Solo lo tengo que alejar y volver a ignorar para que pase.

—¿Y eso será cuándo?

—Conseguí la cuenta Solatano & Delvecchio y estoy a una llamada de tener Dattel. Seguiré en primer lugar la otra semana. Además, hoy Luca iba a despistar a Rodwell con lo de Club Imperial. Lo que él iba a usar en mi contra.

—¿Siempre sí fuiste a Club Imperial?

—De ahí vengo. Mientras platicaba con Galiel y Haman recibí una llamada de Marinaro y fingí que se trataba de un cliente importante. Ellos se lo dirán a Rodwell y él invertirá el resto de la semana es averiguar de quien se trata. Le cambiamos la jugada.

—Todo esto es extraño —dice Pipo, cansado de escuchar tanto enredo.

—Sí —admito.

—¿Y Luca ya saldría de la reunión con Rodwell?

Miro la hora en mi teléfono.

—No lo sé. No me ha llamado... Le enviaré un mensaje.

¿Qué tal salió todo?

—Mientras, aprovecha para esta vez si ir con Giacomo —propone Pipo.

—O con Marinaro —digo, viendo más allá de Pipo a quien entró al bar. Pipo de igual forma se gira con disimulo.

«Isabella».

La mujer con una mascada sobre la cabeza no me quita los ojos de encima a medida que hace su camino hasta nuestra mesa. Como ya es costumbre, una enfermera y una anciana la custodian.

—Debió seguirme digo —digo a Pipo—. La otra noche me escribió para insultarme y también me envió una canción de Adele.

—Válgame Dios —dice Pipo—. Pero no la bloqueas.

—No —me pongo de pie para recibirla—. Ni lo haré.

Insistiendo en mantener mi barbilla alzada, aliso mi falda y, de brazos cruzados, me instalo delante de la mesa para recibir a Isabella.

Ni siquiera es la sombra de la mujer elegante que alguna vez fue.

—El martes se vieron otra vez —me reclama. Tiembla debido al enojo.

—Sí.

—¡Eres una cínica! —Va a empujarme. Por lo pronto, como es ya también su costumbre, atrajo la atención de todos.

—No tiene vergüenza —le secunda la madre.

La enfermera, por otra parte, intenta mediar:

—Deberíamos marcharnos, señora.

—Dime algo, Isabella —digo yo, harta—. ¿Sí te has dado cuenta de que soy una de las pocas personas que aún te tratan con dignidad?

—¿Estás de broma? —Isabella empuja a la enfermera para que no le impida acercarse.

—Tú no sabes el significado de esa palabra —agrega la madre con odio.

—¿Quieres que por lástima a ti no me acueste con Marinaro? —continuo—. Ni lo busque... Ni lo llame... Oh, es cierto —Busco en mi teléfono mi última conversación con él y se la muestro—. No soy yo la que le pide citarnos.

Isabella llora al ver el teléfono.

Las personas que ocupan las mesas a nuestro alrededor del mismo modo han escuchado todo y me miran con odio.

—No te ama —continuo, sin importarme—. Le aburre estar contigo... Ya ni siquiera duerme en tu cama.

—¡Perra! —me ladra la madre, pero Isabella la detiene cuando salta hacia mí con la intención de abofetearme.

De todas formas no iba a dejarme y lo saben.

—¿Prefieres que pase todo el día junto a ti por obligación? —sigo—. ¿Qué te ame porque lo obliga un contrato? Sé honesta contigo misma, Isabella. Yo soy una perra y lo acepto. Pero tú te obligas a ser nuestra víctima y eso solo te enferma más.

»No te ama —insisto—. Y yo no te voy a tener lástima. No más de la que tú ya te tienes.

—Él me amaba —dice, molesta... enferma. Apenas hay luz en sus ojos celestes—. Era diferente conmigo antes de que enfermara. Antes de conocerte. Quisiera ver qué harías si te pasa lo mismo.

—No obligarlo a quedarse a mi lado y esa es la diferencia entre tú y yo... Yo iba a casarme. Él me engañó, me apostó... y vendí el anillo de compromiso que me dio para enganchar un Maserati. No soy su víctima. Ya no. Porque eso no lo decide él.

»Solo eres responsable de ti. Suéltalo. No te pertenece pero tú si a él.

La mirada baja de Isabella no me dice nada. La madre y la enfermera al igual que ella callan. Fui brutalmente honesta... despiadadamente honesta... y lo volvería a hacer.

Nadie nunca ha hecho las cosas fáciles para mí. Me han hecho una mujer de guerra. Soy la villana en su historia y ella un personaje secundario en la mía. Si ha vivido los últimos meses sin dignidad, por lo menos debería morir con ella.

Sin más para decir ella o alguna de sus acompañantes, las veo marcharse.


—Ojalá se recupere —dice Pipo al volver a mi asiento.

—No lo hará. La desahuciaron.

Mi amigo se inclina hacia delante debido a la sorpresa.

—¿Y cuántos años tiene?

—Treinta y dos —digo, apresurándome a dar otro trago a mi Whisky.

—¡¿Treinta y dos?!

—Sí. Y pasó siete detrás de un hombre que hace tres la dejó de querer... Pero la que le arruinó la vida soy yo... y él. Ambos.


—Siete de la noche y Luca aún no contesta —digo molesta a Pipo, ahora los dos caminando por el estacionamiento del bar—. No puede seguir con Rodwell. A esta hora ya cerraron Doble R.

Y dudo que se marcharse a algún bar con Rodwell.

—Ya te contará. Tal vez ya está en el apartamento.

—No. Yo tengo que avisar que llegará para que le autoricen la entrada.

—Tal vez salió otra vez con sus amigos.

—Tal vez. Pero no me contesta el mensaje.

—No quiere contestar.

Miro con enfado a Pipo hasta que recuerdo...

—Fue a casa de su mamá —siento que el alma me regresa al cuerpo—. Iban a hablar.

—Ahí está.

—¿Tres horas? —vuelvo a sentir el enojo elevarse.

—Es su mamá. Tú pasas días completos con Babette. Aprovecha y ve con Giacomo —insiste Pipo en aconsejar—. De nuevo puede intentar alquilar un yate. ¡Ya sé, que se lo alquile a Marinaro! —ríe.

Niego con la cabeza.

—No. Voy a estar pensando en Luca.

Los ojos de Pipo parecen saltar de su cara.

—En lo que posiblemente habló con Rodwell. En Doble R como tal. Porque de eso puede que dependa que gane la vicepresidencia —aclaro—. Lo voy a llamar —decido, volviendo a sacar mi teléfono.

«Por favor deje su nombre y un mensaje».

Aprieto con enfado el aparato en mi mano. ¡¿Apagó el teléfono?!

—Todavía está hablando con su mamá —dice Pipo—. O de plano si salió con Alex y Roy.

—¿Sin avisarme? —Me cruzo de brazos.

Pipo arquea una ceja.

—¿Te tiene que avisar?

Agito el teléfono en mi mano.

—¡Sí!

Soy su jefa.

¡Su jefa!

—Podríamos pasar por su casa —propone Pipo y eso me pone alerta.

«Espiar a Luca».

Otra vez de brazos cruzados, camino de un lado a otro; pensando.

—Bien —miro del Sedan color negro de Pipo a mi Maserati—. Pero en tu coche. En caso hubiese moros en la costa, no quiero que alguien reconozca el Maserati.

—O tus ganas de verlo con urgencia —musita Pipo, de igual forma mirando el Sedan.

—¿Qué? —mascullo. 

—Que nada. Entremos... Entremos...


La calle en la que vive Luca se halla en silencio. Además de una mujer que parece preferir salir a trotar de noche, no hay más para escudriñar.

Pipo aparca el Sedan color negro a dos casas de la de Luca, cuya entrada está ocupada por un horrible Volkswagen Beetle rosa.

—¿Quién maneja esa cosa? —mascullo—. ¿Una botarga de Hello Kitty?

Pipo acomoda sobre su regazo la comida que compramos en el camino. Supone que, en caso Luca aún no conteste, tendremos que esperar.

Si es que Luca se encuentra aquí.

«Más. Le. Vale. Que. Esté. Aquí».

No sé si la bicicleta junto al Beetle es suya.

—No está tan feo —opina Pipo respecto al Beetle.

—Parece publicidad de Pepto Bismol. Oportuno porque causa nauseas.

—Tú lo dices porque odias el rosa.

—Acelera y embístelo —ordeno.

—Ivanna...


Pipo come nachos con queso en lo que yo escucho la radio. El programa de Joel Borat, cuya temática consiste en que la gente más patética de Ontiva llame para contar sus penas de amor, acaba de comenzar.

Sí, mi novia me dejó por su profesor... —dice el chico en la línea.

—Pastelito —dice Pipo a la vez que me ofrece más nachos que hago bien en rechazar. No son carbohidratos pero siento bilis en la garganta.

Por lo que atañe a Luca, luego de una hora, por fin vemos movimiento.

—Alguien está abriendo la puerta principal —dice Pipo y rápido nos encogemos en nuestros respectivos asientos.

—Clarissa —digo al reconocer a la chica de cabellera negra.

La niña camina con sigilo en dirección a la calle sin dejar de ver hacia su izquierda. Por fortuna el lado opuesto al que nos encontramos nosotros.

Pronto vemos dos luces parpadear.

—¿Es una señal? —dice Pipo.

—Eso creo.

Clarissa levanta su brazo como indicador de que deben aproximarse.

«¿Qué rayos...?»

En todo caso un Toyota Agya color verde limón se estaciona detrás del Beetle.

¿Acaso la gente no valora lo hermoso que es el color rojo?

Al respecto, dos personas bajan pronto del Toyota.

—¡Alex y Roy! —avisa Pipo y nos encogemos aún más en nuestros asientos.

—¿Por qué traen lazos, pasamontañas, guantes descartables, cinta adhesiva, palas, bolsas y un recipiente negro con el símbolo de una calavera?

—No sé pero Clarissa les quitó los lazos y ahora los golpea con eso.

«¿Qué mier...?

—¡Alguien más está saliendo de la casa! —se apresura a decir Pipo y rápido me vuelvo a ver.

Se trata de una chica rubia vestida de pies a cabeza de color rosa.

Y llora.

Pero ESO no es lo más importa. Luca... la está siguiendo.

—¿Quién es? —inquiere Pipo al mismo tiempo que, sin importarme nada, me siento recta en mi asiento.

Alex y Roy corren de regreso al Toyota Agya al advertir la presencia de la chica. Clarissa solo pone distancia.

—¿Dónde he visto esa cara? —dice Pipo... olvidándolo. Pero no importa, los músculos en mi cara ya saltan—. ¿Dónde? ¿Dónde...? ¡Ah, ya! ¡Instagram!

Se apresura a buscar en su teléfono.

—La stalkeamos. Es... Es... —mira de mí al aparato. Sin embargo, calla al darse cuenta de que yo ya lo sé.

Ya lo sé.

Llevo mi mano a la manija de la puerta.

—Ivanna, no —dice Pipo. Pero yo solo puedo ver a Luca pareciendo pedir a la chica que no se marche.

Ella... no deja de llorar y él la consuela.

Luca tiene sujeto su teléfono en una mano. Este parece tener la batería fuera.

«Entonces por eso no contesta».

—Debe estar terminando con ella —dice Pipo—. «Lo siento, Pru, pero ahora estoy con mi sensual y espectacular jefa».

—Prudencia —mascullo, molesta—. Su nombre es Prudencia.

De pie los dos junto a Beetle, Luca abraza a la chica para que deje de llorar.

Giro la manija en la puerta.

—Ivanna...

—No la está terminando, Pipo —amenazo. Mi mandíbula tiembla.

—Sí... Sí... Oh, espera.

Los dos respingamos al percatarnos de que ahora Luca sujeta de la barbilla a la chica. La sujeta tiernamente.

Ella parece dejar de llorar.

Sobre todo cuando él está a punto de besarla.

Esta vez si abro la puerta.

—¡IVANNA!

Pipo salta en el asiento del piloto, pero yo ya tengo un tacón afuera.

—Ivanna Lorraine Rojo Pinaud —amenaza mi amigo—. Si pones otro pie afuera perderás el glamour además de tu dignidad.

—No soy yo la que está llorando —le hago ver.

—Pero deja que lo resuelvan ellos solos.

La boca de Luca se acerca cada vez más a la chica.

—Sobre mi cadáver.

—¡Ivanna! ¡Acabas de aconsejarle a Isabella no entrar en competencia!

Doy una última mirada a Pipo antes de salir.

—¿Y quién te dijo que esto es una competencia?

Cierro de golpe la puerta una vez me hallo afuera.

Clarissa abre mucho sus ojos y se para recta al verme.

Alex y Roy, además de encerrarse en el coche, se apresuran a subir sus ventanas y achicarse en sus respectivos asientos.

Sin inmutarme, manteniendo un tacón delante del otro, camino directo hacia Luca y Prudencia.

El sonido de mis tacones de aguja rompe el silencio de la noche.

De los dos, Prudencia es la primera en advertir que «algo pasa». Deja en el aire uno de sus sollozos y, alerta, ladea hacia un lado su cabeza para darme su atención.

Estrecha sus ojos en mi dirección. «Así que me reconoces». Aun así, para no perder el interés de Luca, rápido regresa a su papel de María Magdalena.

Luca es el siguiente en pararse más erguido.

Pronto sus hombros saltan al mismo ritmo que mis tacones resuenan sobre el cemento.

Me da la espalda, de modo que enseguida se empieza a girar.

Lo hace lentamente.

«Sí, ya llegó tu jefa».

Pero, al advertir de quien se trata, traga saliva y deja caer las dos partes de su teléfono.

Ahora tanto la batería como el resto del aparato están en el suelo.  

—Buenas noches —saludo, para comenzar. 




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DIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS, ¿IMPRESIONES? xD

Por otro lado, mi gente, para quienes están al tanto, la semana pasada El asistente fue victima de un bug informático y por fortuna, gracias a Soporte de Wattpad, se resolvió; pero en el acto la novela perdió 15k votos :c Si no has votado o checas y tus votos se borraron (en caso te esté gustando la novela c: ), te estaré eternamente agradecida de volver a dejarlos ♥

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