5. Nuevos apodos para Ivanna
Capítulo dedicado a ivanadg16. ¡Gracias por comentar!
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5. Nuevos apodos para Ivanna
Aquí no pasa el transporte público, debo pagar un taxi y ése es un gasto que no tenía planificado. Y por si fuera poco, por no tener membresía, no se me permite autorizar la entrada a otros, de modo que me toca caminar cuesta abajo hasta la carretera principal. Y ya es tarde. Son casi las once de la mañana. Perdí varias horas «durmiendo».
En el taxi reviso la agenda de Ivanna y para mi disgusto la información más relevante que encuentro para hoy es una cita con su pedicurista, el jueves visitará al dentista y el lunes debe renovar su pasaporte. Desmotivado, dejo caer mis hombros. Me entregó su agenda personal, no la de trabajo.
No quiere que sepa a dónde va, qué hace, qué es lo que habla, por eso me envió a «entretener» a los gemelos mientras ella trataba con Ricordel. Es celosa de sus contactos ya la entiendo, pero averiguar eso es mi trabajo. Eso me pidió hacer el señor Rodwell.
De acuerdo a la información que me dio Alex, en la cúpula social de Ontiva llaman «Plasticola» al dueño del Café Bar Cashba, lugar situado en la zona viva de la ciudad. Sé que no pasa de los treinta, estudio Economía y está por abrir una sucursal de su negocio, y ése debe ser el motivo por el que Ivanna quiere reunirse con él.
Llego a Cashba a mediodía, doy un vistazo rápido, busco pero no veo por ningún lado a Ivanna. Preocupado, pregunto en recepción y me informan que aún no llega. «Entonces sí vendrá». No tengo más opción que esperarla.
Busco una mesa y me siento; y aunque los meseros me miran con molestia porque pasa el tiempo y no pido nada, no me muevo, sigo haciendo tiempo. No puedo pagar nada en un lugar así. Ya me siento preocupado porque con lo del taxi desajusté mi presupuesto. No más.
Por eso, haciendo la vergüenza a un lado, a la hora de la comida me encierro unos minutos en el baño y saco de mi bandolera lo que preparó mi mamá. No es buena idea comer aquí, ¡por Dios, es un baño!; pero tengo hambre y no tengo idea de a qué hora vendrá Ivanna, o si cuando eso suceda tendré tiempo para comer.
Cuando termino lavo mi boca en el lavamanos y regreso a la mesa a continuar esperando.
Ivanna llega al Café Bar a las cinco y entra con actitud grácil. En total la esperé seis horas. De cualquier modo, si le sorprende verme no lo demuestra.
Me pongo de pie.
—Ivanna —saludo, serio; con la barbilla levantada, demostrando dignidad.
—Luca —saluda ella de regreso, ocupando la silla frente a mí. La miro buscar dentro de su bolso y, mientras, me vuelvo a sentar sin bajar un milímetro mi barbilla.
Pero eso cambia cuando la veo sacar de su bolso una hoja de pegatinas con forma de estrellitas; rasga una por la mitad, le quita el adhesivo y, sin importarle que nos miren, la coloca en mi frente.
—¿Por venir? —pregunto tratando de mantener un tono «amable».
—Aunque tarde —aclara, en caso haya duda de porque solo me gané la mitad de una estrella—. Pero al final de cuentas lo que importa es que estás aquí, ¿no? —resta importancia con aparente desinterés, burlona y llama con un gesto de su mano al mesero.
Dejo ir una disculpa que no llega, un «Luca, perdón por abandonarte en el club», pero no pasa ni pasará. Ella lo deja aún más claro cuando, luego de guardar las pegatinas, saca frente a mí su agenda, su verdadera agenda, la de trabajo, y la coloca sobre la mesa. Después pide al mesero un Cosmopolitan.
—¿Tú qué pedirás? —pregunta.
—Estoy bien.
Quiero comentar algo, lo que sea referente a lo sucedido en el club, hacerle ver que no puede... ¡No puede tratarme de esa manera!, pero está entretenida con su agenda. La veo deslizar de un lado a otro el bolígrafo con coquetería, anotando; y voy a hablar, juro que voy a hablar, hasta abro mi boca; sin embargo, sentir vibrar mi móvil me detiene.
Lo alcanzo. Es un mensaje de Alex. Un vídeo que incluye el texto «URGENTE». Me acomodo de mejor manera en mi silla. ¿Averiguó algo más sobre Plasticola? ¿Sobre Ivanna? Y es por eso que, preocupado, pasando por alto colocarme los auriculares, me apresuro a abrir el vídeo y...
Gemidos.
Todo el Café Bar se llena de gemidos.
Asustado, dejo caer mi móvil y con eso solo consigo que el infierno continúe.
Gente sentada en otras mesas nos voltea a ver con duda, la mitad estupefacta, la mitad soltando risas.
Esta es una broma habitual entre Alex y yo, le hice lo mismo para el bautizo de su sobrino: le envié un vídeo de Motocross y el audio era gemidos. Pero por qué con Ivanna. ¿Por qué?
Sentándome como si no hubiera pasado nada, sintiendo que la comida empieza a caerme mal, coloco el móvil sobre la mesa; bajo mis manos hasta mi regazo y de nuevo quiero hablar, quiero...
—Iva... —Trago saliva.
—No quiero saber —me interrumpe ella, seria, tan solo mostrándome la palma de su mano, ni siquiera levanta la vista de la agenda; y es mejor así, prefiero que no vea en mi semblante el vivo ejemplo de la derrota.
«Juro que mataré a Alex»
Segundos después, mira hacia su izquierda y, otra vez sonriente, fingiendo que nada pasó, se pone de pie para recibir a un tipo.
—¡Jimmy! —lo saluda con un beso en la mejilla—. Gracias por recibirme.
—A ti por venir... y siempre te recibo —se queja él mirándome de reojo, esperando que Ivanna me presente, pero eso no sucede. Soy nada para ella. El asistente de los gemidos.
Jimmy se sienta en la mesa y, atento a todo, abro la agenda que Ivanna me entregó para anotar ahí lo más relevante. No me importa que sea una agenda personal. A fin de cuentas esta fue la que ella me entregó, ¿no?
—... y le dije a Borja: hay que reunirnos aquí en mi bar, los miércoles por la noche tengo Jazz en vivo.
—Tengo meses de no ver a Borja —sonríe Ivanna—, aunque a su hermana si me la he topado. Nada tímida.
—No, nada —Está de acuerdo Jimmy y los dos ríen—. Pero en serio me da gusto recibirte Ivanna —Él la mira con duda—. Habías tardado —Se acerca con actitud cómplice—. ¿Tiene que ver la competencia con Lobo?
—En seguida te platico —contesta Ivanna sin apartar la sonrisa de su rostro, dándome, a continuación, su atención a mí—. Luca, ve por mi Cosmopolitan —ordena—. Ya tardó. ¿Tú quieres algo? —le pregunta a Jimmy.
—¿Qué te pasa? Es mi bar —Él mira con preocupación la barra—. Me apena que estén tardando. Déjame...
—¡No! —Ivanna lo detiene —. Deja que vaya Luca. A él le encanta platicar con los barman —añade. Anda, Luca. Ve —vuelve a ordenar.
Me pongo de pie a regañadientes y hago lo que me pide.
Advierto cuál es su juego: otra vez busca distraerme para que no escuche la conversación, pero me apresuro a llegar a la barra, y aunque el barman está ocupado, le hablo.
—Vengo por el Cosmopolitan que pidieron en aquella mesa —señalo cuál es.
Él mira el reloj colgado en la pared a su costado.
—Claro —dice y continúa atendiendo al cliente que vino antes. Espero. Sin embargo, viene otro y a ese también lo atiende.
Lo mismo con el que sigue.
Y el que sigue.
Y el que sigue.
Y el que sigue.
Del mismo modo atiende al que sigue después de ese.
Desde mi lugar miro a Ivanna. La plática con Jimmy es formal, señala las instalaciones, mueve sus manos al explicar qué hace aquí, toma nota de todo, saca una carpeta de su bolso y se la muestra...
Miro con desesperación al mesero. Por atender a otros clientes antes que a mí estoy por perderme la reunión.
—Señor, el Cosmopolitan —reclamo.
—En un momento —me informa en lo que termina de atender a otro cliente que recién llegó. Levanto mis brazos con enojo.
Después atiende a una señora.
—Yo vine antes —Le hago ver, molesto; recibiendo miradas de desaprobación de todos los que también esperan.
—En un momento, joven —insiste el barman sonriéndome y...
«Qué tonto soy»
¡Por supuesto! Al percatarme de lo que sucede rasco mi cuello y rio.
El. Tipo. Está. Haciendo. Tiempo.
Quiero ir con Ivanna para felicitarla. ¡Magistral, señora! ¿Se puso de acuerdo con el barman desde mucho antes? Pero no puedo volver ahí sin el Cosmopolitan.
—¿Cuánto acordó pagarte? —Le pregunto al tipo. Tengo una idea—. ¿Diez dólares? Puedo doblar eso.
Él se echa a reír.
En definitiva no fueron diez dólares.
—Ey, en un momento te atiendo, ¿de acuerdo? —repite, recibiendo con una sonrisa a otro cliente.
«Esto es lo que sigue a increíble»
Después de cinco minutos, antes de volverse a mí, el barman mira de nuevo el reloj. Han pasado quince minutos desde que vine.
—¿Cosmopolitan dijiste? —pregunta.
—¡Sí!
Se dispone a prepararlo. No obstante, aún y cuando ya está listo, lo hace a un lado y atiende a otra clienta.
«¡Dios!»
—¿Te importa? —vuelvo a exigir señalando el Cosmopolitan, pero él me ignora olímpicamente.
Molesto, una vez pasaron veinte minutos, los que seguramente acordó Ivanna, por fin hago mi camino de vuelta a la mesa, aunque solo... solo para ver a Ivanna ponerse de pie y despedirse de Jimmy.
—¡Luca, olvidé que estabas aquí! —dice al verme.
De esa manera, sin dejar de sonreír, coge la copa y, manteniendo su mirada fija en mí, bebe el Cosmopolitan de un solo trago para después, con actitud arrogante, volverme a entregar la copa.
—Esplendido —termina, remarcando la «S» al decir esplendido.
No bajo la mirada.
NO BAJO LA MIRADA.
Después la miro caminar con actitud coqueta hacia la salida. Serio, coloco la copa sobre la mesa, me despido de Jimmy y la sigo.
«Jadis», pienso mientras.
«Hiedra»
«¡Cersei!»
«¡Inclusive es peor que Rita Repulsa!», estoy de acuerdo. Y es solo mi primer día.
Es solo mi primer día.
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