43. Los consejos de Marinaro


43. Los consejos de Marinaro

—Me han hablado mucho de ti —sonríe Marinaro y desde ya advierto por qué le gusta a Ivanna. El tipo, empezando por su forma de caminar y hablar, proyecta seguridad y éxito.

—Espero que bien.

Aunque no me cabe en la cabeza qué podría haberle dicho de mí Ivanna.

Porque tuvo que ser Ivanna.

¿Suele hablar de un «amigo especial» con otro? No me extrañaría que hasta los obligue a beber una cerveza juntos. ¿En algún momento tendré que escuchar sobre Marinaro o alguien más?

—Mejor que bien —dice Marinaro y rápido le devuelvo mi atención—. Ivanna te aprecia.

¿Mejor que bien? ¿Ivanna me aprecia? «¡Por favor!»

Rasco mi nariz a modo de disimular una sonrisa nerviosa. Ivanna hablando «bien» de mí. Ni siquiera lo dice convencido.

—Permíteme compensarlo —agrega, sacando de su bolsillo una billetera.

—No, por favor —doy dos pasos hacia atrás.

¿En qué momento llegamos a esto?

—Para mí es nada.

—Para mí no. —No quiero deberle nada—. Solo hago mi trabajo.

—Más que tu trabajo por lo que sé —rebate y eso me intriga.

¿Sabe que di la espalda a Rodwell por Ivanna o se refiere a algo más personal?

El sonido de truenos, seguido por gotas de lluvia que comienzan a caer, dan un toque lúgubre a una interesante tarde.

El chófer de Marinaro se apresura a bajarle un paraguas y lo sostiene para él mientras yo comienzo a mojarme.

El significado de esto está implícito.

—¿A dónde vas? Me chófer podría llevarte —ofrece Marinaro.

¿Continua la amabilidad no justificada?

—Yo...

—Ivanna mencionó que te transportas en bicicleta —ladea su cabeza hacia un lado. Parece divertido.

¿También le dijo eso?

—Sí. Soy... —Incómodo, miro de él a mis zapatos— amigable con el medio ambiente. —De nuevo lo miro de frente—. Eso es. Soy eco-friendly.

Desde luego que no me cree. No intento que lo haga. Es solo una forma creativa de decir «No gracias».

—Hay coches especiales en ese caso.

—Lo tomaré en cuenta. Es que tampoco soy de manejar grandes sumas de dinero. Como parte de mi filosofía trato de evitar cualquier derivado del petróleo.

—Eres gracioso —Él sonríe a la fuerza—. Igual siempre tómalo en cuenta. Puedo facilitarte un coche. Ése es mi negocio.

—Estoy bien. Caminar y manejar bicicleta me mantiene en forma.

—Eco-friendly y fitness.

—Eso mismo.

Con el mismo aire divertido, me mira durante largos segundos pero no me animo a adivinar qué pasa por su cabeza. ¿Esto no sale como quiere? De todos modos, ¿qué quiere? ¿Por qué intenta caerme bien?

No es necesario.

—¿Por qué te gusta Ivanna? —pregunta, de pronto—. Además de lo obvio.

«Lo obvio»

Rio sin entender por qué pregunta eso. Y se lo digo.

—No entiendo por qué pregunta eso.

—Yo creo que sí —su respuesta me sorprende—. Eres novato; no tonto.

Aun así, paso.

—Pues, de cualquiera manera, no tengo la obligación de contestar.

Por el bien de los dos, soy directo y al menos la lluvia disminuye y me puedo marchar con dignidad.

Aunque un comentario de él me detiene.

—Pues yo sé lo que a Ivanna le gusta de ti: la novedad, la inexperiencia..., el peligro.

—Tampoco tengo la obligación de escuchar —digo, pero no sueno seguro.

—Y sé cuánto tiempo le va a durar eso —continua Marinaro.

—¿Cuánto?

Tenía que preguntarlo.

—Pues no le interesan las relaciones duraderas —Él mira hacia un lado, pensando... Pensado en ellos dos, creo.

—Ustedes llevan dos años —Intenté no hacerlo sonar como reproche, pero fallé.

A él le divierte que lo sepa.

—Porque tengo como ventaja cosas que ofrecer a Ivanna: algo para restregar en la cara a Lobo, amistades que le servirán como contactos... lujo, diversión. ¿Cuántos de tus amantes te llevan a Paris?

Quiero decir algo pero no sé qué.

—Tu diviértete con precaución —su tono es paternal—. A todas luces se nota que eres un buen chico. No te lo tomes más en serio que ella. Porque ella no se lo toma en serio. Créeme —ahora ríe—. Sal por ahí. Conoce a más chicas. Llévalas a una cita. Ella no tendría por qué enfadarse, ¿o sí?

Niego con la cabeza.

—No. No tendría por qué enfadarse.

Marinaro aparta con un gesto de su mano al chófer con el paraguas y comienza a despedirse.

—Esta es una relación abierta al fin y al cabo. Nadie es exclusivo de nadie.

Lo dice como si le pesara.

—Me gusta por su carácter —digo, deteniéndolo—. En un mismo día puede fijar las bases para una nueva negociación, cerrar un trato y hacerse notar con algo más que el «tac tac» de sus zapatos. Todo en falda y sin descorrer su maquillaje. Es transparente, apasionada, auténtica... Es decidida. No se detiene. Sabe lo que quiere. Es vivaz —Los ojos de Marinaro brillan y su sonrisa, por primera vez, parece genuina. Está de acuerdo con lo que escucha—. Con ella no te aburres. Te reta en todo momento. Le encanta hacerte saber que no te necesita... No teme ser una perra. No tiene miedo. Es...

—Una maldita yegua indomable —termina por los dos—. Sí. Es excitante.

No contesto nada a eso. Me quedé sin palabras. Lo que tenía para decir ya fue sacado.

—Pero lo que más atrae de ella también es lo que más hay que temer. Ámala de la misma manera que te ama. O busca a chicas de tu edad —recomienda por segunda vez—. Son más dóciles.

—Supongo que no puedo recomendar lo mismo —digo y eso lo hace reír.

—No. Así que huye mientras puedas —dice para despedirse y, pidiendo al chófer que me deje el paraguas, finalmente regresa a su coche y se marcha.



Por la tarde el parque central de Ontiva está repleto de artistas itinerantes. A mi paso miro a cada uno sin prestar realmente atención. En mi mente, como un eco incesante, se repiten las palabras de Marinaro. «Ámala de la misma manera que te ama». ¿En una relación Ivanna trata como quiere que la traten? ¿Y cómo es eso? ¿Sin compromisos? ¿Sin la posibilidad de un mañana? Pero una relación es de dos y yo también amo como quiero que me amen.

Como si se detuvieran las agujas del reloj.

Como si el aire faltara.

Como si pudiera redibujar su piel con mis dedos.

Como si el vino lo hicieran de nosotros.

Como si nunca nada fuera suficiente.

¿Acaso eso está mal?

No me pesa querer de esa manera. Es la primera vez que quiero querer de esa manera.

¿Tiene sentido?

Es una necesidad.

No me cuesta. Por el contrario, la expectativa llena mi pecho. Es como no poder esperar a abrir los regalos de Navidad.

Quiero descifrar a Ivanna. Quiero dormir en una misma cama con ella. Quiero que me diga que me quiere.

Quiero que me platique su día.

Quiero sus suspiros.

Quiero que quiera hacer planes juntos.

Hasta el lobo más salvaje aprendió a querer a la luna.

Quiero ser su luna.

No me cuestiono si lo merece o no. Lo merece. Cualquiera lo merece. Sobre todo si cree que no lo merece.

«Trátala bien».

Puede que sea un tonto pero sin ella siento vacíos mis dedos, mi tiempo y mi pecho.



Abro el paraguas cuando una vez más empieza a llover. Más personas en el parque hacen lo mismo, y otros, menos afortunados, corren a resguardarse del torrencial. Esta vez no se detendrá pronto.

«Al menos, gracias a Marinaro, no llegaré mojado a la reunión».

¿Le debo una?

El tiempo pasa rápido mientras camino hacia Solatano & Delvecchio. No quiero llegar tarde. No debo perder un minuto. Si consigo información Ivanna estará feliz. Le seguiré demostrando que soy útil. Y quizá algo más.

Algo más.

Llego cinco minutos antes. Y todo parece normal cuando entro; las mismas personas que me atendieron continúan en la recepción; hasta que, sin entender el por qué, justo al verme, escucho a Max Solatano gritar:

—¡NOOOOOOOOOOOOO!

«¿Qué rayos?»




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¿Qué les pareció la actitud de Marinaro? ¿Ayudarán en algo Max y Sam a Luca? ¿Luca se va a terminar de estrellar? :( ¿Marinaro le dirá a Ivanna lo que habló con Luca? No se pierda esto y más en el siguiente capítulo de su telenovela La yegua indomable :O xD

Soy bien melodramática y cursi cuando me lo propongo, ¿vieron? Más porque mis últimas semanas han sido, digamos, «interesantes». Pero bueno, nos vemos pronto ♥

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