30. La guillotinadora
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30. La guillotinadora
IVANNA
Llego puntual a Café Chaúd y, una vez me estaciono, pienso en que necesito tiempo para volver a ordenar mis ideas, podría quedarme en el coche otros cinco minutos; sin embargo, en cuanto estoy lista lo veo: Luca de pie cerca de la puerta principal y, por ser tan llamativo el Maserati, tampoco tarda en reparar en mí.
—¿Por qué tiene que ser puntual? —me quejo, revisando por cuarta vez mi maquillaje en el espejo retrovisor.
Por la distancia, su expresión no me dice nada, pero se ve encorvado, proyectando su habitual inseguridad.
Muevo de izquierda a derecha mi cuello. No voy a negar que me siento tensa pese a haber ensayado y aún siendo ardor en la boca del estómago. Tiendo a somatizar.
—Te sabes tus líneas —me doy ánimo repasando cada una en mi mente y en general lo que Pipo y yo acordamos decir.
Seguidamente busco mis lentes de sol en la guantera, me los pongo, acomodo mi cabello hacia un lado, cojo mi bolso del asiento del copiloto y salgo.
Llevo puesta una falda drapeada que hace resaltar mi culo y caderas, también una blusa que enmarca a la perfección mi escote, por lo que debo verme magnifica en lo que avanzo hacia la entrada del café. Luca me mira por el rabillo del ojo, y aunque distante, no disimula que le gusta lo que ve. Él viste una camisa manga larga azul que mantiene afuera, vaqueros y zapatos negros. Se ve guapísimo. Lo único que desentona es esa horrible bandolera que lleva a todos lados y una cartulina enrollada en su mano que, asumo, es el dibujo de Becker.
—Buenos días —lo saludo, como si fuese otro día normal. Es otro día normal.
—Buenos días —musita él con desanimo.
Ya no me mira pero yo sí a él; luce agotado, como si hubiera llorado largo rato. Es broma, ¿no?
—Entremos —le pido y con la misma postura de cachorrito recién pateado me sigue hasta una mesa. Ahí alcanzo el menú, le echo un vistazo un par de segundos y llamo al mesero—: Quiero una ensalada de frutas, una taza pequeña de yogurt y jugo de papaya —ordeno. Aún siento el ardor en el estómago.
—¿Algo más? —pregunta el mesero.
—Ordena —le digo a Luca.
—No tengo hambre. Gracias —contesta él, «digno».
—Ay, no seas payaso —me enojo y me mira dolido—. Pide o no hablo —soy tajante. Tampoco debe olvidar que soy su jefa.
—Lo que sea —dice al mesero.
—Tráigale Hot Cakes, eso le gusta —ordeno yo por él—, y para beber jugo de piña.
Le devuelvo mi atención para ver si al menos pilló la broma, pero aún luce distante.
—¿Qué tal dormiste? —pregunto ahora, una vez se marcha el mesero, y él me mira molesto durante unos segundos antes de volver a bajar la mirada.
De acuerdo, reconozco que no fue buena idea hacer esa pregunta.
—Sabes Ivanna —rompe el hielo al fin, creo. Aunque ahora luce desafiante—. Eres una mujer increíble; hermosa, inteligente, gran negociadora; pero a veces también puedes llegar a ser una auténtica...
Enderezo mi espalda con honor.
—¿Perra? ¿Víbora?
—Desconsiderada —termina él, sorprendiéndome—. Egoista y desconsiderada.
Al entrar al café abrió para mí la puerta y al llegar a la mesa, pese a todo, esperó a que yo me sentara primero. El ratón ni enojado deja de ser un caballerito.
Saco mi móvil del bolso, lo desbloqueo, busco nuestra conversación y lo coloco sobre la mesa a modo de quedar en medio de los dos.
—Aunque no entiendo el porqué de tu enojo —digo, con naturalidad. Él otra vez no me mira—. Tú mismo te contestas en esos mensajes —doy golpecitos con mi dedo a la pantalla del móvil—. «Porque no era necesario, Ivanna. Yo ya te había demostrado que no le soy leal a Rodwell», leo para él, repitiendo lo que envió—. ¿No es obvio? ¿Por qué entonces me acostaría contigo por ese motivo?
—¿Para no perder lo ya ganado? —contesta, acertadamente.
—Porque sí, eso sin duda es algo que haría —Estoy de acuerdo y continúo dándole la razón. Porque si hay alguien que no pierde a pesar de tener todo en contra, esa soy yo—. Porque los dos sabemos que yo haría cualquier cosa por mi empresa, inclusive utilizarte a ti —A Luca escasamente le sorprende que lo admita—. ¿Pero sabes qué no haría?
En su expresión está instalada la duda.
—Acostarme con cualquiera —continuo—. Porque eso es lo que te molesta, ¿no? —Me señalo a mi misma y después a él—. No que yo mienta para recuperar mi empresa, sino pensar que me acosté contigo sin realmente quererlo así, con una intención detrás.
—Sí.
—Pues no, no lo hice por ese motivo —lo miro a los ojos mientras hablo—. Quise tener algo contigo desde el primer día que llegaste a mi oficina. Has sido algo así como una fantasía. Nunca antes había estado con alguien menor que yo y menos un subordinado... y luego además te veo con esos trajes de Chevalier. Pero si te sientes utilizado por mí no hay problema. Nos detenemos...y ya. Si hay algo que sobra es oportunidades para follar.
Hago mi cabello hacia un lado con dignidad. Ahora soy yo la ofendida.
Luca, por otro lado, no deja de ver los Hot Cakes mientras se los sirven. Después mueve su tenedor sobre estos sin realmente intentar llevar a su boca nada. Parece confundido.
—¿O me vas a decir que te enamoraste de mí? —termino y suelto una carcajada.
Luca, mientras tanto, no parece tomar a broma mis palabras y me preocupa. Sin embargo, para mi alivio se repone pronto.
—No, claro que no —musita, sin levantar la vista de su plato, obligándose a sonreír.
Para ser sincera el tema también me incomoda.
—¿Ves? Es muy fácil romper el acuerdo entonces —le hago ver.
A continuación hablo de Doble R. Para que vea que le tengo «confianza», le platico a Luca sobre las reuniones que tendremos durante la semana. Él cabecea con negativa. Cambié demasiado rápido de tema y esa era la intención: hacerle suponer que hace esto más grande de lo que en realidad es. Aquí no pasa nada. Él conjeturó todo mal.
—¿Alguna duda? —pregunto al final.
—No, es que... —se ve nervioso—, no anoté nada.
—No importa. Mañana durante la reunión de ejecutivos vuelvo a repetirlo.
Termino con un trago largo mi jugo de papaya. Ya me siento mejor. Mucho mejor.
—Recuerdo que la actividad con Becker es cena —menciona Luca por fortuna.
—Sí. Quise que desayunáramos juntos para aclarar el incidente anterior pero ahora quiero pedirte que me acompañes a un lugar.
—¿Qué lugar?
Le dije que debido a los años que tengo como clienta de Victoria's salon recibí dos pases de cortesía para utilizar el spa, y que al verlo tan tenso, a modo de disculpa por el «mal entendido», lo menos que puedo hacer es invitarlo; por lo que ambos, una vez preparados con batas, comenzamos un circuito de hidroterapia.
Al inicio Luca se muestra incomodo, pero a medida que termina el circuito, recibe masajes, envolturas de algas y mascarillas, se relaja; mas porque no tiene que estar a mi lado todo el tiempo, cada uno recibe atención por aparte y solo nos volvemos a juntar a la hora de la comida en una de las mesas que rodean a la alberca.
No hablo. En ningún momento trato volver al tema del «mal entendido», permito que Luca llegue solo a donde conviene a mis intereses... aunque, para llegar a puerto seguro, un poco de ayuda no está de más.
—¡Ivanna! —escucho que grita alguien a mi espalda, me giro y veo a Pipo caminar sonriente hasta nosotros.
—¿Pipo? —pregunto a manera de saludo y me pongo de pie para saludarlo.
Luca mira de uno a otro con duda.
—Que sorpresa encontrarte aquí, Ivanna.
—Lo mismo digo.
Mi amigo ya está en bata, listo para iniciar su propio circuito de hidroterapia.
—¿Desde hace cuánto no nos vemos?
—¿Una semana? Tampoco es tanto —río y después me vuelvo hacia Luca—. Luca, te presento a Pipo, un entrañable amigo; Pipo, te presento a Luca, mi... asistente.
—¡El famoso Luca!
Pipo, tal como lo prometió, le besa ambas mejillas, lo que de entrada impresiona a Luca.
—¿Famoso? —titubea.
—Las veces que he platicado con Ivanna no deja de repetir lo buen asistente que eres.
—Sí, claro.
Luca me mira con acusación y le sonrío.
—Ya vuelvo, iré a ver por qué no viene el mesero —aviso a los dos fingiendo estar molesta con el servicio. No obstante, avanzo hasta un panel de madera cubierto con plantas ornamentales y me quedo detrás, lo suficiente cerca para poder escuchar lo que ellos dos hablan.
Pipo, en tanto, tal como lo acordamos, capta toda la atención del chico.
—En realidad lo que me dice es que tienes un hermoso culo —empieza.
—Eso también lo dudo —contesta Luca.
—No, si yo tampoco lo creía —Pipo rodea a Luca hasta volver a quedar frente a él— hasta que te vi. Tonto de mi parte porque Ivanna suele ser selecta.
Luca aún refleja incredulidad.
—Hagamos una apuesta —propone ahora Pipo—: Si pide para comer canelones de pescados, camarones en salsa de coco, qué sé yo... Salmón teriaki, tú tienes razón y le eres indiferente...; pero si pide ostras y de postre fresas con chocolate...
—¿Qué tienen las ostras y las fresas con chocolate? —pregunta inocentemente Luca.
—Mi pastelito con Nutella —contesta Pipo volviendo a besar sus mejillas—. Son afrodisiacos. Si sabes que Ivanna tiene una larga lista de amantes, ¿no? ¿O es que eso también es nuevo para ti? —Luca indica con un gesto que no—, pues cuando quiere uno nuevo lo trae aquí a comer ostras. Sin duda pronto te querrá en su camita.
Luca baja la mirada. Asume que Pipo no está al tanto de que entre nosotros ya pasó algo.
—Pero no te cohíbas —lo anima Pipo—. Se trata de disfrutar no de lamentar.
—¿Entonces considera que Ivanna me querría a mí en su lista de amantes? —Luca mira la alberca con una expresión que no consigo identificar, ¿tristeza?, ¿por qué?
—Pues no viniste aquí a una reunión de trabajo, ¿o sí?
—Pues no.
—Me quedé un rato lejos antes de venir a saludar, ella no te quita los ojos de encima, y para haber madrugado un domingo puede que esté más interesada de lo que quisiera reconocer.
¿Por qué le dice eso? No estaba en el acuerdo.
—Y tratándose de Ivanna, y eso tú mismo lo puedes deducir, suele ser al revés.
Eso tampoco.
—A ella la buscan.
—Sin duda alguna —Está de acuerdo Luca.
Pero no quiero que Pipo me haga ver vulnerable. Por otro parte, la tenue sonrisa que ahora deja ver Luca, hace que me sienta complacida y ahora si busco un mesero.
En la mesa nos sirven ostras y le muestro a Luca cómo debe comerlas en lo que también le explico nuestra situación con Victoria's salon, Pipo ya se marchó para dejarnos solos.
—Es una de las cuentas imposibles si mal no recuerdas.
—¿Por eso eres clienta?
—No. Venía antes de que la dueña original lo vendiera.
—¿Y por qué es tan difícil de conseguir?
—Lo mismo que pasa con la mayoría de este tipo de cuentas: los dueños no dan citas.
La cara de Luca al intentar masticar cada ostra es un poema. Tampoco deja de echarles limón. No le gustan.
—¿Quieres pedir papas fritas? —pregunto.
—¿Puedo? —Parece aliviado.
—Claro.
Con un gesto de mi mano hago que venga el mesero y agradezco que al menos para las fresas con chocolate no ponga reparo.
En el Maserati disimulo estar ocupada retocando mi maquillaje en lo que dejo a Luca seguir pensando. Necesito saber qué decidió respecto a nosotros, pero no debo presionarlo, debe venir de él la decisión de continuar.
—Aún tenemos el resto de la tarde. Puedo llevarte a tu casa e ir por ti a las seis —propongo.
Relame sus labios con inseguridad y otra vez no me ve. Él está sentado en el asiento del copiloto y yo a la par.
—O dime dónde te dejo —pregunto, colocándome el cinturón de seguridad.
—Sí...
«Al menos parece pensarlo»
—Aunque para ser sincera no es eso lo que yo quiero hacer —digo, obligándole a verme.
—¿Ah no? —Traga saliva pareciendo aliviado de que una vez más tome la iniciativa.
—Yo quiero repetir —añado.
Me ve con miedo, como si le resultara un conflicto admitir que él también; pero no puede engañarme, está en sus ojos, sus dedos cosquillean con deseo tanto o más que los míos.
—Déjame demostrarte que no hay nada que quiera más que esto —lo reto y él asiente pese a que aún refleja duda.
Lo beso. Levanto mi pecho para poder inclinarme de mejor manera sobre él y coloco mi mano sobre su mejilla para acariciarla. Sus labios son suaves y cálidos, aún tímidos, por lo que sigue siendo un deleite corromperlos.
Amo que lavara sus dientes después de comer y también amo que lleve puesto el mismo perfume que el viernes.
Mi respiración se entrecorta al subir mi libido. Él es un mensajero del deseo al cual odiar. ¿En serio puede creer que finjo? A mi pesar; no.
Mi mano aterriza en su pecho y lo palpo de arriba abajo dos veces antes de llegar al final de los botones de la camisa. Corto el beso cuando suelto el último.
—Ve atrás —le pido sin dejar de mirarlo. Ya tiene desabotonada la camisa.
Yo igualmente me levanto, pero no llego atrás, encuentro una posición cómoda entre el asiento del piloto y el copiloto.
—¿Lo vamos a hacer en el Maserati? —pregunta Luca al terminar de acomodarse.
—Si vas a tener sexo en un coche por lo menos debe ser un Maserati —digo, empezando a desabotonar mi blusa.
Luca mira de mí a mi pecho sin parpadear.
Sí, ya sé que estoy rompiendo mi propia regla de no tener sexo dentro del Maserati.
—Siéntate justo en medio —pido y obedece. De esa manera puede moverme sobre sus piernas y el espacio del freno de mano.
Una vez termino de sacarme la blusa y el sujetador, me echo ligeramente hacia atrás a modo de que él pueda verme completa.
No pierde el tiempo y pronto sus manos están en mi espalda y sus labios sobre mis tetas. Pero no es brusco, a pesar del placer que produce la anticipación es cuidadoso y por eso me gusta, me siento como si me idolatrara.
Podría llegar al orgasmo solo de esta manera pero voy por más, de modo que lo empujo para que se apoye en el respaldo y comienzo a acariciar su entrepierna.
—Él ni siquiera duda —sonrío al sentir otra cosa dura cerca de mí además del freno de mano.
—Traidor —musita Luca, pasando una mano sobre su cabello.
Lo miro y parece no creer que esto vuelva a pasar, pero yo sí y me encanta.
—¿Tiene nombre? —quiero saber—. Muchos suelen hacer eso: ponerle nombre.
Él niega con la cabeza al mismo tiempo que suprime un ahogo.
—Dime el nombre —ordeno comenzando a desabrochar su cinturón y aumentando el masaje en esa zona.
Él abre su boca con placer.
—Sinhueso —confiesa por fin, como si lleváramos horas de tortura y no solo unos minutos.
—Sinhueso —repito—. Apropiado.
Ahogo una risa y él también.
—¿Y tú... le tienes nombre a lo tuyo? —quiere saber.
—Por supuesto —Mi sonrisa es de oreja a oreja.
—¿Y es?
Le hago levantar el culo para terminarle de sacar el pantalón y los calzoncillos, después hago lo propio con mi falda y mis bragas.
—La gui llo ti na do ra —se la presento una vez lista y vuelve a verme con satisfacción.
De nuevo es mío. «Vete despidiendo, Prudencia»
Sería incómodo un oral aquí, por lo que, para prepararme, primero me acaricio yo misma para su deleite y luego con él, con Sinhueso, lo que le vuelve loco; pues no lo introduzco del todo, primero lo hago recorrerme y explorar mis pliegues.
—Te digo que eres desconsiderada —insiste.
Lo hago poner sus manos sobre mi pecho.
—¡Ivanna!
—¿Te gusta? —Me encanta que sienta así por mí.
—Ten piedad —suplica.
Y la tengo, a pesar de todo soy benevolente y lo termino de introducir en mí al mismo tiempo que me dejo caer sobre él para plantarle otro beso.
No hay tregua.
Su piel se siente suave debido a las mascarillas y envolturas con algas y su humedad pronto me lleva del calor al frío.
Becker nos recibe de buena gana y, conforme con el contrato, lo firma entre aplausos de su familia y amistades. El dibujo de Luca igualmente lo tiene fascinado.
Es todo. Conseguí esa cuenta.
—Pareces querer saltar —me dice Luca en lo que nos dirigimos a la mesa. Fuimos invitados a quedarnos a cenar y me parece perfecto porque esta vez si cocinará el yerno de Becker.
—Es la primera cuenta imposible que consigo... conseguimos —me apresuro a corregir.
—Yo solo hice mi trabajo.
—No —digo, porque es cierto—, hiciste más. Mucho más.
Luca advierte la sinceridad en mis palabras y sonríe agradecido.
—Incluso estoy considerando la posibilidad de que sigas trabajando conmigo una vez tome la vicepresidencia.
—¿Cómo tu asistente?
—¿Te gusta ser mi asistente? —No me puede culpar de que lo dude.
—Cuando no me tratas mal.
—Ah, ¿qué tiene de malo pasear perros Dóberman o volar globos aerostáticos? —bromeo y una vez más nos sonreímos—. Eres un poco masoquista. Admítelo.
—Y tú en el fondo si eres una dominatriz.
Compongo el cuello de su camisa.
—Posiblemente. Habría que averiguarlo.
Cuando el cuello ya está bien me alejo otra vez de él y nos vemos. Aún no aparta de su rostro la sonrisa y pronto advierto que yo tampoco.
Me apresuro a aclarar ligeramente mi garganta y tomo una silla para mí en la mesa, Luca hace lo mismo; y, buscando otro lugar hacia dónde dirigir mi atención por seguridad, miro del dibujo que Becker acaba de poner en exhibición.
—Dibujas con técnica —digo a Luca—. Pensé que habías estudiado administración.
—En mis ratos libres fui de escucha a la facultad de arte.
—¿Y de dónde surgió la inquietud de dibujar?
—Mi papá también dibujaba —confiesa lo que me pone en alerta.
¿Su papá?
—El que trabajó en Doble R.
—Sí.
—¿Cuál era su nombre? —pregunto, por fin. Tengo la duda desde la primera vez que me platicó de él.
—Josimar Bonanni. Pero sus amigos solían decirle «Jos».
«Josimar Bonanni» y eso, creo, explica algunas cosas. Aunque por la mirada dudosa de Luca al percatarse de mi incomodidad resulta evidente que no es el momento para pensar en eso.
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Gráfico publicado en el grupo de Facebook Tatiana M. Alonzo - Libros by Ana Galindo c:
Díganme que entendieron por qué se llama "la guillotinadora" xD
¿Qué va a pasar ahora? D: ¿Por qué motivo a Ivanna le sorprendió saber más del padre de Luca?
Por favor no me salgan con que son medios hermanos porque les parto su madre. Es que veces sacan cada conclusión que... Dios! xD
Instagram: TatianaMAlonzo, Ivanna.Rojo, LucaBonanni93.
Hoy las estrellitas (votos) son para la guillotinadora así que déjenle muchos c: ↓ Continuamos pronto.
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